En ese instante, el mundo de Nora pareció detenerse. El tiempo se ralentizó de manera antinatural mientras sus ojos, dilatados por el pánico, seguían la trayectoria de la saeta que a la orden de Harrington, lanzaron directamente hacia ella. Aquella flecha mortífera, de unos treinta centímetros de longitud, hendía el aire con un silbido aterrador, dirigiéndose hacia ella con una precisión que helaba la sangre. Nora quedó petrificada, con su cuerpo negándose a responder ante el peligro inminente. Sin embargo, en ese preciso momento, Aidan actuó con una rapidez heroica. Sin tiempo para pensar, guiado únicamente por un instinto primario de protección, su brazo se transformó en el de un ser mitad hombre, mitad lobo. El pelaje rojizo brotó de su piel como una oleada, mientras sus músculos se ex