Para ese momento, ya eran más de las tres de la tarde. El cielo continuaba nublado, con sus nubes bajas y pesadas amenazando con descargar en cualquier momento. El vaivén del barco, más el sonido de las olas, eran la banda sonora del viaje que la joven de ojos verdosos no pidió. Desde la cubierta, Nora observaba con una mezcla de fascinación y aprensión el frenesí de actividad que se desarrollaba a su alrededor mientras su cuerpo, aún no se acostumbraba del todo al constante balanceo del barco. Tras haber atendido a los heridos, pasando la luz de su celular sobre las suturas para "sellar" sus hechizos, Nora se permitió un momento de respiro. Con manos ligeramente temblorosas por el frío, verificó la batería de su dispositivo: 50%. Era el tiempo de vida que le quedaba a su supuesto poder d