51. ALGO ES ALGO

1743 Words
Travis La delicada y fría brisa que ingresó por la ventana, me brindó una dulce calidez que me recordó tan bello secreto nocturno permitiéndome despertar de mejor ánimo, tanto así, que incluso mis afecciones parecían haberse disipado, aunque por desgracia también lo hizo ella al no encontrarse en la cama conmigo, sino sentada en la silla como usualmente ha estado. —¿Me parece que esta vez no tuviste pesadillas? —mi picardía le sonrió detallándola con cariño, uno que me hizo consciente de algo que quería apreciar una vez más. —Desnúdate —no era para menos que la curiosidad se clavase en ella, mas el casto sonrojo que la maquilló fue maravilloso para mí—. Ya me escuchaste, desnúdate. —¿Debo llamar a Walken o te llevo directo al manicomio? —¿Llevarías a mi padre si él te lo pidiese o cumplirías su orden? —esa mordida la delató soltando un rayo de perversión demencial. En silencio, retiró sus prendas permitiéndome apreciarla, pero en vez de quedarse quieta frente a mí, su pueril cuerpecillo cicatrizado se movió agraciado organizando el desayuno, a lo que pude divisarla desde diversos ángulos mientras mis dedos en secreto se rozaban entre sí recordando la textura de su piel. —¿Qué quieres beber? —Jugo, por favor. Tan sublime firmamento nocturno me detalló en el misterio de una musa y fue en estos donde un recuerdo vino de golpe, algo que había olvidado por completo, pero bien aceleró mi pulso, pues recordé cuando de niño le dije a mi padre que le pediría a la luna que lo hiciera feliz, así no volvería a estar triste en las noches evitando que llorase otra vez. —Sé lo que quieres, Trav, pero… —No lo sabes —ladeó confundida su carita—, pero si tuviera un deseo, ¿me lo cumplirías? —Presiento que esto no tiene que ver con acercarme —negué entre la dicha y la melancolía—. ¿Qué quieres? —Hace años le prometí a mi padre que le pediría a la luna que lo hiciera feliz porque no quería verlo triste nunca más. ¿Puedes cumplírmelo? —Soy una persona, no un astro ni el genio de la lámpara. —¿Puedes…, mi luna…? Fue como si en dos palabras algo en su mente la hubiese desconectado de todo, hasta de su propia razón. No me moví ni cambié mi firme y muy suplicante semblante, pero ella sí se acercó quedando a escasos pasos de mi cama, distancia suficiente para haber rozado sus gélidas falanges. —No sé si pueda hacerlo feliz, Trav, tu padre es una persona compleja que no he podido comprender del todo, pero haré lo posible para que esté bien. —Gracias, mi luna, confío en ti. Durante unos segundos, fue como si un abrazo se efectuara sin siquiera rozarnos, pero ella de la nada me extendió su mano, solo que, en vez de tocarme, sacó de un tiro las cobijas que me abrigaban exponiendo mi desnudez y con ello mi vergüenza por la erección matinal. —Eres un pervertido, Travis, ¿cómo puede excitarte ver una niña desnuda que es tu hermana por parte de madre? —Me equivoqué… —murmuré conteniendo el vergonzoso sonrojo en mi faz con los ojos cerrados—, tú no eres la luna, eres un demonio. Cruzamos de nuevo miradas, la suya era altiva y endemoniada, pero en la mía, contenía las mayores ganas de levantarme y perseguirla por toda la habitación hasta tenerla a mi merced en la cama debajo de mi cuerpo. —¿Tanto te excita la idea de tenerme? —bajé la mirada al ella señalar con la suya mi entrepierna, percatándome cómo esta palpitaba en tanto una sutil gota espesa se iba desplazando. —Iré a ducharme, no quiero que se confundan las cosas —comenté con mayor seriedad. —Está bien, no es la primera vez que veo esa reacción en ti. —No deberías hacerlo. —Tampoco debiste pedirme que me desnudara y aquí estamos. —Es diferente. —¿Por qué? —Porque no fue con intenciones mórbidas, solo quería ver tu cuerpo. —¿Por qué? —Porque me di cuenta de que ya no siento lástima al verlo como en pasadas ocasiones, sino que algo más se refleja en este, o quizás siempre se reflejó, pero no lo aprecié. —¿Qué cosa? —A ti…, solo a ti —esta vez un atisbo de tristeza y confusión opacó sus brillantes luceros estremeciéndome—. Sé lo que quieres de mí —en un parpadeo volvió en sí incrementando mi ego—, pero todavía estás muy niña para mí, así que tendrás que esperar hasta ser mayor y con suerte quizás puedas conquistarme. La jocosa sonrisa del loco, la aniquilante mirada del demente y una amenaza se efectuó silenciosa en mitad del invierno… —Ya veremos quién quedará de rodillas ante quién, Travis Oz, pero eso me lo cobraré antes de lo que imagines. —Buena suerte, Jhonson, igual sabes en dónde encontrarme. Con la misma elegancia y dominio tan propios en ella y mi padre, me levanté rumbo al baño intentando recuperar la razón bajo el agua fría, pero era imposible no sentirme atraído por esta sensación que me recordó el encuentro con Holly y el pendiente que había quedado de este. Bajo la lluvia artificial, recordé la voz de la niña-mujer cuya imagen se materializaba en mi mente en unas magníficas curvas que me permitieron liberar las ganas que seguían contenidas y bien ocultas por la tristeza que me había abrumado, pero ahora que por fin estaba más descansado, la encontré muy concentrada (y vestida al igual que yo) observando el invernal paisaje cuya nieve descendía gentil ante ella. —No muevas un músculo, quiero una foto tuya así. Ella apenas parpadeó sin interés en lo que yo busqué la cámara retratando su imagen tal como la quería, y al permanecer en la misma posición y con el viento acariciando su ondeante cabellera, me permití seguirla retratando. —¿Cuándo hablarás con Oz? —No sé qué decirle y siento que una disculpa no es suficiente —mi voz era fría, nerviosa al final, pero no dejé de mi labor. —Dile lo que te gustaría escuchar si se tratase de tu hijo, recuerda que él no nació sabiendo cómo ser padre y tú no eres el hijo perfecto en el mundo, pero sí en el suyo. Sus luceros en mí se plasmaron en la última fotografía y guardé la cámara sentándome con cierta pesadez lo más cerca posible de ella, pues no quería abusar de su confianza. —La verdad no sé qué esperar, por un lado, quisiera saber todo lo que me oculta para así comprenderlo, pero por otro, también temo que esa verdad me haga odiarlo siendo este el posible motivo por el cual no quiera decirme nada. —¿Sabes? Siempre quise saber por qué me tocó vivir esos horrores desde que nací y al conocer sobre Dios, el diablo y el destino en diversas religiones, me di cuenta de que no obtendría jamás esa respuesta, pero sé que de no haber pasado por eso, jamás los habría conocido, tampoco habría podido comprender mejor a Oz y quizás no habría podido salvarte hace unos días. —¿Dices que debo seguir esperando? —Sí, pero también puedes ir descubriendo un poco más de él si en vez de gritar al vacío intentas perseguir su sombra, así no se dará cuenta y cuando lo haga, tú le llevarás un paso de ventaja. —Aunque no obtendré las respuestas a todas mis preguntas, ¿no es así? —No, eso solo Oz puede decírtelo y será cuando deba ser, pero no quiere decir que no puedas disfrutar el recorrido conociendo al hombre que olvidaste, porque sabes que en tus memorias perdidas está el padre que tanto quieres y a pesar de todas las heridas sigues queriendo. —¿Cómo estás tan segura? Creí que no comprendías esas emociones. —No lo hago, pero tampoco lo necesito para saber que si no lo quisieras contigo, no estarías sufriendo por él. Recuerda que el dolor en la vida es inevitable, pero el sufrimiento es opcional y tú decides tenerlo porque es lo más vívido que posees de él además de su ausencia. Quizás, así como dijo ella, este era el momento correcto para escuchar esas palabras, unas que me recordaron demasiado a mi abuelo devolviéndome la esperanza, aun cuando debía seguir esperando mucho tiempo. —Supongo que no se puede tener todo en la vida sin pagar un precio —asintió frunciendo sus labios al no poder hacer más por mí, pero había hecho más que cualquiera—. Gracias. —No hay nada que agradecer. —Claro que sí, no solo me salvaste la vida, sino que también me devolviste la esperanza que había perdido, solo espero seguir contando contigo para soportar esta espera. —Siempre contarás conmigo, Trav, aun a la distancia te seguiré ayudando —y de nuevo la soledad… —¿Te irás ya? —No de inmediato, pero sí en la noche, no quiero que Marcus venga por mí. —Entonces… ¿te quedarías conmigo estas horas? —¿Qué planeas, petirrojo? —nuestra maldad se hizo una sola… —Te invito a volar en la nieve. ¿Qué dices? —creo que hoy me he enamorado de esa mordida tanto como mi padre. —Tú puedes volar porque eres un petirrojo, pero yo no. —Pero yo soy el hijo de un poderoso mago y sé algunos trucos, así que podría transformarte en un ave —la detallé intentando recordar alguna de cuando fuimos Mik y yo a una exposición y una imagen apareció pronto en mi mente—. Phaethon… —susurré emocionado despertando más su curiosidad—… Sí, esa es perfecta para ti, no sé todavía cuál especie, pero esa será. —Tenías que ser un Oz… —le guiñé galante por su murmurante halago sonrojándola un poco—. Está bien, pero primero hablarás con tu amiga y después con Oz, es mejor que aclares las cosas cuanto antes ya que sigo todavía aquí para evitar que te fugues de nuevo. —De acuerdo, pero después volaremos para darte tu regalo de cumpleaños. Quiero que este día sea especial para los dos.
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