En ese momento, el salón del castillo O'Brien, antes silencioso y cargado de hostilidad, ahora vibraba con una energía completamente diferente. Lord Connor O'Brien, el formidable patriarca del clan, bailaba con el entusiasmo de un jovenzuelo, mientras sus hijos observaban la escena con expresiones incomprensibles en sus rostros. En medio de este caos inesperado, Aidan, con sus ojos verdes brillando de curiosidad, se acercó a Nora. —¿Qué hechizo le hiciste, lady Sullivan? —preguntó con su voz teñida de una fascinación que no podía ocultar. Era evidente que ver a su padre, conocido por su temperamento severo, bailando sin haber probado una gota de alcohol, era un espectáculo tan inusual como ver nevar en pleno verano irlandés. Nora, con una sonrisa enigmática bailando en sus labios, se qui