Nora se acomodó con cautela junto a Aidan, y aunque le puso nerviosa su cara sería, al instante su mirada se vio atraída por el brazo del hombre lobo. Para su asombro, la herida que esperaba encontrar vendada se mostraba al descubierto, con los puntos de sutura en perfecto estado y sin signos de infección. Su instinto de enfermera se activó de inmediato, impulsándola a examinar más de cerca.
—Aidan, tu herida... —murmuró la muchacha con sus dedos rozando suavemente el brazo musculoso del lobo. Nora se pudo dar cuenta de la indiscutible diferencia de tamaño entre ambos brazos, eso le hizo recordar la fuerza sobrehumana que poseía el pelirrojo. Con ojos expertos, escrutó la lesión—. Luce sorprendentemente bien. ¿Te duele, sientes algún tipo de molestia?
Aidan, que había estado observando c
