Declan la observaba con una mezcla de incredulidad y fascinación, como si estuviera presenciando un elaborado engaño. —Entonces, si te metes en ese cofre que pertenece a los Sullivan, esos malditos topos, ¿te irás para siempre? —preguntó, con su voz llena de escepticismo, todavía le costaba creérselo. —¡Eso es lo que creo! ¡Ya podrás estar tranquilo, así no tendrás que ver mi molesta cara nunca más! —exclamó Nora, girándose hacia el cofre. Con movimientos decididos, abrió la tapa e ingresó en su interior, todo bajo la mirada indescifrable de Declan. El hombre lobo observó cómo ella se acomodaba en el espacio, aparentando ser pequeña y vulnerable, y al mismo tiempo, poseedora de un misterio que lo intrigaba profundamente. —Cierra la tapa —pidió Nora, con su voz amortiguada por las pared