Cuando Nora se adentró en la penumbra de la bodega, iluminando su camino con la luz blanca fluorescente de la linterna de su celular, Declan la seguía detrás con pasos cautelosos, con su mirada fija en la joven que buscaba con mucho enfoque aquel misterioso cofre donde la encontraron. El hombre lobo, acostumbrado a las maravillas y peligros del mar, en ese instante sentía que se encontraba navegando en las aguas desconocidas de la incredulidad. Su mente, normalmente pragmática, es decir, que no veía más allá de lo establecido, luchaba por comprender cómo alguien podía viajar a través de un simple cofre. Analizando la situación con detenimiento, Declan no podía negar que la aparición repentina de Nora en su navío carecía de una explicación lógica. Sin embargo, en el vasto mundo de brujos y