Febrero
Mis jadeos se perdían con la lluvia artificial que golpeaba la baldosa de la ducha y el vaho emanado por la temperatura de este, en compañía del fuego que desprendía la lengua de Mik al hacerme de nuevo esa enloquecedora felación, invadían el espacio que nos rodeaba tornándolo en una lujuriosa sauna. De pronto ella hizo un anillo con su pulgar e índice aprisionando la base de mi falo conteniendo las ganas que tenía de derramarme, mis manos buscaron desesperadas algo de qué aferrarse en tan resbaladizos azulejos y cuando menos lo imaginé, ella me soltó liberando el blanquecino espesor derramando una parte en su lengua y otra en sus virginales senos, aquellos en cuyos pezones rosa pálido se derramaban dos pequeñas cascadas que la hacían lucir exquisita.
La ayudé a levantarse y enseguida me senté acomodando uno de sus pies en mi hombro y di dos suaves golpes en su placentero punto sacándole dos sutiles chillidos que me emocionaron, mas fue mi cálido aliento lo que la hizo empezar a gemir, en especial al repasarla con la punta de mi lengua al tiempo que mis índices daban suaves presiones alrededor de su pequeña protuberancia.
Mik, sumida en el placer, balanceaba su cadera hacia adelante y hacia atrás arqueando su pecho que friccionaba con los azulejos los duros botones rosáceos, sus gemidos se intensificaban, mis ganas por devorarla incrementaban y repasé su muslo estrujándolo con fuerza conteniendo las ganas de soltar una fuerte nalgada, pero lo que no contuve, fueron las ganas de introducir mis dedos entre sus pliegues.
—M-Más rápido, Trav, y presiona con la punta en donde estabas.
—¿Aquí?
—¡M-Mierda! ¡S-Sí…!
Enseguida cubrió su boca evitando gemir más duro, pero entre más se mordía y tensionaba, más ganas me daban de penetrarla, por lo que introduje un cuarto dedo ingresando con ímpetu mientras otros repasaban y presionaban el punto indicado a la par de la estimulación con mi lengua en su clítoris. Era tan excitante la vista desde esta perspectiva, que no pude evitar ponerme duro otra vez, así que me masturbé sin dejar de complacerla y cuando menos imaginé, un chorro de agua salió de su interior derramándose en mi boca junto a su espeso orgasmo que bebí gustoso.
Era tan delirante esta mezcla proveniente de ella, que enseguida salió otro chorro de mí haciendo que mordiera el interior de su pierna, pero así como tuve los minutos para disfrutar desde el suelo esta nueva experiencia, también vinieron angustiantes segundos al sentir el sabor del hierro en mi boca, entonces levanté la vista hasta sus pliegues que sangraban y no era para menos nuestra preocupación, pues sabíamos que no hacía mucho había tenido su menstruación y mi mayor temor era haberla lastimado.
—Pásame la regadera —ella lo hizo y acomodé la temperatura evitando quemarla.
Al enjuagar la zona, revisé con cuidado encontrando la fuente del problema, entonces comprendí lo que había hecho.
—¿Qué pasa? ¿Qué tengo?
—No debí introducir otro dedo, el himen no soportó y se rompió.
—¿Mucho?
—Es una pequeña fisura, puedo encargarme sin problema, pero… creo que lo arruiné —ella sonrió aliviada y acarició mi rostro con cariño, aunque eso no quitó mi culpa.
—No pongas esa cara, tampoco es malo.
—Pero tú querías…
—Sé lo que te dije, pero no cambiaría por nada esta experiencia.
Ella me había contado que deseaba perder su virginidad penetrándola con mi falo y teníamos claro hasta el último detalle, pero no medí la consecuencia de hacer esto aun cuando tres dedos ya era un riesgo entre nosotros.
—Disculpa.
—Trav… —se sentó a horcajadas sobre mí cruzando sus manos en mi nuca—, no me arrepiento de ningún encuentro hasta ahora y si esto pasó entonces no te sientas mal, no quiero que el increíble momento que pasamos se opaque por algo insignificante.
—Sé que es una tontería de mi parte, pero me importa que estés bien.
—Y por eso eres el mejor de todos —besó mis labios repetidas veces hasta mi cuello donde mordió lo suficiente para sacarme una risa infantil—. Me gusta más cuando sonríes y te sonrojas, te ves lindo.
—Detesto eso.
—Yo no y espero que siempre seas así de lindo con todas tus parejas. Ahora —se colocó más firme y coqueta—, ¿qué le parece si atiende mi herida, doctor Travis, y después salimos a caminar? Creo recordar que querías comprarles unos regalos a tus hermanos.
—Sí, Robert y Norah cumplen este mes y quiero enviarles algo.
—Entonces atiéndeme primero y salimos, ¿sí?
—De acuerdo, pero la cena la invito yo para compensar un poco el daño.
—No rechazaré la invitación, pero no pienses más que me lastimaste —mordió mi lóbulo desprendiendo una increíble corriente en mi cuerpo—, igual no me duele y mis labios siguen palpitando por lo que hiciste —movió su cadera embarrando mi hombría con su ensangrentado fluido que se sentí de maravilla.
—Eres una pervertida —susurré abrazándola e inundándome de su calor.
—Mira quién habla, petirrojo, se nota que eres un Oz.
Es increíble cómo con unas palabras o gestos (que podrían parecer insignificantes) mejoraban mi ánimo por completo, siendo esa la razón por la cual la escogí, porque en la intimidad era donde me daba seguridad y eso me encantaba de ella.
(…)
Una vez listos y con mejor ánimo, partimos a un centro comercial en el este de la ciudad donde adquirí los obsequios de mis hermanos, nos tomó algunas horas al estar la zona concurrida, pero solo de imaginar a Norah gritando de la emoción por lo que pude conseguirle valía toda la pena del mundo, así como sé que Rob estará también muy feliz al ser un encargo que me había solicitado en navidad cuando hablamos.
—Me sorprende que sepas tanto de moda, hasta me siento mal como mujer —reí cancelando la cuenta.
—No sé de estas cosas, es solo que mi hermana es una fanática y me gusta complacerla, es más, con decirte que ella fue quien buscó las tiendas en donde podía adquirir todo lo que necesitaba y dijo que si no sabía qué obsequiarle, bastaba con ir a alguna y preguntar por algunas cosas en específico.
—¿La lista que tenías? —asentí—. Entre más tiempo paso contigo, más me doy cuenta de que te acercas a ser el hombre perfecto, y eso que todavía eres un adolescente.
—No lo soy, solo me gusta hacer feliz a mis hermanos, quiero lo mejor para ellos ¿y qué mejor forma de hacerlo que apoyándolos en lo que les gusta?
—En eso tienes razón, pero no cambia lo que digo.
—No soy perfecto, Mik, soy un tonto adolescente con miles de dudas como cualquier otro que batalla con sus hormonas, tiene una pésima relación con su padre al no poder comprenderlo y…
—¿Qué? —preguntó al silenciar.
—Nada, solo me quedé pensando en él y la pequeña, hace un tiempo no hablo con ella.
—Deberías llamarla si tanto la extrañas, luces más feliz después de hacerlo.
—¿De verdad?
—Sí, y te sonrojas igual que ahora colocando esa misma sonrisa tonta —rio divertida mientras le revolvía su cabello.
—No molestes.
—Di lo que quieras, pero creo que esa niña te cautiva más que cualquiera de tus hermanas.
—No es verdad, es solo que no la conozco bien y es un poco extraña, además de que su caso es…
—¿Especial? —asentí con cierta tristeza—. Saldrá adelante y dejará el pasado atrás, estoy segura de eso.
—¿Por qué?
—Porque tiene a dos Oz que la adoran con el alma y harán lo que sea por ella al igual que el resto de su familia, eso es un gran apoyo sin importar los horrores que se hayan vivido y es lo que ayuda a salir adelante.
—Gracias —besé su mejilla y ella ladeó un poco su rostro rozando mis labios hasta darnos un beso más profundo.
—¿Volvemos ya o tienes algo más por comprar? Me gustaría calentarme un poco contigo aprovechando que Reinold está de viaje.
—Me gusta tu idea, solo faltaría el obsequio de ella, pero todavía no sé bien qué comprar.
—Entonces vamos al dormitorio y te doy ideas mientras me calientas bajo la cobija, otro día saldremos por el obsequio.
—Vamos —un último beso y partimos hasta la estación.
Al querer evitar el trasbordo entre líneas, decidimos caminar hasta otra estación que estaba varias cuadras a la distancia, nos entretuvimos hablando de banalidades sobre la escuela y algunos maestros, y de vez en cuando alguna mirada traviesa se cruzaba en el camino al lanzar un comentario con doble sentido que nos alegraba, pero cuando menos lo imaginé, algo golpeó nuestras cabezas.
—¡OZ!
Mi cuerpo se paralizó anhelando que esa en verdad no fuese la voz de Gharbi, pero maldita es mi desgracia que al girarnos nos encontramos con él y dos de sus amigos acercándose a zancadas…