—Ustedes dos, caballeros, tienen demasiada suerte de tenerme de su lado.
Y justo creí que nuestro calvario había terminado con Gharbi, ahora resulta que otra sombra aguardaba por nosotros en la entrada de los dormitorios con su implacable actitud resguardada en un overol azul oscuro y sus rasgados ojos asiáticos que aniquilarían a cualquiera con la maldad que emana en ellos, más, si a eso le sumamos las veces que un cigarrillo le acompaña.
—Xun…
—Me encanta cuando corean mi nombre, se escucha divino —soltó una placentera bocanada de humo.
—¿Acaso mi padre está de vuelta en la ciudad que te noto de buen humor?
—No, joven Oz, su padre no nos deleita esta vez con su visita, sino la madre del joven Lawless.
—¡¿Mi mamá?! ¿Qué…?
—La señora Lawless hará una maravillosa presentación para su encantadora hija —Mik y yo nos tensamos al quedarse viéndola— y ha ordenado que el par de traviesos se presenten en la gala esta noche.
—¡¿QUÉ?!
No sabía cuál estaba más sorprendido, así como tampoco sabía si él sabía lo de Mik. Considerando el incidente de la fotocopiadora creería que no, pero…
—Iré a la mansión para averiguar en qué locura está pensando mi madre, nos veremos mañana, Trav.
—¡Alto ahí! —exclamó Xun frenándola en seco— No sé si no escuchaste bien, pero la señora Lawless solicitó a los dos, no una hermana y tú, sino a ti y a Travis Benjamin Oz. ¿Fui claro esta vez?
—Pero yo… —Xun se me acercó al oído evitando que Mik pudiese escucharnos.
—Mucho cuidado, no vaya a ser que quieran terminar el encuentro de la fotocopiadora y si lo hacen, eviten ser descubiertos, eso no es propio de un Oz —algo deslizó en mi pantalón con malicia y, discreto, rocé por encima la prenda quedando avergonzado al saber qué era—. Hora de irse, no querrán llegar tarde a la gala.
Sin más, partimos a la mansión Lawless que se encontraba más viva que nunca con los organizadores, las decoraciones y mil cosas más en tanto la madre de Mik nos aniquilaba con la mirada desde la sala.
—Ya era hora de que llegaran. Vayan a arreglarse y nada de escapar o tendrán muchos problemas, incluido usted, Oz.
—Bonita bienvenida —susurré sarcástico a Mik quien estaba tan atónita como yo.
—Ni que lo digas. ¿Notaste cómo te quería sacar los ojos?
—¿Bromeas? Casi podía ver un cuchillo en sus manos —reímos llegando a llamar la atención de ella y enseguida nos pusimos serios.
—Mejor vámonos antes de que nos arranque la lengua.
Dos asistentes nos llevaron a habitaciones separadas donde ya tenían todo listo, por lo que me di una ducha y vestí a medias un smoking en lo que doblaba mi ropa, pero no creí que aparecería esa mujer como si nada repasándome con total desprecio de los pies a la cabeza, lo que ya me ponía incómodo entre tanto silencio y más al tener mi torso desnudo.
—¿Hay algo en lo que pueda ayudarle?
—Desapareciendo de la vida de mi hija, aunque eso por desgracia no podrá ser esta noche.
—¿Disculpe?
—Seré clara con usted. Así como su padre, usted no me agrada, se nota que son padre e hijo y si él fue capaz de tanto no dudo de sus capacidades, porque como bien dicen: El fruto no cae lejos del árbol.
Quizás de ser otro tema lo tomaría como un halago, pero el desprecio en su voz era inminente.
—No sé qué tiene en contra mía o de mi padre, señora Lawless, pero sí le exigiré que lo respete y más en mi presencia, si bien mi padre no es santo de devoción, tampoco permitiré que haya injurias en su nombre y menos de alguien que no lo conoce.
—Lo dicho, de tal padre tal hijo —respira, Travis, respira…
—Siendo el caso, no tengo nada que hacer aquí —recogí mi ropa y mis zapatos dispuesto a cambiarme—, no es mi presentación y tampoco toleraré humillaciones contra mi padre o mi persona por alguien a quien ni siquiera estimo.
—¿Qué cree que hace?
—Escúcheme bien, señora Lawless —me acerqué intimidante—, ante usted me he comportado como un caballero e incluso vine aun cuando no tenía por qué, pero si cree que le permitiré expresarse de esa forma de mi padre, está muy equivocada porque no lo toleraré.
—¿Algún problema? —la demandante voz del señor Lawless llamó nuestra atención—. Travis.
—Señor Lawless.
—Quizás esté acostumbrado a estar así en su casa y no lo culparía por ello, pero le pediré que vuelva a ponerse el pantalón —diablos, estaba tan absorto en mi furia y en querer irme que no medí ese detalle.
—Disculpe, señor Lawless, no era mi intención faltarle el respeto a su esposa.
—Lo sé, joven Oz, pero creo que se equivocó de pantalón —divisé la prenda quedando confundido—. Imagino bien a qué se debía la discusión, así que…
—George… —gruñó la mujer por lo bajo a lo que él le lanzó una inquisidora mirada.
—Déjanos a solas, necesito hablar con el joven Oz.
—Señor Lawless, no quiero problemas con nadie y no porque ustedes me importen, sino porque su hija es una gran amiga mía y no quiero que pase por ningún inconveniente.
—Y es justo por eso que lo necesito aquí.
—Comprendo que me quiera aquí, pero es bastante claro que su esposa no y no le arruinaré la noche a nadie.
—Quizás mi esposa no guste de usted ni su padre, pero su madre, la señora Clyde, fue una mujer encantadora que habló maravillas de su hijo Benjamin, dijo que si necesitaba algo podía solicitárselo y más considerando el aprecio y cariño que tiene por mi hija Mikehl.
—Y la aprecio, señor, pero…
—Entonces le pediré que por favor vista el traje, deje sus pertenencias sobre la cama y nos siga al salón para ser el acompañante de mi hija esta noche en la gala de presentación, porque no pienso permitir que algún cretino ponga su asquerosa mano en la cintura de mi hija.
De acuerdo… Sé que no soy padre todavía, pero que él la defendiera de esa forma aun sin ser hija de sangre me desconcertó por completo, aunque no sé si ahora debería preguntar en qué concepto me tiene considerando lo último dicho…
—¿Y yo en qué difiero con esos cretinos?
—Simple, es hijo de Olivia Clyde y Oz —contestó como si fuese lo más obvio del mundo—. ¿No le basta con esa respuesta?
A veces siento que tengo un mundo tan oculto frente a mis narices que me resulta imposible de ver y más cuando salen con esa respuesta, aunque, por otra parte, tampoco quisiera que algún idiota se sobrepasara con ella por una tontería de mi parte… Lo que hago por ser buen amigo.
—¿Qué quiere que haga, señor Lawless?
—No baje su mano más de la cuenta, manténgase a la altura de las circunstancias y si alguien le pregunta, no, usted no es ni el novio ni el prometido de mi hija, pero sí es alguien cercano a la familia, lo suficiente para ser su acompañante esta noche con mi aprobación.
—Así será.
Los primeros diez minutos una vez arribé al salón con los demás invitados fueron los más desesperantes, no faltaba quien quisiera saludarme para saber quién era y qué relación tenía con los Lawless, pero parecía que la sola mención de mi apellido bastase para que abrieran las piernas, por suerte una de las mucamas me llevó hasta un pasillo en donde se encontraba Mik con un hermoso vestido verde claro, lo más bello era el tímido sonrojo en sus mejillas.
—Te ves maravillosa.
—Gracias, Trav, tú también te ves muy apuesto —le ofrecí mi mano y la hice girar dejando un beso en el dorso de su mano.
—Vamos, tu padre me ordenó hacerte lucir lo mejor posible y salvaguardarte de los idiotas, aunque no sé para qué me necesita si tú sola haces ese trabajo.
—Ya basta o no saldré —es hermosa cuando saca ese lado más femenino e inocente.
Y así como en la cena de diciembre, debimos soportar esta gala con la alta alcurnia, bailes de salón y conversaciones aburridoras que me hacían preguntarme cómo lo soportaba mi padre y más considerando su forma de ser, pero me bastaba con verla para encontrar la respuesta, aunque…
—¿En dónde se metió?
La busqué con la mirada por todo el salón hasta encontrarla con otro hombre cerca de la barra, se me hizo extraño, pero al notar lo incómoda que estaba con su presencia y más porque él parecía no entender las señales de “¡ALEJATE!”, me vi obligado a intervenir llegando con la misma actitud que le he visto a mi padre en ocasiones.
—Buenas noches, ¿todo en orden?
—Trav.
—Sí, solo estaba saludándola.
—Entonces no les importará que los acompañe —rodeé la cintura de ella marcando más mi territorio al besar la comisura de sus labios y enseguida pasé mi atención a él—. Travis Oz. ¿Y usted es?
—¿Oz…?
—No, sé que no es un Oz, mi padre no tendría hijos como tú, de eso doy fe —comenté arrogante con una socarrona sonrisa que casi hace carcajear a Mik, pero él botaba humo por las orejas al dejarlo como el idiota que es—. Mik, tu padre te está buscando, me encargó acompañarte para que no estés escapándote otra vez.
—Siendo el caso es mejor no hacerlo esperar, joven Oz —comentó en el mismo tono burlesco que yo—. Con permiso, joven Wallas, tengo asuntos importantes que atender —la llevé perdiéndonos entre la multitud hasta dar con un pasillo vacío donde al fin pudimos soltar nuestras risas contenidas.
—Eso estuvo increíble, gracias, Trav.
—Tranquila, quizás con eso deje de molestarte.
—Espero que sí porque ya estaba harta de decirle que me dejara en paz.
—Entonces creo que me debe algo por salvarla, señorita Lawless —comenté seductor sacándole ese semblante travieso que me encantaba en ella.
—¿Y qué desea mi caballero de smoking? —observé alrededor asegurándome de que no hubiese nadie.
—No me quejaré de un beso.
La lujuriosa maldad se apoderó de ella quien me llevó a rastras por el pasillo hasta la pequeña habitación donde estuvimos la última vez, aquella en donde sus besos tocaron fogosamente los míos y hoy, sin atisbo de duda, volvió a robarlos con total soltura en lo que yo la levantaba acomodándola en el escritorio sin dejar de repasar sus piernas.
De nuevo los recuerdos de esa noche mezclados con cada uno de los encuentros que hemos tenido desde el ardiente día en la fotocopiadora hicieron estragos en mi entrepierna, ella con su lengua de fuego incrementaba mi deseo y yo como un necesitado buscaba desprender más de su pasión recordando el empaque de condones que colocó Xun en mi bolsillo como si supiera que esto ocurriría, pero como la felicidad no puede ser eterna, las voces de algunas personas acercándose nos interrumpieron obligándonos a escondernos en el balcón igual que la primera vez.