Algunos invitados partieron al finalizar la cena en lo que otros se quedaron a disfrutar del baile y la bebida sin ocurrir más inconvenientes entre nadie, en especial con nuestros padres; sin embargo, al volver del baño vi a Mik discutiendo en un rincón con su madre, se notaba ofuscada y en aras de mejorar la noche decidí acercarme.
—Señora Lawless, ¿le importa si le arrebato a su hija unos minutos? Me encantaría compartir una pieza con ella —Mik reposó su mano sobre la mía sin decir nada y partimos donde estaban las demás parejas bailando.
—Gracias, estaba a punto de gritarle.
—Eso me pareció, aunque ahora sé cómo lucía cuando discutía con mi padre —sonrió avergonzada.
—No sabía que eras bueno en los bailes de salón.
—Mamá me enseñó y nací con el don.
—¿Oz, eres tú? Luces más joven —comentó sarcástica, aunque se le notaba más suelta alegrándome.
—Ja, ja, ja, que chistosa, pero es la verdad aunque no lo crea, señorita Lawless —la pegué más a mi cuerpo sacándole un sutil chillido que me emocionó—. Mi padre no es el único con buenos pasos.
—El que mucho habla poco abarca, joven Oz —retó perversa.
—Ya lo veremos —solicité a la orquesta una tonada más enérgica, volví girándola sorpresivamente y la pegué a mi cuerpo.
En cada nota los pies fueron en automático, ella logró cogerme el ritmo antes de lo pensado y en breve obtuvimos la atención de los presentes, pero poco o nada me importó al pasármela tan bien con ella pues no sabíamos si era un juego o un reto sobre quién tendría mayor control sobre el otro, lo que sí era un hecho es que ninguno borraba la felicidad que un sencillo baile trajo consigo hasta que llegó el final donde la alejé, sujeté sus dedos atrayéndola de golpe y la incliné hacia atrás con nuestras erráticas respiraciones emanando pasión.
—¿Sorprendida?
—Quizás —la levanté con los aplausos de fondo besando el dorso de su mano—. Al menos no presumes lo que tienes y cuando lo haces sabes demostrarlo.
—No soy un embaucador, soy un Oz Clyde, señorita Lawless, nunca lo olvide —le guiñé presumido ganándome un fuerte apretón de manos que desprendió una excitante corriente en mis huesos.
—Interesantes dotes, joven Oz.
—Gracias, señor Lawless, pero no sería lo mismo sin la encantadora compañía de su hijastra, es una dama de primera.
—No lo dudo, pero si no le importa quisiera hablar unos minutos con usted. Mikehl, ve con tu madre que desea presentarte a alguien —le asentí dejándola tranquila y me alejé con él buscando cauteloso a mi padre.
—Lo escucho, señor.
—Mikehl me contó que descubriste su secreto y también te agradezco por cuidar de ella cuando enfermó, no imaginas la tranquilidad que me dio al enterarme de has sido un caballero hasta el día de hoy.
—Y así seguirá siendo, no tengo por qué tratarla diferente y menos al ser amigos.
—Te agradezco la sinceridad, pero como comprenderás, su situación es delicada en Harrow y por eso quiero saber qué te propones con ella, porque si piensas aprovecharte de su situación…
—Señor —levanté mi mano silenciándolo—, comprendo su preocupación, pero yo solo deseo su bienestar, Mikehl es una persona que merece ser valorada y tenerla como amiga, aun en su situación, es un privilegio para mí, por eso le doy palabra de que no diré nada a nadie pues deseo que ella termine sus estudios y cumpla sus metas, que pocas no son.
—En eso tienes razón —el orgullo se marcó en su sonrisa divisándola en la distancia—, ella es una joven que merece solo lo mejor y tras la situación familiar que vivió, lo único que puedo hacer es darle un buen futuro.
—Se equivoca, quizás usted no sea el hombre que le dio la vida, señor Lawless, pero ahora que es parte de esta, lo mejor que puede hacer por ella no es darle dinero sino el apoyo paternal que ni su propia madre le da —se nota que no le gustó el comentario por cómo tensó la mandíbula, pero sabía que no mentía.
—Si lo dices por la cena, al igual que a tu padre, te pido disculpa por lo que dijo mi esposa.
—Y así como mi padre, yo tampoco tolero que alguien hable mal de mi familia y meterse con él, para mí, es mucho peor que meterse conmigo.
—Debo reconocer que posees el vivaz fuego de tus padres, pues incluso Olivia es directa con sus comentarios.
—Si es la verdad, no tenemos por qué ocultarlo y si es una mentira, no tenemos por qué decirla, eso solo crea “rumores”.
—Y ya que hablas con la verdad, ¿qué puedo esperar de ti con mi hija, Travis Oz? —me sorprendió que la llamase así, pero me guardé el comentario manteniendo el foco.
—Mikehl Lawless contará conmigo como amigo y colega cada que lo requiera, la aprecio demasiado y siempre le desearé lo mejor, bien sea en su presente o en su futuro, por eso estoy dispuesto a ayudarla en lo que haga falta.
—¿Te gusta?
—Sí, me gusta como ser humano y los motivos sobran, pero no existe un interés romántico, además, creo que estará de acuerdo conmigo en que no debemos involucrarnos de esa forma y menos porque traería problemas, aunque igual no nos vemos de esa forma.
—¿Y cómo se ven?
—Como lo que somos y hemos sido desde el día que nos conocimos, amigos, unos que comparten duras experiencias de vida y que se apoyan con honestidad —un silencio nos rondó mientras él bebía su trago.
—¿Sabes? En el tiempo que llevo de conocerla, jamás la vi tan feliz y sonriente como lo es con ustedes.
—¿Ustedes? —pregunté extrañado.
—Sí, incluso tu padre es capaz de darle la seguridad que ninguna otra persona le ofrece —señaló hacia donde estaba Mik— y aunque no las he visto juntas, me atrevo a decir que tu madre le obsequio la misma confianza, por eso estoy feliz y ahora que te conozco puedo quedarme tranquilo, pero así como tu padre dejó su advertencia, yo haré la mía, y si te atreves a lastimarla no dudaré en ir contra ti, que te quede claro de una vez, Travis Oz, para mí tú no vales más que ella.
—Entonces demuéstreselo —demandé firme—, acompáñela como un padre aunque no lleve su sangre, esté para ella en los buenos y los malos momentos, pero no con obsequios costosos, sino con su compañía y apoyo incondicional, dígale con sus actos que usted es el padre que ella se merece y le aseguro que Mik nunca lo defraudará.
No sabía si las cosas se veían tan mal desde lejos, pero que Mik vienese por mí con una excusa rápida llevándome después hasta un pasillo apartado de todos me conmovió.
—¿Preocupada? —pregunté burlesco.
—Demasiado. Se suponía que solo sería la cena y ya, pero no logro encontrar a tu padre para irnos.
—Rayos, creí que estaría en el baño.
—Yo también y busqué en algunas partes, pero nada.
—De acuerdo, busquémoslo juntos y salgamos cuanto antes, no resisto mucho más esta fiesta —emprendí la búsqueda siguiéndola al no conocer la mansión.
—Trav, disculpa lo que dijo mi madre y no sé si Lawless dijo algo más, pero si es el caso también te pido perdón… espero que no afecte nuestra amistad.
—Por él no te preocupes, creo que esa conversación era necesaria y me dejó en claro algunas cosas.
—¿Cuáles? —detuve los pasos tras buscar en algunas habitaciones—. ¿Trav?
—¿Confías en mí?
—Sí.
—Y si supiera algo que no quiero decirte todavía, ¿seguirías haciéndolo?
—Me preocuparía.
—No es malo, pero prefiero no decírtelo ahora porque —en un suspiro llegaron las palabras de mi padre como un susurro—… todo tiene su tiempo, Mik, por ahora solo te pido que esperemos y no le des mente a nada, así como tampoco hagas reclamos a nadie.
—Siento que cambiamos los roles —comentó avergonzada, a lo que levanté delicado su rostro.
—A veces serás tú, otras veces seré yo, pero somos amigos y tenemos la confianza para decirnos esto, ¿no es así? —asintió observándome de tal forma que aceleró mi corazón y no solo eso, sino que también mis labios hormiguearon.
De pronto un estruendo nos alarmó y ella nos adentró a una recámara pequeña que era apenas iluminada por la luz externa, pero la situación se complicó al escuchar unas voces cerca, alguien sujetó el pomo intentando abrir hasta ser detenido por otra persona, entonces la llevé al estrecho balcón pese al horrible frío que hacía, retiré mi saco cubriéndola lo mejor posible y la pegué a mi cuerpo con los nervios a mil.
—T-Trav…
—No hables o nos descubrirán —siseé al abrirse la puerta y sus manos se aferraron de mi camisa abrazándonos más fuerte.
Las luces se encendieron y una conversación se efectuó entre Lawless y su esposa, este le reclamaba por su actitud con nosotros y ella se defendía con la patética excusa de que él jamás debió permitirle a Mik asistir a Harrow.
Detestaba lo que salía por la boca de esa mujer, pues si Mik no hubiese llegado hace meses al internado y más importante aún, si el idiota de Reinold no nos hubiese dejado como compañeros de cuarto, jamás habría descubierto a la increíble amiga que tengo a mi lado, o más bien, entre mis brazos, una que tiritaba entre el frío y los nervios del momento, mas ella alzó su rostro cuyos labios vibraban tanto como los míos por la temperatura.
Me encantaría que esos dos se fueran cuanto antes, no quería que enfermásemos ni mucho menos que seamos descubiertos, pero creo que esos puntos estaban pasando a segundo plano al bajar el brazo a su cintura. Un extraño calor se desprendió desde el centro hasta la piel cuando sus manos ascendieron lento por mi pecho y mi otra mano se enredó en su corta cabellera siendo su fémina loción bastante atractiva para mí, en tanto el brillo de sus labios parecía incitarme a probarlos.
De pronto todo quedó en silencio para mí olvidándome del enorme problema que teníamos a escasos metros si llegaban a descubrirnos y todo porque sus frías manos se pasearon en mi nuca generando una corriente que no perdonó un centímetro de mi ser. Nuestras bocas yacían entreabiertas, parecían tener un mismo deseo y al no soportar más, repartimos el calor en el otro con un increíble beso que revivió la pasión naciente cuando enfermó junto al recuerdo de su desnudez que me hizo desearla, deseo que quizás se habría salido de control de no ser por el grito que dio su madre separándonos, pero sin sacarnos del todo de este increíble momento.
Me encantaría decir que esa mujer salió de la habitación, pero en vez de eso abrió la puerta del balcón, no alcanzó a salir porque Lawless la devolvió y cerró la misma, pero me vi con la soga al cuello en esos instantes sin percatarme de que ese mismo miedo me hizo abrazar a Mik ocultando su rostro en mi cuello, mas ella, con la respiración tan agitada como la mía, me abrazó dominante haciéndose de ese pequeño espacio dueña y señora, o más bien, su boca lo hizo incrementando las ganas que le tenía y la atraje levantando su vestido tras empinarse consiguiendo que la mano que yacía segundos atrás en su cintura ahora estuviese en su cadera limitando peligrosamente en el borde de sus nalgas.
—M-Mik… —susurré gutural al succionarme provocando que mis dedos se escabulleran más entre la tela.
Sabía que tenía que sacarnos de aquí cuanto antes, pero ella no me lo hacía fácil y menos al dejarse llevar por lo ocurrido, claro que yo tampoco ponía una pizca de resistencia al estar embelesado por la exquisita forma de apoderarse de mi cuello anhelado que fuesen otras partes las que pudiese recorrer con esos labios y su húmeda lengua, entonces, la voz más increíble del mundo apareció ante nosotros llamando la atención de la pareja, mi padre nos había salvado sin saberlo consiguiendo que esa mujer saliera furiosa del lugar.
—Por favor, discúlpala, Oz, sé que no debió comportarse así esta noche, pero espero que lo ocurrido no afecte…
—No te preocupes, George — mi padre le interrumpió tajante, aunque amable—, mejor vamos por un trago y buscamos a los chicos, pronto acabará el año y es importante celebrarlo por lo alto, en especial cuando se tiene excelente compañía.
—Coincido, pero igual te agradezco por todo, no sabes lo que significa para mí.
—Descuida, no pudiste dejar tu asunto en mejores manos, eso te lo aseguro, ahora vamos al salón por ese trago que tengo la garganta seca, de lo contrario te llevaré a un burdel y no te regresaré hasta dentro de un mes —ambos salieron entre risas, mas fue un familiar golpe en la puerta lo que llamó mi atención y de paso una tonta sonrisa.
—¿Qué pasa? —preguntó Mik en cuanto volvimos a la habitación mientras frotaba mis manos en sus brazos dándole calor.
—Creo que mi padre sabía que estábamos aquí.
—¿Por qué?
—Es una sospecha, pero luego te explicaré, mejor vámonos antes de que a alguien le dé por regresar.
—Espera, Trav, lo que pasó…
—Por ahora hagamos de cuenta que nada pasó y cuando se vaya mi padre hablaremos, ¿te parece?
—De acuerdo.
Solo espero que el invierno calme pronto la calentura en mi pantalón o estaré metido en otro problema.