Al fin llegó el esperado día, me arreglé una vez mi padre salió a trabajar y caminé hasta la estación de metro desplazándome con mayor facilidad, pero la caminata hasta la mansión me robó minutos que me jugaron en contra pues ya todos se habían ido, incluida ella, así que solicité un taxi para llegar más rápido. Opté por bajarme unas cuadras antes intentando calmarme, mas fue al llegar a la cancha donde pude apreciar a la distancia su fina silueta dirigiéndose al baño, se notaba estresada y no era para menos considerando el número de personas que llenaban las gradas sumado al insoportable bullicio, apenas podía imaginar cuán abrumada se encontraría.
Me desvié siguiéndola y unas voces al otro lado del baño me hicieron saber que no estaba sola, lo que posiblemente la demoraría en salir y así fue, mas la sorpresa que emanó en su infantil rostro al encontrarme esperándola aceleró mi pulso, le hice una señal con mi cabeza para que me siguiera, quería llevarla a un lugar apartado donde igual quedaríamos a la vista de mi madre y mi tío. Lo bueno era que ella parecía más tranquila a medida que nos alejábamos, pero me afectó mantener la distancia con ella en medio del silencio que no sabía cómo romper por miedo a arruinar la única oportunidad que tenía después de tanto tiempo.
—¿Qué haces aquí? Creí que estabas con Oz —esa chiquilla no tiene idea del favor que me hizo al hablar.
—Y yo creí que estarías en casa, pero me informaron que vinieron al partido de los chicos. Me sorprendió un poco considerando que no te gusta los lugares con tantas personas.
—No sabía cómo sería, ellos nunca me dijeron —parece que Liam no era el único emocionado por traerla.
—Imagino que mis hermanos deseaban verte en las gradas apoyándolos y por eso no dijeron nada —el silencio volvió calándome los huesos más que el frío invierno.
—¿Qué haces aquí, Travis? —mi corazón pareció saltarse un latido al recordarme con su demandante tono a mi padre.
—Pensé que querías un lugar para descansar del bullicio y vine por ti.
No pude evitar emocionarme al notar la mordida en su labio, se veía tan hermosa aun sin sonreír y que yo fuese el motivo de ello me alegraba más.
—¿A dónde iremos?
—Terminaremos de ver el partido desde otro lugar… A no ser que quieras volver con mamá y el tío Marc.
Se lo pensó unos segundos al ver de nuevo las gradas y todo lo que tendría que atravesar para llegar hasta ellos, así que accedió y continuamos quedando retirados de la cancha con una excelente vista, aunque los nervios y el silencio volvían a invadirme evitando que soltara alguna palabra hasta que saqué fuerzas de donde no las tenía.
—Quiero pedirte una disculpa por lo que te hice la última vez.
—Ya te habías disculpado.
—Lo sé, pero quiero hacerlo otra vez porque quisiera empezar de nuevo contigo —la más pura sinceridad emergió obteniendo su atención en ese par de agujeros negros que parecían succionarme el alma.
—¿Qué quieres de mí, Travis?
—Quiero estar a tu lado y conocerte más si es posible.
—¿Por qué?
—Porque… —silencié observando a mis hermanos mientras recordaba los días de antaño con mi abuelo, entonces su ausencia retumbó en mi pecho junto a las promesas que le hice—. Quiero saber qué tienes de especial.
—No tengo nada, solo soy lo que ves.
—¡Ese es el detalle!, eres especial por quien eres y quiero saber el motivo —contesté en un intento desesperado porque ella me comprendiese—… Quiero conocerte a mi manera y no a través de otros.
—¿Quieres violarme? —quedé sorprendido, por no decir horrorizado, ante la templanza de esa palabra que recorrió un hórrido escalofrío en mí.
—¡Claro que no! ¡Jamás me atrevería a hacer eso…! —de pronto recordé sus cicatrices uniendo hilos—. ¿A-Acaso… eso fue lo que te hicieron?
—Me hicieron mucho más, pero no importa, ya no estoy en ese lugar.
Rob tenía razón, era más fácil hablar con ella a solas, pero no solo porque no éramos interrumpidos, sino porque esa chiquilla parecía más vulnerable al tocar ese tema en específico. Quizás mi padre tenía razón al decir que ellos compaginan al compartir un oscuro pasado y supongo que lo sabré en su debido tiempo…
—Sé que fui cretino contigo, pero quiero enmendar mi error y te prometo que seré bueno contigo.
—No sé qué hablaste con Oz, pero no es necesario que hagas nada de eso.
—Él no sabe que estoy aquí —susurré agotado volviendo el silencio entre nosotros.
—Travis… Oz me permitió quedarme en su casa dentro de unos días. ¿Tienes algún inconveniente con eso?
—Es su casa, yo no tengo derecho a opinar nada —respondí frío.
—Eres su hijo y tu opinión siempre importará, pero si no quieres que esté con ustedes esos días puedo decirle que cambié de parecer y no habrá inconveniente.
—Si él te invitó es porque eres bienvenida, así que no necesitas mi aprobación.
—Sí la necesito —su afirmación me confundió al no comprender el motivo—. Quiero estar con los dos esos días.
—¿Por qué?
—Porque tengo curiosidad.
—¿Curiosidad de qué?
—Solo curiosidad, pero si me dejas estar con ustedes entonces te dejaré estar conmigo.
De pronto fuimos interrumpidos por la llegada de mi madre quien me pidió explicaciones al estar aquí, le respondí sincero sin comentar nada de lo hablado con la chiquilla y como era de esperarse volvimos a la bruma familiar cortando toda conexión existente hasta el momento dejándome en un extraño limbo al no saber si en verdad había servido de algo buscarla, ya en la noche decidí quedarme con la aprobación de mamá y tras la cena le dejé un mensaje a mi padre en el hospital, lo bueno era que estaría ocupado y no lo vería hasta mañana dándome unas horas más con ella en la mañana que debía aprovechar como sea.
(…)
10:30 p. m.
Seguía sin poder dormir al recordar nuestra conversación en el partido, fue buena la compañía de mi familia, pero prefería seguir a solas con ella. Al menos me alegra haberme sacado esto del pecho quedando en mejores términos, o eso creo, no sé, es difícil de explicar porque me sigue inquietando su actitud al punto de arrebatarme el sueño.
—¿Travis?
Mi corazón se detuvo un segundo prestando atención a la puerta donde la encontré con su habitual semblante gélido vestida con una camiseta y un short que me dejó inquieto.
—¿No tienes frío?
—No, estoy bien, antes eres tú quien debería tener frío al estar sin camiseta.
Sentí mis mejillas sonrojarse, un estúpido acto involuntario que detesto en mí porque me deja vulnerable ante otros ganándome muchas burlas, aunque igual me mantuve lo más firme posible.
—Estoy bien, la calefacción no permite que tenga frío.
—Si tú lo dices. ¿Puedo pasar? —asentí y ella ingresó asegurando la puerta, entonces se acomodó en una silla junto a la ventana proyectando toda su atención en mí, parecía como si no hubiese nada ni nadie más para ella que no fuese yo.
—¿Ocurre algo? —cuestioné queriendo romper el silencio.
—No me diste tu respuesta en la tarde.
—Ya te dije, es la casa de mi padre y si él…
—Deja de darme esquivas y dime lo que quieres —interrumpió tajante, hasta con un poco de fastidio me atrevería a decir.
Rob tiene razón, suena igual a mi padre, ella podría ser más su hija que yo.
—No me molestaría tener tu compañía —respondí tímido.
—¿Quieres que vaya a casa de Oz y los acompañe?
—Me agradaría.
—Así será.
De pronto se levantó dispuesta a irse, pero algo dentro de mí golpeaba con fuerza aun cuando seguía sin saber qué era.
—¡Pequeña! —se detuvo clavando su mirada en mi alma.
No entiendo el remolino que me produce desde el día que la conocí, sé que no compartimos tiempo en esos días más que lo justo y necesario, además de su cumpleaños, pero había algo que aceleraba mi corazón al pensar en ella, al recordar su rostro, al imaginar escenarios que no se han visto hasta ahora como lo es ella sonriendo o…
—¿Qué ocurre?
—¿Puedes… quedarte un poco más?
Si su mirada me taladraba hace unos segundos, ahora es peor al despedazarme dejándome vulnerable, pero ella no dijo nada, sino que regresó a la silla retomando su posición.
—¿Qué pasa?
—No sé.
—¿Por qué quieres que me quede?
—No sé.
—¿Quieres que haga algo en especial?
—No sé…
Con cada pregunta me hacía más pequeño, me sentía estúpido al actuar de esta forma con ella, pero ¡maldición, soy un hombre de dieciséis años contra una chiquilla de ocho! ¡¿Por qué me siento así?! ¡¿Qué quiero de ella?!
—¿Travis…? ¿Por qué lloras? —algo se fracturó dentro de mí al escuchar la suavidad de su benevolente voz, era cálida, era hermosa…
Limpié mi rostro corroborando que decía la verdad y al detallar su semblante, creí ver un destello de preocupación, quizás era mi mente haciéndose ideas, o quizás era un hecho y sí estaba preocupada por mí, entonces ella me sorprendió al sentarse al pie de la cama, estábamos de punta a punta, pero estaba más cerca de mí.
—Descansa que yo cuidaré de ti.
—Y-Yo… No hace falta —contesté nervioso por el torbellino emocional en mi pecho más que por el hecho de que pudiese herirme.
—Acuéstate, Travis, confía en mí que no te lastimaré.
El torbellino se transformó en un huracán que acabó conmigo, así que obedecí y me acomodé cuidando de no acercarle mis piernas para no asustarla, aunque tampoco aparté mi atención de ella.
—No te muevas. ¿Lo prometes? —asentí.
Ella se levantó tomando la cobija que estaba a mis pies y caminó hacia la cabecera cubriéndome bien mientras yo me encontraba estático, temía que huyese dejándome solo, aunque no sabía el motivo de esto, entonces la chiquilla acercó su silla hasta la cabecera manteniendo una distancia moderada.
—Si quieres te puedes desnudar —esa frase me sacó de base y lo más extraño fue que me hizo reír un poco a lo que ella mordió su labio sin dejar de detallarme.
—Así estoy bien.
—¿Quieres que te ayude?, por mí no hay problema —mi risa se detuvo y un cosquilleo en mi estómago apareció recordando un par de cosas prohibidas que hice en diciembre en su nombre.
—Estás loca, no me desnudaré frente a ti —afirmé sin borrar mi vergonzosa sonrisa.
—Lo harás bajo la cobija.
—No lo haré.
—Entonces te ayudaré para que te sientas más cómodo.
Fruncí levemente el entrecejo creyendo que sería una broma pues sé que todavía no se acerca a nadie, pero ella, sin cortar la conexión de nuestros ojos pareciendo más directa y fría, retiró su camiseta frente a mí exponiendo una imagen que jamás podré sacar de mi mente, misma que fue seguida por un segundo puñal al retirar sus prendas inferiores quedando desnuda.
Un horrible escalofrío recorrió mi cuerpo y mi corazón se estrujó ante la yaciente imagen frente a mis ojos, ojos que no tardaron en humedecerse al recordar unas cicatrices en los cuerpos de mis padres producto de tormentosos momentos en sus vidas… así como las de ella.
—Hazlo, desnúdate —ordenó suavemente.
Me senté lento admirando cada parte de su ser tratando de imaginar mil situaciones donde pudiese terminar de esa forma y aunque sí vi algunas marcas la mañana que discutimos, lo que hay frente a mí no es ni la mitad de lo que aprecié en ese instante.
—Vístete por favor, no tienes que hacer esto —supliqué evitando llorar frente a ella.
—No me importa, Travis, ahora hazlo, desnúdate… ¿O acaso quieres hacerme sentir mal? —tragué en seco ante su pregunta.
Me levanté del otro lado y tomé mi buso dejándolo sobre la cama lo más cerca posible de ella.
—Vístelo por favor.
—Desnúdate primero.
La frialdad de su orden me recordó las veces en que mi padre tiene sus episodios más fuertes de locura, no porque me dijera lo mismo, sino porque la gélida sensación emanada de su voz me provocaba tanto miedo al punto de doblegarme con facilidad. Ante esto hice caso a sus palabras, mi cuerpo temblaba un poco, pero no lo demostré, o eso creo; sin embargo, al retirar todas mis prendas me sentí mal, estaba muy incómodo al saber que ella me detallaba con profundidad.
—Acuéstate y no te muevas.
Obedecí y ella volvió a cubrirme con la cobija, me mantuve muy quieto sintiendo la tela ascender mientras repasaba su cuerpo que se acercaba cada vez más a mí intensificando un fuerte deseo por abrazarla, quería protegerla en mis brazos, quería que ella quitara esta sensación en mi pecho acostándose conmigo a dormir… Maldición, odio sentirme tan vulnerable como un niño pequeño.
—Por favor, vístelo —supliqué.
Sus oscuras estrellas atravesaron mi corazón dándome calidez al suavizar su mirar, sentía que me abrazaba con ellas, me sentí protegido a su lado.
—Descansa, Travis, yo cuidaré de ti.
—¿Por qué?
—Porque me importas.
—¿Por qué…?
—Por la misma razón por la que me miras de esa forma —nuestras voces eran un susurro secreto, algo solo nuestro.
No dijo más y vistió mi buso volviendo a sentarse en la silla, en lo que yo me acomodé de lado admirando su ser en silencio dejando que sus nocturnos orbes se volvieran una caricia como la de mi madre y poco a poco el sueño me ganó cerrando mis ojos por completo, en determinado momento sentí mi cuerpo pesado hasta que un frío aire se acercó a mi rostro, no me tocaba, pero ahí estaba, aunque en mi mente quise creer que era ella dejando una gentil caricia como las de mi padre en mitad de la noche.