24. INVIERNO ARDIENTE

2388 Words
Londres, Inglaterra —¡Travis! Bienvenido —Xun me recibió en el aeropuerto con un fuerte abrazo que me sorprendió. —Gracias, ¿qué haces aquí? —Tu padre me pidió recogerte. ¿Qué tal el viaje? —¡Mejor de lo que imaginé!, hice lo que sugeriste y pude arreglar mis pendientes con él y la pequeña. —Maldición, ¿otro Oz que quedó flechado? ¿Qué tiene esa niñita? —cuestionó en burla recordándomela. —No lo sé, también estoy descifrándolo, pero ahora que pude acercarme a ella será más fácil descubrirlo. —Recuérdame que viaje contigo la próxima vez para conocerla antes de que tu padre y tú me enloquezcan hablándome más de ella. —Ten cuidado, no vaya a ser que te fleche. —Tengo más aguante que ustedes. Continuamos el trayecto entre risas al burlarse de cada cosa que le conté, incluido los “jueguitos” de ese par en los últimos días y también le entregué un regalo de parte de mi padre, a quien llamé informándole mi arribo. No obstante, ahora que me encontraba en Londres tenía otro pendiente que atender, uno que por desgracia no estaba en la habitación, así que sin más me dispuse a cambiarme y organizar mis cosas sin dejar de pensar en la pequeña intrusa quien ya me tenía encantado y más al tomarse la molestia de acompañarme hasta el aeropuerto, siendo la prueba de cariño más hermosa de su parte, no sé si así lo veía ella, pero quiero creer que en lo más profundo de su ser yo significo algo positivo para atreverse a tanto conmigo. Mientras iba sacando mi ropa, un sobre cayó al suelo y lo recogí sentándome al borde de la cama, pero no estaba preparado para dicho contenido siendo dos fotografías, en una estaba tocándome mientras dormía, en la esquina había una flecha y di vuelta encontrando un mensaje a puño y letra de ella: “Eres un pervertido hasta en tus sueños, Trav”, reí cual idiota recordando el descaro con el cual me hablaba. Esa chiquita es fenomenal y sin duda un peligro para cualquiera. Sin embargo, fue al observar la otra foto que mi risa se transformó en una indescriptible sorpresa, pues en esta aparecía ella acostada a mi lado, no había distancia entre nosotros e incluso nuestra piel se tocaba sin problema. También había otra flecha y giré encontrando un segundo mensaje: “Algún día pasará sin que estés dormido, pero por ahora esto es todo lo que puedo hacer. Gracias por dormir conmigo, Trav, eres mi cándido pervertido favorito”. Mis mejillas ardieron y una indescriptible sonrisa acompañó mis vidriosos ojos. Esa pequeña, sin lugar a dudas, fue lo mejor que nos pudo pasar, en especial a mis padres y a mí y ahora que sé me había aceptado, desde ese momento yo también lo hice al borrar cualquier posible duda restante, pues ya no la veía como una aparecida más en mi vida sino como mi hermana y mi tesoro, otra joya en la sagrada corona donde tenía a Jade, Viola, Madge y Norah. (…) Días después Se supone que hoy retomaríamos clases y Mik todavía no aparecía, ni siquiera había llamado, dejado un mensaje ni me habían dado razón de ella en casa de sus padres, mis peores temores me carcomieron con el transcurrir de las horas al creer que quizás el revuelo entre su madre y mi padre la impulsó a sacarla del instituto, pero al mismo tiempo quería creer que no era el caso, quizás se trataba de un retraso y yo solo… —No te veía tan acongojado desde el año pasado. —Xun… —me sobresalté en un respingo y él se sentó frente a mí en la cafetería con dos bandejas del almuerzo. —No ocupes asientos si no comerás. —No tengo apetito, la ausencia de Mik me tiene nervioso. —¿Mik? ¿Tanto te preocupa tu amigo?… —cuestionó inquisitivo— Bueno, si no te conociera bien diría que estás enamorado de él. —¿¡Qué!? No, claro que no —aunque intenté sonar seguro, los nervios me jodían por dentro—¸ pero en la cena que hicieron sus padres las cosas no salieron muy bien y hubo muchas discusiones que podrían amenazar su estadía aquí. —Relájate, de ser así Reinold ya te habría dicho y las cosas de tu amigo no estarían en la habitación. —Supongo, pero Jhon también se iba a ir y no fui notificado… Ese idiota, lo peor es que tampoco tenía señales de vida de él, quizás al final mi conjetura fue acertada y sus padres le prohibieron toda comunicación conmigo. —¡Arriba ese ánimo que no es el fin del mundo! —palmeó mi hombro con fuerza—. Te aseguro que más tarde cuando vuelvas al dormitorio, él habrá llegado y estará listo para escuchar tus tonterías familiares —un rayo de esperanza vino gracias a Xun y también al recordar mi semana en N.Y. —Gracias, creí que Jhon sería con quien terminaría mis estudios, pero me alegra que seas tú. —Claro, soy el único aquí que te saca de problemas y te da las mejores noticias —señaló detrás de mí y al girarme encontré a Mik en la puerta de la cafetería. Estuve a punto de salir corriendo cuando Xun me detuvo en seco negando con su cabeza y señalando el mismo punto, donde encontré a Ming y George con Reinold, parecían hablar de algo muy serio y de nuevo el temor se apoderó de mí, lo peor era la tristeza que había en ella, una que por mucho que intentase disimular, yo podía reconocer con total transparencia. —Toma la salida del jardín para que no te vean, yo investigaré qué está pasando e intentaré que vaya a los baños al final del pasillo. Hice lo que me ordenó escabulléndome hasta el jardín, ingresé al baño por la ventana y esperé algunos minutos hasta que Xun regresó, pero sin ella. —¿Qué pasó? ¿Dónde está Mikehl? —Relájate, no se irá, supuestamente se extendió un viaje que hicieron, pero es mentira, igual tu amigo me pidió que lo esperaras en el dormitorio, en máximo una hora llegaría y también dijo algo sobre ocultar en otro lugar lo que tenía bajo su colchón. —¿Su colchón? —pregunté confundido, pero no había tiempo para preguntas—. De acuerdo, gracias, Xun, te debo una. —No, señor, me debes dos, la sugerencia del jardín te la cobraré. —Vamos, perdóname una. —Olvídalo, quiero dos paquetes de cigarrillos. —¡¿Dos paquetes?! ¿Sabes lo difícil que es conseguir una cajetilla para mí? —Es una suerte que seas un Oz, el ingenio te sale natural —comentó jocoso haciendo un guiño antes de abandonarme. ¿Por qué siempre termino con gente así? Parezco un imán para esas personas siendo mi padre la punta de la pirámide. Volví a los dormitorios sacando una bolsa de terciopelo que había bajo el colchón, no revisé el contenido y tampoco tuve tiempo ya que en eso Reinold abrió la puerta de golpe. —Joven Oz, ¿no debería estar en clase? —Sí, señor, solo vine por unas copias que olvidé, pero ya me voy. —Joven Oz —sujetó mi brazo al pasar a su lado—, me parece que olvida sus copias —señaló el escritorio donde irónicamente sí había unas copias que no tardé en recoger. —Gracias… Señor, disculpe mi intromisión, pero hace poco me pareció verlo con los señores Lawless, ¿ocurrió algo con Mikehl? —Solo me informaban de su llegada, pero el joven Lawless se incorporará de inmediato en las clases de la tarde, así como usted debería estar en camino. —Y-Yo… Sí, señor, solo quería saber si todo estaba bien, gracias por su tiempo. Salí cuanto antes esperando encontrarme con Mik en el salón, por suerte estaba allá y aunque no pudimos hablar me bastaba con tenerla junto a mí. —Lawless, Oz —el profesor nos indicó acercarnos mientras terminaba de explicar la actividad que se haría y volvió a su escritorio entregándonos dos paquetes—. Saquen copias para todos y no se distraigan en los pasillos. —Sí, señor. Permanecimos en silencio hasta la fotocopiadora (que por suerte estaba vacía) y programamos la máquina según lo necesario. —¿Por qué no te comunicaste? Pensé que tu madre te había… —posó sus dedos en mis labios repartiendo una delicada caricia que aceleró mi pulso. —¿Sacaste lo que pedí? —asentí y le entregué la bolsa—. ¿Me lo pondrías? —la esclava obsequiada por mi padre resbaló en su mano. —¿No la tenías en la cena? —No quería preguntas, por eso le pedí a Xun antes de ir al hotel que la guardara por mí. —Muy astuta, señorita Lawless —en una cómplice sonrisa le coloqué la prenda admirándola en su muñeca—. ¿No te irás de Harrow? —No, pasaron muchas cosas, pero no me iré gracias a Lawless, al parecer valió la pena que tu padre fuese con nosotros porque está muy feliz desde entonces. —Creo que le debemos dos grandes, solo espero que el precio no sea alto. —Valdrá la pena por un buen amigo —sonreí avergonzado al recordar cuando se lo dije—. Te ves tierno cuando te sonrojas —acaricié sus dedos al tenerla cerca. —Detesto cuando pasa, parezco vulnerable. —Lo eres, pero solo con los más allegados —enredó nuestros dedos desatando un cosquilleo en mi estómago. —¿Qué te parece si busco una soda y me cuentas lo ocurrido? No tardaré —me excusé evitando una locura al recordar el suceso en el balcón. Estuve a punto de abrir la puerta, mas ella la aseguró apartando mi mano y antes de que pudiese hablar, Mik me arrebató más que el aliento llevándome hasta una mesa con la pasión en aumento, retiramos nuestros sacos y al sentir la madera detrás de ella la giré arrebatándole otro beso, solo que este fue en el cuello, uno que le di con la misma malicia que ella tenía en el balcón cuando se aprovechó de mí. ¡Esto era una locura!, se suponía que debíamos sacar una copias y volver a clase, se suponía que no debería besarla ni mucho menos demostrar estas horribles ganas que ella ha desprendido en mí desde que la vi desnuda, pero nos era imposible ignorar lo que sentíamos y nuestras manos eran la prueba de ello al repasar las suyas en mi pantalón abriéndolo apresurada, con la misma desesperación que yo abrí el suyo presionando el interior de sus muslos tras caer la prenda a sus pies, y en un arrebato, levanté su pierna acomodándola en la madera y volví a estrujarla hasta sacarle un gemido que murió exquisito en mi boca. Pronto nos olvidamos hasta del apellido cuando ella sacó mi falo masajeando delirante mi deseo por poseerla, pero agradezco a la voz en mi cabeza que trajo el recuerdo de mi padre impidiéndome cometer una locura mayor y de paso un error que podría costarnos caro por tener la cabeza caliente, así que la enfrié lo suficiente cambiando los planes al adentrar mis dedos en su braga que estaba demasiado húmeda, aunque no más de lo que estaban sus pliegues que se bañaban por dentro y por fuera permitiéndome deslizarme e incrementando el placer en ella quien aceleró el vaivén con sus manos. —M-Mik… —No te detengas… Debía, pero no quería y tampoco lo hice, sino que aceleré al introducir un tercer dedo sacándole unos gemidos que intentó contener con todas sus fuerzas, lo que no ocurrió con sus uñas al llevarlas hasta mi brazo que rodeaba su cintura arrastrándome a su escote. Con el mayor descaro me adentré en este recordando aquella mañana en que ella me aprisionó entre el colchón y el mismo erecto pezón que hoy pellizcaba encantado mientras mi entrepierna estaba a punto de estallar, pero no quería hacerlo todavía, no hasta complacerla, y es que primero se complace a la compañera. —Inclínate —ordené firme tras bajar su pierna y seguido sus bragas volviéndola a la posición anterior. Me hinqué recordando las lecciones que tuve con dos mujeres que me enseñaron este acto tan sublime, ella se inclinó sacando por completo su trasero dándome una mejor vista de la zona y con mi lengua la penetré al tiempo que masturbaba su placentero punto con mi pulgar. Era sucio, peligroso, atrevido, la adrenalina nos recorría con la misma intensidad en que la lujuria se desataba en nosotros a medida que incrementaba su placer y aunque quería mucho más, sabía que estaba limitado por una cosa, una jodida regla que podría romper fácilmente con ella, pero en el fondo, la jodida voz de mi consciencia no me dejaba arruinarle la vida con la mayor consecuencia de todas. —T-Trav… T-Trav… —chilló entre la inocencia y el gemido más agudo y excitante que pudo dar en mi nombre. Con eso en el tablero, me giré sentándome entre sus piernas haciendo un cambio, pues ahora la penetraba con mis dedos mientras repasaba la vibrante protuberancia con la punta de mi lengua, y cual violín tocando su pieza magistral, me apoderé de sus empapados ligamentos enloqueciéndola. Sus gemidos apenas podían contenerse, pero ya brotaban sin reparo, sus uñas repasaban el escritorio chirreando suplicantes porque continuase y al mismo tiempo que me detuviera, e hice caso a la primera orden continuando mi cometido hasta sentir su orgasmo en mi mano, uno que trasladé a mi legua chupándola fervoroso, saboreando su placer como no creo haber hecho hasta ahora en mi vida con ninguna otra mujer; sin embargo, no creí que ella me ayudaría a levantarme para quedar de rodillas con mi falo en su boca. —Mik, no tienes que… —en un jadeo me calló al chupar fuerte mi glande en advertencia. —¿Crees que eres el único que oculta sus cartas en vez de presumirlas, joven Oz? Ahora bailarás a mi ritmo. ¡¿Quién diablos es ella?!
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