49. PETIRROJO EN INVIERNO

1879 Words
Bajé del avión encontrándome con José en el hangar privado de Londres, y por el semblante que tenía era evidente que no había buenas noticias. —¿Ya dieron con él? —Todavía no, pero seguimos buscando. —¿Oz sabe algo? —No, me aseguré de filtrar la información como me enseñó, también confirmé que estuviera en Nueva York y un hombre lo vigila. —Entonces vamos al internado, ya perdimos demasiado tiempo. (…) Xun Hacía un par de días que no visitaba a Travis al tener que esquivar las insistentes llamadas de su hermana quien no ha creído del todo las mentiras que debí decirle, al comienzo creí que funcionaría, pero es más persuasiva de lo que pensé. Por lo pronto, consideré conveniente recoger ropa para él y algunas cosas más que me había encargado cuando hablamos, pero no creí que al ingresar a su habitación me encontraría a una niña de espaldas observando su cama. Por su extensa cabellera oscura, me hice una posible errónea idea de quién era, mas fue al ladear su rostro que descubrí que se trataba de ESA pequeña, pues sus finos luceros lóbregos me aniquilaron en un instante provocándome un escalofrío que solo podría comparar con el día en que encontré a mi familia muerta, lo peor era que su silencioso indagar me convirtió en la presa de tan inusual cazador. —Tú debes ser Xun Fei —si esa mirada arrebataba la vida de cualquiera, su sombría voz arrebataba el espíritu del más valiente—. ¿En dónde está Travis? —No sé quién seas, pero no debe haber niñas aquí, este es un instituto de… —¡Sabes muy bien quién soy! —rugió amenazante—, así que ahórrate tus ridículas excusas y responde mi pregunta. Es imposible que una niña hable con tal nivel de odio, ni siquiera en las llamadas que tuvimos escuché algo similar, pero es claro que estaba determinada a todo y no debía subestimarla de nuevo. —Ya dije lo que sé, no sé qué más esperas de mí. —Mikehl Lawless se encuentra en Francia con sus padres, esta habitación ha estado vacía desde hace varios días y tus mentiras son tan patéticas, que resulta ofensivo pensar que alguna vez hayas sido un honorable sargento mayor en tu país —empuñé mis manos intentando controlar la tensión que me sacó en un segundo—, ¿pero sabes qué descubrí al entrar aquí, Fei? —¿Qué? —Que Travis no se fue por su cuenta, sino que tú le ayudaste a escapar y no has hecho más que perder mi tiempo. —¿Qué te hace pensar que…? —mi garganta se cerró al instante en que la navaja fue lanzada cortando un lado de mi oreja. —Tú tienes todo lo que se necesita para ayudarlo a escapar y por lo que dijo su amiga, deduzco que se pelearon antes de que ella viajase. —¿Y qué hay de Walken? —Lo habría llevado a su casa y allá no está, lo sé, porque de ser el caso, ya se lo habría informado a Oz. —Entonces no se lo has dicho —por un instante creí que se intimidaría, pero ella era el más frío témpano de hielo. —Llévame con Travis de inmediato o juro que lo lamentarás. —Buena suerte con eso, pero no hay nada que te sirva para amenazarme, no tengo nada que perder —bufó dándome una mirada de “ERES UN IMBÉCIL” que fue imposible disimular, aunque dudo que quisiera hacerlo. —Que tu familia esté tres metros bajo tierra, no quiere decir que no tengas nada que perder, Fei, así que no pongas a prueba mi paciencia porque carezco de ella en este momento, y te aseguro que no querrás descubrir tus debilidades a través de mí. Ella era mucho peor de lo que imaginé, creo que ni siquiera estaba cerca de hacerlo, pero algo me decía que esa amenaza era cierta y aunque en verdad no tenía nada que perder, mi instinto me suplicaba por primera vez en la vida que no le diera la oportunidad de darme la respuesta a esa incógnita. —¿Qué harás una vez te lleve con él? —Traerlo aquí. Nueva York no es la mejor opción para Travis en este momento y menos para su padre. —En eso estamos de acuerdo… Está bien, te llevaré con él. Afuera del internado había dos autos con varios hombres bien armados esperando por ella, aunque me pareció curioso que les ordenara irse para que nosotros fuésemos en mi auto. Por desgracia el recorrido tomaría veinte minutos a máxima velocidad, unos que a mi parecer transcurrían demasiado lento en medio del silencio que había entre nosotros, y que estuviese detrás de mí no me ayudaba demasiado. —Fei —llamó sin apartar la vista de la nevisca—, si Oz ya te había entregado lo acordado hace un año, ¿por qué te quedaste en vez de rehacer tu vida? —¿Él te lo dijo? —No. Responde. —Por Travis —sus ojos se fijaron en mí a través del espejo retrovisor—. Imagino que sabrás lo de Gharbi —asintió—. Me preocupaba que pudiese lastimarlo al igual que a Mikehl y decidí quedarme hasta su graduación, incluso he considerado la idea de ir a Birmingham con él. —¿Todavía necesitará una niñera? —No, pero declinaré la idea, si sé que ese niñato desaparece del mapa. —¿Quieres que le dé caza con mis hombres? —es verdad lo que dijo Oz, ella lleva la muerte en su piel y la displicencia de su sugerencia era una prueba más de ello. —No hace falta, de lo contrario, lo habría asesinado el día que nos encontramos, pero sé que Travis no quisiera cargar con algo así en su consciencia y por eso opté por el camino largo —no dijo una palabra más, solo se limitó a observar de nuevo por la ventana—. ¿Por qué te atreviste a venir si según Oz no puedes viajar sin tu padre o sin él? ¿No se supone que no te puedes acercar a otras personas? —De haberme dicho la verdad desde el comienzo, no estaría aquí, lo más seguro es que hubiese enviado a mis hombres por Travis tras convencerlo de ir a Nueva York quedándonos en casa de los Jhonson. —¿Y Oz? —¿Qué te hace pensar que no tengo algo en mente para padre e hijo? No me subestimes, Fei, no soy como los demás —imposible negarlo y más después de este encuentro. Para mi suerte, la vía no estuvo congestionada como en pasadas ocasiones y más tratándose de la zona industrial, pero pronto el miedo me invadió al no encontrar a Travis en el departamento, lo peor era que se notaba que había estado ausente desde hacía un tiempo. —Maldición, Travis, ¿en dónde te metiste? —murmullé estresado sin saber qué hacer y más con ella recorriendo el pequeño espacio cual perro de rescate. —Vámonos —ordenó tajante inquietándome. —¿A dónde? —A buscarlo, no debe estar lejos. —¿Cómo lo sabes? —Luego te enseñaré a cazar, Fei, por lo pronto vámonos, algo me dice que está en peligro. Sé que no debería dudar de su instinto considerando las referencias, pero hoy más que nunca quisiera que estuviese equivocada. (…) Travis El frío calaba cada vez más profundo en mis huesos, creí que el ginebra que había en la cocina me ayudaría, pero el momentáneo calor que me producía era más un espejismo y lo peor era que había perdido energía al haber estado tantos días en cama sin alimentarme bien, aunque la cereza sobre el pastel, fueron las constantes pesadillas que tenía con mi padre siendo el impulso para huir del único refugio que tenía, pero no caí en cuenta de que esta zona era desconocida para mí, no se veía ni un alma en los alrededores y ante el mareo, producto de la bebida, debí refugiarme en una vieja fábrica abandonada sintiendo que mi vida se escapaba con el pasar de los segundos. De pronto mi mente decidió jugarme una mala pasada al comenzar las alucinaciones, los gritos de mi padre me ensordecían, el llanto de mi madre me dolía y el invierno se transformaba en millones de agujas que traspasaban mi piel una y otra vez. No sabía cuánto más podría resistir, pero quería irme, quería volver a los brazos de mi madre y disfrutar de su cálida sonrisa que alegra mi vida entera, deseaba poder hablar con Mik para explicarle lo ocurrido y disculparme por mi actitud de aquel día, así como también deseaba escuchar la voz de mi padre, quería ver al hombre sonriente, al hombre que me apoyaba detallándome con esos zafiros que susurrarían afectuoso: “Mi pequeño petirrojo ha vuelto”. —¡Travis! —la voz de Xun me fue tan lejana, que no supe si era una alucinación, un sueño o quizás ya estaba en mis últimos minutos de vida—… ¡Travis! Desearía que fuese real, desearía que estuviese conmigo y me ayudase a volver a casa, o siquiera al dormitorio para recuperar fuerzas y hacer las cosas bien esta vez. —¡TRAVIS! Mi corazón golpeó fuerte ante el desesperado llamar de la pequeña Jhonson, por desgracia, supe de inmediato que era una alucinación al saber que no vendría jamás por mí, no podría, y menos porque no sabe en dónde me encuentro. —Travis, despierta… Vamos, hijo, despierta —mis párpados pesaban demasiado, pero en un intento que mi alma suplicó hacer, vislumbré a Xun sosteniéndome, aunque era la imagen de la pequeña la que más me alegró—. ¿Por qué te fuiste del refugio? —Q-Quiero ir… a-a casa… —mi garganta se cerraba dificultándoseme hablar. —Te llevaré con Livi y Oz, petirrojo, por ahora descansa —su voz sonaba dulce, era ella, tan blanca, tan bella, tan pura…, era ella, era un pedacito de luna acompañándome en el final. Mis ojos se volvieron a cerrar, muy a lo lejos escuchaba una que otra palabra proveniente de ellos, parecía una discusión, mas el estrujar en mi pecho dolió profundamente en cuanto ella silenció tras decirle Xun que debía acompañarme, pero yo sabía que no lo haría, no puede estar cerca de nadie al ser tan peligroso y más al estar acompañada de un hombre que no conoce, aunque… quizás, es posible que pase al ser una alucinación. —Si te atreves a ponerme un dedo encima, te arrancaré los ojos y fracturaré falange por falange cada uno de tus dedos —ladeé una tenue sonrisa solo de imaginarla acorralada y abrí un poco mis párpados vislumbrando su amenazante figura contra él. —C-Casa… —Iremos allá, petirrojo, resiste un poco más. No podría encontrar una manera más bella de morir que tenerla a ella acariciando mi rostro mientras me llamaba así, aunque solo eran los fríos dedos de la muerte los que se paseaban en mi mejilla preparándome para el final.
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