5. SIN LEY

2028 Words
En momentos como este agradezco que mi familia me enseñara de medicina, además de algunas cosas extras que le aprendí a mi padre y Raquel con los años, lástima que no pueda recordar tanto de mis tiempos con él en la infancia, salvo que fue un padre ausente, pero lo poco que habremos hecho se fue al catre en mi memoria. —No era necesario. Pronunció el intruso luego de estar en silencio por casi veinte minutos en lo que atendí su herida (que por suerte no era grave) y recogí el desorden del suelo evitando otro accidente. —Lo era, no quiero problemas. ¿Y qué mierda pasó con eso? Te dije que debías sacarlo hoy mismo —señalé el cartón a lo que él esquivó la mirada empuñando sus manos—. No alcanzaste a hacerlo ¿Verdad? —comenté jocoso—. Al menos ya estás bien, pero estarás en graves problemas. —¿Por qué? —El director tiene una llave maestra y de haber venido te habría encontrado, pero en vez de eso lo hice yo, lo que quiere decir que llegará en cualquier momento para revisar los dormitorios. —Son las diez de la noche y… —bufé. —En más de una ocasión ingresó a esta habitación en horas de la madrugada y hace un año, en pleno invierno, tocó la alarma para que todos saliéramos al pasillo en lo que él revisaba habitación por habitación, ya imaginarás la vergüenza que pasó más de uno. Tomé un libro y me acosté en mi cama, de reojo veía cómo él intentaba desesperadamente dar con alguna idea para salir del problema que le esperaba y aunque reconozco que tuvimos un pésimo comienzo, también sabía lo que se sentía llegar a un lugar nuevo desconfiando de todo y todos. Lawless, desesperado y dolorido, intentaba organizar sus pertenencias en el armario aun cuando era evidente que todavía le martillaba la cabeza por el golpe, así como también era obvio que el accidente se había ocasionado porque dos cajas se rasgaron provocando el desorden, quizás él pisó algo redondo o resbaladizo y terminó en el suelo golpeándose con la mesa de noche. —Maldición… —murmulló apoyando la cabeza sobre sus manos. Busqué entre mis cosas una medicación para la migraña, mi padre solía surtirme cada cierto tiempo y decía que debía manejar todo con cuidado ya que algunos medicamentos eran bastante fuertes, en especial si eran hechos por él, así que partí la pastilla en dos y saqué una botella con agua entregándosela a Lawless. —Tómalo, hará efecto en unos minutos y te será más fácil continuar. —No necesito tu ayuda. —Aunque odies admitirlo, sí la necesitas. Solo tómalo. Al principio no supo qué hacer, pero igual recibió la medicación a regañadientes, entretanto, me dispuse a recoger las cajas enrollándolas y asegurándolas con la cinta que tenía entre mis cosas. —Déjalo, eso me toca a mí. —Lo sé, pero no hay tiempo que perder —contesté neutro sin abandonar mi labor. Tras eso recogí las demás cosas que tenía sobre la cama dejándolas en su armario rápidamente y luego usé las sábanas y cobertores que tenía en el mío para esconder el rollo de cartón. —¿Por qué…? —Será más fácil esconderlo en vez de salir a botarlo a esta hora, al menos hasta que él llegue y revise todo. En eso nos vimos sorprendidos por la repentina llegada del director quien, como siempre, hizo su pequeño ridículo espectáculo de revisar cada cosa desde mi lado de la habitación hasta el otro, ninguno dijo nada, pero sí le iba entregando las cosas a Lawless para que siguiera organizándolas. —Creí que ya tendría todo listo, joven Lawless. —Ya casi, señor, solo que me enfoqué en organizar bien mis libros de estudio para tenerlos a mano, no me gusta dejar nada a última hora. —Muy bien. Joven Oz, me enorgullece ver que se lleva bien con su nuevo compañero. —Sí, señor, usted siempre selecciona bien a los compañeros de cuarto y ya ve que en estos dos años todo salió a la perfección con Jhon, es una lástima que se fuera, pero sé que Lawless y yo nos llevaremos de maravilla —comenté galante dejando mi mano sobre el hombro del intruso e hice una pequeña presión para que me siguiera la corriente. —Así es, por suerte él tuvo la amabilidad de explicarme las normas y también sobre la limpieza de la habitación. —¡Oh! Excelente, joven Oz. La limpieza es importante igual que la presentación personal, joven Lawless, si eres un puerco con un espacio tan íntimo, lo serás con todo lo demás en tu vida, es lo que siempre digo. —Y tiene toda la razón, señor, por eso usted siempre luce tan bien con sus elegantes atuendos —aludí dejándolo más contento. —Bueno, los dejo para que descansen, buenas noches. —Buenas noches, señor —canturreamos al unísono soltando el alivio del pecho en cuanto él cerró la puerta, entonces coloqué mi mano en la boca de Lawless para que no dijese nada. —No olvides darte una ducha antes de dormir, eso te ayudará a mantener las sábanas limpias y también procura dejar arreglado el baño —dije lo suficientemente alto para que ese idiota escuchase el otro lado. Hice un guiño cómplice a Lawless y seguido una seña para que viese la sombra de Reinold bajo la puerta, un truco que ya me sabía bien de ese cerdo. —Gracias, Oz, muy amable de tu parte —contestó cordial consiguiendo que el cerdo se alejase satisfecho—. ¿Qué mierda…? —Acostúmbrate a mantener cerrada la boca o decir las cosas que a él le gusta, te evitarás problemas y le subirás el ego. Créeme, el día que más lo necesites te salvará el pellejo. —¿Oz…? —¿Sí? —¿P-Podrías soltarme? —solicitó nervioso, lo que era un poco extraño ya que solo tenía mi brazo en sus hombros, pero igual lo hice—. Si quieres pásame el cartón, lo sacaré enseguida. —No puedes, ese lugar lo cierran temprano y… —de pronto fui interrumpido por el estruendoso rugir de su estómago dejándolo muy rojo por la vergüenza, casi me echo a reír, pero me contuve para no hacerlo sentir peor—. Creo que mejor salimos por algo de comer, igual no es bueno que tomes ese medicamento con el estómago vacío, o eso dice mi padre. Tomé el cartón, mi billetera, una bolsa de basura que estaba bastante pesada dejándole a él la segunda que era más ligera y salimos al patio correspondiente. Gracias a que Jhon logró convencer a Xun (quien es el jefe de mantenimiento y un gran amigo nuestro desde que entramos al internado) pudimos hacer una copia de la llave maestra permitiéndonos muchas cosas a lo largo de estos años, recuerdos memorables que es mejor callar. —¿Esto es legal? —susurró nervioso mirando en los alrededores. —Obvio no y más te vale no decir nada o te culparé de todo lo que me quieras incriminar, Lawless. Ingresamos al cuarto de reciclaje, él alumbraba con la linterna y yo buscaba el lugar indicado para dejar las cosas. Todo habría salido perfecto de no ser porque en eso escuchamos unas voces que me obligaron a asegurar rápidamente la puerta, el problema, fue que al alejarme tropecé con Lawless cayendo ambos sobre una pila de cartón, enseguida cubrí su boca para escuchar mejor el exterior y de paso evitar que dijese algo, entonces el idiota dio un movimiento con su pierna haciéndonos caer una segunda vez. Quedé sobre él y volví a silenciarlo al dar un pequeño chillido que alertó a las personas de afuera, en eso noté que la linterna se había encendido nuevamente y me estiré hasta alcanzarla, pero él presionó mi camiseta y con ello mi abdomen generando un cosquilleo que casi me hace reír. —No lo hagas otra vez o nos descubrirán —susurré pegándome a su oído. Por suerte logré alcanzar la linterna apagándola a tiempo, las personas no le dieron mayor importancia alejándose del lugar y cuando me sentí seguro me alejé lento de él ayudándole a levantarse. —¿Estás bien? —S-Sí, solo volvió el dolor, pero estoy bien. —Tranquilo, ese medicamento lo quitará, por ahora salgamos de aquí antes de que nos suspendan. —Eres un criminal, Oz. —No lo soy, pero tampoco soy un idiota, Lawless, aunque bien conocerás a los criminales la otra semana que comiencen las clases. Él no dijo nada más sino hasta llegar a la pizzería que estaba a unos minutos del internado cuando hicimos la orden, aunque, más que el pedido, me sorprendió ver cómo devoraba ansioso el “suculento banquete”. —Quién diría que la elite sabía comer igual que la clase proletaria —comenté con sorna y él se detuvo quedando tenso—. Relájate, tampoco es el fin del mundo por no usar cubiertos. —Yo… no había comido nada desde las seis que tomé el vuelo… —¿¡Seis de la mañana!? ¿¡Acaso perdiste la razón!? —se encogió de hombros empuñando las manos. Parece que es un hábito en él, uno que reconocía a la perfección al yo tenerlo también por años a raíz de los abusos. Sentí pena por Lawless, así que volví a la caja pidiendo una segunda orden más grande ya que una personal no alcanzaría para los dos y menos si él no había comido nada, también rellené su vaso dejándolo sobre la mesa y terminé mi porción sin decir nada. —Gracias… —Descuida, solo es gaseosa y pizza. —No, gracias por ayudarme con la herida, el director y… todo lo demás. Es curioso comparar el cómo llegó siendo un altivo idiota que no quería saber nada de mí y al final terminó siento un conejo asustadizo… Supongo que entre conejos nos reconocemos. —¿Cuál es tu historia? —me observó confundido—. ¿Fue tu padre, tu madre, hermanos…? En mi caso fue mi padre y también tuve problemas en mi anterior internado de donde me expulsaron. —¿Por qué? —Eso no importa, pero fue suficiente para conseguir lo que quería… o algo así. —¿Querías que te expulsaran? —Quería salir y volver a casa de mi madre, pero solo conseguí lo primero, aunque no me quejo, Harrow resultó ser mejor y va más conmigo. Quedó pensativo unos minutos y mordisqueó su labio inferior recordándome a la pequeña intrusa pervertida, pues ese era un hábito en ella que llegué a notar cada que comía algo dulce. —Fueron los dos —habló de repente—. Mis padres tenían muchos problemas y mi madre pidió el divorcio, luego conoció a Lawless tomando su apellido al casarse y de paso a mí, ya que ella tuvo la desgracia de quedarse conmigo, en cambio mis hermanos mayores se quedaron con mi padre al ser “el orgullo de la familia” —fastidiado, recalcó las comillas con sus dedos. —¿Y tú eras la oveja negra? —Sí… Mi crimen fue nacer… —hubo tanta tristeza en él que por un instante me vi reflejado. —No te preocupes, igual te irá bien aquí si sabes ocupar tu tiempo —hice un guiño tomando otra porción en cuanto trajeron el segundo pedido. —Oz, ¿por qué…? —Travis —hablé cortante—. No me digas por el apellido, solo dime Travis o Benjamin. —¿Tu padre? —asentí—. Comprendo, también dime Mikehl o Mik, no me gusta usar el apellido, quiero que me relacionen lo menos posible con los Lawless. —De acuerdo, entonces serás Mik de ahora en adelante para mí. —Gracias, Travis. No dije nada, pero la forma tan suave de pronunciar mi nombre me provocó una extraña sensación en el estómago… Creo que no debería comer pizza tan tarde otra vez para evitar pensamientos tan extraños.
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