Capítulo 03

1259 Words
Katherine Desperté a en medio de la noche, oscuridad total. A tientas tomé mi celular y miré la hora. 3:33 am. Logré prender la lámpara y me senté sobre mi cama. Mi corazón latía rápidamente, sentía que iba a explotar. No podía describir esta sensación, era como estar feliz pero a la vez era triste, igual a cuando no logras alcanzar algo que anhelas terriblemente. —Esto no posible — me repetía a mí misma. — Lucas no existe. No me malentiendan, yo quería que fuese verdad, en serio, pero todos me dicen lo contrario. Yo sé que no estoy loca, pero quería que tal vez… y solo tal vez, la posibilidad de que sea real sea un poco mayor a cero. No pude conciliar el sueño por más que lo intentara. Tal vez fuese el miedo, la ansiedad o simplemente nostalgia. Me mantuve despierta un buen rato hasta que por fin amaneció. Cuando sonó la alarma me levanté pesadamente y me dirigí al baño. Me zambullí en una ducha fría para despejar mi mente y salí con la energía renovada, dispuesta a pasar un buen y completamente normal día al lado de Dani. Ella me esperaba en la puerta de su casa aun comiendo su tostada del desayuno. —Hola — ella me levantó la mano haciendo señas como si no la hubiera visto. —Hola, ¿nos vamos? — hicimos un saludo medio raro con las manos, algo que habíamos acordado el primer día en que nos conocimos. —Sí, pero hay que esperar. Ellos nos llevarán hoy a la escuela. —¿Esperar? ¿A quiénes? —Cierto. Anoche no lo mencioné porque estabas muy alterada. Pero hace un tiempo me hice amiga de esos tres… ya sabes, Peter y sus primos. —¿Te hiciste amiga de ellos? ¡Está claro que debiste decírmelo! —¿Ves por qué no lo dije? ¡Siento que estás a punto de pegarme! En ese momento un carro azul eléctrico estacionó frente a nosotras y Dani salió corriendo a esconderse dentro. La verdad estaba muy nerviosa y a la vez preocupada. No era la primera vez que los veía a ellos así que no debería estar nerviosa… espera, en realidad sí lo era. La ventana polarizada del conductor bajó. Y ahí estaba. Un chico de 17 años, rubio y ojos azules. Sí, el mismísimo Jason Thunder, tal y como lo recordaba. —Hola. — él me dijo sonriendo — Tú debes ser Katherine. Un gusto, soy Jason Thunder, amigo de Dani. Una mano paso por delante de la cara de Jason y lo empujó a un lado para que aparezca otra cabeza. Un chico de ojos verdes y tez bronceada emergió a su lado. —Sube. Todavía tenemos espacio. — era Peter Jensen en persona. —Claro… — yo me sentía mareada por alguna razón. Abrí la puerta de atrás y me senté al lado de Dani. Dentro descubrí que en realidad no estábamos solas ahí atrás. Niko Adazzio también estaba ahí, sin decir ni una palabra todavía. Jason arrancó y Peter comenzó a tararear alguna canción que no pude descifrar y a juguetear con la guantera del auto como si fuese un tambor o algo por el estilo. Peter Jensen era la hiperactividad en persona. —Jensen se parece tanto a su padre. — murmuré para que solo Dani escuchara. —¿En serio? Yo siempre pensé que estaba mal de la cabeza. ¡Hey, Peter! ¿Tú crees que te pareces a tu padre? — en serio, ¿es que esta niña so sabía cerrar la boca? —¿Mmm? Tal vez un poco, ¿por qué preguntas? —Curiosidad, es todo. — dijo ella excusándose Le golpeé con el codo para que aprendiese a callarse cuando debe. —¿Crees que solo un poco? Yo diría que son dos gotas de agua. — Jason bromeó. —Cerebros de pez. — murmuró Niko —No creo que sea tan malo. — me aventuré a decir, soltando indirectas — Todos saben que los a los del mar les falta un tornillo o dos. —Concuerdo. — dijeron Niko y Jason al mismo tiempo Luego un silencio sepulcral recorrió el auto. —Ja, ja… Mmm, Katherine, ¿por qué mencionaste el mar tan de repente? — preguntó Jason nerviosamente O bien yo parecía muy rara en ese momento o tenía sentido lo que dije, pero como todavía no estaba segura si realmente eran aquellas personas de mis sueños me quedé callada e inventé otra excusa. —Oh, es solo que a Peter parece gustarle mucho la playa. Míralo, está todo bronceado. —Bueno, tienes toda la razón. — Peter rió — Me gusta la playa. Pero a medida que el auto seguía su camino, la ansiedad me mataba. Yo necesitaba saber. Quería respuestas ahora. No podía seguir callada. —Peter Jensen, 17 años, hijo del mar. — noté que capté su atención — ¿En realidad eres tú? —¿Quién yo? —El… hijo de Poseidón — recé en mi interior para no ser vista como un fenómeno hablando estupideces. Pero para mi fortuna (o no), los tres primos se sobresaltaron y estuvimos a punto de estrellarnos contra un auto que venía en contra de nuestra dirección. Eso significaba que había tocado un tema que ellos no esperaban. —¡¿Conoces a mi padre?! — Peter me miró curiosamente, como si estuviese discerniendo si era aliado o enemigo. —Sí. Eso creo. —¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué? — dijo Peter, volviendo un interrogatorio contra mí. —No lo sé, solo lo sé. A decir verdad es muy extraño. — dije titubeando. —¡Caray, Jason! ¡Debe ser ella! — gritó Peter sacudiendo a Jason por los hombros —Peter, cálmate, vas a hacer que choquemos. — Jason mandó a volar a Peter de un manotazo. —Pero, hermano, ya la encontramos. — Peter se hacia el inocente. —Solo cállate ¿quieres? — dijo Niko agarrándose la cabeza con ambas manos — Voy a matarte si no lo haces. —Ya lo escuchaste — le dijo Jason — Hablaremos de eso cuando lleguemos. Peter tragó saliva y se removió en su asiento inquieto. Jason siguió su camino y llegamos pronto a la escuela. Dani había permanecido callada todo el trayecto, tal vez procesando lo que estaba pasando. Se bajo rápidamente, y se fue a clases sin decir nada, dejándome atrás. Yo la iba a seguir, pero Peter me tomó del brazo. —¿Qué es lo que está pasando? — me preguntó como si yo tuviese las respuestas —Es una larga historia. —No hay clases hasta dentro de un par de horas, tenemos tiempo. — dijo Jason pasándole su mochila a Peter quien frunció el ceño. —Vale, hablemos de eso. Dejo mis cosas en el casillero y los busco en los campos de soccer. Aquí hay mucha gente y van a pensar que estoy loca. —Te esperamos ahí. — Peter soltó mi brazo y se fue a los campos. —Quiero un helado. — dijo Niko de la nada, volviendo al auto nuevamente. Fui a mi casillero y dejé todas mis cosas ahí. En realidad no necesitaba dejar nada ahí, solo estaba haciendo tiempo para ordenar mis ideas y ver qué era lo que convenía decir y qué no. Suspiré una docena de veces y estuve tentada a cerrar el casillero con mi cabeza aún dentro, pero al final no lo hice y me dirigí al lugar citado.
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