— Detén cualquier locura que piensas hacer, coronel Rivas — exige una voz gruesa y salvaje.
Lentamente abro mis ojos, notando que ninguno de los que nos apunta es quien disparó. El alivio viene a mí. Aún estoy viva. Y por extraño que parezca, me alegra saber que los Cardwell también están con vida.
Me encariñé con quienes juré destruir y destruí con quien me encariñé.
Sin duda, en el transcurso de la vida, los objetivos, sentimientos y acciones cambian.
Un hombre vestido completamente de n***o, aparece en mi campo de visión con arma en mano.
¿Debemos tomarlo como amigo o como enemigo? — pregunta Sunny.
No sé
El hombre pálido como el papel y de un metro, noventa y cinco de puro músculos, cabello rubio, facciones juveniles y simétricas, que combinan a la perfección con su mirada grisácea perversa, se acerca al moreno que está o estuvo a nada de matarnos.
— Si deseas aplicar tu discurso pendejo que el consejo se creen, ves a decirlo delante de las personas que se traguen tus palabras, mientras, déjame a mí terminar lo que ya empecé — le encara.
El hombre sonríe de lado, para después alzar su arma y apuntar a la cabeza del coronel.
— ¿Quién te hizo pensar que vine aquí a hablar? Vine para llevarme a Zoe y con ella me iré.
— Tendrás que matarme para irte con ella.
— Bien — dice para disparar su arma.
El disparo entra pero no sale del cuello del coronel.
El asombro por parte de todos los presentes no se hacen esperar E incluso yo me sorprendo, pero no me sorprende su asombro, lo que realmente me asombra es que ninguno de sus hombres maten a la persona que atento contra su coronel.
¿No es eso lo que deben de hacer sus soldados? ¿Por qué están inmóviles ante eso?
Por que no pueden hacer algo contra esa persona — asegura Lily.
El coronel se agarra con fuerza su garganta, pero eso no detiene el sangrado, intenta hablar pero no puede, solo escupe sangre cuando intenta hacerlo.
Se apoya en una de las paredes del laberinto, agonizando.
El tiro seguramente le perforó algo más que su garganta — asegura Fear con temor — Quien sea ese hombre, es igual o más peligroso que los Cardwell
Ignoro el comentario de Fear, él al igual que Jayden y yo necesitamos ayuda y con urgencia.
》Calor, hace mucho calor《
El hombre que le disparó, ignora a su víctima y camina hacia mí.
Me sonríe y toma de la mano.
Su simple tacto de desestabiliza.
Maldito HotSub.
Mis piernas tiemblan ante los síntomas que pensé no volver a sentir. La preocupación del hombre desconocido se hace presente.
— ¿Qué mierda le hicieron? — grita enojado — ¿Quién fue el malnacido que la tocó sin mi maldito permiso? — reclama.
— Dylan. — dice en un susurro Jayden — fue mi hermano menor, Dylan Cardwell quien la drogó dos veces con HotSub.
Los síntomas incrementados en su intensidad me ahogan, pero en mi mente se escucha la acusación de Jayden una y otra vez.
¿Cómo pudo delatar a su hermano tan fácilmente?
Dylan quiso matarlo ¿Por qué te resulta increíble que Jayden lo haya delatado? — cuestiona Lily.
El hombre que nadie intenta detener apunta hacia Dylan. Pero esté no se amedrenta ante la amenaza que tiene enfrente.
— ¿Tus últimas palabras?
— No podrás matarme — comenta Dylan altivo. — No lo harás si quieres mi respaldo en las elecciones.
El hombre desconocido sonríe ante su respuesta y dispara.
Por fortuna —para Dylan— solo le dispara en su brazo derecho.
— ¿De verdad crees que necesito a un inepto como tú, para ganar las elecciones? — se carcajea para después continuar — No te creas importante, por que ni siquiera lo eres para tus padres.
El hombre apunta nuevamente hacia Dylan, esta vez lo hace en su frente.
Jayden no muestra algún remordimiento por haberlo delatado y su padre no muestra interés por detener la eminente muerte de su hijo. Su reacción es tan distinta, a cuando Jayden estaba en peligro de muerte.
¿Qué clase de familia es esta?
Los Cardwell ¿Quiénes más crees que harían tal cosa? — dice Sunny con obviedad.
Observo lo que sucede mientras los síntomas se apoderan de mí.
Maldito. Mil veces maldito, Dylan Cardwell.
Yo más que nadie, deseo su muerte. ¡Por su culpa estoy sufriendo en este maldito momento!
¿Deseo su muerte? Sí, deseo ello más que mi propio bienestar. Deseo fervientemente verlo arrodillado y humillado ante mí. Deseo ser yo quien lo doblega, someta y vuelva trizas si se me apetece. No otro y no ahora.
Tentando a mi suerte e intentado emitir alguna palabra coherente. Aclaro mi garganta.
— No lo mates — susurro bajo pero entendible.
El hombre que es totalmente desconocido para mí, voltea hacia mí confundido.
— ¿No quieres que acabe con el malnacido que te sometió a esa maldita droga? — pregunta incrédulo.
— Su agonía es lo que más deseo. Pero quiero ser yo quien cause su dolor. No quiero verlo muerto, quiero verlo sufriendo y su muerte prematura sería un privilegio que no estoy interesada en otorgarle — comento en agonía.
Maldita droga que no me da descanso alguno.
El hombre me sonríe y guarda su arma.
— Me dijeron que eres inteligente y valiente. Al parecer se quedaron cortos con esa definición. Me agradas — dice acercándose a mí para tomarme en sus brazos.
Todos me observan mientras yo me remuevo en sus brazos por culpa de los malditos síntomas.
— ¿Entiendes la diferencia entre alguien que se necesita para ganar y alguien que cree que se necesita pero no sirve en lo absoluto? Date cuenta que encajas en la segunda definición, tanto para mí como para tu familia. ¿No es así, Jayden?
El mencionado no responde, solamente se limita a intenta colocarse de pie sin perder el equilibrio en el proceso.
El hombre moreno quien quería matarme, se encuentra inmóvil en el suelo. Y a nadie le importa en lo absoluto.
Y eso que era un coronel — comenta Sunny asombrada.
— No toquen a los Cardwell, pero tampoco los ayuden a salir — ordena conmigo en brazos — Si tienen los cojones que aseguran tener y alardean, salir de aquí con vida será fácil.
— Señor…—digo en un jadeo.
— Estoy dispuesto a complacerte al no matar a los Cardwell, pero no te excedas más de ello. — habla serio y sin posibilidad de negociación. Por lo que calló mi petición.
El hombre quien aún no conozco su nombre, sale conmigo en brazos en menos de media hora.
Sin duda, conoce el lugar.
Salimos del lugar y quien me recibe brillante y calurosamente es el sol mañanero, que me enceguece varios segundos.
El hombre camina hacia una camioneta blindada y me adentra en ella, para después entrar él.
— Al penhouse — ordena para después dirigirse a mí — ¿Cómo te sientes?
— ¿Cómo crees que siento? — le respondo entre jadeos.
El chico asiente apenado.
Tan distinto al sanguinario de hace pocos minutos.
— ¿Q-quién eres? — digo cuando una nube de placer pasa por mis ojos.
— Soy Aedus Clem. Tu apoyo y respaldo desde hoy y por siempre.
Mi mente hace clic ante su respuesta.
¿Él es Aedus Clem? ¡¿El amo y señor de la familia Clem?! — pregunta Lily asombrada.
Él es la persona que acogió y ayudó a Damián a hacerme daño, entonces ¿Por qué vino a salvarme?
— ¡Detén el puto auto! — exijo ignorando el hecho de lo vulnerable que estoy por la maldita droga.
El hombre me observa con asombro, pero asiente hacia el chófer para que acate mi orden.
Con dificultad salgo del auto cayendo arrodillada en el pavimento.
¡Maldita droga de mierda!
Con dificultad me alejó del auto y camino sin rumbo fijo.
El reloj en mi muñeca marcan las nueve de la mañana, pero lo caliente del sol me asegura que es mediodía en estoy en Santa Marta.
Solo he dado diez pasos y caigo nuevamente al suelo mientras estoy agitada. Me caso demasiado rápido, más de lo que debería.
No vengas con esa mierda. ¡No has dormido, ni alimentado bien estas últimas doce horas y te haz esforzado más de lo que tu dañado cuerpo soporta. Así que agradece que aún puedas respirar — me regaña Lily.
Clem, de quien no me había alejado mucho, agarra mi brazo e intenta levantarme. Sin embargo, con mi poca fuerza logro mantenerme en el suelo.
— ¿Qué mierda te pasa? ¡Acabo de salvarte de una muerte segura y ahora estás jodiendome!
Lo miro con odio puro, mientras mi cuerpo exige liberación.
— Deja tu mierda y mátame ahora, porque la verdad, no quiero tener un aliado de mierda como tú — bramo enojada.
Clem se carcajea de mi reacción, haciendo que además de pensar que es un vil traicionero, piense que esta completamente loco.
— Entiendo tu confusión y falta de confianza hacia mí. Pero hey, yo no tengo la culpa de que Damián me mintiera para obtener mi respaldo. Él en ningún momento me dijo que quería matarte, sino que quería protegerte y por eso le ayudé. Ahora, el que él me haya mentido y te haya dañado, no es mi culpa. Él fue quien me mintió y por ello murió como el maldito animal que fue.
Lo observo con desconfianza mientras intento soportar mi malestar.
Sin duda, los espasmos, temblores y hormigueos en mi cuerpo son más fuertes que antes.
— Él no debió dañarte y tú no debiste dañarlo. Podían dañarlo cualquier persona, pero no tú. Tú no debías marcharte con su sangre.
Me burlo ante lo que dice.
— Yo podía torturarlo por ti. Yo podía hacerle pagar lo que te hizo. Tú no debías matarlo. No era bueno para ti.
— Yo no lo maté — le confieso y eso le asombra — Lo mató Jayden.
Clem suspira con alivio y se acerca a mí.
— Me parece bien que seas lo suficientemente inteligente y valiente para romper con tradiciones sangrientas.
— ¿De qué tipo de tradición hablas? ¿Los Cardwell siempre son asesinados por mujeres con los que ellos juegan?
Clem habla, pero no lo hace para responder mis preguntas. Sino para reafirmar su inocencia.
— Puedo matar a cualquier persona, pero jamás permitiría que alguien que te dañó, siga con vida. Dylan, al igual que Damián, morirán por dañarte, solo es cuestión de tiempo. Eso te lo juró.
— ¿Por qué quieres protegerme? — pregunto confundida.
— Naciste para que te protegiera, por lo que mi respaldo no es extraño. Los Clem fuero, son y serán tu respaldo, desde que naciste fue estipulado así. Tú eres más importante que cualquier Cardwell o coronel del ejército. Tu vida es más importante que cualquiera de ellos y por eso necesito protegerte y ayudarte con esa maldita droga. Solo, por favor, no confíes en ningún Cardwell, solo confía en mí.
— ¿Por qué debería hacerlo?
— Los Cardwell no son tan simples como crees.
— Lo sé— respondo en sus brazos.
Hasta este punto, no confío en ninguno, pero no puedo actuar valiente y solitaria, cuando no tengo un peso en que caer muerta.
— No lo sabes y ese podría ser tu perdición. Ya que desconoces muchas cosas y eso podría acabar contigo en cualquier momento.
— Sé que tan sanguinario y malvado puede ser Charles — comento recordando lo que le hizo a su hermano— Sé cuáles son los alcances de Dylan — digo recordando todo lo que me ha hecho — Sé perfectamente que esa familia no es buena.
— Tu error radica en creer que lo sabes todo, cuando solo estas viendo la punta del iceberg. Todos y cada uno de los Cardwell son más retorcidos de lo que crees. Por lo que debes alejarte de ellos.
Un pensamiento viene a mí e inmediatamente me hace negar ante dicha petición.
— No puedo. Jayden prometió darme el antídoto de la droga. Así que por ahora no puedo alejarme de los Cardwell.
Clem me ayuda a entrar a la camioneta y entra a mi lado. De inmediato esta vuelve a andar.
Clem suspira ante mi respuesta. Esta vez no hay algún argumento que reafirme que no es bueno estar cerca de los Cardwell. Esta vez solamente suspira pesadamente.
— Esta bien. Por lo pronto deberás estar cerca de ellos. Pero solo por ahora ¿Esta bien?
La preocupación que muestra e imposición con la que me habla, no pasa desapercibido.
¿Qué sucede con él? ¿Qué sabe él que yo no sé? ¿Por qué me quiere proteger?
Varias preguntas aparecen en mi cabeza, pero no puedo mencionar alguna cuando un hormigueo surge en mí entrepierna a una velocidad arrolladora, que me hace gemir sin que me toquen. Sin duda, estoy peor que una maldita ninfómana.
— ¿Te encuentras bien? — pregunta tomándome del brazo.
Los síntomas se apoderan de mí y todo rastro de racionalidad desaparece cuando con una rapidez indescriptible me subo a horcajadas de él.
El asombro se apodera de su rostro y mis labios se estampan con los suyos en un beso salvaje y posesivo, que no le da tiempo de reaccionar ante lo que hago.
Una alarma de seguridad suena en mi cabeza, alertandome que no debo continuar, que moriré si lo hago y no le hago caso. Esta alarma nunca había sonado antes, ni con los Cardwell, pero no estoy en la condición de ser racional. No ahora y posiblemente, no por varios años.
La alarma presagia peligro y la verdad, no me importa ello.
No me importa de dónde me sacó, no me importa que vi en aquella fortaleza, no me importa si los Cardwell salieron con vida de aquel lugar, no me importa mi salud, no me importa la droga que me quita autonomía y mucho menos me importa lo que pueda causar mis acciones. Ahora solo me importa que en este maldito momento, sea saciada.
Me meneo encima de su entrepierna, haciendo que su cuerpo comience a reaccionar.
Lo toco donde, como y cuantas veces quiero. Y vaya que me alegra que no me detenga.
Lo beso con apremio mientras rompo su camisa con mis manos. El juego de ser frágil no se me da en estos momentos, ni me apetece perder el tiempo intentándolo. Por lo que me voy a lo dudo y sin duda, a su miembro le gusta.
No me importa si con ello me quemare en el infierno, por que de allí vengo. Así que, no tengo algún castigo al que temer.
No lo conozco, no sé sus alcances y la verdad, estaría más que dispuesta a saber cuál es el alcance que tiene su miembro dentro de mí. Sin duda no es una forma de conocerse normal, pero ¿Cuándo he hecho algo normal desde que me drogaron?
Me alejo de sus labios con la intención de quitarme la blusa que llevo, mientras él posa sus manos a los lados de mi cadera y aprieta su agarre.
— No. No así, no ahora —susurra bajo, perverso, ronco y salvaje.
Su respuesta no se escucha como una orden, sino, como una súplica.
Le resulta difícil contenerse con solo tenerme encima de él.
Sin duda, la ropa apretada y oscura que llevo, el deseo que manifiesto, más la sangre seca que están por mi cuerpo, debido al combate anterior, me deben dar el toque malditamente sexy, peligroso y jodidamente adictivo que él muestra, con esa camisa hecha trizas, la sangre seca de su cuerpo y esa mirada jodidamente ardiente con que me mira.
Joder, no necesito ver el paisaje que juntos creamos para saber que mi demonio lujurioso encaja a la perfección con los demonios que su magnífico cuerpo alberga.
Contoneo mis caderas encima de su entrepierna y eso es suficiente para que él cierre sus ojos e intente controlarse. Desde mi lugar puedo ver cuando difícil le resulta. Sobretodo cuando su cadera empieza a moverse a mi ritmo.
Si él que no está drogado le resulta difícil ¿Qué queda para mí?
Alguien carraspea su garganta para después hablar.
— Señor, ya llegamos. — anuncia.
Clem quien me observa aún con deseo, no responde. Simplemente se baja de su regazo.
— Baja — ordena y yo hago caso omiso a suborden.
Clem toca el puente de su nariz exasperado.
— Me dijeron que eres obstinada, pero tenía la ilusión de que ello fuese mentira. Ahora me doy cuenta que fui un imbécil al pensar eso.
— Me importa poco lo que te hayan dicho de mí. Ahora lo que necesito es ser saciada y la verdad, si no lo haces tú, sin duda cualquier hombre de aquí me hará el favor. Así que decide, tú u otro. Y decide rápido, que no estoy para perder el tiempo.
Los espasmos se apoderan de mí, pero intento soportarlos mientras se me escapan varios gemidos.
— Zoe, baja primero. Necesito calmar la erección que causaste antes de verme con mi prometida.
Ignoro su respuesta, ya que nada de lo que dijo me resulta útil.
— ¿Cuál será mi habitación? Si es que me quedaré en este lugar — pregunto mirando la mansión que se encuentra frente a mí.
Grandioso, antes tenía varios trabajos de medio tiempo para subsistir y ahora vivo de mansión en mansión. Pareciera que fuera la puta de medio gremio de narcotraficante o asesino de renombre.
— Taylor te llevará a tu habitación. — dice y con ello un hombre aparece al lado de mi puerta y la abre.
El chico cuyo nombre es Taylor, tiene una figura esbelta y bien marcada, su cabello perfectamente peinado hacía atrás y su traje limpio y pulcro, le dan un aspecto profesional, que sin duda hace contraste con esa barba perfectamente perfilada y ese maldito piercing en una ceja.
Se ve peligroso, como todo a mi alrededor, pero sin duda el peligro que emana sobresalta al igual que el de Clem.
Él no es un subordinado, él es alguien que manda.
Los síntomas aumentan en mi cuerpo haciendo que ahogue un gemido.
Lo bueno de esta droga es que a donde sea que mire hay prospectos jodidamente ardientes.
Bendita sea la genética sexy y peligrosa que combinan a la perfección y crean seres tan ardientes.
Una mujer rubia sale de la mansión y se acerca a la camioneta, abre la puerta a mi lado, pero la cierra de inmediato al notar que Clem está del otro lado, no sin antes mirarme con molestia.
La chica de tez blanca y de contextura delgada corre hacia Clem quien la recibe un poco incomodo, cuando sin haber salido por completo del auto, está se le lanza en los brazos como una niña pequeña, lanzándose a los brazos de su padre.
Demasiado delgada e infantil para los gustos que pensé que ese hombre tenía. Sin duda, con su inocencia no durara mucho con vida, debido a los negocios que la familia Clem maneja.
— ¿Quién demonios te hizo esto? — pregunta enojada la chica, cuando ve que la camisa de Clem está hecha trizas, justo como la dejé.
La chica me observa con odio puro e intenta acercarse a mí, pero Clem se lo impide.
— Tuve una lucha, es por ello la ropa desaliñada y la sangre seca en mi cuerpo — contesta Clem y eso me causa risa. De inmediato ambos me miran mal.
Estas echándole leña al fuego — me regaña Dess— Pero no importa, que arda como nosotras.
La chica no se cree su respuesta y menos lo hace cuando me reí en su cara, por lo que intenta llegar a mí, pero nuevamente es interrumpida.
Sin duda, los síntomas de la droga que presentó, más la ropa desaliñada dan una idea de lo que paso y que no está del todo equivocada.
La chica forcejea en los brazos de Clem intentando llegar a mí y yo ignoro dicha alma inocente que le baila a la muerte y me concentro en el hombre que estaba a nada de follarme.
¿Cuándo me volví tan cruel?
— Felicidades por tu compromiso y gracias por tu pronta respuesta. — digo sin pena alguna.
El hombre rodea la camioneta con la chica pegada a su brazo lleno de tatuajes.
— ¿De que hablas? — pregunta cuando con dificultad bajo de la camioneta.
Intenta acercarse a mí, pero su prometida hace un puchero con su boca mientras niega como la chica estúpida que es.
¿Cómo puede cambiar tan rápidamente? Antes parecía una fiera y ahora parece una retrasada.
Sin duda, es más retrasada e idiota de lo que creí.
Suspiro con pesadez.
Taylor quien estaba a mi lado esperando que pueda moverme por si sola, me rodea con sus brazos para cargarme, ya que los malditos síntomas no me ayudan a hacer algo tan simple como caminar.
Es como si tuviera un maldito vibrador en mis dos canales.
El chico que parece de unos veintiocho años, me carga sin esfuerzo alejándome de la camioneta.
— Ya que no puedes, por obvias razones — comento escaneándolo con la mirada — Taylor me ayudará — respondo fuerte para que me escuche.
El hombre que dejé atrás me observa con asombro hasta que desaparece de mi campo de visión, ya que me adentran en la mansión.
Si antes no me dejaba insultar de alguien, ahora no dejaré que me dejen insatisfecha. Si no se puede con uno, será con otro, pero de que me libero, me libero.
El hombre me lleva al fondo del primer piso y me deja en la última habitación.
Cuando quiero retenerlo esté me empuja y cierra la puerta pasándole seguro a la puerta.
— Prefiero no tener problemas con Aedus. — comenta alejándose de la puerta.
¿Qué le sucede? ¡Ni que lo fuera a violar!
Bueno, con lo que pasó con mi vecino asiático, no me sorprendería si violó a alguien.
Frustrada por lo que sucedió, me desvisto y camino hacia la puerta que está a mi izquierda.
Allí encuentro una ducha en la que duró una hora bajo el agua fría. Pero ni con ella mi frustración s****l disminuye.
Si Jayden estuviera aquí, todo fuera tan distinto. — me digo mentalmente.
Una punzada se forma en mí pecho al recordarlo.
¿Y si no pudieron llevarlo al hospital a tiempo?
El miedo de que ello haya pasado me invade, pero dicho sentimiento queda en el olvido cuando el hormigueo, los espasmos y la excitación se apoderan de mí cuerpo.
Frustrada por el enredo en el que cada vez me adentro sin esperanza de salir, salgo de la ducha y camino desnuda hacia la habitación que me asignaron.
Cuando abro la puerta que separa el baño de la habitación, el frío del aire acondicionado me recibe, haciendo que mi piel se erice, pero mi deseo s****l continúe.
Mi única solución será auto liberarme — pienso frustrada.
Pero dicho pensamiento queda en el olvido cuando me encuentro a Clem observando cada centímetro de mi cuerpo desnudo.
— Ahora veo que fue mala idea venir aquí. — asegura aún recorriendo mi cuerpo con la mirada.
— ¿Por qué?
— Porque ahora pienso que reafirmar que eres mía para siempre, no puede esperar, mi ninfa. — comenta caminando a grandes zancadas, para después enredar su mano en mi cabello y estampar su boca a la mía, con un beso salvaje y urgido.
Los gemidos no se hacen esperar por ambos y a mi me resulta imposible no enrollar mis piernas cuando esté me empotra contra la pared.
La alarma se enciende en mi cabeza nuevamente, pero como la primera vez que la escuché, no le presto atención.
La puerta se escucha mientras me besa, muerde y toca por donde se le antoja, pero no se detiene.
—¿Qué quieres?
— Su prometida lo solicita con urgencia.
— Que deje de joder que estoy ocupado — grita mientras me lleva a la cama y me arroja a ella sin delicadeza.
Justo como me gusta.
En un abrir y cerrar de ojos, esta desnudo y ello me alegra sobremanera.
Miro mi reloj de pulso y noto que marcan las dos de la tarde.
No me he alimentado en el día, pero sin duda, saborear el manjar que tengo enfrente bastará.
La alarma continua con insistencia, pero no tengo tiempo de prestarle atención cuando Clem me levanta una pierna y con su glande sube y baja por mi entrada untándose de mis jugos.
Ninguno de los dos necesita y quiere juego previo, por lo que hacerlo seria una perdida de tiempo.
No necesita permiso para entrar en mí y él no lo pide. Solo lo hace y ya. Sus embestidas van con todo, llenándome por completo. Nuestro cuerpo es uno solo, que baila un solo ritmo, producido por los embales que me hacen sentir en la gloria.
Ni hay palabras estúpidas, ni delicadeza innecesaria y lo agradezco, porque eso es lo que no necesito ni deseo tener.
Sin duda, después de aquel juego previo en la camioneta, las ganas estaban encendidas, por lo que desde que me vio desnuda, él necesitaba mi coño para ser saciado y yo, desde que hace horas regresaron los síntomas de la maldita droga, necesitaba una polla que me saciará.
Ambos obtuvimos lo que queríamos, sin tratos estúpidos o sentimientos desgastantes.
Él obtiene lo que quiere y yo me libero como quiero. Y vaya que lo hago, no una, ni dos, ni tres veces. Sino durante toda la tarde y parte de la noche. Con muchas posiciones que me agotan y prenden en partes iguales.
El aire acondicionado no es suficiente para tanto desgaste de energía, por lo que el sudor no se hizo esperar, mostrando que aun con aire encendido, el sauna que nuestro cuerpo causa por tanta calor, no cese.
Me encanta. Lo que hace conmigo y cuantas veces lo hace.
Porque sí, me folle a un hombre jodidamente atractivo, pero de quien no conozco algo. Y eso no me mortifica, ya que de Jayden conozco lo mismo y en mi condición, no estoy para buscar sus antecedentes, yo ahora solo estoy para ser saciada y ¿Qué mejor que me liberen hombres atractivos y con poder?
No hay culpa cuando estoy saciada. Todo lo contrario, me siento feliz por descansar de aquellos malditos espasmos que no me dan tregua alguna. Además, esto me ayudó a comprender que no estoy estrechamente ligada a Jayden, solo disfruté lo que en ese momento él me proporcionó y eso es genial.
Ya que no tengo sentimientos que manejar, ni lo llevo constantemente en mis pensamientos.
Cansada camino hacia el baño para asearme. Después de largas horas de sexo, eso es lo que más necesito.
El agua me sirve como relajante y eso me ayuda a despejar un poco la mente.
¿En qué lío te has metido? — me regaña Lily — ¡No has salido de un infierno, para meterte en otro que es igual o más desconocido que el anterior! ¡¿Es que no aprendes, o qué?!
Es cierto. Lily como siempre tiene razón, pero ya no hay tiempo de arrepentimientos innecesarios, menos cuando nunca los sentí.
La puerta del baño se abre y en menos de un minuto tengo a Clem detrás de mí, besando mi hombro, para después recorrer mi clavícula y cuello. Mientras reparte besos, sus manos tocan y pellizcan todo mi cuerpo.
Las sensaciones en mi cuerpo comienzan a despertar, pero antes de que lily desaparezca de mi mente, me centro y pregunto lo que tanto quiero saber.
— Ya me dijiste cómo te llamas, pero no me has dicho realmente quién eres. Como tampoco me has dicho que quieres de mí.
Clem me sonríe y coloca sus manos en mi espalda baja, para atraerme hacia él.
Acerca su rostro al mío mientras su miembro se pega a nuestro abdomen.
— Te conocí desde pequeña, Isabella — comenta desestabilizándome un poco.
Nadie más que mi familia ya muerta, conoce mi anterior nombre, por lo que alguien me llame por ese nombre tan seguro como él lo hizo, me genera desconfianza.
Si sabe mi nombre, sabe lo que pase en ese entonces y posiblemente sabe quién es mi familia biológica. Sin embargo, lo que me resulta extraño es ¿Cómo sabe que yo soy Isabella? ¿Y porque el que lo sepa, lo hace mi respaldo?
— ¿Y? ¿Qué relevancia tiene que sepas ese nombre?
— Para mí, tiene mucha. Desde que estabas en el vientre de tu madre, tus padres y los míos acordaron que fuéramos uno solo en nuestra adultez.
La confusión llega a mí. No por qué mi familia biológica llegue a dicho acuerdo, ya que por ser adinerada, lo que buscan es crecer más el patrimonio con alianzas irrompibles como el matrimonio. Sino, porque Clem aún quiera continuar con dicho trato cuando yo no sé quién es mi familia, como tampoco estoy interesada en recibir algo de ellos. Por donde se vea, él no obtiene algún beneficio, por lo que ¿Para que insistir con dicho acuerdo?
— ¿Y qué con eso? Ahora estás comprometido y yo no estoy interesada en hacer cumplir un acuerdo de una familia que no recuerdo. Mucho menos pienso cumplirlo cuando ayudaste a Damián a acabar con tu supuesta comprometida.
— ¡Lo hice porque no lo sabía! ¡Él llegó a mí, pidiendo ayuda para encontrarte y lo ayude! ¡Jamás pensé que te encontraría solamente para acabar contigo!
Doy un paso hacia atrás para quedar bajo la regadera, dando por finalizada una conversación que no me resulta interesante abordar.
Clem me agarra del brazo con fuerza, haciendo que mis pechos golpeen su pecho lleno de tatuajes que comienzan en su bajo abdomen y terminan en la muñeca de su brazo derecho.
Sus labios se apoderan de los míos con uno de los tantos besos salvajes que solo él me ha dado.
Intento alejarme de él pero coloca su mano en mi nuca, haciendo que no pueda moverme.
Por lo que no puedo hacer algo más que morderle los labios para que me suelte. Sin embargo, mi saliva se mezcla con su sangre pero no cesa la intensidad de su beso.
Ese pequeño dolor no le importa — asegura Lily — ¿En qué mierda nos has metido?