La transformación ante los ojos de Nora fue tan impactante que la dejó sin aliento. Sus pupilas se dilataron, absorbiéndolo todo con una mezcla de fascinación y terror. La mano de Declan, antes humana y familiar, se metamorfoseó en una garra animal con una naturalidad escalofriante. No era un truco de ilusionismo ni un engaño visual; Nora pudo escuchar el crujir de los huesos reajustándose y observó cómo el pelaje brotaba de la piel, tan real como el aire que respiraba con dificultad.
—Estoy soñando... —musitó Nora, aturdida por la revelación que desafiaba toda lógica.
—Al parecer nunca ha visto a un hombre lobo —susurró Aidan, dirigiéndose a sus hermanos con curiosidad y recelo.
Lugh, pensativo, ofreció una explicación:
—Quizás en las Indias Occidentales no existan licántropos. Debe ser eso.
Declan, perspicaz, analizó la situación. La vestimenta de Nora, su comportamiento y su evidente desconcierto ante lo sobrenatural le indicaban que provenía de un mundo muy diferente al suyo. Con esa certeza, tomó una decisión.
—Bien, ya veo. Eres una bruja del Nuevo Mundo sin contacto con los cambiaformas, comprendo —declaró con autoridad—. A nuestro padre le fascinan los adivinos. Se sentirá complacido de tenerte en nuestra manada. Te llevaremos como parte de la mercancía.
—¿Parte de la mercancía? Pero yo no soy... —intentó protestar Nora, pero Declan la interrumpió, poniéndose de pie con un movimiento con aires superiores que denotaba su naturaleza de líder.
—No necesito más detalles acerca de ti, mujer. Cuando lleguemos a la costa, te comprarás un vestido. ¿Tienes monedas contigo?
Nora entrecerró los ojos, evaluando su precaria situación.
—No tengo monedas...
—Comprémosle un vestido, no seas tacaño, Declan. Anda desnuda —intervino Lugh, recorriendo a Nora con una mirada que la hizo sentir incómoda, por eso ella se arropó mas en esa olorosa gabardina que usaba.
Declan, manteniendo su semblante serio, inquirió:
—¿No puedes hacer un hechizo con tu grimorio y aparecer ropa?
Nora frunció el ceño, confundida.
—¿Grimorio?
—Esa cosa que habló hace rato con un conjuro demoniaco —aclaró Aidan, y Nora comprendió al instante.
—¡Oh! Mi celular —exclamó, sacándolo y mostrándoselos. En ese momento, una idea cruzó por su mente: «Vine en un cofre mágico al siglo XVI, donde existen los hombres lobo y me creen una bruja... Se puede ver que me temen, podría usar eso como defensa. Así nadie me hará daño». Analizando rápidamente su incomprensible situación, Nora decidió jugar su carta.
—No es un grimorio, es una caja de magia que jamás han presenciado. ¿Quieren ver lo que puedo hacer?
Intrigados, los hermanos asintieron con cautela.
—Puedo capturar el tiempo y guardarlo aquí en mi caja especial —explicó Nora mientras sacaba su celular y comenzaba a grabarlos—. Digan algo —ordenó, enfocándolos a través de la cámara.
Los tres, alertas y desconfiados, guardaron silencio. Temían que, al hablar, sus almas fueran extraídas o algo igualmente terrible ocurriera. Nora los grabó a los tres, pero se detuvo especialmente en Declan, el capitán, que le resultaba particularmente intrigante. Terminó la grabación y se acercó a ellos para mostrarles el resultado.
Al ver la reproducción del video, los trillizos se alteraron visiblemente. Lugh comenzó a persignarse frenéticamente, mientras Aidan se palpaba el cuerpo, como asegurándose de que seguía intacto.
—No me siento extraño. ¿Qué me hiciste? ¿Por qué se ve eso ahí? —preguntó el pelirrojo, con su voz teñida de asombro y temor.
—Eres una bruja muy poderosa... Jamás habíamos presenciado un hechizo semejante —declaró Declan, con respeto y recelo en partes iguales.
—Así es —confirmó Nora, cruzándose de brazos con renovada confianza—. Soy muy poderosa. Es conveniente tenerme como aliada.
Los trillizos intercambiaron miradas, tanteando la situación, hasta que Aidan rompió el silencio:
—Una bruja poderosa en nuestra manada no es una mala idea. Es incluso mejor que una adivina.
Declan, escrutando a Nora de pies a cabeza con una intensidad que la hizo estremecer, sentenció:
—Te mantendré vigilada.
Las palabras del capitán provocaron un rubor involuntario en las mejillas de Nora, una reacción que no pasó desapercibida para ninguno de los presentes.
Lugh, aún perturbado por la demostración de "magia", se dirigió a Nora con preocupación:
—¿Aún conservo mi alma, no la dejaste atrapada en esa caja? —preguntó, mirando el celular con una mezcla de fascinación y terror.
Nora sabía que se encontraba en la cuerda floja, equilibrándose entre el peligro de ser descubierta y la oportunidad de asegurar su supervivencia en este mundo desconocido y lleno de criaturas que creía solo existían en los cuentos. Cada palabra, cada gesto, podría inclinar la balanza a su favor o en su contra. Con el corazón latiendo aceleradamente, se preparó para continuar con su actuación, consciente de que su destino dependía de cuán convincente pudiera ser como la poderosa bruja que pretendía ser.
—Por el momento conservas tu alma, Lugh O’Brien —respondió Nora, sonriéndole y luego los miró a todos —nos llevaremos bien, ya verán —dijo ella levantándose mientras los tres hermanos la miraban y Declan lo hacía con más ahínco que los otros dos...