— Me perteneces desde que estabas en el vientre de tu madre y por ello fui en tu búsqueda. Así que de ahora en adelante debes saber que así como tienes mi maldito respaldo, debes tienes que obedecerme. — demanda cerca de mi boca.
Me burlo ante ello.
— ¿De verdad quieres intentar domar algo que no puedes domar?
— Con los Cardwell puedes jugar como se te plazca, pero en mi territorio se hace lo que digo.
— ¿Qué te hace pensar que te seguiré?
Me sonríe para después darme un poco de espacio.
— En América mando yo en todo lo relacionado con narcotráfico y arquitectura…
— ¿Y qué con eso? Los Cardwell…
— Me vale mierda lo que hagan los Cardwell. HotSub fue creada por ellos, pero eso no me quita del trono en el que me encuentro.
— Sin duda te está haciendo perder el equilibrio de aquel trono que aseguras tener. Eso se ve en tu rostro. — me burlo.
Con enojo agarra mi cabello y me acerca a él.
Algo que los hombres detestan en ser comparados o subestimados y eso es justamente lo que estoy haciendo.
— Cuida lo que tu boca hermosa dice, o se me olvidará que naciste para gobernar conmigo.
— Me tiene sin cuidado que creas que nací para estar a tus pies. Porque la verdad, si eso es lo que esperas de mí, lamento decirte que así como no me tembló la mano para matar, no me temblará ahora, ni nunca, por muy rey que te proclames acabaré contigo.
Clem sonríe.
— Sé lo que hiciste en la cabaña con esos hombres, sé la explosión que causaste en aquella fortaleza. Como también sé lo que hiciste en la mía. Y es por ello, que sé que solo tú puedes ayudarme a gobernar el infierno que los Cardwell estúpidamente desean arrebatarme. Mis padres crearon la alianza, pero yo quiero cumplirla porque eres quien necesito a mi lado, tanto para someter, como para bajar las erecciones que sin duda sabes manejar a la perfección.
>> Los Cardwell han dominado el mercado con los avances tecnológicos que ha proporcionado, pero aquel fatídico lanzamiento que con Damián causaste, hicieron que perdiera poder. Por lo que el momento en que van a caer, se muestra pronto. Pero — dice acercándose a mí— No temas, aunque los Cardwell pierdan todo tú no lo harás, porque tendrás todo lo mío. Si cumples con tu papel.
— ¿Y a mi que me interesa lo que los Cardwell poseen?
— Si te digo tu origen sabras…
Levanto mi mano en señal de que se detenga.
— Nunca he estado interesada en saberlo y ahora no ha cambiado. Nada de ello me genera duda, ni tampoco me hacen falta, así que si deseas obtener algo de aquella familia que no recuerdo. Hazlo sin mí.
— Lo que deseo de ellos ya lo tengo frente a mí.
— Entonces ahórrate la conversación del pasado que nunca te he pedido contar.
— Cada minuto que pasó contigo reafirma que tenerte a mi lado es la mejor decisión. Tú quien has crecido lejos del maldad y sed de poder que tus genes poseen, has sabido desarrollarlo y mejorarlo, a tal punto que el veneno que eres no tiene punto de quiebre. Sin duda, eres mucho más de lo que idealice en mi mujer.
En poco tiempo que lleva a mi lado, ya me tiene en un pedestal.
Magnifico. Si seguimos así, podré utilizarlo como me plazca.
Sonrío ante lo que pienso hacer y camino hacia la toalla que yace tendido en su lugar, la cual enrollo en mi cuerpo.
Otra vez estoy en medio de una maldita guerra en el que varios demonios luchan por vencer. Pero esta vez, sé cual es el lugar que deseo y que voy a utilizar para obtenerlo.
Clem me sigue mientras salgo del baño. Lo que veo en mi habitación me ayuda a saber que fue buena idea salir con el cuerpo cubierto, como tampoco haber subestimado a la flaca, pálida y poco agraciada que es la mujer que apunta hacia mí con los ojos rojos.
Clem sale detrás de mí abrazándome por detrás. De inmediato finaliza el abrazo cuando nota que no estamos solos.
— Carolina, baja el arma— pide a su prometida.
— Me engañaste, otra vez. Pero esta vez no pienso perdonarte — dice quitando el seguro de su arma sin dejar de apuntarme.
Grandioso. Ahora tengo que lidiar con prometidas celosas.
— Baja el arma — ordena Clem a la chica que me está apuntando.
Pero ella no acata su orden.
— Te di todo de mí. Te di mi amor, dinero y mis últimos diez años de vida. Has sido el único hombre que me ha tocado y yo he sido la única mujer que ha estado a tu lado en todo momento.
Ruedo los ojos ante la confesión que nunca pedí escuchar, mientras camino hacia la ropa de Clem que yace en el suelo.
La chica sigue mis movimientos aún apuntándome, pero como lo esperaba, ella no tiene los cojones para dispararme.
— Caro, hablemos. — dice Clem intentando acercarse a ella.
Ella quien se distrae con Clem, no nota cuando me agacho y tomo el arma que estaba en la ropa de Aedus.
Apunto a la chica que tiembla con su arma en mano, mientras Aedus se acerca más a ella.
Sonrío ante lo patético que estoy presenciando.
— Si vas a apuntar, no dudes en disparar o perderás el valor que por un segundo estuvo en tu cuerpo — comento apuntando para dispararle en el pecho, justo cerca de su corazón — Quien amaga no dispara y yo no estoy para amenazar, yo estoy para matar lo que se me atraviesa en el camino y tú fuiste un estorbo en mi camino, por poco tiempo — finalizó disparándole en la frente. Haciendo que caiga sin vida en el suelo de la habitación.
Observo a Aedus quien me mira sonriente.
Sin duda, a él no le afecta que haya asesinado a su prometida.
No le duele la muerte de alguien, mucho menos le importará lo que me suceda.
— Ya te quité un peso de encima, espero que los tuyos sean mejores limpiando que cuidándote la espalda. Ahora, recoge tus mierdas y lárgate de aquí — digo señalando el cuerpo sin vida de su prometida y su ropa.
— Estas en mi casa.
— Y tú estás en mi cuarto. Así que largo de él ahora. — digo lanzando el arma a la cama para que la tome y se marche.
Camino rumbo al armario en busca de algo que ponerme, pero esté se encuentra completamente vacío por lo que me toca quedarme en bata.
Ya estoy saciada sexualmente, pero me frustra y cabrea que no tenga todo lo que necesito a la mano.
¿Cuándo te volviste así? — pregunta Sunny asombrada, pero no estoy para cuestionamientos estúpidos.
Si ya me saco de aquel laberinto, ¿Por qué no tenía todo listo para mí llegada?
— Necesito ropa — digo cuando esta apunto de salir de la habitación.
Aedus me observa con malestar. No le gusta que le ordenen, pero si quiere mi ayuda tendrá que acostumbrarse a ello.
— ¿Necesitas algo más? — comenta con fingida disposición.
— Un auto. Necesito saber que sucedió con Jayden, porque solo él puede ayudarme a manejar HotSub.
— Si es por mí, no hay problema, puedo saciarte cuando desees. — comenta con renovado interés.
— Pero si quieres que sea de ayuda, me necesitarás controlando mi apetito s****l. Y asumo que eso es lo que necesitas ¿No?
El hombre en el umbral de la puerta suspira pesadamente.
— Cedo ante esto, porque en los Cardwell están los mejore bioquímicos, sino…
— Sí, sí. Lo que sea. — digo restándole importancia — Habla menos y tráeme lo que necesito cuanto antes. Ya que no sé cuando volverán los síntomas. Ah, tráeme un portátil y un teléfono móvil, los necesito con urgencia.
Aedus aprieta su mandíbula pero se marcha.
Mientras, intento planear cual es mi siguiente paso. Pero estoy sin información actualizada, por lo que debo pensar sabiamente que debo hacer, ya que cualquier paso en falso me puede llevar a mi perdición.
Me he quitado un peso de encima, terminando con un juego que estaba a nada de acabar conmigo. Sin embargo, ahora estoy en un nuevo juego en el que no solo juegan los Cardwell sino, los Clem, quienes son —por lo que vi— más poderosos que los Cardwell.
Sin duda este juego que empieza promete mucho y lo peor de todo es que en esté, estoy peor que antes. Porque aunque en el pasado no sabía en qué lío me estaban metiendo, ahora que tengo una vaga idea, puedo decir que este maldito juego es más fuerte del que escasamente logré salir con vida.
Ahora, sin darme cuenta quede en medio de dicha guerra en la que no estoy con todas mis capacidades, ya que, en el juego previo no estaba drogada.
Las cosas no se ven bien. Pero lo peor del cuento es que como antes, no puedo salirme de este maldito juego en el que al parecer, estaba destinada a vivir desde que nací.
Maldita sea.
En menos de una hora tengo la cama rodeada de todo lo que pedí. Ropa, accesorios, zapatos, un teléfono móvil, un portátil y las llaves de un auto.
Tomo mi teléfono y entro a mi cuenta, ingresando directamente en mi nube. Lo que veo, me asombra, enoja y alegra en partes iguales.
Mientras intentaba modificar la orden de Jayden en Lucy, me metí a su nube de información y tomé todo lo relacionado a HotSub y lo envié a mi nube.
Con todo lo que sucedió después de ello, no tuve tiempo de revisar lo que obtuve. Ahora que lo he hecho, celebro el cofre del tesoro que se abre ante mí.
La fórmula de HotSub resalta en el documento. Mientras más leo, más información de ella obtengo por lo que en menos de una hora, una nueva pregunta surge en mí.
¿Jayden está relacionado con HotSub más de lo que afirma?
Según lo poco que sé de él. Además de saber de finanzas y administración, es un bioquímico que para muchos es excelente.
Sigo buscando la información y algo llama mi atención.
En cada creación bien sea material o cibernética. Quien lo creó deja su firma para que en cualquier problema judicial, éste tenga pruebas de que dicho objeto es suyo.
Ahora que entro al sistema informático que pude obtener de Lucy, pude encontrar dicha firma.
Firma que he visto en dos partes. En las posesiones que estaban en la mansión en la que Dylan me drogó y en los cuadros que Jayden tenía en su habitación.
¿Esa firma es de Jayden o Dylan?
No sé, pero sin duda pertenece a un Cardwell. Sin embargo, no debo limitarme a lo que hasta ahora sé.
Busco mis contactos conectados a mi cuenta y me alivia saber que la señora Astrid se encuentra entre ellos.
Decidida, busco el teléfono de la señora Astrid y le envió un mensaje con lo que quiero saber, ella es una persona que me puede sacar de dudas.
¿Quién dibujo los cuadros en la habitación de Jayden?
22:03
No la saludo ni escribo pendejadas que no me interesan saber, ni deseo escribir. Ahora lo que quiero son respuestas.
El desespero por saber la respuesta me lleva a llamarla. Pero cuando lo hago su mensaje de respuesta llega.
Fue mi hijo Jayden quien los pintó. Desde pequeño fue tan talentoso que tenía su propia exhibición de arte. En cada cuadro esta su firma artística ¿No la has visto?
22:05
El chat se llena de mensajes preguntándome ¿Cómo estoy? Y diciéndome que en pocos meses estará de regreso. Pero nada de esa conversación trivial me interesa.
Jayden. Es Jayden.
El asombro me invade, mientras Sunny niega que él sea quien me daño.
De inmediato me levanto de mi asiento y me coloco mi braga hilo n***o, una falda de tubo del mismo color, una brasier blanco y una camisa blanca ceñida al cuerpo. Mis zapatos son unas plataformas de menos de diez centímetros de alto, pero que sin duda me resulta difícil manejar.
Maldita sea el que creo los tacones. Eso y los brasieres son el peor invento que crearon.
Salgo con teléfono en mano caminando hacia la salida que me grabé cuando me traían.
En el camino me encuentro a varios del servicio que intentan no mirarme, mientras salen despavoridos como ratas de un barco que se hunde.
¿Será que perciben las ganas que tengo de matar a Jayden?
Cálmate Zoe — me recomienda Lily— Aunque sea su culpa, lo necesitamos con vida para que arregle lo que dañó.
Me llevan los demonios al saber que Lily tiene razón.
Al poco tiempo encuentro la salida de la mansión, encontrándome con varios autos deportivos último modelo. Donde cada uno tiene un color distinto; rojo, blanco, n***o, gris y verde.
Es Jayden. El que creo mi infierno no fue Dylan, sino Jayden. Y por el momento no puedo atentar contra él.
No puede ser — niega Sunny — Él ha sido muy bueno con nosotros.
Eso también creí yo, pero evidentemente fue todo una farsa.
Con llave en mano, oprimo el botón que me ayuda a desbloquear el auto y me alivia saber que el mío es el n***o.
Los demás son demasiados llamativos si quiero pasar desapercibida.
Como si el n***o no tuviera el letrero de: soy rica, mírenme — se queja Lily.
Ignoro dicho comentario y camino rumbo al asiento del conductor. Mientras lo hago, busco en internet las últimas noticias de los Cardwell.
Con tanta destrucción, lo más probable es que lo que sucedió sea la noticia más caliente de internet y no me equivoco.
Centro mi atención al nombre del hospital en el que Jayden se encuentra.
Gracias a Dios no volví a caer en la red de mentiras que los Cardwell saben crear, sin que me de cuenta.
La noticia me muestra mi destino: Hospital, la misericordia.
Misericordia es la que no voy a tener con Jayden si no me entrega lo que deseo.
Debes calmarte, por tu propio bien — me recuerda Lily y ello me molesta aún más.
Coloco en el GPS del automóvil la dirección destino y esta en menos de un minuto me muestra la ruta a seguir.
El tiempo estipulado es de dos horas. Pero solo tardó cuarenta y cinco minutos, con la rapidez que conduzco.
Y eso que llamó a Aedus y le exijo al mejor bioquímico que conozca. Y no pone trabas en lo que pido, cuando le digo que voy camino a obtener el antídoto que tanto desea. Porque así como yo lo deseo con desespero, Clem y muchos del gremio lo quieren al notar que HotSub no es una ayuda. Es un maldito dolor en el culo. Por que no se puede controlar.
Los síntomas que tenían que aparecer hace media hora no aparecen y eso me ayuda a consolidar mi hipótesis. Cuando la adrenalina se apodera de mí, la droga que estimula la dopamina, serotonina y demás, se inhibe. Es por eso que cuando torture a aquellas ratas el malestar no duro mucho tiempo.
Vaya punto de quiebre que tiene tan potente droga.
Que Jayden ruegue porque ese punto de quiebre no me ayude a destruirlo.
Nunca había sido tan temeraria al volante. Pero el éxtasis que me causa serlo, es increíble. Sin duda la adrenalina en mi cuerpo aumenta en cantidades alarmantes, la inhibición de la droga.
Adrenalina que también me ayuda a despertar el engendro maligno que tenía dormido en mi ser y que poco a poco ha despertado.
Visualizo la entrada del hospital y es más que esperable que esté atestado de periodistas.
Eso es lo malo de ser tan poderoso. Pierdes tu privacidad.
Decidida parqueo el automóvil en el parqueadero del hospital y subo a recepción en busca de la información que necesito saber.
En internet está el nombre del hospital al que fue llevado, pero no dice en qué habitación esta, por lo que me toca buscarlo por mi propia cuenta.
Llego al punto de información e inmediatamente me dicen la habitación en la que se encuentra. Nadie pide registro y no es para menos cuando el mundo cree que soy su prometida.
Camino por los pasillos del lugar, rogando de que esta sea la última vez en alguno de ellos.
En los últimos tres meses, he estado más en clínicas u hospitales que las veces que he estado el resto de mi vida en ellos.
Por fortuna, esta vez no soy yo la paciente y espero no volver a serlo.
Llego a mi destino y entro sin llamar a la puerta. Cuando entro, Jayden esta en una computadora trabajando.
Gran parte de su cara está llena de cortaduras y moretones, sus ojos están rojos y su cuerpo está lleno de parches que sin duda deben cubrir cortes que tuvieron que cocer.
— Me alegra que estés aquí, con vida. — susurra mientras me observa con alegría.
Sin embargo, dicha bienvenida afectuosa queda en segundo plano cuando mi cuerpo se posa en los tatuajes que hay en sus brazos.
¿Por qué no los había visto anteriormente? — me pregunto al ver su brazo derecho lleno de tatuajes.
Definitivamente, todo lo relacionado a Jayden está oculto y hoy ha sido el día escogido para mostrarlo ante mí.
Es increíble lo que me estoy enterando.
Sin embargo, algo más además de llamar mi atención, me deja confundida.
Y es, el tatuaje que está en su brazo izquierdo.
El pequeño tatuaje — en comparación de los demás — tiene una cráneo maligno del que sale una serpiente, que se enrolla y baja, dejando su cabeza en la parte baja del tatuaje, en donde sin miedo alguno muestra sus colmillos de una forma amenazante.
El tatuaje en sí, da muchas cosas que pensar. Sin embargo, lo que me confunde no es lo que pueda significar, sino, que ese tatuaje ya lo he visto anteriormente, solo que no sé en dónde ni a quién se lo vi.
Me esfuerzo por saber o tener una vaga idea del lugar en que lo vi, pero el esfuerzo solo causa un dolor de cabeza insoportable. Haciendo que lleve mis manos a la cabeza.
La sensación de que no estoy recordando algo importante me molesta, pero por más que lo intente no puedo recordar algo.
— ¿Te encuentras bien? — pregunta Jayden con preocupación.
Asiento acercándome a Jayden.
— ¿Cómo te encuentras?
Intenta encogerse de hombros, pero el dolor no lo deja.
— Tengo varios cortes heridas de bala y moretones que aunque ahora me tienen adolorido, más adelante no se notaran.
Asiento lentamente, para finalmente preguntar lo que tanto quiero saber. Porque con lo que sospecho, lo que menos me interesa es su salud.
— ¿Qué significan esos tatuajes? ¿Desde cuándo los tienes?
Jayden se muestra incómodo ante mi pregunta.
— ¿Sucede algo? ¿No debí preguntar? — digo con fingida preocupación.
A este punto, sentir algún tipo de apego contra estos engendros del mal, es como sostener una hacha del lado del filo. Nada bueno saldría, solo yo quedaría lastimada.
Porque sí, ellos tienen sus guerras y yo soy la que quedó en el medio herida. Por lo que quererlos no es buena idea.
Naturalmente uno quiere a los suyos y tanto los Cardwell, como los Clem, me han demostrado que les importa poco acabar con su familia de sangre o política, si eso les asegura una molestia menos.
Así que ¿Para qué preocuparme por ello?
Mi única preocupación es que Jayden me consiga algo que controle la droga, nada más. Por lo que mis sentimientos están en lo que quiero que haga para mí y no en quien lo está haciendo.
— Los tengo desde pequeño — comenta después de un largo silencio.
— ¿Tus padres te lo hicieron?
— No sé. Siempre les pregunté pero lo que obtenía como respuesta es que los ocultara e ignorara el hecho de que están en mi piel.
— Es por eso que antes no te los había visto — murmuro más para mí, que para él.
— Pocas veces me viste completamente desnudo y la verdad, en ese momento no estabas concentrada en mis brazos, sino en algo más de mi cuerpo.
¿Apagaron el aire acondicionado? — me pregunto mentalmente, cuando empiezo a sentir calor en todo mi cuerpo.
¡Concéntrate y no caigas en la maldita tentación! — me regaña Lily
— ¿Qué estás haciendo? — pregunto intentando ignorar el hormigueo que se posiciona en mi centro.
— Continuo con mi trabajo desde la distancia.
— ¿Tan importante es tu puesto en la empresa que no descansas aún cuando lo necesitas?
Porque sí, su aspecto está mal. Tiene muchos moretones y parches en el cuerpo, que son evidencia de que ir a aquella fortaleza no fue una buena idea.
— Los de la empresa son muchos, debido a la muerte de mi jefe y que este no contaba con alguna heredero. Pero esa no es la tarea en la que me estoy concentrando.
Un rayo de esperanza aparece en mí, mientras camino hacia él y me siento a su lado.
— Tengo algo para ti — dice permitiendo que vea lo que hay en la pantalla de su portátil.
Las mujeres que se encuentran tiradas en el suelo llorando me confunden.
— ¿Esto es lo que tienes para mí? — pregunto con una ceja alzada.
Cuando me dijo que tenía algo para mí, pensé que lo que me iba a dar o mostrar era algo relacionado con algún medicamento o componente que me ayudaría a controlar la droga, no esto.
— ¿ En qué me beneficia ver a varias chicas tiradas en el suelo llorando? — pregunto enojada, porque no me esta dando lo que quiero.
— Tranquila, lo que te muestro tiene un propósito.
Suspiro profundamente mientras espero que su explicación me motive a no golpearlo por inepto.
Necesito resultados, no pendejadas como esta.
La violencia no es la solución — comenta Fear con temor — Podríamos sufrir por ejercerla.
¿Más de lo que hemos sufrido? — me quejo mentalmente — Yo he sido la única que ha sufrido aquí y ahora exijo algún tipo de retribución. Y la verdad, entre más rápido llegue, mejor.
El video continua mostrándome como una de las chica se levanta del suelo y se abalanza a los brazos de una pareja que entra en escena. Las lágrimas no cesan, pero esta vez la chica no es la única que llora. Como no me interesa mi vista se enfoca en algo más que veo en la pantalla.
En una pestaña emergente se encuentra la fórmula química de HotSub que ya me he grabado. Pero a su lado, hay otra fórmula que nunca había visto.
>> C17H19NO3 y 8P19B24SD. <<
Repito una y otra vez mentalmente dichos formula química, pero nada relacionado a ella llega a mí mente. Por lo que lo único que puedo hacer es que cuando salga de aquí intente buscar lo que realmente significa.
— Es una escena conmovedora. Deberías de llevar dicha grabación a la rosa de Guadalupe. Ganarías dinero con eso. — digo recordando el video que poco me importo. Ahora lo realmente importante es aquellas fórmulas químicas y su función.
Me concentro en no dejarme llevar, por que si lo hago, sin duda revelaré lo que acabe de saber.
Jayden suspira pesadamente para después hablar.
— No es cualquier grabación. Lo que estás viendo es a una chica que se le drogo con HotSub y ahora recibió el medicamento que cree para ti. Ahora estás viendo el reencuentro entre ella y su familia.
— ¿Entonces dejaré de ser una ninfómana para volverme una llorona? — me quejo.
Suspira profundamente. Mientras él lo hace yo intento no desbordarme por lo que sé y él finge no tener culpa.
— Antes no sacabas conclusiones tan apresuradas.
— Antes no vivía contra el reloj.
— Desde que nacemos vivimos contra el reloj. Vivimos con el miedo que nuestro reloj marque nuestra hora de muerte.
— Nunca me ha dado miedo morir. Pero ahora, lo que realmente me molesta es estar sometida a una maldita droga que no me deja avanzar. ¡Sí, saco conclusiones apresuradas y me exaspera tu explicación larga, porque no sé a que maldita hora regresarán esos síntomas que no me dejan siquiera hacer algo tan simple como caminar!
Jayden reacciona a lo que digo. Su rostro se endurece y aquella alegría con que me recibió desaparece.
— Te follo Aedus ¿Verdad? — dice de un momento a otro.
Me sorprende tanto su pregunta como su enojo, el cual se manifestó casi de inmediato.
Quisiera decir que me esta preguntando, pero su oscura mirada reafirma que no es una pregunta.
¿Qué le pasa con esa maldita pregunta? ¡No estamos para preguntarnos quién nos ha follado!
— Te follo ese malnacido y es por ello que ahora estás tan tranquila.— dice entre dientes, mientras su mandíbula se tensa — La última vez que te vi y fue en la mañana, tenías los síntomas de la droga y ahora estás muy tranquila. ¡Te dejaste follar de él ¿No es así?
Ah, es por eso.
Asimilo lo que me dice al no comprender su enojo.
El que me haya proclamado su prometida y que en algunas ocasiones hayamos cogido, no quiere decir que nos pertenecemos o somos exclusivos. Eso es más que obvio.
Con enojo y sin preverlo, Jayden estrella el portátil contra la pared, mientras su torso sube y baja frenéticamente.
No me da tiempo de reaccionar cuando ya se esta levantando y tomándome de los brazos para llevarme contra la pared.
Su enojo es evidente.
¿Y como no si follaste con alguien que no era él? — cuestiona Ali con enojo.
¿Debo guardarme para el maldito que siempre me ha mentido?
— Te dejaste tocar de él ¿Cierto? — me grita mientras aprieta su agarre a mis manos.
— Si me vas a maltratar, vete al infierno con tus malditas preguntas, Jayden — le grito aunque su rostro esté a pocos centímetros del mío.
Jayden se aleja de mí, pero su enojo no disminuye.
Mientras lo hace saco mi teléfono y escribo en el teléfono de Aedus las fórmulas químicas antes de que se me olviden.
Él sabe a lo que venía por lo que alargar el mensaje con explicaciones innecesarias no es importante.
— ¡Me traicionaste! ¡Viniste a mí, jugaste conmigo y me traicionaste con el primero que se te atravesó!
— ¿Y tú fuiste diferente a mí?
— Por supuesto que sí. Desde que supe lo que te hizo Dylan e intentado ayudarte en todo lo que puedo, pero tú solo te fuiste de perra con el primero que se te atravesó y prometió protegerte — se victimiza y eso me enerva.
Cálmate Zoe. No le digas sus verdades en la cara. No cuando no sabes si las fórmulas que viste son el medicamento que necesitas.
— ¡Me traicionaste tú, quien menos creí que lo haría! ¡Dime ¿Qué puedo esperar de los demás?!
Ruedo los ojos ante el drama que esta protagonizando. Y dicen que las mujeres somos las teatreras.
Maldito don de actuar que no deja duda alguna.
Maldito ser jodidamente perverso y ardiente. — comenta Dess.
— ¿Por qué? ¿Por qué lo hiciste?
— Porque tu maldito hermano me condenó a esta droga que solo me pide que folle con quien se cruce en mi camino ¿Y que crees? Clem estaba en el momento y lugar correcto — le contesto decidida.
El enojo aumenta haciendo que camine en círculos. Del brazo que tenía conectado la intravenosa, hay un pequeño hilo de sangre que gotea en el suelo.
Menudo espectáculo que esta montando.
¿Será muy tarde pedir palomitas con Coca-Cola a la habitación?
Da varias vueltas frente a mí y es ahí cuando me doy cuenta que además de los cortes, tiene varias heridas de balas en su espalda que ya fueron tratadas.
Damián no le disparó de frente. Demostró ser tan cobarde hasta el último momento de su insignificante vida.
Y eso en estos momentos me alegra. Un cobarde para otro, sin duda, cada uno probó un trago de su propia medicina.
— Maldito sea Dylan que hizo algo que jamás le ordené. — grita enojado para después acercarse a mí — Me las va a pagar, él y Clem por meterse con mi mujer.
Y aquí vamos otra vez, siendo tratada como un objeto que deben poseer por las buenas o por las malas.
— Me las va a pagar. Sobretodo Dylan, por seguir haciendo cosas que no se le ha ordenado. — dice enojado.
Esta vez no pasó desapercibido lo que dice.
¿Lo que se le ha ordenado?
Eso reafirma la idea con la que vine.
Yo que tenia la esperanza de que todo fuera una coincidencia— murmura Sunny.
Pero en este punto, cualquier idea vaga que podría demostrar su inocencia se desvanece por completo.
— Jayden — lo llamo al ver que pierde nuevamente la cordura mientras tira todo a su paso. — ¿Qué no le has ordenado?
Jayden cambia el enojo que muestra su mirada, mientras poco a poco se va calmando.
— Mi orden fue que no podía tocarte y ese día en aquel baño y hoy en ese laberinto estuvo a punto de hacerlo. — comenta pero por más que lo haya dicho con seguridad, algo me dice que no era eso de lo que estaba hablando.
Nuevamente surge en mí un sinsabor porque sé que hay algo que desconozco y que sin duda me resultará difícil conocer.
Ahora sé algo más que me ayuda a saber quien es Jayden, pero con esa puerta abierta mil más aparecen cerradas frente a mí.
Maldita sea este juego de mascaras que tanto cansa.
— ¿A dónde te llevó ese malnacido? — pregunta nuevamente enojado.
— No lo sé. — me observa enojado — Mierda, de verdad no lo sé. ¡Y no me preguntes nada cuando sabes que soy la que menos sabe y más utilizan en este maldito juego que no sé en qué maldito momento comenzó!