57. DE UN OZ A OTRO

1963 Words
Aunque ayer pasamos bien el resto del día, hoy sentía que había algo diferente al ser despertado por ella quien estaba junto a mí, pero no sentada en una silla como siempre, sino en el colchón acariciando mi cabello. ¿Lo irónico? Llevábamos así cerca de media hora sin decir una palabra, ella solo me acariciaba y yo de vez en cuando la observaba, eso, hasta que decidí acostarme en su regazo donde siguió consintiéndome. —¿Cuándo me pedirás que acaricie tu espalda? Porque sé que es tu lugar favorito —sonreí avergonzado intentando ocultar mi felicidad—. ¿Quieres que te acaricie ahí? —asentí silencioso. Una indescriptible corriente atravesó mi cuerpo en cuanto sus frías falanges me tocaron, era tan pacífico que no quería levantarme de la cama. —¿Cuándo me quitarás de encima? —¿Para qué? ¿Te quieres levantar? —negué—. Igual lo harás cuando no aguantes más las ganas de ir al baño. —Puedo dormir y no despertar en horas. —Yo puedo levantarme sin que te des cuenta —la abracé fuerte evitando que se fuera—. Tonto petirrojo —si supiera cuán feliz me hace con dos palabras. —Desde ayer te la has pasado llamándome así, ¿por qué? —Porque eres un tonto petirrojo y es hora de ducharte, saldremos de inmediato. —¿A qué? —Tendrás que hacer lo que yo diga durante trece horas, una por cada mes ausente. —Está bien, pero no saldré desnudo ni caminaré así en la casa, es lo único que te advierto. —Aguafiestas —susurró fastidiada sacándome una sonrisa—. Igual te necesito vestido o terminaré en la cárcel por espantar a las mujeres que quieran abusar de ti, y más porque yo seré la única que pueda hacerlo hoy. Me lo debes. —No es cierto. —Claro que sí y ya ve a bañarte. De mala gana debí hacerlo, le supliqué unos minutos más, pero ella se negó, así que me aseé lo más rápido posible y cuando estaba a punto de enjuagarme, escuché la puerta correrse siendo sus manos las que limpiaban mi espalda. —¿Qué haces aquí? No deberías… —¿Y por qué no me has detenido? —no pude responder al quererla conmigo—. Deja de pensar si es correcto o no, igual no me violarás, ¿o sí? —¡Claro que no! —Rayos… Mi tiraste jabón en los ojos —me giré por completo queriendo ayudarla, pero olvidé que ella es tan perversa como mi padre y dicha maldad relució al analizar parte por parte de mi desnudez petrificándome—. ¿Trav? —¿Q-Qué? —Estás muy delgado, ¿dejaste de hacer ejercicio? —S-Sí, la carrera me ha consumido por completo —mis nervios ganaban la partida, más, porque ella ya no era tan pequeña y sus silencios son… no sé cómo describirlo… —Quiero cuatro postres con café, así que compraremos la despensa y luego volvemos a prepararlos, también quiero que me cuentes lo que has hecho en este año y no te saltes ningún detalle. —¿Q-Qué? —ella me golpeó en la pierna, aunque ardía la piel—. ¡¡Auch!! ¡¿Por qué fue eso?! —Presta atención cuando te hablo y ya termina de bañarte, en la noche te haré otra inspección —salió sin más secando su cuerpo. —Eres una pervertida. —¿Lo dice el que tiene una erección con su hermana menor? —me cubrí enseguida al creer que tenía razón, pero no era así. —¡No tengo nada, no seas mentirosa! —poco o nada le importaron mis quejas al salir, pero en el fondo me hacía feliz que fuésemos como antes. El resto del día hice todo lo que me ordenó, soporté su engreída actitud y hasta debí alejar a más de una chica que quería coquetearme cuando salimos porque ella, con una mirada, me advertía que lo peor me ocurriría al llegar a casa, así que tras ponerla al día con mi vida, terminamos en su habitación disfrutando otra porción de postre en el balcón cuando ya era cerca de la medianoche. —Deberías dormir, es tarde y mañana de seguro tienes planes. —No tengo nada que hacer. —¿Nada? ¿Trabajo con el tío Marc? ¿Estudios? —negó mientras devoraba otra cucharada de helado—. Si quieres podemos… —Duerme conmigo —su demandante petición congeló mi cuerpo a la vez que brindó una inmensa ola de calidez en el alma a la que accedí sin rechistar—. Desnúdate —aunque quizás sí debí rechistar… Tras otra innecesaria discusión donde me rehusé a desnudarme, luego ella refutó diciendo que no podía bañarme con ropa, yo alegando que no me bañaría con ella y luego ella señalando que no quedaría bien bañado al no alcanzar toda mi espalda, terminamos juntos en la bañera siendo yo el niño y ella… bueno, ella limpiando mi espalda con un cariño que podría describir como maternal, por extraño que parezca. En ese tiempo no hablamos nada, solo disfrutamos del otro en silencio y tras una segunda innecesaria discusión donde volví a alegar que no dormiría desnudo con ella (porque no quería dejarme ir a mi habitación por ropa), al final quedamos a cada lado de la cama, ella acostada dándome la espalda tras insistir en que lo hiciera y yo sin saber cómo quitarme la toalla y acostarme a su lado, mas era mi mente la que divagaba en el silencio y más al detallar de soslayo sus cicatrices encontrando nuevas. —¿Por qué te gusta dormir desnuda? —Toda mi vida lo he hecho y no tuve ropa sino hasta escapar de la mazmorra —de nuevo la ola de dolor me invadía solo de imaginarla en ese infierno. —Sé que ya te lo pregunté, pero ahora que diferencias lo bueno de lo malo, ¿no hay un solo recuerdo bueno en ese lugar? —No que yo recuerde. El tenerla de espaldas me hizo verla tan sola en mitad del invierno, que mi cuerpo actuó por su cuenta retirando la toalla y deslizándome entre las sábanas donde pude pegar su cuerpo al mío, claro que me cubrí bien de la cintura para abajo con la tela, pero su lastimada espalda brindaba un particular calor en mi pecho. —No quiero arruinar este momento, pero tampoco quiero que por hacer esto llegues a pensar que te lastimaré como ellos, sé que lo hice hace un año, pero no… —Lo sé —interrumpió a dulce voz—, de generarme eso, no te lo permitiría, así como tampoco dejaría a tu padre o mis hermanos hacerlo. —¿Lo has hecho con tus padres? —cuestioné al no mencionarlos —Ellos me han visto desnuda, me han tocado y hasta nos hemos duchado juntos, pero nunca dormí desnuda con ellos. —Adivinaré, también te metías a la ducha con ellos —vislumbré su pícara mordida sonriendo por ella—. Eres una pervertida —en venganza pellizcó mi brazo y casi la suelto de no ser porque me sujetó dándose la vuelta uniendo la noche con el día. —Ragnar —mi entrecejo fruncido le dio a entender mi confusión—. Mi nombre es Ragnar Jhonson Clyde —la sangre fue feliz a mi rostro y acuné su no tan inocente faz que yacía helada. —Mucho gusto, Ragnar, soy Travis Benjamin Oz Clyde y cuidaré de ti de ahora en adelante, no soy perfecto, pero espero crecer contigo para ser un buen hombre. Fue un instante, un silencio, un gesto, una muy tímida sonrisa la que se dibujo en esos bonitos labios que aceleraron mi corazón y más al morder con fuerza el pedacito de cielo que quería proteger de los invasores que se atrevan a arrebatármelos. —Buenas noches, Trav. —Buenas noches, Rag. (…) Anoche tuve un particular sueño del que no quería despertar, pero debí hacerlo al sentir algo frío en mi entrepierna, así que desperté del todo encontrando su carita en mi pecho que me hizo perfecta esta mañana, o eso creía hasta que detallé su figura percatándome de que estaba casi sobre mí y su pierna rozaba peligrosa una dureza que no podía controlar. Intenté correrla con cuidado, pero la muy sinvergüenza me abrazó más fuerte enterrando sus uñas. —Eres el colmo del descaro —susurré resignado, por lo que abracé su cuerpecito al no haber escapatoria—. Qué más da, tocará quererte así. —¿Eso soy para ti? ¿Una obligación? —maldición… —¿A qué hora despertaste? —¿Eso qué importa? —su vocecilla se quebró dándome una mirada muy triste que me hizo sentir mal—. Eres de lo peor, Travis, no solo me lastimaste hace un año, sino que me ignoraste todo este tiempo y ahora me tomas como una obligación aun cuando eres tú quien está excitado al tener a su hermanita desnuda sobre ti. —N-No es así… —¡Sí lo es, solo fui una obligación para ti! —exclamó dolida dándome un suave puño en el pecho antes de levantarse. —¡Chiquita, espera! —¡¡No!! ¡Rompiste mi corazón, Travis, lo rompiste! —su fracturado ser me ponía en la peor posición al lastimarla de esa forma. —Chiquita, no es así, no eres una obligación para mí. —¡¿Ahora me llamas mentirosa?! ¡Yo te escuché! —¡Rag, espera! —intenté ir tras ella al salir corriendo por el pasillo alcanzándola en la escalera, pero se zafó de mi agarre bajando rápidamente—. ¡Rag! ¡Rag, no me hagas esto! —¡Tú eres quien lo hace cuando yo solo quería estar contigo! Era mi culpa, todo esto era mi culpa, justo cuando creí haber resuelto nuestros problemas, había anexado otro que no sabía cómo resolver. —¡RAG! —¡Déjame en paz! —¡No, escúchame! —la detuve en el comedor hincándome en una rodilla y acunando firme su rostro—. No eres una obligación para mí, jamás lo serás, eres lo más maravilloso que me ha pasado y no quiero perderte otra vez. —Mentiroso —murmulló en un bello mohín que me derretía por completo. —No es mentira, déjame comprobártelo, pero ten en cuenta que no estaré mucho tiempo aquí y quiero aprovechar cada minuto contigo. —Eso es muy lindo, mi niño —viré nervioso mi rostro al comedor donde, sin darme cuenta, se encontraban mamá, mis hermanos y mi tío Marc desayunando. —Trav —habló mi tío con firmeza incrementando mi preocupación—, es hermoso que quieras tanto a Rag, pero no sé qué pensar de que tengas a mi hija en tus manos mostrándole esa imprudencia. No comprendí enseguida a qué se refería hasta que noté las pícaras sonrisas de mi madre y hermanos, siendo Rob quien me hizo una señal para que me viese, pero no tuve que hacerlo al comprenderlo y es que había olvidado un detalle pequeñito… —Planeaste esto, ¿no es así? —Tocará quererme así —enarcó villana una ceja reafirmando su maldad. —Esto me lo pagarás. —Atrápame si puedes. —¡RAGNAR! Corrí tras ella por toda la casa con mi madre y tío gritando a lo lejos que nos vistiésemos, pero esta mañana éramos dos niños muy locos corriendo desnudos en una mansión cuyo aire corría con mayor libertad al estar de nuevo con ella, mi hermana, otra pequeña Oz que traería mucha locura a mi vida desde hoy.
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