La misma noche
Estambul, Turquía
Onur
Muchas personas buscan refugio en el alcohol, las drogas o el sexo para paliar sus carencias, pero a mi corta edad comprendí que nada podría aliviar el dolor que sentía por la pérdida de mi padre en aquel fatídico accidente. Me encerré en mi propia burbuja, convirtiéndome en un adolescente retraído y amargado. Aunque esa parte, no fue la más difícil de mi juventud; lo verdaderamente desgarrador fue presenciar a diario la lucha de mi madre por su vida, conectada a un respirador artificial sin saber si despertaría. Sí, ella también fue parte del fatal accidente dejándome bajo el cuidado de su padre.
Después de semanas, el diagnóstico fue devastador: estado vegetativo. Pero mi abuelo Arístides se negó a aceptarlo y buscó a los mejores especialistas para intentar recuperar a su hija. Al día de hoy, mi madre carece de movilidad propia y no puede comunicarse debido al daño irreversible en su cerebro. Aunque su situación es desoladora, reacciona a estímulos y nos comprende, incluso se comunica a través del lenguaje de señas con mucha dificultad. Verla en ese estado me duele profundamente y llena mi corazón de rabia. Mi única vía de escape, o más bien mi manera de canalizar mi frustración, es sumergirme en los negocios de mi familia.
Aunque quienes me rodean me etiquetan como un hombre frío, distante, arrogante, malhumorado, incapaz de sentir o de cometer locuras, soy lo que podríamos llamar un adicto al trabajo. Mi vida transcurre entre reuniones y viajes de negocios con agendas apretadas. Bajo del avión directamente al hotel o, en su defecto, al lugar de mi próxima reunión. No tengo tiempo para el turismo, ni me interesa hacer vida social, tampoco tengo novia, ni una aventura.
No obstante, durante mi retorno al hotel en la limusina, decidí pedirle a mi asistente y amigo Berat que me enviara la documentación de un contrato. Fue entonces cuando tendió la trampa.
–Berat, el contrato se cerró con los inversionistas según las cláusulas sugeridas. Envía los documentos y confirma la reunión con la oficina de Davis para mañana– ordené mientras revisaba mis apuntes. Escuché un leve carraspeo y luego su voz con un tono cauteloso.
–Onur, olvida la reunión. No puedes regresar a Londres sin un piloto para tu avión– informó, dejándome atónito. –¿Cómo? ¿Qué estás diciendo? Tu trabajo es programar mi itinerario y asegurarte de que llegue a tiempo a mis reuniones. Si el piloto está enfermo, consigue un reemplazo, pero resuélvelo– demandé con frustración y rabia en mi voz.
–Deja de gritar, porque no haré lo que pides. Necesitas relajarte, tomarte unas vacaciones, conocer la ciudad y, quizás, encontrar a una chica que soporte tu mal genio– exclamó con su voz firme y aumentaba mi malestar.
–No tengo tiempo para mujeres, así que déjame en paz– respondí de forma tajante y directa.
–Respuesta equivocada. Como te conozco, me tomé la libertad de llamar a una agencia de turismo para que te envíen un guía. Y si quieres un piloto para regresar a Londres, harás lo que digo sin protestar. Espera a la persona en el bar del hotel y conoce la ciudad –pronunció con su voz serena.
Su pequeño juego desató mi furia, tensé el rostro, mis ojos echaban chispas, pero antes de que pudiera reclamar, volví a escuchar su voz grave al celular.
–Diviértete, desmelénate y conoce a una hermosa chica. Quiero pruebas, fotos y tal vez te ayude a retornar a Londres. ¡Adiós! –impuso y se despidió, pero quise detenerlo.
–Berat, Berat, Berat, no cierres la llamada. Esta conversación aún no ha terminado... –declaré con desesperación y furia en mi voz, pero ya era tarde; había colgado.
Preso de la frustración mis pasos me llevaron al bar del hotel, todavía reacio a la propuesta de Berat. Me acomodé en un asiento frente a la barra, pedí un trago al barman y miré el vaso sintiéndome como un imbécil, porque fui obligado a cambiar mi rutina. Cuando percibí la presencia de una chica en el otro extremo y como un reflejo di unos pasos en su dirección pudiendo apreciarla mejor. Es una joven muy hermosa, quizás de unos 19 o 20 años de edad, de ojos marrones claros que destellan desconfianza, misterio y otra cosa más que no logro descifrar. Sus labios color carmín te invitan a besarlos, su piel delicada y blanca, es como la porcelana, sus cabellos castaños son el completo de su bello rostro y su pequeña nariz le da un toque especial.
A todo esto, fui bastante torpe, incluso fue evidente lo que cruzó por su mente cuando la abordé: creyó que necesitaba los servicios de una prostituta o una dama de compañía. Y como soy un idiota incapaz de expresarme hice un esfuerzo para esclarecer el malentendido, también debo confesar que estoy aturdido, hechizado por sus bellos ojos, por su belleza enigmática y se agravo mi torpeza cuando se aferró a mi brazo. Mi corazón bombeaba a toda máquina al contacto de su piel, al extremo de sentir una corriente eléctrica recorrer mi cuerpo y los nervios se dispararon sin poder responderle a su propuesta. Guardé silencio y sigo como tonto contemplándola sin lograr articular una maldita palabra, pero mi consciencia me reclama: reacciona Onur, ve por la chica, no seas imbécil.
–Gizem confiare en ti, llévame donde quieras. Quiero una noche en Estambul a tu estilo, ¿Sí? –señalo prendido en la oscuridad de sus ojos y me da una tímida sonrisa.
Unas horas más tarde
Decidimos dejar de lado la lujosa limusina que había sido rentada y, más en sintonía con la autenticidad del lugar, optamos por abordar un taxi. Nuestra primera parada fue un bullicioso mercado gastronómico, inmersos en un recorrido privado por las pintorescas calles y callejones de Estambul. La experiencia fue como abrir una puerta a un mundo de sabores perfumados y música en vivo, donde los siglos de historia turca cobraban vida en cada rincón. Este pintoresco itinerario nos condujo a cafés y restaurantes tradicionales, alejados de los caminos convencionales, brindándonos la oportunidad de probar sabores diversos y únicos que son adorados por los lugareños.
Confieso que, por primera vez, me dejé llevar por la impulsividad de saborear cada bocado, incluso atreviéndome a probar licores de anís, mientras disfrutaba de la agradable compañía de Gizem. Su sonrisa dulce envolvía mi ser de una manera peculiar, su cálida voz actuaba como bálsamo para mi dolor, y me encontraba absorto, escuchando cada palabra como si estuviera hipnotizado, pero ese fue el inicio de una velada fuera de lo común.
Al final, nuestro peculiar recorrido nos condujo a la zona de Galataport, donde decidimos hacer una pausa en una acogedora cafetería. Reconozco que no puedo apartar mis ojos de Gizem mientras ella disfruta de un sorbo de su taza de café. Mi comportamiento dista mucho de mi usual reserva con las personas, incluso mis empleados me describen como un ogro, pero ella tiene el don de transportarme a un lugar diferente con tan solo una mirada, con su espíritu divertido y juguetón.
–Si tienes alguna pregunta, adelante– invita con su voz afable sacándome de mi mundo, a lo que respondo con una sonrisa, aunque niego con la cabeza. –¿Seguro que no quieres preguntar algo? – insiste, aclarando la garganta. –Para ser un turco, conoces muy poco de tu propio país. Te comportas como un turista más, y deberías cambiar eso pronto– sentencia con su voz inquieta, provocando una mueca en mi rostro.
–En realidad no nací en Turquía sino en Londres. Tengo raíces turcas por mis padres, y la última vez que estuve en la ciudad era un niño de unos tres años de edad, después no pude regresar más por …–respondo, asoma mi desolación y mi melancolía, pero puedo notar un destello de tristeza en sus ojos.
–Lo siento, ¿Dije algo que te incomodará? –me disculpo, pregunto con miles de dudas y me da una sonrisa forzada.
–No dijiste nada que me incomodará– dice en voz baja, y sigue allí su tristeza, pero cambia el rumbo de la charla dándome una sonrisa forzada. –¿Damos un recorrido por la costa? ¿O prefieres subirte a una embarcación para un paseo por el Bósforo? Lo malo es la hora, es más de medianoche, pero intentemos– propone con su voz inquieta mientras se incorpora de su asiento y como un resorte también me levanto, p**o la cuenta y apresuro el paso para alcanzarla.
¿Por qué sufre? ¿Qué le habrá sucedido? ¿una decepción amorosa? ¿Perdió a alguien? Es hermosa, ingeniosa y muy joven, podrá recuperarse o sanarse como dicen la mayoría de las personas, al final superamos cualquier adversidad a nuestra manera. Tal vez es una tontería, y peleo con su novio. ¡Un idiota! Porque nadie en su sano juicio lastimaría a un ángel como ella.
–Suena mejor el paseo por la costa, es más privado, estamos a unos pasos y la vista debe ser hermosa, para sumarle la compañía me encanta– declaro anulando distancia y sin abandonar la oscuridad de sus ojos.
¡Mierda! Parezco un adolescente en su primera cita, no puedo calmar mis nervios, ni se cómo comportarme y pronto me ganaré una bofetada por apresurado, o me dirá que tiene novio y adiós a mis esperanzas.
–Una caminata nunca es mala idea, además la noche se presta y será un cierre perfecto del tour– comenta y avanza por la calle empedrada teniendo que caminar a su lado.
–El tour no debe terminar aquí, puede seguir mañana porque quiero conocer más de Estambul y de ti, ¿Tendrás tiempo? ¿O ya tienes planes? –improviso, pregunto con dudas y arquea la ceja pensativa.
Gizem
Tuve que improvisar para no ser descubierta, menos mal que obtuve la ayuda del taxista. El sujeto nombró algunos lugares y del resto lo resolví sobre la marcha. Sin embargo, debo confesar que no recordaba cuando fue la última vez que me sentí cómoda con alguien, porque pensé que el amargado sería un sujeto aburrido y pasaría hablando de su trabajo, nunca lo hizo. Todo lo opuesto se notaba que se esforzaba por relajarse, por disfrutar de mis ocurrencias y aunque el miedo seguía presente por ser atrapada por momentos me sentí una persona. Por fin alguien me escuchaba, le importaba mi opinión y me trataba con gentileza, no hubo ni gritos, tampoco golpes, ni estaba siendo sometida como una esclava s****l, sin voz ni voto.
En definitiva, el amargado me ha vuelto a dejar en una encrucijada, porque no sería prudente volver a verlo por varias razones: puede descubrir el engaño, puedo ser atrapada por el cabrón de Goker, querrá conocer más de mi vida, y no conozco cuáles son sus intenciones. A simple vista solo quiere olvidarse del trabajo, tener unas vacaciones y un hombre como él debe tener una novia o esposa esperándolo en su casa, igual debo responder su inquietud, como tal dejo escapar la voz de mis labios.
–Mañana tengo un día complicado, pero veré como puedo organizarme para darte otro tour– improviso con mi voz inquieta y asoma una pequeña sonrisa en su rostro mientras seguimos caminando acercándonos a la costa.
En un segundo mi mirada se pierde en la hermosa postal que desprende la costa. Las pequeñas embarcaciones cruzando el Bósforo, sumado a la belleza de la noche turca convierten el lugar en romántico y especial.
–No me equivoque eligiendo este lugar– Onur habla en voz alta y me saca de mi burbuja. –Pero no basta con su hermosa vista, necesito congelar este momento con una foto, ¿Nos tomamos una foto juntos? –propone buscando la oscuridad de mis ojos y saca su celular. –¿Sí? –presiona y le respondo con una sonrisa afable.
Muy despacio anula distancia sintiendo su mano sobre mi hombro, mi corazón se agita de manera incontrolable, su respiración a mi oído remueve los peores recuerdos. Las imágenes vuelven a mi mente como flashes intermitentes, mirándome arrodillada con el m*****o del algún pervertido en mi boca, otras siendo sometida a su antojo escuchando sus jadeos incontrolables. Aprieto mis puños con fuerza, muerdo mis labios encerrándome en mi mundo, pero la voz grave de Onur me devuelve a la realidad.
–¡Sonríe Gizem! Una foto más por favor– indica con su voz serena y por arte de magia oculto mi dolor soltando una pequeña sonrisa.
–Listo– comenta y retira la mano de mi hombro. –Nos vemos bien juntos– añade observando la pantalla de su celular y vuelve a achicar la distancia entre nosotros.
–Eres un ángel…–pronuncia y lleva su mano a mi rostro para acariciarlo con delicadeza, dejándome paralizada.
Como si quisiera evitar que salga corriendo, sus ojos se cruzan con los míos buscando un rastro de aceptación. Mira mis labios y yo los muerdo por los nervios, sintiendo su aliento en mi rostro, aprieto mis puños para no rechazarlo, y muy despacio anula el espacio entre nuestras bocas. Es un beso lento, suave, inocente, que intento disfrutar, aunque cuesta y como si pudiera sentir mi lucha interna, detiene el beso, mirándome con ternura.
–Creo que es hora de marcharnos, es tarde y debes descansar– declara con una sonrisa en su rostro y añade. –¿Me dejas acompañarte a tu casa? –cuestiona dejándome arrinconada y sumergiéndome en mis pensamientos.