14. NIÑERO DE UNA CAPRICHOSA

2557 Words
—Director Reinold, buenos días. —Joven Oz. Espero que sea el desayuno de su compañero —comentó con un genio de los mil demonios. —De los dos, señor, no quería perder tiempo en la cafetería y traje el mío también para seguir al pendiente de Lawless. —Muy bien. La temperatura bajó, pero no lo suficiente, así que llamaré al médico para que lo atienda de inmediato. —¡No! —exclamé desesperado quedando al borde de la evidencia, así que aclaré mi garganta dejando las bolsas en el escritorio—, es decir, hasta ahora ha ido mejorando, igual el doctor Walken vendrá a visitarme, le diré que le traiga algo y también que lo revise, yo cubriré los gastos y lo mantendré al tanto, señor. —Es mi escuela y ustedes mi responsabilidad, así que mande la cuenta de cobro a la oficina, también avíseme cuando él se desocupe para saber el estado del joven Lawless. —Así lo haré, señor, sabe que puede contar conmigo. —Eso espero, joven Oz. También asegúrese de que coma bien, que tome sus medicinas y no olvide el baño, no es bueno que permanezca con esa ropa sudada. —Sí, señor, no se preocupe —él salió con una actitud inquisidora, pero no fue sino cuando cerró la puerta que el terror volvió a mí—. ¿A-Acaso dijo… baño…? —viré observando a Mik quien se encontraba sudando horrores, lo que era bueno para su salud, pero muy malo para mí—. Esto no puede estarme pasando… —¿T-Travis…? —me acerqué revisándola, seguía sonrojada y débil, o al menos en apariencia, porque esas uñas decían lo contrario cada que se aferraba a mí. —Aquí estoy, tranquila, Reinold ya se fue. —Tengo sed —busqué el jugo y la ayudé a sentarse, pero se negó a recibirlo. —¿Qué pasa? ¿No querías jugo? —No, dámelo tú —pidió cual niña caprichosa. —Este no es momento para juegos, Mik. ¿Qué pasó con el chico tímido y taciturno que quería hacer todo solo? —infló sus mejillas haciendo un mohín y yo como idiota torciendo los ojos antes de caer en su red—. De acuerdo te lo daré, pero compórtate, no quiero que nos descubran —le acerqué el vaso a la boca y de nuevo negó con su cabeza—. ¿¡Ahora qué!? —Con la boca —comentó risueña sacando la lengua. ¡Maldita picardía de mierda! ¡Enfócate, Travis, enfócate, no caigas de nuevo en tus impulsos y sé firme con ella! —Mik, beberás esto como te lo dé o te dejaré sola —ella volvió a hacer un mohín y bebió sin rechistar. —No tenías que regañarme. —No me hagas pucheros y compórtate, debes alimentarte bien, después tomarás la medicación y te ducharás, son órdenes de Reinold. —De acuerdo, gruñón, pero ayúdame a comer, no puedo sostener la cuchara. —¿Gruñón? No soy gruñón. —¡Sí lo eres! —chilló aniñada luciendo muy tierna, pero no podía caer. —Entonces el gruñón no debería darte de comer, niña caprichosa. Por desgracia sí era verdad que ella apenas podía sostener la cuchara, así que al final le terminé dando el desayuno, en ocasiones se iba hacia atrás pareciendo dolorida y en otras volvía a molestarme con alguna tontería a la que no di importancia; sin embargo, como no puedo tener un poco de paz en los peores momentos, al finalizar, y tras batallar para que tomase la medicación, ella se rehusó a bañarse. —¿Cuál es tu problema? ¿Por qué no puedes actuar como siempre y hacer lo que digo? —se mantuvo en silencio esquivándome la mirada—. ¿¡Y bien!? —Vete —recogió las piernas y se cubrió por completo con el cobertor. —Vamos, no actúes como niña chiquita. —Vete. No estoy seguro, pero me pareció que sollozaba muy bajito, entonces recordé lo que me contó anoche y concluí que si la dejaban sola durante las vacaciones, lo más seguro es que el resto del año tampoco recibiera afecto de su familia, solo desprecio, rechazo y la engorrosa actitud de sus hermanos que no se cansaban de molestarla por todo y nada a la vez, así que respiré profundo intentando razonar con ella de buena manera. —Mik… —¡Déjame y vete! —No me iré —afirmé tranquilo pese a su grito—, dije que te acompañaría, pero entiende que no puedo ducharte, no sería correcto. —No me importa, quiero estar sola. —Mik, por favor —intenté quitarle la frazada, ella batalló, pero no me rendí—, yo sé que me quieres contigo, así que no te hagas del rogar. Comencé a hacerle cosquillas en el abdomen, ella no reaccionaba, entonces sus pies quedaron al descubierto y aproveché la oportunidad descubriendo que era su punto débil pues enseguida se echó a reír, se veía hermosa cuando lo hacía recordándome a mis hermanas, y aunque quizás era la fiebre lo que la hacía estar sonrojada, no le restaba nada a su belleza. —¡Ya basta! —pataleó intentado huir, pero la agarré de los tobillos arrastrándola de vuelta sin dejar de hacerle cosquillas—. ¡No! ¡Suéltame! Ella siguió pateándome entre carcajadas y en un intento por detenerla, caí sobre ella con las risas disminuyendo en ambos, nuestros ojos conectaron de una forma muy particular y mi corazón se aceleró en cuanto su mano rodeó mi cintura y la otra acarició mi mejilla con tiento. —Eres bueno, Travis, eres bueno —murmulló dulce repasando la yema de su pulgar en mis labios, era lento y muy cálido. —Vamos a ducharte, no quiero que empeore tu fiebre —dije casi en una súplica. —Acompáñame. —No estaría bien, pero te llevaré y te devolveré a la cama. —¿Cargada? —preguntó aniñada sacándome una tonta sonrisa. —Cargada. —¿En las dos veces? —En las dos veces. —Eres lindo, Trav, todo un caballero —no sé si fue su tono de voz, la manera en que lo dijo o lo que dijo en sí, pero sentí que un recuerdo muy especial quiso aparecer, pero así como vino, así mismo se fue. La llevé cargada hasta el baño, preparé la tina en lo que ella se cepillaba y después la acomodé al borde de esta para que se desvistiera e ingresara, entretanto, salí buscándole ropa limpia, no sabía si abrir el cajón de su ropa interior, sería lo mejor para no dejarla sin nada abajo, pero preferí evitar considerando que es algo muy privado para las chicas. Esa libertad solo la tengo con mis hermanas y únicamente porque están pequeñas. —Mik, ¿quieres que saque algo en especial? —no hubo respuesta—. ¿Mik? Fue extraño que no contestase, así que ingresé con los ojos cubiertos llamándola un par de veces más sin obtener respuesta, tanto silencio me preocupó, entonces retiré la mano encontrándola en el fondo del agua. Por un instante creí que estaba bromeando o algo parecido, pero en realidad había perdido el conocimiento. La saqué de inmediato con el pánico a flor de piel recordando una ocasión cuando mi hermanita Norah se ahogó en una piscina, las palabras de mi padre aquel día resonaron con fuerza enfocándome en la situación, así que la revisé rápidamente colocándola de lado esperando que ella despertara y al no hacerlo comencé el RCP de inmediato, por suerte no tardó tanto como Norah, pero el alivio que sentí al escucharla toser me hizo abrazarla con el mismo miedo con el que abracé a mis hermanas aquel día. —T-Trav… —No vuelvas a asustarme así, ya estaba pensando lo peor —ella acarició mi espalda tranquilizándome. No sé de dónde saqué la frialdad para enfocarme una vez más, quizás el susto o yo qué sé, pero la cargué ingresándola de nuevo en la tina. Esta vez no me importó nada, no tenía cabeza para pensar en el morbo ni en su desnudez, solo quería que se duchara y volviese a la cama para que descansara, así que yo mismo la bañé cuidando de no tocarla de forma indebida mientras ella mantenía su penetrante mirada sobre mí. —Descuida, no lavaré esas zonas, podré ser hombre, pero no soy un maldito infeliz aprovechado —comenté con total seriedad enjuagando sus piernas. Ella no dijo nada y yo tampoco lo hice hasta sacarla de la bañera ayudándola a vestirse, ya sabía cómo hacerlo siendo mucho más sencillo a la primera vez al encontrarse despierta para ayudarme, después de esto la cargué devolviéndola a la cama donde sequé su cabello con cuidado. —Pareces un experto. —Tengo cuatro hermanas, bueno, en realidad son mis primas, pero para mí son mis hermanas, me gusta consentirlas y a ellas les encanta que las peine —mi voz era amena pese a la gélida actitud que tenía. —Son afortunadas de tener un hermano como tú. —No, el afortunado soy yo por tenerlas. —¿Y tu padre no ha pensado en darte una hermana? —el silencio nos rodeó al recordar a la pequeña intrusa y lo que viví con ella en Nueva York bajando mi ánimo—. ¿Travis? —Deberías descansar, todavía tienes fiebre —contesté a secas. Recogí el desorden de la habitación y me encerré en el baño, solo que esta vez no tenía la lujuria recorriéndome la sangre, sino la melancolía y la vergüenza por lo que le hice a esa niña, el haberme alejado más de mi padre por el mismo motivo y aun así él… él vino al campeonato por mí… —Soy un infeliz… —me hundí en el agua queriendo desaparecer del mundo. Mik se encontraba dormida cuando salí, así que ocupé el tiempo arreglando la habitación al ella no poder y terminé un trabajo que teníamos en conjunto, sé que se molestará, pero no quería cargarla el fin de semana con banalidades. Durante el almuerzo no actuó como niña ni mencionó una palabra, me preocupó tanto silencio de su parte, pero al mismo tiempo sentía cierto alivio al no tener que lidiar con tonterías cuando mi cabeza estaba en otros pensamientos, permitiéndome a su vez ocupar el resto de la tarde en mis deberes hasta que llegó la noche y volví con la cena de ambos. —Mik, despierta, ya es hora de comer. —No quiero. —No me hagas esto otra vez, debes cenar antes de tomar el medicamento. —No quiero —respiré profundo intentando calmarme. —¿Por qué no quieres? —Solo no quiero, déjame. Ella se cubrió por completo, me senté agotado al tener que batallar con ella, mas el movimiento del colchón me preocupó y al colocar mi mano sobre su hombro la sentí temblar. —Mik, déjame revisarte. —¡Déjame en paz! —ordenó fastidiada golpeándome con el codo. —¡Ya basta, me cansé de esto! Sin importarme su actitud o su enfermedad, le arrebaté furioso el cobertor, ella se hizo un ovillo y a la fuerza busqué su frente sintiendo el aumento en la temperatura. —¡Ya déjame! —me batalló en cuanto intenté levantarla siendo inevitable al tener más fuerza que ella. —¡Estoy harto de ti y tu actitud caprichosa, así que siéntate a comer, estás ardiendo en fiebre y necesito que baje o tendremos muchos problemas con Reinold! ¡¿O acaso quieres irte?! —no contestó—. ¡Responde! ¡¿Eso quieres?! —¡No! —¡Entonces haz lo que te digo! ¡OBEDECE! —sus ojos cristalizaron, por un instante creí que era parte del teatro, pero el miedo que reflejó en estos me hizo sentir de lo peor y más al romper en llanto comprimiendo mi corazón—. Perdóname, Mik, no quería gritarte. —No más, no otra vez —suplicó a entrecortada voz cubriendo sus oídos. Ya tenía mucho encima y justo tenía que descargarme con ella quien había pasado una dura infancia con su familia. —¿Mik?… Mik, escúchame —negó con su cabeza intensificando el llanto, lo que me rompió por dentro en mil pedazos—. Perdóname, por favor, perdóname —la abracé evitando llorar y su cabeza cayó en mi pecho con el resto de su tembloroso cuerpo. —No quiero más gritos, Travis —su atormentada niña me devastó. —No los tendrás, pero no me hagas más berrinches, estoy colocando lo mejor de mi parte para que te mejores. —Deberías abusar de mí como lo haría cualquier chico, chantajearme o lo que sea. —No puedo. —¿P-Por qué? —Porque… —la abracé más fuerte respirando su perfume—, porque eres mi amiga, Mik, eres un chico/chica increíble y no sería capaz de aprovecharme de mis amigos, menos en tu condición —de pronto me envolvió en sus brazos soltándose por completo y me aferré del todo a ella—. Perdóname, solo quiero que estés bien. —Está bien, lo haré. —¿Qué cosa? —Comeré. —¿Y tomarás la medicación? —asintió enterrando sus uñas en mi espalda—. ¿También te dormirás temprano? —volvió a asentir. Al calmarnos, limpié su rostro y le di la comida, ella seguía aferrada de mi sudadera, pero no le dije nada aun cuando en ocasiones me lastimaba, temía hacerla llorar, temía que relucieran sus miedos por mi culpa despertándole horribles recuerdos, por suerte me obedeció y volvió a acostarse. —Quédate un poco más. —Debo arreglar este desorden. —Te esperaré. En un suspiro recogí todo, boté la basura y le envié un mensaje a Reinold avisándole que ella se encontraba mejor, también le informé que Walken no pudo venir por una emergencia en el trabajo, no estaba bien mentirle, pero no quería que nadie supiese la verdad a no ser que fuese necesario. Tras finalizar creí que se había quedado dormida, así que apagué la luz y fui a mi cama. —Dijiste que te quedarías. —Y aquí estoy. —No quiero estar sola —esta vez no sonó como una niña, sino como ella misma, así que me senté a su lado—. Acuéstate conmigo. —Mik… —Tengo frío. Me dio espacio y levantó el cobertor invitándome a ingresar, lo que hice con muchas dudas, mas ella se pegó a mi cuerpo buscando mi calor, mismo que le di al abrazarla mientras frotaba sus pies con los míos. —Nadie me había cuidado como tú… Nadie se preocupó tanto por mí como tú. —Descansa, necesitas recuperar fuerzas. —¿Dormirás conmigo? —No, pero seguiré en la habitación por si necesitas algo. El silencio nos inundó, mi mente estaba en blanco aun con mi cuerpo inquieto por la situación, pero intenté mantenerme en calma perdiéndome en su aroma, uno que me hacía cerrar los ojos en ocasiones, aunque quizás sean las caricias que dejaba en mi espalda relajándome hasta que una lejana voz hizo eco, no sé qué decía, pero era familiar, suave y tenía calor de hogar.
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