Mientras Nora navegaba por los mares del sueño en su propio tiempo, el pasado que había dejado atrás, en el siglo 16 continuaba su curso, ajeno a su partida. Quizás una hora antes de que Nora regresara a su tiempo, en el castillo de los O'Brien, Aidan esperaba impaciente frente a la puerta de la habitación donde “Lady Sullivan” se quedaría por tiempo indefinido. El pelirrojo, con su agudo oído lupino, pegó la oreja a la madera, esperando escuchar el suave latido del corazón de la muchacha o captar su embriagante esencia. Sin embargo, un silencio inquietante era todo lo que percibía. Preocupado y movido por una curiosidad que no podía contener, Aidan decidió entrar en la habitación. Lo que encontró lo dejó atónito. —¡Lady Sullivan! —exclamó a viva voz en la estancia vacía. Sus ojos recor