50. CUIDANDO A LA AVECILLA

2283 Words
Sabía que algo así pasaría entre esos dos en cuanto Oz salió como un loco rumbo a Londres, por desgracia, no pude viajar sin la autorización de Marcus al quedarse con mis papeles (esto, tras hacerle trampa en una ocasión cuando me escapé viajando con José y un puñado de guardias a México para una negociación), además de tener a sus hombres vigilándome fuera del edificio. Pedí a José viajar de inmediato después de irse Oz, pero por un trabajo hubo un retraso en su ida; sin embargo, la peor parte vino cuando al día siguiente Oz volvió a casa hecho un desastre contándome lo ocurrido. Esperaba que al venir a Londres (tras engañar a Marcus con un supuesto problema con un socio que tiene aquí), tendría oportunidad de hallar más rápido a Travis al llevar varios días desaparecido, pero mi temor se reflejó al encontrarlo tiritar con la poca calidez que le quedaba en medio del enorme salón de la fábrica, por suerte Fei pisó el acelerador llevándonos enseguida con Walken quien no tardó en atenderlo en su casa, pero mi incomodidad era demasiada al haber tanta gente cerca en tanto la vida de Travis pendía de un hilo, así que al querer evitar cualquier inconveniente, fui a la habitación contigua esperando a que ellos terminaran de examinarlo. —Hola —saludó Walken al ingresar, dejando una taza de chocolate caliente sobre una mesa cerca de mí—. Creí que tendrías frío y ordené que lo preparasen. —¿Cómo está Travis? —Bien, ya estamos limpiando el sistema, su temperatura se está regulando y en unas horas quedará listo para ir a los dormitorios, pero preferiría que pasara la noche aquí —justo lo que no quería, pero sabía que sería inevitable. —De acuerdo… Doctor Walken, no sé si conoce la situación actual, pero necesito que no informe a Oz de esto, yo me encargaré de él. —Descuida, Xun ya me explicó y mis labios estarán sellados. —Gracias. —No hay de qué, antes me sorprendió que supieras en dónde estaba, así como también el que tuvieras una jeringa de leucocitos contigo. Según recuerdo, Oz es muy celoso con sus medicamentos y más si son los de su hijo. —Lo sé, por eso se la robé, quise traerla como un seguro considerando las idioteces que hacen esos dos —rio por lo bajo con cierta nostalgia. —Entiendo de lo que hablas, aunque es curioso que viajaras solo por Travis —y aquí vamos… —Alguien debía hacerlo, de lo contrario su cuerpo estaría sin vida en esa fábrica abandonada —me extendió tanto como pudo la taza con una abrumante tristeza en su faz. —Gracias por salvarlo, estará feliz cuando sepa que estás aquí. —No pasará, es mejor que me vaya, igual quedará en buenas manos. —¡Espera! —detuve mis pasos que ansiaban ver a ese tonto petirrojo—. Deberías quedarte con él, al menos unos días. —No puedo, si Marcus se entera de la mentira que le dije, las cosas se complicarán más para Travis y para mí. —Te ayudaré en lo que haga falta, pero quédate, él te necesita. Sabía que sería un error, pero algo dentro de mí suplicaba que lo hiciera y mis voces gritaban enardecidas lo mismo, así que me quedé en su casa esa noche, no dormí solo de pensar que alguien quisiera sobrepasarse conmigo, por suerte, al día siguiente, Trav mejoró lo suficiente para ser enviado al internado donde lo dejaron canalizado, pedí las indicaciones necesarias para cuidarlo y Xun se comprometió a estar al pendiente de lo que necesitase. Con ello, me puse en acción aprovechando que Trav seguiría durmiendo gracias al relajante que le dio Walken y me dediqué a trabajar con José a través de llamadas, también pedí en la noche a Fei que bañara y vistiera a Trav en lo que yo cenaba y después nos dejó a solas en la penumbra. No negaré que estuve tentada en llamar a Oz para que viniese, pero no estaban listos para verse e igual no sabía qué quería Travis, aunque muy en lo profundo, yo tampoco lo quería aquí pues deseaba estar más tiempo a solas con su hijo. Estos espacios siempre me producían una extraña sensación por la cercanía en el silencio y la vulnerabilidad que me entregaban los Oz a expensas de que podría asesinarlos, pero ese algo que despertaban en mi pecho era lo que me hacía desear descubrir más de ellos. —T-Tú… Estás aquí… —susurró adormilado intentando abrir del todo sus ojos y con mucho cuidado acorté un poco la distancia. —¿Cómo te sientes? —Todo me da vueltas y tengo frío. —¿Quieres beber algo caliente? —asintió. Lo cubrí con una manta y le serví el chocolate que Walken me había dado en un termo, al que puse en secretó un relajante por si Trav me daba problemas. —Gracias. —Bébelo con cuidado, no quise templarlo para conservar el calor. —¿Qué haces aquí? —¿Y todavía preguntas después de tu ridículo escape? —y ahí está esa inocente mirada infantil de arrepentimiento—. ¿Por qué lo hiciste? ¿No te bastaba con un océano de distancia? —Lo siento… —No te disculpes conmigo, mejor piensa la próxima vez que quieras hacer esa estupidez, casi mueres a la intemperie de no ser porque te encontramos a tiempo. —Lo sé, Xun me lo contó cuando desperté en casa de Walken. —¿Por qué saliste de ese lugar? Al menos pudiste quedarte en el refugio hasta que volviese Fei. —Tuve muchas pesadillas y no soporté más, bebí media botella de ginebra que había y después di una caminata creyendo que me ayudaría, pero me perdí en la zona al no conocerla. —Se nota que eres un Oz… y un idiota… —murmullé fastidiada, a lo que él intensificó ese semblante que hacía revolotear algo en mi estómago y más al resaltar su triste mohín. —Lo siento, n-no quería… —unas lágrimas salieron de él recordándome a Liam y las extrañas veces que llora Rob al recordar a sus padres—. Gracias por salvarme. —Ya deja de llorar, no me gusta. Mejor duérmete que necesitas recuperarte. —¿Te irás? —¿Me estás echando en mitad de la noche? —negó desesperado igual que un niño empeorando esta sensación—. Entonces no digas tonterías, no me iré todavía, pero tampoco me quedaré mucho tiempo o Marcus podría enojarse demasiado. —¿Mi padre lo sabe? —No, y despreocúpate que Fei y Walken tampoco dirán nada si tú no quieres. —Gracias… Aun con la luz externa, podía detallar su sollozante faz recordándome a los niños en la mazmorra cuando lloraban a mi alrededor, pues Trav no solo parecía uno de ellos con esa actitud, sino que también se acurrucaba como nosotros viéndose más solo y perdido de lo usual. —¿Por qué huiste, Travis? —M-Me dolió lo que dijo mi padre, también que quisiera golpearlo y cuando nos gritamos al final… No sé qué hacer con él, no quiero que me siga tratando así, pero tampoco soporto más esta situación. Sin duda era demasiado para él. —Descansa que yo velaré tu sueño, después encontraremos una solución. —Y-Yo… Sé que es tonto, ¿pero podrías contarme una historia? —No tengo la habilidad de tu padre para eso. —No importa, cuéntame lo que sea, solo quiero escucharte. Algo en su deplorable imagen hizo eco en mi interior, era como si ya hubiese vivido algo parecido y quizás hasta habrá sido así, pero con tanto caos en mi cabeza sumado a la pérdida de memoria es imposible confirmarlo. Al no querer abandonarlo, pensé sobre qué podría contarle y la imagen de mis hermanos volvió sin más. —En ocasiones Liam y Robert lloran por sus difuntos padres. Liam intenta recordar los buenos momentos como le enseñó Livi y me narra algunas anécdotas con su madre y el resto de la familia. Robert en cambio no suele hacerlo a menos que Livi esté presente, pero una vez, cuando estuvimos a solas, me confesó que la imagen de ellos se ha distorsionado en algunos recuerdos y teme olvidar sus rostros y sus voces. —No lo sabía, Rob nunca me lo dijo —sus palabras se arrastraban confirmándome que el relajante surtía efecto—. ¿Y tú?… ¿Recuerdas algo bueno como ellos? —No lloro por mi pasado, muchos recuerdos los perdí y los demás no son agradables. —¿En verdad no has tenido un solo momento feliz en tu vida? ¿Uno que atesores y temas perder igual que Robert? —la soledad de la mazmorra me abrigó dejándome un vacío en el pecho—. T-Te prometo algo, te darte muchos buenos recuerdos, así nunca olvidarás que tienes una razón para sonreír de verdad. —No prometas cosas que no puedas cumplir. —¿Por qué lo dices? —Si sigues escapándote no podrás hacerlo y no quiero promesas vacías en mi vida —el silencio nos rodeó unos segundos y con un poco de esfuerzo me detalló a profundidad. —Si vuelvo a escaparme, prometo que te diré en dónde estaré, pero serás la única que sepa, ¿me lo prometes? —me incliné contemplándolo igual que a un niño. —Eres un tonto petirrojo, pero está bien, si cumples tu palabra, yo cumpliré la mía —sonrió complacido acurrucándose más. —M-Me gusta cuando me dices así…, ojalá un día… puedas decírmelo mientras dormimos… El silencio volvió con una nueva sensación que recorría mi torrente producto de sus inocentes palabras, unas que deseaba hacer realidad sin necesidad de drogas ni nada que se le parezca y aunque todavía no estaba lista para hacerlo, decidí arriesgarme aprovechando que tendría una noche más con él y suficiente droga para dormirlo tiempo extra. (…) Travis Mi cuerpo seguía débil, de vez en cuando despertaba siendo ayudado por Xun para ir al baño al no poder caminar bien, también recuerdo una visita de Walken quien parecía aliviado al encontrarme mejor, pero ella me preocupaba más al no dormir estos días, siendo evidente por las bolsas bajo sus ojos. Más de una vez intenté convencerla de dormir, pero decía no sentirse segura ya que Xun hacía varias rondas a lo largo del día y en la noche prefería no arriesgarse, ganándome enseguida una retahíla suya para que descansara al ser yo quien había cometido la tontería de arriesgar mi vida en pleno invierno. Aun así, en las veces que despertaba y estábamos a solas, e incluso en las ocasiones que pestañeaba intentando levantarme sin éxito, solía buscarla con la mirada quedando atento a lo que hacía, por lo general estaba junto a la ventana divisando el panorama, otras veces leía lo más cerca posible de mí y en una ocasión la vi salir del baño tras ducharse, siendo sus cicatrices el vivo recordatorio de lo que me había contado la noche anterior. Sin embargo, ahora que había vuelto la noche, que ya había recibido la última visita de Xun y Walken y la pesadez en mi cuerpo me permitió despertar una vez más, me dispuse a buscarla con la mirada. Se me hizo extraño no encontrarla por primera vez y creí que se había ido del todo dejándome solo, pero una fría caricia en mi pecho llamó mi atención, entonces me percaté que esta pesadez no era normal, me habían sedado, pero mi cuerpo (o la vida misma) al parecer decidió darme una oportunidad a medianoche de despertar en el mejor momento, pues encontré a la pequeña dormida junto a mí y por primera vez, pude sentir la verdadera temperatura de su delicada piel comprobando que era muy fría y de no ser porque su pecho se elevaba suavemente en cada respiración, creería que su vida se había desvanecido, pero no, esta era ella. Pronto, una segunda sensación me hizo saber que dicha gelidez no venía solo de sus manos, sino que gran parte de su cuerpo era así, entonces levanté las mantas corroborando que estábamos desnudos, y en vez de gritar como sería usual, una sonrisa se trazó en mis labios al saber que ella me había dado esta oportunidad. Quizás creyó que no despertaría y por eso me sedó, pero igual aquí estaba acariciando sus cicatrices en tanto su carita reposaba amena en mi pecho brindándome el obsequio más hermoso de todos y el cual no revelaría a nadie. —Buenas noches, chiquita. Con mucho cuidado la pegué a mi cuerpo y volví a dormir con la mayor felicidad del mundo, aunque a los minutos, cuando el sueño estaba a punto de ganarme la batalla, la sentí levantarse suavemente y un tierno beso quedó en mi mejilla. Quizás, pero solo quizás, de haber estado sin el sedante me habría arriesgado a abrazarla fuerte, pero tampoco creo que lo hubiese hecho al no querer arruinar tan bello momento y más porque sus deditos delineaban mi piel. —Buenas noches, petirrojo… Ya verás que un día lo conseguiré sin drogarte, por ahora espero que no te importe que duerma así contigo, aunque no lo sepas. La vocecilla que salió de ella, me recordó cuando tuvo fiebre, era tan inocente que despertaba hermosas sensaciones en mí siendo imposibles de ignorar y más por el deseo que anhelaba realizar conmigo, naciendo una promesa secreta como la de ella, en la que esperaría paciente hasta ese día que no hubiese miedo o distancia entre nosotros.
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