13. ¿QUÉ HARÉ?

1953 Words
Sé que he tenido muy malas rachas en mi vida, también sé que oportunidades como esta no se ven todos los días y aunque me rebajé haciendo lo que hice en la ducha, no sería tan infeliz de aprovecharme de la situación y menos en la condición que se encontraba ella. No obstante, debí sacar demasiada fuerza de voluntad para buscarle ropa y después el doble para retirar el cobertor teniendo mucho cuidado de no ver más de la cuenta con el objetivo de vestirla, pues no podía dejarla desnuda envuelta en una toalla húmeda. En teoría, se puede decir que la camiseta fue fácil de poner al tener poco busto, lo que era una gran ventaja para mí, pero ahora venía lo peor… el pantalón. —Tal vez debería llamar a Walken para que venga, al menos si él lo hace no será tan… —me senté resignado cubriendo mi rostro en un pesado suspiro—. ¿A quién engaño? Si él viene a esta hora sabrán que es una urgencia y todos lo descubrirán. Esto es una pesadilla, pero no puedo permitir que vaya a mayores, la fiebre de Mik va en aumento y todavía no toma ninguna medicación. —De acuerdo, Travis, puedes hacerlo. Cubre lo que tienes que cubrir, sube lo tienes que subir y te enfocas en la fiebre —me reñí firme. Me aseguré de que el idiota de Reinold no estuviera en el pasillo, aseguré nuevamente la puerta y me acomodé a los pies de la cama retirando el cobertor de las piernas, pero siempre manteniendo cubierto su vientre, con mucha facilidad subí la tela evitando tocar su piel, pensé en ponerle ropa interior, pero la verdad no me daba la fuerza para tanto, ni siquiera me atreví a husmear en sus cajones. —Solo un paso más, solo uno y se acabó. Levanté mi cabeza con la vista en el techo, una mano sostenía la sudadera y con la otra hice a un lado la toalla y el cobertor. Esta parte sería más complicada al hacerlo a ciegas, así que usando la punta del dedo índice y medio, di unos pasos en el perfil de su cadera para saber hasta dónde debía subir, así hice, pero cuando estaba a punto de terminar, Mik se volteó hacia un lado atrapando mi mano entre su piel y el colchón. —Por favor, no me hagas esto, Mik —supliqué desesperado. No quería ser brusco con ella, tampoco quería despertarla, pero debía quitar mi mano cuanto antes o terminaría en la ducha por segunda vez. Respiré profundo acomodando mi otra mano en su cintura para levantarla, por suerte no pesaba y fue fácil sostenerla, así que liberé mi mano, acomodé la prenda y retiré la toalla colocándole después unos calcetines. Con todo en su lugar, podía examinarla con la cabeza fría, así que revisé temperatura, signos vitales y preparé su brazo inyectándole un antibiótico. —No se vayan… —susurró con profunda tristeza llamando mi atención. —¿Mik? Soy yo, Travis. —N-No… No se vayan… No me dejen… —al parecer estaba teniendo una pesadilla o algo por el estilo. —Tranquila, aquí estoy, no me iré —ella despertó derramando unas pocas lágrimas y se aferró de mi mano que yacía en su mejilla llorando un poco más—. Mik… —No me dejes, no quiero estar sola. —Te dije que no me iré, pero al menos déjame cerrar la cortina para… —ella tiró de mi brazo impidiendo que me levantara. —No te vayas. Sabía que era un error, pero verla tan acongojada me recordó a mis hermanas, así que me senté a su lado y ella enseguida me abrazó ocultando su rostro en mi abdomen. Era tan extraño verla indefensa o afectuosa conmigo, las únicas veces que me abrazó fue durante el campeonato y creo que fue más la emoción del momento, pues ni siquiera cuando le conté lo ocurrido con Gharbi lo hizo, sino que se limitó a presionar mi hombro como apoyo, lo que creo habría hecho cualquier otro chico… —¿Qué soñabas? —no hubo respuesta…— No quiero ser entrometido, es solo que hablabas pidiendo que no te dejaran sola —se aferró desesperada como temiendo que alguien se la llevara—. ¿Mik? —Desde los seis años, mis padres me dejaban en esta época con mis abuelos y se iban con mis hermanos de viaje, pero mis abuelos también se iban dejándome sola en casa con dinero suficiente para sobrevivir por mi cuenta. —¿¡Qué!? ¿Por qué? —Yo fui un error, Travis, nadie en mi familia quería una niña, solo varones que son su mayor y único orgullo, en cambio yo… —de nuevo se soltó a llorar comprimiéndome el corazón y esta vez la abracé permitiéndole descargarse. —No debieron dejarte sola, eras una niña. —Por eso lo hacían, porque no querían saber de mí y me mantenían alejada de sus amistades, incluso en las reuniones me encerraban en la habitación sin comer. —Mik… —Creí que el divorcio de mis padres sería lo mejor y me darían la emancipación, pero no fue así, mi madre se quedó conmigo trayéndome a casa de Lawless. —Lamento mucho lo que te pasó. —No me importaba estar sola, después de los diez años dejó de importarme, pero lo peor era cuando llovía muy fuerte en casa de mis abuelos porque había un árbol que siempre golpeaba el techo, me daba muchísimo miedo y esto empeoraba si las bellotas caían. Me hacía una imagen de ella en ese escenario ocultándose bajo las sábanas, la cama o una mesa cubriendo los oídos, me dolía tanto su dolor que me fue inevitable no recordar mis mayores momentos de tristeza comprendiéndola un poco. —No pienses en eso, igual estamos en invierno y aquí no hay bellotas que te asusten —levanté su rostro limpiándolo con cuidado, estaba sonrojada y ardiendo todavía en fiebre—, mejor descansa, necesitas recuperarte. —No quiero… —No me iré, ya te lo dije, pero si una ardilla aparece para arrojarnos bellotas en la ventana, te prometo que me levantaré y la asustaré —rio avergonzada y nos abrazamos más fuerte mientras la cubría con el cobertor. (…) Desperté con el sol en la cara y un terrible dolor de espalda, me quedé dormido sin darme cuenta, aunque sentía que algo no estaba bien a mi alrededor, entonces un gemido seguido de algo que presionó mi pierna llamó mi atención y con profundo miedo bajé la mirada encontrando a Mik con su cabeza entre mis piernas, sus manos se aferraban de mi pantaloneta enterrándome las uñas, pero lo peor era que yo estaba tan duro como una roca y su mejilla no me ayudaba en nada al frotarla sobre mi… —Mierda… ¿Mik?… Mik, despierta —intenté quitarla o moverla lo suficiente, pero más se aferraba enterrando su cabeza como si yo fuese su jodida almohada—. Mik, no me hagas esto, despierta o Reinold podría encontrarnos. Un poco de esperanza apareció cuando ella abrió sus ojos, pero de nuevo se desvaneció al repasar su nariz y boca en cuanto giró su rostro. ¡¡¿Acaso nadie se apiada de mí?!! —¡Mik!, Reinold vendrá pronto, necesito que me sueltes ahora o estaremos metidos en muchos problemas. —No… molestes… —siseó adormilada empeorando mis nervios. Lo peor fue que su pierna se movió exponiendo su cuerpo, aunque ella, al rascar su abdomen, subió de más la camiseta descubriendo su busto. Piedad para esta pobre alma en desgracia que no quiere terminar en el infierno por un crimen que no cometió. Estoy seguro que de estar mi padre en esta posición le quitaría el sueño con un beso, pero no precisamente en los labios de arriba… Al menos anoche me había salvado de Reinold e intenté ser comprensivo con ella, pero hoy no podía permitirle lo mismo, así que fui más rudo y me liberé de su agarré aun cuando chilló un poco, la envolví bien por si ese cerdo llegaba y me encerré en la ducha dejando caer de nuevo el agua fría, era horrible, pero no tanto como la calentura en mi entrepierna que, aunque deteste decirlo, debí encargarme nuevamente. —Piensa en alguien más, piensa en alguien más. Juro que lo intenté, pensé en modelos, cantantes, actrices, lo que sea, pero siempre era Mik quien aparecía con su tersa piel aporcelanada y la vista que recién me dio de sus senos que se marcaron después en la tela… Esto iba de mal en peor, no estaba bien pensar así de una chica que estaba enferma, pero mis impulsos me ganaron la batalla una vez más y para colmo de males, cuando estaba a punto de acabar, escuché mi nombre a lo lejos, solo que parecía distorsionado, mas fue en el segundo llamado que escuché la voz de esa intrusa llamándome igual a como lo hizo aquella noche que me llevó la cena. Es asqueroso saber que una niña me provoca esto, pero esa voz que emanó de su garganta y la mirada que me dio no eran la de una niña, era una mujer, y si así es ahora no quiero imaginar cuando crezca. —¿Por qué ella? ¿Por qué Mik? —cuestioné agitado. En un último esfuerzo, hice la imagen de una mujer con partes de ambas tornándose tan erótica como nunca jamás llegué a ver y al recordar la voz de esa pequeña diciendo mi nombre y el gemido de Mik al frotarme, fue la jodida cereza sobre el pastel cayendo de rodillas en un increíble orgasmo mientras la gélida lluvia artificial botaba humo al resbalarse en mi hirviente cuerpo cargado en culpa y deseo. —Creo que ahora sí necesito a Walken, menos mal es psiquiatra o estaría jodido. Intenté recobrar la compostura, me arreglé rápidamente y salí de la habitación a buscar el desayuno de ambos, no iba a soportar un minuto más ahí, necesitaba cuanto antes tomarme un respiro y recobrar la razón que no sé en dónde mierda la dejé, así como tampoco podía comprender por qué esa niñita aparecía en esos momentos tan… —¡AGH! —golpeé el mostrador asustando a los que estaban a mi alrededor. —¿Mala mañana? —preguntó la encargada de la cafetería. —No tiene idea. —Descuida, nada que un buen desayuno no arregle. —Que sean dos para llevar, por favor, hoy tengo que ser niñero por orden de Reinold. —Entonces te daré postre extra, esta mañana está insoportable así que no le des motivos para empeorar. —Genial, lo que me faltaba —ella me entregó los desayunos con las raciones extras de budín de chocolate y anexó unos jugos haciendo un guiño cómplice. —No dudes en llamarme si necesitas algo más. —Gracias, eres un ángel. —Te lo cobraré después. —¿No puedes ser un querubín? —pregunté con la cara más lastimera haciéndola reír. —Solo porque siempre me traes algo especial para esta época, te llevaré el almuerzo a las dos. —Te espero hasta las tres si quieres. Mil gracias. Con una tarea menos, me dispuse a regresar a la habitación lo antes posible, pues no quería que Reinold llegase antes que yo descubriendo el secreto que tanto llevaba resguardando bajo las sábanas, pero parece que mis desgracias no acababan al encontrármelo sentado en la cama de Mik revisando el termómetro. Ahora sí estamos en un terrible aprieto donde se haya dado cuenta de un par de cosas…
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