16. A MERCED DE MI PADRE I

2147 Words
Travis Parecía un pésimo chiste de la vida que justo hoy apareciera mi padre, lo peor es que no tenía idea de que él vendría, mamá jamás me dijo de su viaje, aunque quizás ni siquiera ella lo sepa, no lo sé, pero ahora tenemos problemas más graves y esa macabra sonrisa que seguía sin borrarse de su demencial expresión era la prueba fehaciente de que había descubierto el secreto de Mik. —Papá, yo… —levantó su mano silenciándome y señaló la silla para que me sentara junto a ella en lo que él se acomodó en la ventana dándole una profunda calada al cigarrillo—. Papá, él es Mikehl Lawless, es mi nuevo compañero de cuarto y… —Mikehl —interrumpió haciendo una señal para que ella fuese y le extendió su mano sin apartar la perversa mirada de Mik quien ya estaba demasiado incómoda—, un placer conocerte —ella estrechó su mano y después intentó apartarla, pero mi padre lo evitó. —El placer es mío, señor Oz, Travis me habló mucho de usted. —Lo dudo. —De verdad lo hizo y… —No, ratoncita, dudo que sea un placer conocerme ahora que conozco su sucio secreto, lo que no sé es por qué creyeron que podían ocultármelo tanto tiempo —lo sabía, nada se le escapa a ese hombre. —No sé de qué habla. —¿Ah no? —en un ágil movimiento la tomó de la cintura pegándola a su cuerpo—. Puedes correr, pero no esconderte, ratoncita, y a este zorro no lo engañas con tus prendas ni tus lociones de hombre. —¡Papá, ya basta! —me levanté en el acto apartando a Mik de él—. No sé qué pretendes, pero esa no es forma de actuar con alguien a quien recién conoces. —Así como esa no es forma de ocultarle secretos a tus padres, jovencito, Livi estará muy decepcionada de ti cuando sepa que estás haciendo estas cosas a sus espaldas y más porque ella que conoció a la belleza asiática. Esa tranquilidad al hablar sumado a la horripilante forma de botar el humo a sabiendas de que tiene el mundo a su merced es de temer y ahora que nosotros estábamos en su mira, dudo que nos libremos fácil de esta. —Sea como sea, no es forma de actuar con nadie. —¿Lawless? —ella asintió—. Debes ser hija de su cuarta esposa, un bombón agridulce a mi parecer. —¿Disculpe? —Papá —gruñí por lo bajo, pero no se inmutó. —Tuve el placer de conocer a tu madre el mes pasado al igual que Livi quien se encargó de entretenernos con los detalles de tu hazaña en la competencia, se disgustó por habérselo perdido, pero si no quería que otro se lo contara entonces debió asistir. —Papá, este no es momento para tus juegos, mejor dime qué haces aquí. —Vine a visitar a mi pequeño y a entregarles un regalito de parte de Livi, pero lo olvidé en el auto así que deberán esperar. —Descuida, ya mismo podemos ir por él —le dije aun conteniéndome y aparté a Mik de mi padre evitando que hiciera otra jugada contra ella—. Si quieres espérame, yo acompañaré a mi padre a su hotel y… —¿Hotel? —no puede ser, por favor que no sea lo que estoy pensando—. No, mi petirrojo, ¿cómo crees que te abandonaría en una fecha tan importante? —cuestionó burlesco. —¿De qué hablas? —Me quedaré con los dos. —¡¿Qué?! —exclamamos nerviosos Mik y yo. —Creo que mejor me voy, mi madre debe estar preocupada y… —Ella está en Ibiza con el idiota de Lawless, por eso pasaste navidad aquí, mi pequeño se quedó contigo porque te estima y yo como adulto responsable que soy los acompañaré, así que pónganse cómodos y comiencen a hablar, porque ansío conocer su historia. Intenté zafarnos de este aprieto, pero mi padre ignoró toda insistencia de nuestra parte acomodándose a su antojo en mi cama, así que, resignados, le contamos acerca del divorcio de los padres de Mik, el matrimonio de su madre con Lawless y los abusos que padeció en la escuela de señoritas cuando recién llegó, razón por la que decidió entrar a este internado haciéndose pasar por un chico. Su madre al comienzo no estuvo de acuerdo al creer que debía comportarse como “una señorita de la alta sociedad”; sin embargo, Lawless (por un motivo que todavía desconocemos) decidió ayudarla con esta decisión permitiéndole ingresar a Harrow con ayuda de algunos contactos, lo malo fue que Reinold al no saber nada la dejó en un cuarto compartido en vez de uno privado y ahora que yo la había descubierto debíamos tener cuidado de cómo actuar frente a los demás. —Que estupidez, creí que habría algo más interesante. —¡Papá! —Es la verdad, tanto tiempo perdido en una tontería que pudieron resumir en cinco minutos. Este tema afectaba demasiado a Mik y no era para menos que se sintiera mal por el comentario de mi padre, así que al no querer que se sintiera peor recogí algunas cosas. —¿A dónde vas? —preguntó ella. —Acompañaré a mi padre a un hotel, con Walken o donde sea. —No sé de qué padre hablas porque este no irá a ningún lado —afirmó él tajante. —Sí lo harás, ya sabes por qué está ella aquí y aunque sobre decirlo, te pido por favor que no digas a nadie su secreto, ella quiere terminar sus estudios sin dificultad alguna. —Tampoco me interesa meterme en eso, Trav, su vida es demasiado aburrida —contestó como si ella fuese lo más insignificante del mundo, pero es todo, no soporto más, ya me sacó de mis límites con su tediosa actitud. —¡Quieres dejar de actuar como un idiota! —vociferé exaltado asustando a Mik, pero no me detuve—. ¡No tienes idea de todo lo que ha hecho en estos meses para mantenerse en los primeros puestos! ¡Sus padres no la apoyan, ni siquiera están para ella y que tú le restriegues en la cara algo tan horrible como eso no es justo! —Siéntate y deja los gritos. —No quiero un comentario más al respecto, Oz, así que fúmate el último cigarrillo en lo que busco un taxi, porque dudo que hayas venido en auto propio o rentado —salí en el acto hecho una furia. (…) Al final terminé en la recepción de los dormitorios, pero me encontraba tan estresado que no lograba mejorar mi humor para hablarle a nadie, aunque tarde o temprano debía volver a la habitación para sacar a mi padre de ahí. —¿Travis? —Mik… Disculpa, no quería dejarte sola con él, pero… —Descuida, entiendo —se sentó junto a mí, parecía inquieta por algo y no es para menos—. ¿En verdad llamarás el taxi? —¿Qué te hace pensar que no lo hice? —Porque jamás te vi tan furioso como ahora excepto en el campeonato con ese sujeto, pero esto es diferente, es tu padre y la situación entre ustedes no es fácil según me contaste, aunque verlos juntos… —exhalé con pesadez. —Lo es… Te juro que no sabía nada de su llegada y mucho menos que se quedaría, sabes que no te expondría ante nadie, por algo no quise decírselo a mamá. —Te creo, pero es mejor que llevemos las cosas en paz, eso generará menos problemas con tu padre y más si estará con nosotros. —¡Él no se quedará! —tocó mi brazo para que bajase la voz y cual niño regañado me encogí de hombros—. Lo siento, todo esto me tiene mal. —Por eso te digo que llevemos las cosas en paz, mejor volvamos a la habitación, nos cambiamos e invitamos a tu padre a comer, de paso podría llamar a casa para que traigan un colchón o algo por el estilo para que podamos dormir en la habitación los tres, yo le cederé mi cama. —Olvídalo, no tienes que cederle nada a nadie. —No me importará hacerlo si con eso evito que tú sigas gritando y que tu padre no se meta más de la cuenta. Ahora vamos a la habitación y salgamos a comer los tres —no me agradaba la idea ni por asomo, pero sé que ella no tomaría decisiones así y menos con tanta determinación sin pensárselo bien. Volvimos a la recámara al tranquilizarme un poco y también tras hablar con Xun quien me pidió llevarle la maleta a mi padre al dejarla en recepción con él, comprobando con ello que no había venido en auto; no obstante, la poca tranquilidad que había conseguido desapareció en cuanto ingresamos encontrando a mi padre al desnudo secándose con mi toalla como si nada estuviese pasando. —¡¿Qué crees que haces?! —adentré a Mik cubriéndole previamente los ojos y aseguré la puerta—. ¡¿Acaso no tienes vergüenza?! —No, lo que tenía era un calor infernal, todavía lo tengo, pero eso me lo quitaré después con alguien. ¿Trajiste mi maleta? —la arrojé a la cama con furia. —¡Cámbiate y lárgate, no dejaré que sigas pasando por encima de nosotros! —Te dije que no me iré. —¡Sí lo harás! —Deja de gritar. —¡Ya basta los dos! —vociferó Mik sorprendiéndonos—. Dijiste que llevarías las cosas en paz con tu padre durante su estadía, así que hazlo y deja de gritarle por cualquier cosa. Y usted, señor Oz, le pido que por favor no altere a su hijo e intentemos hacer la estadía lo más amena posible —ella, sin el más mínimo descaro, le arrebató la toalla de las manos envolviéndola en su cintura sin apartar la dura mirada de sus ojos—. Manténgala en su lugar, fume lo menos posible dentro de la habitación y abríguese bien que saldremos los tres, quizás un paseo los ayude a enfriar las ideas —ella ingresó al baño cerrando la puerta con fuerza mientras yo quedaba con boquiabierto por el desconcierto ante su actitud, aunque mi padre estaba con una fascinación que no le quitaba nadie. —Me encanta tu chica, deberías llevarla a casa la próxima vez, se llevaría de maravilla con mi pequeña. ¿Mi pequeña? —Respétala que no es mi chica y haz lo que te dijo. Una punzada en mi pecho me dejó en silencio al recordar lo ocurrido, pero más por la propiedad al llamar así a la intrusa, sé que no tiene nombre, pero tampoco me gustaba que le dijera de esa forma. (…) Tras unas horas caminando por la ciudad en la que tuvimos conversaciones banales, extensos silencios incómodos y de vez en cuando una que otra broma de mi padre no tan subida de tono, él decidió separarse de nosotros con la excusa de visitar a Walken, pero me era extraño que dijese esto ya que Walken me dijo que estaría fuera del país hasta febrero, igual no le cuestioné nada si eso nos daría mayor tranquilidad a Mik y a mí, así que terminamos de pasar el día por fuera en un ambiente menos caótico hasta el anochecer cuando fuimos a cenar, ella insistió en que llamase a mi padre para que estuviésemos los tres, era navidad y no debía estar solo, pero él no contestó ni devolvió las llamadas, ni siquiera los mensajes, así que cenamos los dos como teníamos planeado desde el comienzo, solo que, por extraño que parezca, tenía cierto vacío en mi pecho que no me dejaba en paz. —¿Piensas en él? —Sí… Nunca logro entenderlo, siempre le encanta formar un caos y después desaparece sin más igual que un tornado. —Quizás se sintió mal por lo que hizo y al igual que tú no sabe cómo darte la cara. —No, mi padre no es esa clase de hombre, él no teme darle la cara a nadie y ya conociste un poco de su personalidad… No sabes cuánto lamento que tuvieras que pasar por tantas molestias. —No fue así… —susurró creyendo que no la escucharía—. ¿Volvemos a los dormitorios? Estoy cansada de caminar y no quiero que nos coja la lluvia. —Claro, aunque ahora que lo dices, es extraño que todavía no haya nevado. —El loco clima londinense, aunque si lo piensas bien es muy parecido a los Oz —reí con cierta vergüenza y emprendimos el camino.
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