17. A MERCED DE MI PADRE II

2881 Words
Al llegar nos encontramos a Xun en la puerta con algunas cajas junto a él y este nos hizo una seña para que nos acercáramos. —No deberías fumar aquí —comentó Mik en lo que él botaba el humo con la misma parsimonia arrogante de mi padre. —Reinold no está, así que puedo hacerlo —señaló la encomienda—. Eso es para ustedes, lo envía Oz, espera que lo disfruten y las cajas de arriba son de parte de Olivia Clyde. —¿Mi madre? Creí que era una broma de él. —No lo era, es solo que me ordenó ocultarlas de ustedes —se levantó ayudándonos a llevar las cajas que estaban un poco pesadas—. Descansen, muchachos, y nada de hacer travesuras hasta el otro año, quiero unas vacaciones. —Espera, ¿sabes algo de mi padre? —No, solo me pidió que les entregara los paquetes, lo más seguro es que haya tomado un vuelo a Nueva York, ya sabes que con la llegada de “su pequeña” no hay quien lo soporte. —¿Su pequeña? ¿A qué te refieres? —Ya sabes, la pequeña de ojos y cabellera oscura de la que tanto habla. A veces es una pesadilla cuando la menciona —volteó fastidiado sus ojos dando otra calada—. ¿Sabes? De no ser porque se trata de una niña, creería que tu padre está enamorado de ella igual que un puberto —carcajeó alejándose por el pasillo enterrándome más el puñal en el pecho. —¿Trav, estás bien? —Sí, solo tomaré una ducha y dormiré, si quieres abre tus obsequios —contesté frío e ingresé al baño sentándome al pie de la puerta hecho un ovillo. ¿Sera que esa niña es quien nos va a separar del todo?… No, no quiero, no puedo perderlo otra vez… —Por mi culpa nos alejamos y ahora ella… Un silencioso llanto brotó desde lo más profundo de mi corazón, de nuevo me invadió la soledad que tuve en el verano sumado a la culpa, el enojo y la exasperante presencia de mi padre en Londres que me ponía a mil revoluciones por minuto, eran tantos sentimientos mezclados que no me quedaba nada claro, ni su actitud ni mis emociones. Con esa carga encima, me duché pensando que el agua me ayudaría a aligerar la carga, por desgracia nada cambió, así que después de un buen tiempo salí con la esperanza de dormirme pronto, pero ni en mis más locos sueños creí encontrar a Mik en la cama con su abdomen al descubierto y a mi padre encima de ella. —Será mejor que tengas una buena explicación para esto —bramé entre dientes, a lo que él sonrió perverso llevando su mano hasta la camiseta de ella o quizás la sudadera, no lo sé, pero lo sujeté del abrigó apartándolo de inmediato—. ¡¿Cuál es tu maldito problema?! —lo aventé contra la pared sin que él opusiera resistencia, solo era su sardónico semblante el que resaltaba en su faz. —¡Travis, ya basta, suéltalo! —Mik intentaba que lo liberase, pero mis manos se aferraron a él. —¿Crees que por saber su secreto puedes hacer lo que te dé la gana con ella? —¡Travis! —Fue ella quien lo hizo —contestó como si nada. —¡Mentiroso! Estuve a punto de golpearlo en la cara de no ser porque Mik se las arregló para quedar entre nosotros impidiéndomelo. —¡Ya basta, él tiene razón! —¿Qué…? —Tu padre ingresó, yo quería correr la caja, tropecé y él intento evitar la caída, pero me sujeté de su abrigo y terminamos en mi cama. Ella estaba desesperada, incluso su respiración se agitó, en cambio mi padre permanecía tranquilo con su burlesca sonrisa en vez de estar furioso por lo que yo había intentado hacerle. —Y-Yo… —Aquí tienes, mi pequeño —mi padre me extendió un pequeño paquete de su bolsillo—, sé que te gustará, tómalo también como un presente por ganar el campeonato —lo recibí nervioso y él sacó otro, pero esta vez se lo entregó a Mik rodeándola de la cintura desde atrás—. Este es para ti, ratoncita, lucirás excelente con él. Ella abrió el suyo olvidándose del abrazo de mi padre, ni siquiera se liberó de este, sino que estaba absorta detallando la esclava de plata que tenía una “M” entre dos pequeños diamantes negros. —E-Esto… —Llévalo todos los días contigo que nadie dirá nada, o quizás creerán que tienes una linda novia dándole picante a tu vida —besó su mejilla sonrojándola—, aunque dormir en la misma habitación con mi pequeño debería ser fuego —murmulló avergonzándola y, aun sin soltarla, sacó la esclava colocándosela en la muñeca—. Un pequeño detalle para una belleza como tú. —Gracias. —Disfrútalo, ratoncita, lo tienes bien ganado. No comprendía qué pasaba entre ellos, tampoco por qué ella lo dejaba estar tan cerca, ni siquiera se molestaba en alejarlo y al responder se le notaba tranquila, sumisa, es como si fuese otra con él recordándome el fin de semana que tuvo fiebre. —¿No abrirás el tuyo? —preguntó ella quien seguía sonrojada dándome la misma atención que mi padre. —Quizás después, quiero descansar. Dejé el obsequio a un lado y me acosté cubriéndome por completo, no podía darle la cara a ninguno, en especial a mi padre y menos porque estuve a punto de golpearlo cuando no tuvo culpa alguna, era la misma sensación que me había invadido cuando la pequeña intrusa me abordó aquella mañana. Sea como sea, será mejor que duerma pronto y ya mañana que esté más tranquilo hablaré con él. (…) No sé a qué hora me dormí, pero mi cuerpo estaba más pesado que anoche, intenté cambiar de lado creyendo que quizás había dormido mal, aunque algo me lo impedía. De a poco abrí mis ojos encontrando un brazo sobre mí, tenía tanto sueño que por un instante lo ignoré hasta que algo se movió a mi lado, era cálido, pero la sensación me recordó la mañana que desperté con Mik y fue cuando reaccioné apartando la manta lo suficiente encontrando a mi padre dormido, y eso no era lo peor, sino que estaba desnudo. —¡¿Qué haces aquí?! —grité desesperado intentando liberarme del agarre cuando me di cuenta de que yo también estaba desnudo—. ¡¿Qué diablos significa esto?! —Deja de gritar, estoy muerto y tu amiga también —respondió adormilado. Me fijé en Mik quien seguía dormida, encontré dos botellas de alcohol en el suelo, varias colillas y un horrible temor me invadió, aunque no quise desconfiar de ella, sé que no gusta del alcohol así que jamás le recibiría un trago, pero él… —¡Explícame ahora mismo qué está pasando y por qué estoy desnudo si anoche tenía ropa! —Maldición, Trav, ya duérmete y deja de gritar, la cabeza me va a reventar. —¿A reventar? ¡Deja el descaro y ya aléjate de mí! —¿O qué? ¿Me golpearás? —su azulado mirar se abrió clavándose profundo en mí reviviendo la culpa, intenté esquivarlo, mas él acunó mi mejilla y viró mi rostro en su dirección—. Descuida, mi pequeño, no estoy enojado por lo de anoche —comentó a dulce voz. —D-Deberías… Yo… lo siento… —Está bien, igual me cobré la falta. —¿Qué? —Que no te regañe no significa que no te dé un castigo por levantarle la mano a tu padre, así que anoche la ratoncita y yo tuvimos un jueguito interesante contigo mientras dormías —comentó sardónico mientras se estiraba exponiendo su desnudez. —¡Cúbrete que no estamos solos! —Ella está dormida, pero si sigues gritando despertará viendo doble —no comprendí hasta que señaló mi entrepierna que estaba tan levantada como la suya. —¡Eres el colmo! —intenté cubrirme mientras intentaba dar con mi ropa. —Ni te molestes en buscar porque la dejé en el baño y antes de que grites otra vez —advirtió al darse cuenta de lo que haría—, deberías sentirte orgulloso de haber heredado mis genes. —¿Siempre son tan bullosos cuando duermen juntos? —se quejó Mik alertándome. —Sí, aunque antes no se quejaba. —¡Papá! —Ya relájate, mi pequeño, que está temprano. Por cierto, ratoncita, ¿te importaría alcanzarme la toalla?, aunque no me molestaría si me la vuelves a poner. —¿Qué te pasa? Respétala. —Creo que se la puede poner solo, señor Oz —Mik le lanzó la toalla con un genio de los mil demonios—. No vuelvo a caer en lo de anoche. —¿De qué te quejas? Ambos sabemos que te gustó jugar conmigo y debo reconocer que eres muy buena con esa boca. —Gracias. No creería que lo dejaría ganar tan fácil, ¿o sí? —alardeó orgullosa. —Igual terminamos en empate, pero si repites lo de anoche mejorarás mi amanecer y ve que estoy bien despierto para otra ronda. —No lo dudo. —¿De qué me perdí? —pregunté confundido evitando cometer el error de anoche contra él, pero lo que decían dejaba mucho a la imaginación. —No te metas en conversaciones de mayores, mi pequeño —él revoloteó mi cabello y salió de la cama sin la toalla—. ¿Segura no quieres cubrirlo, ratoncita? —Ahora entiendo de quién sacó Travis tanto descaro con la desnudez. —¡Y eso que no lo has visto en confianza!, te sorprendería de lo que es capaz —él se encerró feliz en el baño mientras ella se encargó de organizar el desorden que hicieron anoche, aunque yo no sabía ni qué pensar. —Dime que te drogó o que esto es un sueño. —Ninguna de las dos —respondió tajante sin ser ruda—. Por cierto, ¿no abrirás tu regalo? —Mik, ¿por qué actúas así con él? —de pronto me clavó una indescifrable mirada inquietándome. —Solo está demente, Trav, no vale la pena discutir con alguien así. —¿Qué? —Anoche comprendí que él es igual que un río embravecido, no vale la pena ir a contracorriente o te ahogarás más rápido, mejor sigue su juego y busca la orilla para salir. No comprendía nada de lo ocurrido, solo sé que lo que sea que pasara anoche no me iba a gustar la respuesta, así que intenté ignorarlo por ahora y me vestí bajo la manta ayudándola después a limpiar mientras el viento se llevaba el olor a tabaco. —¡Cuidado que eso muerde! —exclamó divertido mi padre asustándonos, aunque más a ella al tomarla por detrás—. ¿Necesitas ayuda en la ducha, ratoncita? —No gracias, todavía sé cómo bañarme. —Te ofrezco un excelente servicio, ninguna se ha quejado antes. —No lo sé ni me interesa saberlo, ahora vístase y mantenga alejadas las manos de mí, señor Oz —dio una fuerte palmada en sus manos consiguiendo liberarse y fue al baño en lo que él buscaba su ropa. —¿No puedes comportarte bien con ella? —Eso hago. —No lo haces y espero que sea la última noche que pases aquí, no quiero que la incomodes más. —Si lo hiciera no me dejaría divertirme con ella —la seriedad del comentario incrementó mis dudas. Por suerte él se ausentó a lo largo del día permitiéndonos arreglar mejor la habitación, aunque nos envió el desayuno y el almuerzo ahorrándonos la molestia de salir, pero entre el silencio que había no dejaba de darle vueltas a nuestro despertar. Hasta hace unos años dormíamos desnudos e incluso cuando era niño lo hacíamos según me contó mamá pues yo no lo recuerdo, pero creí que dejaría de ocurrir ahora que soy un adolescente. Por otra parte, me tenía desconcertado la actitud de Mik, era como si le hubiese puesto algo o quizás la hubiese hipnotizado para que actúe diferente con él, no lo sé y quizás puede sonar descabellado, pero no lograba hallar la lógica en el asunto, así que aprovechando su ausencia, creí que quizás podía abordarla, pero me sorprendió cuando se arregló para salir. —¿A dónde vas? —Mi madre me pidió que fuera a casa a recoger unos papeles, no tardaré. —De acuerdo, pero me gustaría hablar contigo cuando llegues —exhaló abrumada y se acercó dejando el regalo de mi padre en mi mano. —Ábrelo, no te morirás por hacerlo y no olvides darle las gracias. —¿Qué sabes que yo no? —Nada, es solo que anoche supe cuánto te quiere. —Claro, me adora tanto que anhela dormir desnudo conmigo —solté sarcástico. —Ojalá no te cegaras con él —dijo con amargura—. Tú eres su adoración, Trav, y no lo digo en plan pedófilo a pesar de lo que hizo, sino que en verdad te ama —señaló con su cabeza el obsequio—. Ábrelo, no me iré hasta que lo hagas. Así hice aun cuando me pesaba lo ocurrido; sin embargo, me llevé una gran sorpresa al encontrar dos entradas a un concierto de rock que se haría en dos días con varios artistas que me gustaban y debajo de estas había una nota con mi nombre a puño y letra de él: Feliz navidad, mi pequeño, sé que disfrutarás tu regalo y la buena compañía ese día. Oz. P.D. Folla y no olvides usar protección. —¿Por qué no me sorprende? —aunque era una queja, no pude evitar una sutil risa. —Al parecer tenía razón, sí te gustó. —Mucho, pero ya no tengo a Jhon para ir y no sé si sea de tu agrado. —¿Me escoges como plato de segunda mesa? —¡No!, pero nunca escuché tus gustos musicales —ella vio las entradas y un folleto que venía con estas al ser VIP. —No los conozco a todos, pero sí hay varios que me gustan. —Entonces será un placer que me acompañes —le extendí la entrada y la recibió dejando al descubierto la esclava—. Por lo visto también te gustó su regaló. —Más de lo que imaginas. Mi padre al final no apareció el resto del día, no sé en dónde estuvo y tampoco llamó, tan solo supe de él en la noche cuando regresó Mik y solo porque dijo encontrarse con Xun quien traía la cena enviada por él para nosotros, así que al final terminamos pasando la noche sin su presencia y yo de nuevo con el vacío de su ausencia por culpa de mis erróneas acciones, igual no quise darle más mente a nada, ni siquiera hablé con Mik de lo ocurrido en la mañana, sino que preferí dormir. (…) 6:55 a. m. Debo reconocer que Carlx y Borson todavía saben divertirse, pero volver a los dormitorios encontrando a mi pequeño al descubierto me traía maravillosos recuerdos de su infancia, mientras lo cubría con la manta, me planteé dormir de nuevo con él, pero al vislumbrar a la ratoncita con mi obsequio en su muñeca, una idea más interesante se atravesó en el camino, así que me quedé en bóxer y me inmiscuí en las sábanas de ella quien, aún dormida, me abrazó cual niña pequeña buscando refugio en mi pecho. —Esto alterará bastante a mi petirrojo, ratoncita —murmullé jocoso retirando un mechón de su frente—, pero haré una excepción por ti, solo porque la vida te ha golpeado demasiado. La abracé de la cintura sumergiéndome en mis locas ideas disfrutando de su piel, mas fue el perfume que la envolvía lo que trajo el recuerdo de cierta pequeña que ansiaba ver pronto y sin más, una fantasía dibujó su imagen bajo unos árboles de ciruelos florecido, que era el jabón usado por la ratoncita. Mi pequeña saboreaba sus frutos admirando la primaveral naturaleza rodeándola y entre más me acercaba, ella se giraba con el viento acariciando su oscura cabellera hasta quedar frente a mí hecha una mujer. Sus luceros me invitaron a perderme del mundo, su mano me extendió el fruto prohibido que no tardé en darle un mordisco y al ella morder apetitosa su labio inferior, la rodeé de la cintura robándole el beso más jugoso y dulce de todos. Me habría encantado seguir la fantasía, pero la ratoncita se removió despertando anonadada al encontrarme junto a ella, esta no tardó en dar un grito que alertó a mi pequeño y de paso me sacó una sardónica sonrisa al empezar este divertido juego mañanero con mi petirrojo y la ratoncita asiática. No cabe duda de que Londres estuvo bastante divertido esta navidad, me preguntó qué me esperará cuando vuelva a Nueva York con mi pequeña luna y más cuando mi pequeño nos acompañe. Sea lo que sea, será bastante divertido, mucho más que Londres.
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