Se separaron de aquel beso inesperado y Sarah comenzó a ponerse roja por la vergüenza y el atrevimiento. —Lo siento, lo hice sin pensar —Se disculpó mirando hacia otro lado. Enzo se quedó sin palabras, tocando sus labios. Estaba más confuso que nunca, pero de una cosa estaba seguro; jamás había sentido una corriente tan fuerte atravesando su cuerpo por un beso, un simple beso que temía, impediría que pudiera sacarse a Sarah de la cabeza desde ese instante. —¿Por qué hiciste eso? —preguntó una vez volvió en sí—. Sarah, no te entiendo. Querías dejar esto, luego me odiaste, me perdonaste y me pediste conocernos de verdad y ahora quieres volver a fingir ser mi prometida… y me besaste. —Porque si ahora no hago nada, sería rendirme al miedo que me da tu hermano y esos secuestradores. Sé qu