Aidan, con sus ojos claros brillando de furia y desconfianza, se acercó a Nora. Sus manos, callosas y toscas, se cerraron como grilletes alrededor de los delicados brazos de la joven cubiertos bajo esa gruesa gabardina. —¿Tú los trajiste aquí, no es así? —gruñó el pelirrojo, susurrando de una forma amenazante que hizo que un escalofrío recorriera la espalda de Nora. —¿Qué? ¿A quién? ¿A ese tal Harrington que tanto hablan? —respondió ella, con su voz temblando de miedo y confusión. El agarre de Aidan se intensificó, provocando que Nora soltara un gritico de dolor—. ¡Me estás lastimando, suéltame! —¡Ya deja de fingir es obvio que tu trabajas para él! —rugió Aidan, con su rostro contorsionado por una mezcla de rabia y frustración. Lugh, el hermano de cabello rubio se acercó con pasos caut