36. DIFERENTE…

1878 Words
En el camino me hice muchas ideas sobre a dónde podíamos ir y aunque intenté persuadirla de decirme, Mik se negó por completo, pero nunca soltó mi mano, ni siquiera cuando nos bajamos frente a un edificio e ingresamos por un callejón en donde ella abrió una puerta incrementando el misterio para mí, solo que yo, cual niño ilusionado y ansioso, me dejé llevar hasta un polvoriento ático con un bello ventanal que permitía una magnífica vista del Royal Opera House. —¿Por qué aquí? —pregunté al cabo de unos minutos cuando empezó la función de la filarmónica. —Lawless me dio dos boletos y tenía planeado invitarte, pero te pusiste de obstinado a evitarme —es increíble que me deje regañar por ella, aunque también era difícil contradecirla cuando tenía razón. —Disculpa, sé que no debí hacerlo, pero en verdad tenía miedo y sigo teniéndolo. —Descuida, lo único importante es que por fin volviste a hablarme y me explicaste lo que te pasaba. Al dejarse llevar por la música no quise interrumpirla y me enfoqué en disfrutar mi primera función, pues jamás en mi vida había presenciado algo tan maravilloso. Cada segundo compaginaba a la perfección con cada nota salida de todos los instrumentos, la coordinación que había y más en los movimientos trascendentales aceleraban mi pulso e incluso me sacaban una sonrisa, misma que vi reflejada en ella en ocasiones cuando la veía de reojo o cuando presionaba mi mano de forma inconsciente. Fue especial que me permitiese conocer algo nuevo de ella a través de un gesto tan personal ya que en verdad se notaba cuánto lo disfrutaba, así como la música cumplía su función en mí al calmar mis nervios dejando atrás los miedos en tanto seguíamos ocultos en este lugar, pese a tener entradas como todos los demás. —Yo también… —comentó de la nada en un murmullo que me sacó de base. —¿Tú también qué? —Tenía miedo… Cuando Gharbi nos acorraló con sus amigos pensé lo peor, el terror se apoderó de mí al golpear a Xun con tal sevicia que creí lo asesinarían, pero ese pensamiento se transformó en una realidad cuando nos siguieron en el auto. —Mik… Sus manos temblaban, su voz se quebraba en ocasiones y ni qué decir de su semblante, era tan triste y preocupante que le quitaba vida a la melodía de fondo. —¿Sabes cuándo me sentí a salvo ese día? —negué silencioso sin dejar de detallarla—. Cuando gritaste nuestros nombres, solo ahí supe que todo estaría bien, porque eso generas en mí, Trav, confianza, seguridad —clavó su enigmático mirar en mí—… eso es lo que he sentido desde que te conocí. —Pero no desde el minuto uno, porque todavía recuerdo la prepotencia con la que me hablaste —mi tonta broma expuso nuestras nostálgicas risas aminorando la tensión. —En mi defensa diré que estaba con mucho estrés, detestaba la idea de estar con otra persona y más por mi condición, pero al despertar de mi desmayo y ver lo considerado que fuiste conmigo a pesar de eso, me hizo recapitular las cosas contigo. Nuestras voces silenciaron unos minutos al ser acogidos una vez más por la música que me iba transportando a esos días y el cómo se desarrolló nuestra amistad, una que de no ser por esa turbulenta noche en que descubrí su secreto, probablemente seguiría sin enterarme de nada. —Mik, no sé qué nos traiga el destino por separado o juntos, pero quiero que sepas que eres una amiga invaluable para mí. Ella, en vez de darme una respuesta vocal, me dio un beso que me hizo sentarla sobre mis piernas profundizando cada sensación emanada por su boca que parecía ir al compás de la sinfonía y sin poder resistirlo, enredé mis dedos en su corta cabellera en tanto mi otra mano se escabullía bajo su camisa, mas era mi boca la que ahora le sacaba gemidos al apoderarme de su cuello. —T-Trav… baja… —ordenó jadeante enterrando sus uñas en mi cuello. Obediente, bajé mi lengua por su escote el cual fue exponiéndolo al abrir botón por botón, prendiéndome cada vez más al compás del tercer movimiento de la sinfonía que vibraba resonante en cada célula de mi ser, pero más de mi hombría. —T-Trav, quiero hacerlo… —me aparté un instante sin comprender bien. —¿El qué? —Quiero estar contigo… hoy… aquí… —mis labios se movían sin emitir sonido alguno pues mi cabeza no coordinaba tras esas palabras—. ¿Y-Ya no quieres estar conmigo? —preguntó nerviosa siendo la bofetada mental que necesitaba para reaccionar. —¿De qué estás hablando? ¡Obvio quiero estar contigo!, pero… —¿Qué? —No me lo tomes a mal ni pienses que soy quisquilloso, pero por maravillosa que sea la vista de la ópera, me es difícil hacerlo aquí. —¿Por qué? —Porque soy un idiota caballeroso que quería hacer todo perfecto para ti en un lugar más apropiado, así no te sentirías tan nerviosa y… —miré a mi alrededor con un poco de desagrado—, seré honesto, Mik, este cuchitril no era lo que tenía en mente para nosotros… No te ofendas. Su silencio bajó mi deseo provocando a su vez mis nervios y más porque su penetrante mirada asiática se tornaba enigmática e indescifrable para mí, eso, hasta que una risa emergió de ella mientras negaba con su cabeza confundiéndome en demasía. —Eres único. —No hagas eso, sabes que me siento como un idiota cuando la gente actúa así conmigo. Aunque no quería, relució de mis labios un infantil mohín del cual ella se burló un poco más al imitarlo en tanto repasaba su dedo en saliente labio inferior. —No me burlo de ti, tonto, antes eres tú quien me hace sentir avergonzada al ser tan caballeroso y encantador. —Perdona que no lo haga aquí, pero no quiero que nuestra primera vez sea un ático polvoriento. —¿Qué diría tu padre si te escuchase? —se burló más la muy… —Ja, ja, ja, qué chistosa —solté sarcástico girando los ojos con falso fastidio—, obvio diría que soy un idiota por no aprovecharte aquí y que un poco de polvo no es nada —resopló pensativa. —Opinamos igual, pero me dejaré llevar por ti así que… ¿Qué te parece si vamos a un hotel? Vi uno cerca cuando veníamos en el taxi. —¿En serio? —asintió y sin más salimos del lugar tal como llegamos, en silencio y aferrados de las manos. En cada paso hasta el lugar iba incrementando un cosquilleo en mi estómago, incluso al pagar en recepción sentía que estaba soñando, sensación que no desapareció aun cuando ingresamos a la habitación sencilla que para nada tenía que ver con lo que imaginé, por no decir lo que coticé tiempo atrás pues ya tenía seleccionado el lugar. —¿Estás segura de esto? —Depende, ¿tienes los condones? —negué un tanto inquieto—. Por suerte para nosotros yo sí tengo. —¿Por qué los traes contigo? —Porque cierto conserje me dijo días atrás que era mejor llevarlos conmigo. Igual que una sombrilla, es mejor tenerla y no usarla, a necesitarla y no tenerla. —¿Segura fue el conserje y no mi padre? Porque eso suena a él. —Quizás por eso ellos se llevan tan bien… ¿Entonces…? —de nuevo mi pulso y el hormigueo se dispararon. —Solo dime si en verdad estás segura de hacerlo hoy, aquí y ahora… conmigo. Cruzó sus manos detrás de mi cuello atrayéndome hasta sus finos labios rozándolos lento, mis manos la acercaban al apoderarme de su cintura y nuestras respiraciones parecían borrarlo todo a nuestro alrededor. —No tengo dudas de querer hacerlo contigo aquí y ahora, Travis Oz. ¿Y tú? ¿Todavía quieres que yo sea tu primera vez? Esta vez fui yo quien le respondió con un apasionado beso que me hizo cargarla hasta la cama donde nos dejé caer siendo las prendas las que volaban por todas partes entre mordidas, alguna que otra lamida en tan sensibles zonas que ella conocía bien en mi cuerpo y después fue mi lengua la que volvió a invadir sus virginales pliegues, aquellos que llevo varios meses saboreando, explorando su placer, despertando a la mujer que me confiaba sus secretos día a día. El preámbulo no fue nada que no experimentásemos con anterioridad, oral y masturbación, tan simple como esas dos palabras y tan excitante como en cada encuentro, pero al ella ponerme el preservativo, me fue imposible penetrarla aun estando en toda la entrada. —¿Qué ocurre? —No quiero esto, no así… —su preocupación estaba justificada, pero mi libido hablaba tan segura como la razón en mi cabeza. En aras de evitar otra conversación, la besé atrayéndola hasta mí con sus piernas todavía estiradas y la acomodé sobre las mías rozando nuestros sexos que palpitaban desesperados. —T-Trav… —Hazlo a tu ritmo, disfruta como quieras y en cuanto estés listas me das el control para continuar, no quiero lastimarte por un mal impulso. Me sentía un poco tonto y de seguro estaría sonrojado como siempre hasta las orejas por la vergüenza que sentí, lo peor era que su sonrisa, aquella que dice: “eres lo más lindo del mundo”, no hacía más que incrementar esa sensación, pero siempre tuve miedo de lastimar a una mujer y más si esta significa tanto para mí. Sin embargo, nada impidió que ella cruzara las piernas dejando a flote su deseo una vez más, yo la levanté lo suficiente acomodándome en su entrada y poco a poco la sentí bajar mientras nos aferrábamos al otro. No tengo idea de qué sentiría ella y aun cuando era yo quien tenía el condón puesto restando muchas sensaciones, resultaba excitante sentir su calor, la estrechez y hasta el dolor que me producía al enterrarme las uñas. Me sentí tentado a preguntarle si estaba bien, pero no quería sacarla de su zona, no quería arruinarlo con mi estúpida caballerosidad, por el contrario, quería confiar en que ella detendría todo si así lo consideraba y más temprano que tarde obtuve la respuesta al bajar lo suficiente. Durante esos segundos o minutos que quedó inmóvil, la besé y acaricié demostrándole que seguía a su lado, pero cuando menos lo imaginé, ella bajó por completo moviéndose hacia adelante y hacia atrás disparando increíbles corrientes en mis nervios que endurecían más mi entrepierna. Agarré su trasero levantándola un poco hacia mí sin que ella dejase su labor, era un movimiento que íbamos coordinando hasta que por fin dimos con el punto exacto y lo demás fue un delirio. Este encuentro fue diferente a todo lo que habíamos probado hasta ahora, fue mejor de lo que pensé para nuestra primera vez siendo muy especial y sé que también lo era para ella porque su semblante me lo dijo todo, era una entrega con confianza en medio de la intimidad entre dos amigos que no se escondieron nada.
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