Londres, Inglaterra – Horas después
Travis
No volví a hablar con Mik después del encuentro que tuvimos con Sid y Holly, pero sí llamé a su casa asegurándome de que había llegado bien informándomelo uno de los trabajadores, tampoco pude contactarme con nadie en casa y aunque conocía el número en Princeton, sabía que solo Rob me diría la verdad y este no era el momento para hablar con él al haber tanta gente cerca suyo, así que a lo largo de estas semanas estuve estudiando, también sacaba tiempo para entrenar judo aun cuando no estuviese más en el equipo, pues todavía me ayudaba a mantenerme en forma y también a canalizar mis emociones, así como otra táctica que comencé a usar para esto fue el sexo. Solía visitar algunos bares con Xun (gracias a una identificación falsa que él me proporcionó) y atraíamos a varias chicas, yéndonos después con las elegidas a disfrutar en algún hotel, claro que solo llegamos a compartir habitación un par de ocasiones al no haber disponibles por la temporada, pero por lo general solíamos estar en lugares separados.
Estos encuentros y su compañía me permitieron conocer otro aspecto de mí, pero no volví a sentirme como aquel día, por el contrario, era como si a medida que nos adentrásemos en el invierno, otro crecía dentro de mí hundiéndome en la tristeza, razón por la que mantenía ocupado mi tiempo en cualquier actividad que distrajera mi mente hasta caer agotado físicamente, aunque hoy, al encontrarse Xun ocupado con algunas diligencias, opté por quedarme en los jardines fuera del dormitorio divagando mientras observaba el cielo pensando una y otra vez miles de cosas, cuando de pronto, una voz a lo lejos me provocó un escalofrío, creí que era mi imaginación, pero al buscar su origen me di cuenta de que no era el caso.
—¡TRAVIS! —mi padre apresuró el paso viniendo cual toro dispuesto a embestirme.
—¿Papá? ¿Qué haces aquí?
—¡Me explicarás ahora mismo tu problema con ese imbécil y por qué mierda no me dijiste nada de la demanda!
Si creía que tendría una oportunidad para obtener respuestas de él, estaba muy equivocado, pues la furia que emanaba la bestia frente a mí era de temer, pero él no sabía que no era el único toro con los cuernos afilados hoy.
—¿Cómo supiste lo de Gharbi?
—¿Eso qué mierda importa? ¿Por qué me lo ocultaste? ¿Acaso no aprendiste nada hace años?
—¿Aprender? —un rush de adrenalina me recorrió al recordar esos oscuros días sumados a los años venideros—. Lo que aprendí, fue que tú me abandonaste en esta ciudad apartándome de mi madre mientras fornicabas con cuanta mujer se te cruzaba cayendo en tus putos vicios.
—Mucho cuidado con el tono en que me hablas porque no estoy de humor para esa mierda, Travis.
—¿Adivina qué, Oz? Yo tampoco lo estoy, pero bien te puedes devolver por donde viniste porque no te pedí que me acompañaras en navidad ni año nuevo. ¡Además! —levanté la voz antes de que me interrumpiese— Tú no eres ningún santo, también tienes muchos guardados y uno de ellos es haberte ido con la pequeña a esas batallas en vez de dejarla pasar estas fechas con la familia en Princeton.
—No tienes idea de lo que pasa con ella.
—¡¿Ah no?! ¡¿Y por quién mierda será?! ¡Tú jamás quieres contarme nada y menos quisiste decirme que ella ya estaba montando un maldito imperio mafioso junto a Marcus!
—¡Ya cállate! —me sujetó de la campera atrayéndome hasta él, pero no me inmuté ni temí como otras veces—. No tienes ni puta idea por lo que hemos tenido que pasar ella y yo para llegar a donde está.
—¿Lo mismo que pasaste conmigo? —una dolorosa flecha lo atravesó soltándome un poco mientras la culpa cristalizaba sus orbes—. ¿Y qué harás después, Oz? ¿La abandonarás como me abandonaste? ¿Le dirás que fue por su propio bien sin darle más explicaciones que tu patética maldición como excusa? Porque ella no lo merece, no después del esfuerzo que ha estado haciendo para salir adelante en un mundo que solo le ha dado sufrimiento.
—T-Trav…
—Mírate —aparté sus manos visualizándolo tan pequeño… tan patético—, no eres más que un maldito adicto que se esconde en su lujoso departamento apartándonos a todos y después buscándonos para arrastrarnos de nuevo contigo antes de volvernos a abandonar.
—N-No es así, te equivocas.
—¡SÍ LO ERES! —mi cabeza palpitaba dolorida al no soportar más— ¡Ya estoy harto de ti, de tus secretos, de tus mentiras, de tu maldito abandono y tus estúpidas excusas de mierda! —lo empujé con fuerza, casi cae, pero logró evitarlo—. No eres más que un cobarde, Oz, un puto cobarde que solo tiene ese departamento para caerse muerto.
—¡No es verdad!
—¡Sí lo es!
—No sabes nada de mí, de lo que he hecho y sigo haciendo.
—No y tampoco me importa, porque sé que lo peor que puedo esperar de ti es encontrarte de nuevo medio muerto en tu balcón sin importarte una mierda lo que me pase.
—¡Cállate!
Esta vez su culpa se mezcló con la ira empujándome tan fuerte que me hizo chocar contra un árbol y cuando estaba a punto de arremeter otra vez contra mí, me hice a un lado sujetando su abrigo y lo aventé contra el mismo árbol.
—¡No quiero volver a saber de ti, lo mejor que puede pasarme es desaparecer de tu patética vida! —grité enardecido al no poder más.
—¿¡Quieres desaparecer!? ¡Adelante, hazlo! ¡No sobrevivirás un maldito día sin mí!
—¡Claro que puedo porque es justo lo que he hecho estos años que no estuviste conmigo! ¡Yo sobreviví por mi cuenta! ¡Yo me mantuve en pie por mis medios sin tu ayuda! ¡YO Y SOLO YO!
—¡BIEN! ¡ENTONCES LÁRGATE SI PUEDES SOLO, PERO NI CREAS QUE MOVERÉ UN MALDITO DEDO POR TI!
—¡¿Y CUÁNDO MIERDA LO HICISTE?!
Esta vez mi brazo se impulsó en automático queriendo descargar toda mi furia en su rostro, pero él reaccionó con rapidez esquivándolo y en respuesta me aventó al suelo donde pude reaccionar, dándome cuenta de lo que habíamos hecho y dicho siendo la más pura verdad contra el otro, una que ahora me lastimaba, me quemaba por dentro.
—T-Travis… —su temblorosa voz evidenciaba un cúmulo de emociones tan confusas como las mías—, l-lo siento, no quería.
—¡Déjame en paz! ¡Desaparece de mi vida! —eché a correr con todas mis fuerzas hasta la vivienda de Xun.
Por suerte él me había dado una copia de su llave en caso de alguna emergencia y esta fue la primera vez que sentí la necesidad de esconderme aquí de mi padre, este espacio se convirtió en aquel armario donde los niños se ocultan por temor, aquel donde se puede llorar en silencio suplicando una ayuda, un milagro, aquel donde yo descargaba mis lágrimas esperando que mi última esperanza apareciera frente a mí sin importar cuánto tuviese que esperar, pero las horas corrieron hasta que la noche cayó y las llaves por fin sonaron al otro lado de la puerta, solo que no tenía fuerzas para hacer demasiado al estar agotado en todos los sentidos.
—¿Travis? —su preocupación se disparó hincándose frente a mí de inmediato—. ¿Qué te pasó?
—M-Mi padre vino hace unas horas y peleamos, casi lo golpeo de no ser porque me esquivó.
—¿Por qué?
—¡Porque fui un error en su vida, Xun, jamás debí nacer!, estoy seguro de que él estaría mejor sin mí —de nuevo me rendí ante el dolor y las lágrimas siendo recibido por sus brazos.
—No digas eso, tú vida jamás será un error, Travis, y lo que haya dicho tu padre, sé que no es cierto.
—Quiero irme, ayúdame a escapar, Xun, no soporto un minuto más de este lugar ni de él y sus mentiras.
—¿A dónde irás?
—A donde sea, pero que sea lejos de él —me aferré suplicante a él—, por favor, ayúdame.
—Está bien, pero necesito que te quedes en ese lugar y al menos avísale a Olivia para no preocuparla.
—¡No! ¡Nadie debe saber en dónde estaré o escaparé incluso de ti! ¡Entiende que no quiero ver a nadie de mi familia, quiero estar solo! —advertí desesperado a punto de correr, pero él asintió dándome un poco de alivio.