La competencia de matemáticas dio comienzo, las preguntas fueron variadas siendo mucho más complejas a medida que subían de nivel, pero mamá estaba feliz viendo a Mik en lo que ella resolvía en su cabeza cada ejercicio y me decía al oído la respuesta, misma que terminaba acertando cuando el locutor la decía. El tiempo transcurrió quedando al final Mik junto a otros dos contrincantes para la ronda final en la que hicieron una pregunta que se me hizo familiar, pero a medida que avanzaba me di cuenta de que era una en la que él siempre fallaba al confundir un signo.
—Rayos…
—¿Qué ocurre, mi niño?
—No creo que pase, él siempre tuvo problemas con la fórmula.
—Podrá hacerlo, confía en él.
—Yo confío en él, pero él no confía en él y menos al saber que su familia no está aquí… Estoy seguro de que debe estar pensando que sus padres tenían razón al rechazarlo y que es la basura de la familia.
—¡No digas eso, Benji!
—¡Eso es lo que él piensa, mamá!, sabes que yo no digo esas cosas por decir.
Ambos volvimos la mirada al tablero, el ejercicio lo terminaron de escribir junto a la pregunta que era descrita por el locutor y los contrincantes comenzaron a escribir en el pizarrón, pero Mik seguía sin mover un músculo.
—Vamos, está sencillo —murmuró ella mirando a todas partes.
Yo hice el mismo gesto queriendo que él se volteara para darle la señal de negación, algo que ya habíamos practicado en la habitación cuando lo ayudaba a estudiar para recordarle el signo, pero no había forma y menos porque no podíamos intervenir, entonces una loca idea vino sin más.
—Mamá, ¿estás bien? Pareces un poco agitada —ella me miró extrañada, pero al abrirle los ojos intentando decirle con ellos que me siguiera el juego, fue cuando “comenzó a ahogarse” —. ¿Mamá?
—No me siento bien, Benji, necesito… necesi… —se desmayó en mis brazos dejando caer su cuerpo en el suelo para darle más drama al momento.
—¡Un médico! ¡Necesito un médico! —grité exasperado llamando la atención de todos—. ¡Mamá! ¡Mamá, despierta! —me mostré nervioso palmeando suave sus mejillas. Ella es tan buena actriz que incluso sabía palidecerse—. ¡Rápido por favor, un médico!
La gente nos fue encerrando en lo que yo les pedía que se apartaran para que no cortaran el campo de visión con Mik, un paramédico vino corriendo a lo que le hice señas, pero entre ellas camuflé aquella que Mik conocía bien y fue cuando comprendió lo que pasaba. Me sonrió como preguntando si era verdad, yo le hice una sutil afirmativa y volvió la vista al tablero movilizando su mano con la respuesta, lo mejor era que los otros participantes estaban absortos en la escena.
En cuanto Mik rascó su espalda con el pulgar en señal de que había terminado, yo le hice otra a mamá para que “volviera en sí”, abrió sus ojos de a poco y entre el paramédico y yo la ayudamos a sentarse, la revisó, aunque ella insistió por un poco de agua.
Pronto la alarma sonó llamando la atención de todos y el locutor informó a los estudiantes que soltaran los marcadores, estos se quejaron porque no habían terminado por el revuelo, pero uno de los docentes intervino diciendo que ellos no tenían por qué prestar atención a otra cosa cuando estaban en un concurso, así que calificaron a todos; sin embargo, por la insistencia del público para darles otra oportunidad, realizaron un segundo ejercicio del mismo tipo, solo que esta vez Mik lo hizo en menos de un minuto al tener la fórmula en su mente.
—Muy bien, caballeros, hora de la verdad —informó el locutor.
Los docentes revisaron las respuestas, por desgracia todas eran correctas, así que decidieron revisar los tiempos de cada uno. Los concursantes en cada ejercicio siempre debían tocar un silencioso timbre que indicaba cuándo habían terminado, así que si escogerían al ganador por esto sería más difícil saber quién se llevaría el trofeo.
—Muy bien, señoras y señores, ha llegado el momento de la verdad —intervino el locutor—. Por una diferencia de tres segundos, el ganador del campeonato que pasará a la competencia nacional es Mikehl Lawless.
—¡SÍ! ¡ASÍ SE HACE MIK! —grité con todas mis fuerzas al levantarme de un brinco.
Sabía que mamá también quería hacerlo, pero no queríamos dañar la actuación previa dejándolo al descubierto, así que solo sujetó mi mano con una enorme sonrisa de orgullo en lo que le lanzaba besos a Mik quien estaba muy feliz.
—Gracias, mamá, eres la mejor —susurré en su oído abrazándola con cuidado.
—Agradécele a tu padre que me enseñó ese truco hace años —respondió en secreto con picardía.
Después de algunas fotos tras la entrega de premios, Mik llegó con nosotros dándome un fuerte abrazo en lo que mamá y yo lo felicitamos.
—Muchas gracias, Travis —al separarnos le guiñé cómplice sonrojándolo y después se quedó viendo a mi mamá, parecía querer hacer lo mismo, aunque no sabía si sería correcto—. Muchas gracias, Livi, espero que en verdad esté bien.
—¿Acaso no me merezco un abrazo también? —preguntó en broma haciéndose la ofendida y lo abrazó muy fuerte, a lo que él respondió enseguida volviendo a llorar sobre ella—. Felicidades, cariño, te dije que lo harías excelente.
—Me preocupé cuando se desmayó.
—Estoy bien, descuida, lo importante es que ganaste.
—Quisiera darle algo si no le importa.
—Ni vayas a devolverme la calculadora, Mik, déjala como un obsequio por obtener el primer lugar, de lo contrario tendré que pegártela en la cabeza —ambos rieron y él volvió a abrazarla con más confianza.
—Gracias por el obsequio, esta vez sí lo aceptaré, pero solo si acepta esto —le extendió su medalla de oro.
—¿¡Cómo crees!? Es tuya.
—Ya tengo el trofeo, pero de no ser por el apoyo de ambos no lo habría conseguido, por favor, acéptela.
Esta vez la aceptó con cariño haciéndome sentir muy orgulloso de tenerla como madre, aunque ella jamás podría decepcionarme por tener ese rol.
—Bueno, ya tenemos un ganador, ahora nos falta el otro.
—Sí, pero debemos darnos prisa o no alcanzaremos a llegar.
—Déjenmelo a mí —mamá apartó al paramédico quien recogía sus cosas dejándonos con la misma inquietud.
En poco tiempo nos trasladamos al gimnasio que ya estaba abarrotado de gente, mamá, al saber que quedaba tan lejos de donde estábamos, convenció al paramédico para que nos llevara en el auto que había para emergencias, no sé qué le dijo con exactitud, pero el sujeto nos dejó en la puerta y le dio su número por si necesitaba algo.
—No recuerdo que ningún paramédico me diera su número después de atenderme —lancé mordaz observándola inquisidor.
—Eso es porque tu madre tiene sus encantos —contestó altiva sacando pecho… y ella sí que tenía mucho por sacar.
—Mejor voy a calentar así que te dejaré en manos de Mik, no vaya a ser que a algún entrenador le dé también por pasarte su número.
—Tu madre es un encanto, Benji, ¿qué más esperabas? —¿cómo puede ser tan descarada de decir eso? ¡Y peor! Que yo me ría por ello.
—¡Mik, encadénala en la silla si es necesario y rocía gas pimienta a cualquiera que se le acerque!
—A la orden, capitán.
Ellos quedaron entre risas en lo que yo llegué con el entrenador para calentar, por suerte ya tenía el uniforme, así no perdería tiempo en eso.
—¿Muy entretenido en otra parte, Oz?
—Disculpe, señor, mi madre se desmayó y debí atenderla.
Señalé con mi cabeza donde estaba ubicada con Mik y ella saludó al entrenador con su coqueta sonrisa, un truco que funcionaba para distraerlo desde la primera vez que la vio.
—Comprendo. Y-Y ella… ¿está bien? —bingo.
—Sí, señor, como ve, recuperó el bello rubor de sus mejillas y está esperando que le llevemos el trofeo.
—Muy bien, entonces no perdamos más tiempo, ve a calentar con los demás que la competencia estará difícil hoy.
—¿Contra quién iremos?
—El Royal College —mi cuerpo se paralizó ante los recuerdos—. Sé que no te agradan y a Reinold menos, pero ellos fueron los ganadores.
—Señor… No puedo participar…
—¿¡Qué!?
Me llevó a una zona apartada cuando en eso vi al equipo contrario al otro lado del salón, pero más ese rostro que por tanto tiempo me paralizó, el maldito hijo de puta que me jodió entre golpes, gritos, insultos y mucho, pero mucho más.
—N-No puedo… Yo no…
—Sí puedes hacerlo, no puedes darles la victoria antes de la batalla —él sujetó mi rostro con fuerza intentando enfocarme, pero mi mente solo divagaba en los recuerdos, mi venganza y las consecuencias que traje a mis padres.
—Se lo suplico, no me haga esto, tiene un excelente equipo y no me necesitan para ganar —dije casi en una sollozante súplica.
—¡Olvídalo!, eres el mejor de todos y tu equipo cuenta contigo, Oz, así que enfócate y ve a calentar, pelearás y ganarás hoy para ir a las nacionales.
—No me haga esto por favor —presioné mis ojos sintiendo de nuevo los golpes en mi cuerpo junto a una fuerte migraña.
—Benji, cariño, ¿qué tienes? —la voz de mi madre comenzó a ser un bálsamo para mí y abrí los ojos al sentir sus manos en mi rostro.
—Pelearemos contra el Royal College —informó el entrenador preocupándola.
—Mi niño, ¿qué quieres hacer?
—No quiero participar, por favor no me obligues a participar y menos porque él está en el equipo.
—¿Él? ¿Te refieres a…? —asentí cerrando de nuevo mis ojos al tener otra ola de dolor—. Tranquilo, mi niño, no lo harás.
—¡No puede salir ahora, si lo hace nos descalificarán y ellos ganarán! —alegó el entrenador.
—¡La estabilidad de mi hijo es más importante que ese trofeo y no permitiré que ese rufián del demonio se atreva a lastimarlo! Así que no importa lo que tenga que hacer, pero si Benji dice que no participará, no lo hará. ¿¡Entendió!?
Mamá estaba demasiado furiosa por lo que estaba pasando y no era para menos considerando lo ocurrido… y a saber qué más habrá pasado en aquel entonces después de lo que hice. Igual no importó cuánto intentara persuadirla el entrenador, ella quiso sacarme cuanto antes y solo había un lugar donde podría calmarme rápidamente.
—¿Oz?… —esa voz… —¡Oz!
Mi cuerpo se congeló al escuchar el grito de ese infeliz, que si bien su voz era mucho más profunda que antes, no dejaba de calarme como si fueran mil agujas al rojo vivo y con mucha dificultad me giré intentando recuperar el control.
—Gharbi —pronuncie con profundo odio sintiendo mis uñas atravesar la carne en cuanto empuñé las manos.
—Sabía que eras tú, han pasado varios años, pero sigues teniendo la misma cara de…
—¡Mucho cuidado con lo que vas a decir! No vaya a ser que termines dándonos el premio antes de empezar —intervino el entrenador dejándolo ofuscado.
—No iba a decir nada malo, profesor, igual somos viejos amigos. ¿No es así, Oz?
—Ni en el infierno sería tu amigo, Gharbi.
—Benji, cálmate, amor —mamá tomó de mi brazo con fuerza intentando contenerme.
—Siempre con tus abogados al lado, por lo visto no has cambiado nada, Oz, pero ya nos veremos en unos minutos para arreglar esto como buenos… caballeros. Con permiso —se alejó lanzándome una sorna sonrisa que no hizo más que provocarme.
—Debí matar a ese infeliz de mierda… —gruñí entre dientes a punto de llorar por la mezcla de ira y tristeza que me inundaba, por no mencionar las horribles ganas que tenía de vomitar y gritar al mismo tiempo.
—No digas eso, mi niño, no vale la pena.
—Ahora regreso.
—¿Benji?
Me libré del agarre de mi madre y salí corriendo al baño donde vacié hasta el desayuno de hace tres días entre lágrimas, no quise estar con nadie, no soportaría ver a ese infeliz otra vez y menos con esta ola de emociones y recuerdos ahogándome como si fuese ácido.