El aire no tan cálido de la tienda de ropa contrastaba con la impaciencia que ardía en el interior de Declan. Sentado en una banca desgastada por el tiempo, su pie golpeaba el suelo con un ritmo incesante, como el tic-tac de un reloj invisible que marcaba los segundos de su creciente ansiedad. Sus dedos, inquietos, buscaron el bolsillo de su pantalón de cuero, donde descansaba el misterioso "grimorio" de la bruja. Con movimientos cautelosos, como si manipulara un artefacto explosivo, Declan extrajo el objeto. La luz tenue de la tienda se reflejaba en su superficie lisa y brillante, revelando un rectángulo perfecto que parecía desafiar todo lo que el hombre lobo conocía sobre la magia y sus instrumentos. El material transparente que lo cubría —el forro del celular, aunque Declan no tenía f