En el trayecto hacia un centro comercial estratégicamente alejado de la ciudad de Galway, la camioneta avanzaba por calles algo congestionadas debido a la hora punta. Sus ocupantes permanecían sumidos en un silencio tenso, con sus oídos atentos al relato del joven lobo al volante. Ronan, el hábil rastreador de la manada O'Brien, mantenía sus manos firmes sobre el volante, con sus ojos escudriñando el camino con aguda atención.
A su lado, Nora se removía inquieta, con su mente aun tratando de asimilar toda la información que Ronan compartía. Entre los datos más sorprendentes estaba el hecho de que la biblioteca donde los había conocido era, en realidad, una fachada. Un lugar donde los lobos aparentaban trabajar, con el único propósito de despistar a los cazadores, haciéndoles creer que sie
