La necesidad de investigar se apoderó de ella, especialmente en lo concerniente a su propia herencia irlandesa: los Sullivan. Nora se dio cuenta de cuán poco sabía sobre su linaje paterno. Nunca había conocido a tíos, abuelos o primos por parte de su padre. Su familia siempre había sido un núcleo pequeño y cerrado: ella, su madre y su padre contra el mundo. En lo más profundo de su ser, Nora siempre había anhelado experimentar esa sensación de pertenencia a una familia extensa, de visitar a una abuela cariñosa o compartir risas con primos traviesos. Pero nada de eso ocurrió, además que los constantes viajes de su infancia habían dificultado la formación de amistades duraderas, un patrón que persistía en su vida adulta. En Wisconsin, solo contaba con dos amigas cercanas, Amanda y Diana, en