Al fin se estaban acercando a la costa. El cielo, ahora convertido en un lienzo de tonos púrpuras y naranjas, anunciaba la inminente llegada de la noche dentro de quizás un par de horas. Declan, con un movimiento brusco que hizo tambalear la pequeña embarcación, soltó los remos. Sus ojos azules, ahora oscuros como el mar embravecido, se clavaron en Nora con una intensidad que hizo que el corazón de la joven se acelerara. En un instante, el imponente lobo se abalanzó hacia ella. Nora, por instinto, dejó escapar un grito ahogado, con su mente imaginando mil escenarios, cada uno más aterrador que el anterior. Sin embargo, lo que sucedió a continuación la dejó sin aliento por razones completamente diferentes. Declan la sujetó por ambos brazos, con sus manos fuertes ejerciendo una presión que