La música electrónica retumbaba en las paredes del Nexus, aquel antro nocturno donde lo sobrenatural se entremezclaba con lo mundano en una sinfonía caótica de luces y sonidos. Declan, con el ceño fruncido y una mueca de disgusto en su rostro, alzó la voz por encima del estruendo: —¡¿Qué demonios es este alboroto?! ¡Parece una locura de hechizos musicales! —exclamó, mientras sus ojos escudriñaban el ambiente con evidente desaprobación. El interior de la discoteca era un espectáculo para los sentidos. Aidan y Lugh, recién llegados a este mundo de excesos nocturnos, observaban boquiabiertos el panorama que se desplegaba ante ellos. La multitud se movía al ritmo frenético de la música, con sus cuerpos ondulando como si fueran uno solo con las vibraciones que emanaban de los altavoces. Luce