Travis (12 años)
No supe cuánto tiempo pasó desde que Gharbi me golpeó hasta que perdí el conocimiento, solo sé que desperté con una bolsa de suero, muchas vendas en mi cuerpo y al doctor Walken a mi lado viéndome entre el alivio y la preocupación. No pude hablar al comienzo, tampoco me inmuté cuando me revisó, pero le agradezco que me acompañase mientras me contaba cómo me encontraron bajo el árbol con ese idiota a mi lado, el deplorable estado en que me dejó y también que llevaba dos días inconsciente en lo que él seguía con su vida en “aislamiento”, es decir, lo habían trasladado a una habitación privada con todos los lujos necesarios. Después de eso le conté con detalle lo ocurrido, Walken dijo que hablaría con mis padres, pero le pedí no hacerlo por nada del mundo.
—¡¿Acaso perdiste la razón?! ¡Ellos tienen que saberlo, Travis! E-Es que… ¿Cómo es posible que no nos dijeras nunca nada? —su voz estaba tan quebrada que ni siquiera podía reñirme pese al desesperado grito que dio.
—No quiero, no pude.
—¿Por qué, hijo? ¿Por qué si sabías que te apoyaríamos?
—Nadie me creyó en su momento cuando hablé en la escuela y después comprendí que sería inútil seguir insistiendo, además, ya te dije que él me tenía amenazado con lastimarlos.
—No puedes guardar silencio más tiempo.
—Sí puedo, Walken —contradije ipso facto impulsado por esa misma oscuridad que me invadió cuando me dejé golpear la última vez—, solo necesito que no digas nada, ya hiciste el reporte que demuestra mi inocencia, ahora déjame hacer algo antes de que ellos vengan.
—¿Qué harás? —lo observé un instante y despuésmi reflejo a través de la ventana. Jamás había estado tan golpeado como ahora.
—Quiero hacerlo por mi cuenta, quiero darle a Gharbi lo que quiere.
—La venganza no es buena, hijo, créeme.
—Lo sé, el abuelo habría dicho lo mismo —comenté cabizbajo al mencionarlo—, pero esto será más que una venganza, será una redención para él.
—¿Y cómo transformas una venganza en una redención?
Una perversa sonrisa surgió desde lo más profundo de mi ser al recordar las veces que lo hizo mi padre, me habría encantado que mi rostro no estuviera lastimado para apreciarla mucho más, pero tendría que conformarme con esto.
—Él solo quiere a sus padres a su lado igual que los míos están conmigo, Walken, así que le cumpliré el deseo trayéndolos para que estén con su hijo.
—Travis…
—Solo asegúrate de que me recupere lo antes posible, no quiero estar más en cama, ya me cansé de esconderme, ya me cansé de ser el mártir… ya me cansé de esta vida de mierda… —empuñé mis temblorosas manos ignorando las señales de dolor enviadas a través de mis nervios.
(…)
En los siguientes días no volví a hablar con nadie, pero aproveché un descuido de Walken para robarle unos analgésicos que sabía eran muy fuertes y una vez me recuperé gracias a todo lo que él hizo pude retomar mis clases, aunque no hubo un solo estudiante o maestro capaz de darme la cara, era tanta la vergüenza que sentían, que les era más fácil ignorar como siempre los hechos de su atroz acto, pues aun cuando ellos no eran los responsables directos de mi sufrimiento, sí eran cómplices al mantenerse en silencio.
Asimismo, y ya que todos los docentes se aseguraron de que Gharbi no se me acercara bajo ningún motivo y a su vez dejaron de importarles en dónde me encontraba, me la pasé recorriendo los pasillos y el campus a medianoche recordando las veces que mi padre me llevó de cacería con mis tíos y abuelo. El olor del bosque se filtraba en la suave brisa primaveral al igual que las macabras ideas se iban moldeando en mi cabeza y pronto comencé a trazar un plan, uno que al fin había llegado el momento de ejecutar.
Tragué cinco analgésicos de golpe y una vez el dolor desapareció por completo, dejé que el odio me recorriera como gasolina en las venas, guardé lo que necesitaría en mi morral y recorrí los dormitorios donde descansaban profundamente esos abusivos, comenzando con los amigos de Gharbi.
A todos les hice un corte ridículo en el cabello, regué chocolate en sus camas, aceite en el suelo y dejé que las hormigas rojas y negras del salón de ciencias hicieran lo suyo entre las sábanas, así cuando despierten desesperados por los mordiscos y picaduras querrán levantarse y salir huyendo, pero para su desgracia no podrán hacerlo ya que sus puertas estarán con un seguro externo.
Asimismo, antes de que alcancen el pomo, ellos caerán al suelo donde serán recibidos por vidrios rotos de botellas (que había recolectado previamente) mientras las cucarachas se subirán en sus cuerpos, entonces se golpearán contra todo en la oscuridad ya que las ventanas las pinté y los bombillos los retiré en cada habitación. Sus gritos serán insoportables al igual que el dolor que sientan por cada uno de los golpes que me dieron, pero la mejor parte vendrá si activan un interruptor que prenderá una pequeña llama, no los incinerará gracias a las alarmas, pero sí será suficiente para asustarlos al recorrer parte de la habitación bloqueándoles las salidas.
Por último visité a su líder, Gharbi, en su habitación acomodé un dispositivo que provocaría un incendio de mayor magnitud en cuanto él forcejeara las ventanas, mismas que pinté y aseguré bien para que no pudiese escapar, después instalé un bombillo que iluminaría más que el suyo para que no se perdiera el espectáculo, en especial las serpientes y tarántulas de los salones de ciencia de los chicos de último año, supe que él les temía, así que sería el banquete perfecto.
Con todo listo, acomodé sus manos cerca de unas trampas para ratas a las que había enlazado unas púas de acero que encontré tiradas en el basurero, me acomodé sobre él cortando su cabello y entonces despertó, yo sonreí demencial igual que mi padre y coloqué la punta de las tijeras en su cuello para que no se moviera.
—Tenías razón, Gharbi —él estaba tan asustado que no podía articular las palabras—, mi padre es un maldito psicópata que escapó de un manicomio. ¿Y sabes qué? Te metiste con el loco de su hijo.
Presioné más la punta en su palpitante vena y abrí mis ojos tanto como fue posible degustando el miedo saliéndole por los poros, lo bueno era que no sentiría dolor, no esta noche, en cambio él… él apenas conocería el verdadero horror marcado con mi nombre.
—¿Q-Qué…?
—Me hiciste mierda, Gharbi, me quitaste la felicidad como tanto deseabas y esto fue lo que quedó. ¿No era lo que querías?
—O-Oz… P-Por f-favor… —pronunció nervioso ensanchando mi demencial sonrisa, casi podía verme como el Guasón a través de sus ojos, o mejor, como la peor versión de mi padre.
—Espero que nunca olvides esas dos letras porque serán parte de tus pesadillas a partir de hoy.
Él estuvo a punto de abalanzarse sobre mí cuando le quité las tijeras del cuello, pero al mover sus manos activó las trampas para ratas y justo antes de que pudiese gritar, golpeé su rostro con todas mis fuerzas hasta manchar las sábanas con su sangre. Mi propósito no era matarlo ni enviarlo al hospital a punta de golpes como hizo conmigo, así que me levanté de la cama envolviéndolo rápidamente con cinta gris en la boca y mientras él intentaba quitarse las trampas de las manos, le arrojé la caja con las tarántulas y las serpientes, después esparcí el aceite con los vidrios en el suelo una vez llegué a la puerta, encendí la luz y arrojé los dos frascos con insectos contra la pared que estaba junto a su cama, los que por desgracia logró esquivar.
Sin embargo, el desastre era inevitable y las pequeñas alimañas corrieron entre las sábanas y sus prendas mientras Gharbi intentaba gritar con todas sus fuerzas pese al dolor que sentía y más al arrancarse la cinta llevándose otro enorme mechón de cabello con esta, entonces, desesperado, intentó correr en cuanto se bajó de la cama, pero el muy idiota resbaló cortándose los brazos, piernas y espalda, trayendo consigo las sábanas llenas de animales que lo pusieron peor.
—Eso te ganas por ser una escoria —murmullé divertido al retorcerse en el suelo olvidándose de la cinta que se había vuelto a enredar en su cara con algunas cucarachas.
Con esa última imagen, le sonreí perversamente satisfecho, cerré la puerta con seguro y atravesé el extenso pasillo a paso lento en lo que ponía mis audífonos y una mezcla con mis canciones favoritas que me hicieron muy feliz, dirigiéndome finalmente a aquel árbol que fue testigo de la última golpiza que él me dio.
De nuevo era yo, de nuevo sonreía mientras la brisa se colaba entre las hojas recordándome buenos momentos con mi familia, momentos que añoro repetir en cuanto mis padres vengan por mí y volvamos a estar juntos siendo muy felices, en especial yo al saber que mi pesadilla al final había terminado convirtiéndome de nuevo en un niño de once años que soñó todas estas cosas por ver una película de terror antes de dormir.
—De seguro mamá me regañará cuando despierte por haberlo hecho y mi padre reirá intentando calmarla, entonces me consolarán en sus brazos mientras se acuestan a dormir conmigo hasta que salga el sol y sea un nuevo día.
Comenté ilusorio mirando al cielo nocturno desde donde sabía mi abuelo me cuidaba y me senté bajo el árbol cayendo en un profundo sueño.