Por suerte o para desgracia nuestra, esta vez nadie ingresó a la habitación, pero sí interrumpieron un increíble momento de descontrol entre Mik y yo.
—¿Todavía queda algo más por hacer? Quisiera irme a los dormitorios.
—Supongo que no, pero hablemos con mi padre y dado el caso recojamos nuestras cosas, yo tampoco soportaré otra interrupción, joven Oz, mucho menos considerando lo que sentí entre mis piernas —me encanta esa forma arrebatadora de ser de ella.
—Me encantaría decir lo mismo, pero no tuve el placer.
—Solo tenía que decirlo.
Ella llevó mi mano hasta su vestido donde mis dedos se pasearon libremente entre sus piernas invitándome a ir más allá, invitación que no rechacé encontrándome con un resbaladizo líquido que volvió a prender mis ganas impulsándome a besarla en tanto seguía masturbándola, sus gemidos se ahogaban en mi boca y con más ansias bañé mis dedos entre sus fluidos hasta que ella sacó mi mano introduciéndola en su boca de una forma… indescriptible…
—M-Mik…
—Mantén esa mano en mi cintura o alguien se dará cuenta —no sé por qué, pero sentí algo maldadoso en esa frase—. Vámonos.
—Espera —la detuve al pasar por el escritorio acomodándola de nuevo sobre este.
—¿Qué haces?
—Lo que haría un buen Oz.
Me inmiscuí bajo su vestido abriéndole las piernas y corrí la pequeña tela repasando mi lengua en sus húmedos labios que desprendieron mil corrientes en su ser, uno que la hizo estremecer hasta el punto de tener que sujetarse de mi cabello, pero yo encantado la llevé a un intenso orgasmo en pocos segundos al conocer sus puntos débiles, solo que antes de levantarme, mordí el interior de su muslo sacándole un exquisito chillido que provocó la risa más perversa en mí.
—Ahora sí vamos, solo no te sueltes de mi cintura, no quiero que caigas.
Su aniquilante mirada intensificó mi risa y en un profundo suspiro, intentando mantenernos con la actitud más seria y firme posible, salimos en búsqueda de su padre quien estaba con algunos socios, por suerte este nos concedió el permiso de salir, pero maldita fue mi desgracia cuando debí dar mi mano al presentarme ante estos en tanto ella sonreía con la maldad brotándole de su labial al recordar lo que le había hecho con esos dedos que ahora estrechaban la mano de cada hombre.
—Te encargo a mi hija, Oz, mucho cuidado con ella.
—Descuide, señor Lawless, esta noche debí espantar un par de moscas en el camino y como puede ver ella sigue luciendo maravillosa.
—Y que siga así, joven Oz.
—Cuente con ello, ahora, si nos permite…
Partimos con nuestras cosas directo a los dormitorios, aunque el señor Lawless nos ordenó ir en uno de los autos de la familia con un chofer, lo mejor de todo es que este tenía un vidrio oscuro que impedía ver la parte de atrás para que ella se cambiara y de paso me permitiera en silencio disfrutar de su desnudez, pero al llegar a los dormitorios nos encontramos con una tenebrosa sombra en la entrada cuyo humo seguía ascendiendo con cada calada.
—Xun, ¿estás bien?
—Yo sí, pero ustedes…
—Ni siquiera estuvimos aquí, ¿qué podríamos haber hecho? —cuestionó Mik tan confundida como yo por su actitud.
—Tú vendrás conmigo Lawless y tú, Oz, atiende el teléfono.
—¿Qué ocurre?
—Tu pequeña intrusa pregunta por ti.
—¿Mi pequeña…? —en un segundo pasé de la confusión a los nervios—. ¡¿Es un chiste?! ¡No le digas así! —reclamé furioso, pero poco o nada le importó.
—Mejor ve a atender a tu pequeña intrusa que yo cuidaré de Lawless.
—¡Ya basta, Xun!
—¿De qué te quejas si te la pasabas llamándola así el año pasado? —solo porque ella está al teléfono no lo aniquilo, pero sé que esto lo hizo a propósito.
Esta vez decidí esperar a que él se alejara con Mik y respiré profundo intentando calmarme.
—¿H-Hola?
—Trav…
—Disculpa, lo que escuchaste no es verdad, es decir, sí dije eso al comienzo, pero nosotros no…
—No me importa —habló a secas callando mi desesperada explicación siendo ahora la culpa lo que me carcomía—. Te llamo por otra cosa, ¿estás ocupado?
—No, no, dime, es solo que lo que dijo Xun…
—No me importa, pero…
Algo en su silencio no me gustaba y un mal presentimiento comenzó a invadirme.
—¿Qué ocurre, chiquita? Dime. ¿Pasó algo con mi padre? ¿Mamá, el tío Marc y los chicos están bien?
—Ya comencé los combates y hubo un problema en el primero cuando fui con Marcus y Oz, después de eso hubo una pelea en casa entre ellos y Livi…, el caso es que no sé qué hacer porque las cosas podrían empeorar entre ellos y…
—Espera, no entiendo bien, ¿qué problema hubo con mi padre y el tío Marc?
—Lo que ocurrió fue… —en eso silenció y unos enardecidos gritos de mi tío se escucharon al fondo incrementando mi preocupación.
—¿Chiquita?
—Debo irme.
—¡No, espera…! —no me dio tiempo a nada al colgar en el acto, intenté marcar un par de veces a casa, pero nadie contestó dejándome peor que antes.
Creo que no había odiado tanto vivir al otro lado del mundo como lo hago ahora y más considerando que en esta ocasión no se trata de mí sino de ella, lo peor es que en verdad el tío Marc se escuchaba furioso… Quizás sea una jugada arriesgada de mi parte, pero sé que si me quedo aquí no estaré tranquilo.
—Travis, ¿qué ocurre? —no me di cuenta en qué momento llegué a la habitación, pero en esta se encontraban Mik y Xun.
—¿Qué pasa? —insistió él quedando tan preocupado como ella.
—No lo sé, pero no es bueno y lo que ella dijo… —mi cabeza era un caos y su silencio me mortificaba más.
—¿Quieres irte? —asentí—. Entonces hazlo, por un día que pierdas de clase no pasará nada, igual recuerda que mañana es viernes —la descabellada idea de Xun sonaba tentadora, pero no podía, no estaría bien.
—¡Pero no puedo irme como si nada, si mi padre se entera…!
—¿Crees que Oz pediría permiso si se trata de alguien importante? —la obvia cuestión de Xun se clavó profundo en mí y más porque conocía la respuesta, una que apenas pude negar con mi cabeza—. Entonces quita la cara de idiota, empaca unas cuantas cosas y vete, yo te compraré un tiquete de avión para que salgas hoy mismo.
—Gracias, Xun… Amm, ¿Mik…?
—Descuida, solo ve, pero cuando regreses hablaremos de algo importante.
—Dime que no es otro problema —dije casi en una súplica.
—No es un problema, pero sí requiere la atención de ambos, por lo pronto enfócate en empacar que Xun y yo hablaremos con Reinold, algo se nos ocurrirá.
—Gracias, les debo una.
—¿Y por qué tendría que esperar?
—¡Xun! —riñó ella confundiéndome más de lo que estaba.
—No, señorita, ni crea que porque esa chiquilla llamó ustedes se librarán de mí.
—¿Señorita? —murmuré confundido hasta que al fin lo comprendí—… Maldición…
—¿En serio te sorprende? Vamos, Travis, ¿a quién intentabas engañar? Lo sé desde el primer día que ella pisó este lugar.
—¿Cómo…?
—¿Te olvidas quién tiene las llaves de este lugar? —movió perverso el manojo de llaves agregándole más peso a mi agobio.
—¡Bien! ¿Qué me pedirás a cambio? ¿Cigarrillos? ¿Alcohol? Solo di con qué vas a chantajearme —estaba tan mortificado que poco me importó expresar el tedio que me inundaba.
—Cuida de ella —murmuró con la vista fija en mí entre una extraña mezcla de emociones que no supe descifrar—… No la conozco, pero ahora comprendo un poco más por qué les importa tanto.
—¿Qué te dijo? ¿Qué hablaste con ella?
—Un secreto a cambio de otro. Por lo de tu amiga, despreocúpate que no diré nada, solo tengan cuidado de no ser vistos y menos en sus encuentros.
Algo en su semblante había cambiado, no sabría explicarlo con exactitud y menos porque él no era expresivo cuando se trataba de algo tan personal, pero por ahora iré con un asunto a la vez y el más importante es esa pequeña.