—¡Alto! —grité desesperado al no soportar más y menos al levantar la navaja, pero ni así pude evitar ver cómo esa pequeña la clavó despiadada entre las piernas de ella consiguiendo que Mik levantara su pecho intentando contener el grito—. ¡Detente!
—No creo que ella quiera que me detenga, ¿o sí, señorita Lawless? —un extraño ruido se hizo presente, era una especie de zumbido, pero me olvidé de este al querer separarlas—. No des un paso más o será peor para ella, Travis.
—Por favor, no la lastimes —su pequeña mano comenzó ahorcarla en tanto sus pies sostenía la navaja haciendo que Mik se retorciera más—. ¡Ya basta! —la pequeña me siseó colocando su dedo entre los labios.
—Silencio, Trav, no querrás alertar a los demás ni mucho menos que la vean desnuda, ¿o sí?
—No la lastimes más, te lo suplico haré lo que me pidas.
—¿Lo que yo quiera?
—¡Sí, lo que sea!
—De acuerdo —respondió inocente, pero no bajó de ella, sino que hizo dos movimientos como si la penetrase sacándole a Mik un gemido bastante ahogado—. ¿Crees que tienes mucha o poca suerte, Lawless?
Ella bajó de la cama en tanto Mik intentaba recuperar el aire, yo fui al otro lado queriendo auxiliarla, mas fueron esos ojos de cazador los que me intimidaron al apoyarse en la ventana como si nada.
—¿Por qué la lastimaste si sabías que es mi amiga?
—No es para tanto.
—¡¿Cómo no?! ¡Mira lo que hiciste!
—¿Qué? Tú fuiste quien la privó de la diversión y ahora tendrás que terminar por mí, pero no creo que sea un problema para ti —me lanzó algo que, al caer en mi mano, comprendí que fuimos nosotros quienes caímos en la trampa y no viceversa.
—¿Qué es…?
—Buena suerte para la próxima queriendo engañarme, Trav, pero te daré un consejo: A esta hora no hay nadie observando por la ventana —guiñó perversa, aseguró la puerta y salió cual reina y señora en tanto yo volví la vista al pequeño vibrador en mi mano.
—E-Esa niña es el diablo —comentó Mik sacándonos una risa por lo bajo.
—Lo sé, no creí que llegaría tan lejos, aunque en verdad creí que tenía una navaja.
—Yo tampoco y sí tenía una navaja junto al vibrador, pero tiene razón, tendrás que terminar lo que ella empezó.
Esta vez no hubo tiempo para preguntas al lanzarse sobre mis labios con mis manos repasando su cintura y en automático desprendimos el calor de nuestros cuerpos, unos que no tardaron en quedar desnudos con ella sobre mí en un perfecto loto, mismo donde acomodó el condón mientras yo repasaba el vibrador en sus palpitantes labios.
—¿Tanto te gustó lo que te hizo?
—Demasiado, pero no quiero hablar de eso, no ahora —en otro besó cortó la distancia e ingresé en ella dejando la punta del vibrador en su clítoris, entonces la emoción y el éxtasis incrementaron aferrándonos al otro.
Con mi mano libre ascendí hasta su corto cabello tirando su cabeza hacia atrás, excitándome más ante el desnudo cuello blanquecino que subía y bajaba con cada cabalgata; sin embargo, fue al notar la ventana que recordé las últimas palabras de la pequeña y cargué a Mik asegurando sus piernas en mi cintura llevándonos hasta esta, la acomodé en el marco y la penetré con mayor intensidad con la adrenalina recorriéndonos al saber que podríamos ser descubiertos, pero este lado de la casa solo colindaba con una habitación y esa era…
—Mierda…
—¿Qué pasa? ¿Por qué te detuviste? —giré mi rostro hacia la ventana contigua encontrando a mi padre y la pequeña con cámaras en mano disparando dos flashes que nos cegaron enseguida.
—¡Maldición, ¿cómo pude olvidarlo?! —la adentré en el acto y como pude la dejé sobre la cama antes de ir por ellos, pero Mik sujetó mi muñeca—. ¡Suéltame, debo ir!
—Lo harás después.
Terminé de nuevo en la cama con ella sobre mí moviéndose a su antojo y mi mente se nubló al sentir la vibración entre mi falo y mis testículos siendo una experiencia nueva para mí. No sabía si detenerla o dejarla continuar, pero me aferré de su trasero como si estuviese al borde del abismo y creo que ahí me encontraba, pues estuve a punto de correrme.
Retiré su brazo arrojándola en la cama, la puse bocabajo y levanté lo suficiente su cadera penetrándola impetuoso con esta nueva sensación recorriendo mis venas, mi raciocinio desapareció, pero no lo suficiente al repasar el vibrador en sus senos hasta quedar en el punto exacto de su clítoris que la obligó a morder la almohada callando los gemidos, unos que se intensificaron entre más la penetraba con fuerza, así que subí el nivel y fui con todo terminando en el abismo con ella.
Mik, en un último esfuerzo por retomar el control, se alejó de mí retándome a seguirla y se pegó una vez más en la ventana dándome la espalda, mas el arco formado en esta me decía que la tomase y así hice, siendo ahora mis dedos los que repasaban su abultado punto rosáceo mientras mi otra mano estrujaba sus pequeños senos que se hallaban duros, dureza que me hizo estrujarlos al igual que el bulto inferior sacándole otro gemido que calló en mi boca disfrutando ese delicioso orgasmo al unísono en tan agitadas respiraciones.
(…)
Casa Jhonson – 9:15 a. m.
Desperté con el sol en la cara, no quise abrir mis ojos aun cuando mi cuerpo se sentía ligero y más con el exquisito desfogue de anoche dividido en tres rondas, pero un peculiar aroma llamó mi atención seguido de algo debajo de mi mano que al alzarlo me hizo abrir horrorizado los párpados recordándome las fotografías tomadas anoche, solo que esta era una dentro de la habitación.
—¡¿Qué mierda?! —me giré encontrando a mi padre quien encendía un cigarrillo como si nada—. ¡¿Qué significa esto?! ¡¿En dónde está Mik?!
—Eres un sinvergüenza, Trav, ¿no respetas la casa de tu buen tío Marc? —miedo, terror, pánico…
—Y-Yo…
—Me haces sentir muy orgulloso como padre al saber que no solo heredaste mis proporciones, sino también el desempeño, pero te falta mucho por aprender, mi petirrojo.
—P-Papá…, ¿en dónde está Mik?
—Ayudando a tus hermanos con algo, pero…
—¿Pero…?
—Deberías preocuparte más por ti, Trav —esa voz…—, eres un petirrojo muy, muy travieso y anoche te portaste mal —la pequeña estaba junto a la ventana observándome inquisidora mientras yo solo quería hundirme en la tierra y aparecer en Londres.
—Ahora nosotros tenemos algo de interés para ustedes y gracias a que sugerimos ver una película de acción, los demás no se enteraron de su entretenimiento entre estas paredes.
—¿No se suponía que dormían?
—No, los llevé al piso inferior y busqué una película en tanto mi pequeña luna distraía a tu chica.
—Pero todo ese teatro y salvarles el pellejo tiene un precio, Trav, más, porque dudo que a Livi le guste ver lo que hacías con esa chica en esta habitación —comentó ella con la maldad en cada sílaba.
—¡Y vaya que tenemos una gran colección! —soltó jocoso mi padre enervándome.
—¡¿Cómo se atreven?!
—¿Cómo te atreves tú a ensuciar esta casa con tus pecaminosos actos? —la regla en la pequeña mano de ella parecía una daga en mi cuello—. Eso no es digno de un petirrojo, pero podríamos negociar nuestro silencio, y ve que ahora me debes tres.
—¿Tres?
—Sí, la primera por no lastimar a tu amiga, la segunda por la sugerencia de la ventana que bien usaste anoche —enterró más la punta en mi cuello incrementando mi nerviosismo— y la tercera es mi silencio, así como también deberás comprar el de Oz.
—Eso no es justo.
—Si no me hubiesen puesto a prueba, no estarías aquí.
—Bien, ¿qué quieren?
—Le daré uno de mis favores a Oz, así nos deberás dos a cada uno que cobraremos después y no tendrás derecho a negarte o le enseñaré a Livi tus cochinadas. ¿Tenemos un acuerdo?
—B-Bien, ustedes ganan. Dos favores para cada uno.
—¡Me encanta las mañanas de ganadores!, ¿a ti no, mi pequeña?
—Más de lo que nunca creí —mi padre salió entusiasta de la habitación, ella fue detrás, pero al arrojar la regla al pie de la cama recordé lo ocurrido.
—¿Por qué no dijiste nada si sabías que me escondía en el baño?
—Perdería la diversión —ni una sonrisa, ni un atisbo de alegría había en su ladeante rostro, pero…
—¿Eso quiere decir que todo lo que dijiste sobre protegerme era mentira?
Sus ojitos me detallaron de una forma muy especial y única, parecían brillar sin necesidad del sol, era más como una luz propia que reflejaba algo que habitaba en lo profundo de su ser.
—¿En verdad creíste que la asesinaría? Más allá del miedo que sentiste al ponerme sobre ella, ¿lo crees? —detallé esos minutos en mi mente apartando el temor y supe la respuesta.
—No.
—¿Por qué?
—Porque sabes que Mik es importante para mí y no la lastimarías sin motivo alguno, pero eso no responde mi pregunta.
—No, Trav, no mentí —observó su mano como recordando algo que la apagó un instante y volvió la vista a mí—. Te protegeré a costa de mi propia vida.
—¿P-Por qué?
—Porque cumplo mis promesas —no quiero hacerme ilusiones, pero no pude evitar sentirme feliz al saber cuánto le importaba—, aunque no creas que no cumpliré mi amenaza de entregarle las fotos a Livi si te rehúsas a hacer lo que nosotros queramos —o quizás sí sea un juguete más para ella…
La pequeña salió dejándome con mil emociones a flor de piel, pero a pesar de la tonta sonrisa que adornaba mi rostro por su maquiavélica advertencia, también era la felicidad lo que inundaba mi pecho al tenerla más cerca de mí. Sin embargo, al divagar un poco más, una duda surgió.
—¿Qué apagó tu felicidad? —no sentí en qué momento mi padre regresó, pero tampoco salí de mi estado.
—Anoche ella quedó a horcajadas sobre Mik, ¿cómo es posible que lo hiciera sin lastimarla?, ni siquiera se acercó a nosotros en la cena.
—¿Por qué crees que ha entrenado tanto? Aunque admito que anoche debí hacer un acuerdo por ti para convencerla.
—¿Cómo? Explícame.
—No sé si estés listo para tanto.
—Por favor, papá, dime —de nuevo el inquietante miedo se apoderó de mis venas y él se sentó frente a mí acariciando mi cabello.
—La drogué para darle un mayor apoyo y apostamos que si duraba más de dos minutos sobre ella, yo le daría a cambio una sorpresa anexándole algo por cada minuto extra. Y que quede claro, la idea de la droga fue de ella al estar bajo tanto estrés.
—¿Estrés?
—Sí. Digamos que tuvo algunos problemas con el trabajo de Marcus y de no haberla drogado habría asesinado a tu amiga, pero en verdad no tenía intenciones de lastimarla.
—¿Y el vibrador?
—Un toque perverso de mi parte —me guiñó divertido, pero ni así salí de esta nube de dudas.
—¿Por qué arriesgarse tanto?
—¿Todavía lo preguntas?
—¿Por diversión? —bufó negando con su cabeza—. ¿Entonces qué? ¿Por esa supuesta promesa?
—Porque te quiere, solo que ella no lo sabe ni lo identifica de esa forma, así que no digas a nadie lo que te dije, quiero que ella lo descubra por su cuenta y a su ritmo.
—¿De verdad me quiere tanto?
—Y ahí está mi bello petirrojo sonrojado —su mano quedó en mi mejilla con un brillo de antaño que me conmovió—… Nunca pierdas tu inocencia, mi pequeño.
Algo en esa simple frase me hizo sentir una calidez familiar en el pecho, algo que venía de la infancia, algo que no era claro en mi mente, pero sí en mi corazón que me dejó más feliz que antes.