Barbie
El ruido de la calle llena el ambiente, las baldosas grises marcan el camino de lo que será nuestro recorrido, no tengo idea de donde ir a comer, pero definitivamente no iría a la cafetería de la empresa, la gente ya me observa demasiado y sobre todo no quería ver la cara de esa chica viendo a Thomas, es que parecía un perro magullado.
Thomas no era feo, para nada, alto, cuerpo marcado, mandíbula cuadrada cubierta por una fina capa de barba, ojos como el mar, pero ese mar calma, el sujeto transmitía una paz cuando te miraba, como si nada lo perturbara, cómo si todo estuviera bien, aunque no creía que todo estuviera de esa forma.
Pasamos entre la gente hasta llegar a la esquina, mire al rubio un momento, parecía contrariado, algo perdido y completamente fuera de lugar, era bueno encontrar otra reacción en él, una que no fuera la de todo está bien.
— Déjalo correr Thomas, hay cosas peores - sus cejas se juntan y vuelve a mirarme.
— ¿Qué piensas que pienso? - eleve mi ceja.
— ¿Estamos jugando a los trabalenguas? - consulte divertida - Entremos en ese lugar, no tengo idea de que venden, pero no está tan lleno - comenzó a reír.
— No, no iremos a ese lugar, ven - su mano tomó la mía y me llevó entre la gente a una pequeña puerta que había en la calle lateral.
Nunca había estado por estas zonas, o quizás sí, pero siendo honesta no me acordaba, la calle de cemento corría en una sola dirección, una fila de autos se encontraba estacionados a la derecha, solo había casas en esta cuadra, edificaciones antiguas donde encontrabas pequeños locales, una cafetería, tienda de ropa y una tienda de antigüedades.
Entramos en el café, quiero preguntar que hacemos acá, porque tengo tanta hambre como para comerme tres hamburguesas completas, no para tomar un café con torta, me gustan las cosas dulces, pero necesito comida.
Una chica castaña se acerca a nosotros y comienza el show de ojos, sus parpadeos constantes me tienen haciendo caras, ¿nadie les dice lo ridículas que se ven? Digo, una cosa es coquetear cuando te coquetean, pero empezar con el coqueteo exagerado porque sí, además parece que lo conoce y al igual que con Carla, este no les presta atención.
Los ignoró mientras observo todo, los sillones en tonos gris topo que ocupan distintos sectores con sus mesas ratonas en tono marrón, los pisos eran de loza perlada, unos rectángulos grandes de daban el aspecto de ser un solo piso, brillaba, lo que demostraba la limpieza del lugar.
Las paredes pintadas en un tono verde manzana, mesas de madera cuadradas en tono blanco ocupaban distintos sectores y en cada una de ellas un pequeño adorno de flores silvestres, me gustaba, era delicado, cálido.
Mis ojos se desviaron a la barra, el muchacho que preparaba el café estaba limpiando la mesada de madera marrón, sus ojos se encontraron con los míos un momento, sus labios se curvaron hacía un costado y guiño su ojo. Sonreí en respuesta y mi mano fue tomada de nuevo.
— Ey ¿Vamos? - señaló la mesa y asentí.
— Claro - sonreí y lo seguí. - Este lugar es muy lindo - murmure mientras observaba los cuadros de las paredes.
— Lo es, además es tranquilo - corrió la silla para que me sentara y lo hice.
— Qué caballero - bromeo y rueda los ojos.
— Llamas mucho la atención - miro a su alrededor.
— Tú también - pestañe varias veces y volvió a reír.
— Touché - sus brazos se cruzaron encima de la mesa - En fin, acá hacen las mejores ensaladas y comidas que he probado, es sano y para nada caro - la mesera nos deja el menú y me lo pasa.
— ¿Vienes muy seguido? - observó las listas de comida - Vaya, hay de todo - sigo ojeando.
— Por lo general, no me gusta la comida que hay en la cafetería de la empresa, además dudo del que cocina - lo observó - No se ve muy limpio - aprieto mis labios.
— ¿Juzgando a las personas? - niega.
— No, tengo pruebas - ladeé mi rostro - En una ocasión tuve que desviarme, pasé por la parte de al lado de la cocina, el sujeto se estaba limpiando la nariz con el dorso de su mano, tomó la bandeja y la llevó al lobby, yo iba a comer ahí, pero después de ver eso salí, tenía el estómago revuelto, no era la primera vez que comía en ese lugar - niega - Fue lo peor que me pudo haber pasado, entonces encontré este lugar - lo señaló.
— Por dios, tomé café y comí una dona de ahí - mi estómago se revuelve - Esas cosas se dicen Thomas - le reclamó.
— No sabía que ibas a venir a trabajar conmigo - sube sus hombros.
— ¿Cómo? ¿Mateo no te dijo? - negó. - Bueno, a mí no me dijo que te tendría de compañero - la chica volvió.
— ¿Han decidido qué comer? - afirme y el rubio también.
— Quiero un sándwich de atún y la ensalada César por favor - respondo - Y una limonada.
— Sándwich de pollo y la ensalada mixta - le pase el menú - Puedes traer mejor una jarra de limonada - la castaña muerde su labio y afirma - Gracias.
— Vas a hacer que hiperventile - comienzo a reír - Dime Thomas, ¿Cómo has estado? - toma aire y lo suelta.
— Bien, son momentos, por momentos parece que los días son complicados y por otros todo está bien, es raro, porque yo quería tener algo con ella, aunque fuera complicado y desgastante - suspiro - Sabía que no iba a poder tener una relación normal hasta que ella sanara, pero la amaba así, con todas esas cosas, con sus cosas - hago una mueca. - Valía la pena, ella lo valía - sonreí.
— Claro que lo valía, Bri era alguien increíble - me observo - No tienes que olvidarte de eso, aunque por ahí la vida no sea como uno espera, aunque tenga otros planes para nosotros, es importante mantener a los que amamos cerca, ya sea física o espiritualmente, está bien que la recuerdes, eso hace que se mantenga contigo - sus labios se curvaron un poco.
— ¿Tú? ¿Cómo has estado? - pensé un momento.
— Bueno, no hay mucho que contar, desperdicie un año de mi vida con un idiota que dijo que mis problemas personales eran muy estresantes para él - chasqueo la lengua.
— ¿Problemas personales?
— En la universidad conocí una chica, no parecía ser alguien malo, creo que cualquiera que la vea opinaba que era un ser amoroso y completamente carismático, me enamore, estaba hasta las narices con ella, todo era divino, hasta que empezó con sus cosas - niego - Le molestaba que hablara con otras chicas, que me juntara con Ben - hago una mueca - Sí hacía un trabajo con alguna compañera, ella en venganza se besaba con alguna frente a mí, me dejaba, se alejaba y aplicaba la ley del hielo, me costó mucho acabar con ese círculo enfermizo en el que estábamos, terminamos en la justicia, tuve que denunciar para que me deje tranquila, me seguía, me acosaba, enviaba cosas a mi casa - niego. - Fue mucho.
— ¿Ese tipo te dejo cuando pasaste por todo eso? - afirmé mientras la chica nos dejaba la comida.
— Sí, para él, que yo tuviera miedo porque me seguía en la noche o que ella llegara algo loca porque sabía que Jonathan estaba en mi casa era muy estresante, no podía con algo así. - negó.
— Jonathan, ¿Dónde lo conociste?
— Es el guardaespaldas de Sam - abrió la boca y la cerro.
— ¿Es broma? - niego - Es igual a un policía. - me sirvió jugo.
— Es un ex policía. - le aclaro.
— ¿Le molestaba cuidarte, teniendo los medios para hacerlo? - subo mis hombros.
— La gente está jodida Thomas, puedes encontrar personas buenas o malas, algunas personas suman en la vida de uno y otras simplemente restan, Jonathan es de los que restan y solo ocupan espacio, así de simple - tome un trago - En fin, después de eso mamá me pidió ir a Canadá con ella y mi hermana, quería que la ayudara, aunque me convirtió en su niñera, me quedé a vivir con ella y cuide a mis sobrinos, salí con otro idiota - vuelve a reír.
— ¿Qué lo hizo idiota?
— Bueno, cuando nos conocimos dijo que estudiaba medicina, le gustaba salir, hacer deportes, era una persona pro activa, con una gran variedad de gustos literarios. - probe el emparedado y un sonido de placer salió de mi boca - Joder, esto está increíble.
— Te dije - negó divertido y come lo suyo - ¿Qué de todo eso era mentira? - consulta limpiando su boca.
— Todo - respondo después de que trago y subió sus cejas - No estudia medicina, no trabaja, su máximo ejercicio es ir de la computadora al refrigerador, se la pasaba jugando videojuegos y su lectura eran cómics de superhéroes, no digo que estuvieran feos, algunos eran entretenidos, pero no podíamos hablar de nada - niego - Le preste plata y me trato de intensa porque le dije que se buscara un trabajo - vuelve a tomar limonada.
— ¿Qué edad tiene? - lo observó de manera sugerente - ¿Veinte? - niego - ¿Veinticinco? - vuelvo a negar - ¿Treinta? - afirmó despacio - ¿Me estás tomando el pelo? - niego - Barbie.
— Es verdad, no te miento, tiene treinta años y gracias a dios no vive con su madre, aunque debe estar a un paso de volver - comienza a carcajear.
— ¿De dónde los sacas? - lo miró ofendida - Perdón, pero tus elecciones son pésimas.
— Tengo un cartel en la frente - limpio mis manos - Dice claro “se aceptan imbéciles” - ambos reímos en esta oportunidad.
— Lo veo - abro mi boca grande - Vamos es un chiste, aunque tienes que admitir que si eso pasa es porque los atraes - me siento más ofendida.
— No es así, no quiero un imbécil, en verdad no - como mi ensalada ya que el emparedado se acabó - Quiero algo serio, no sé, una relación sana, sin tanto drama, ya sabes, tener un plan en común, metas, pasatiempos, salir, juntarme con amigos, casarme, formar una familia - suspire - Ya pasé por todas las etapas que quería pasar, disfrute de mis tonteras, experimente, solo quiero tener una linda vida y ya. - se quedó callado.
— Has madurado - nos quedamos un rato mirándonos - La última vez que te vi, estabas preocupada por que iban a tomar y el bar al que irían - hago una mueca.
— Era más chica Thomas, las personas maduran, uno no puede ir por la vida como si nada pasara, crecemos, nos formamos, hay una etapa para todo - subo mis hombros - Además, no quiero ser la tía solterona, no me gusta esa idea - volvemos a reír.
— ¿Qué paso que volviste? - lo miro confundida.
— ¿No te gusta que volviera? - hablo coqueta y niega - Oh, no me quieres acá, bueno, supongo que podrías decirlo y no comías conmigo - me hago la ofendida.
— No, no es eso, no me refería a eso - habla nervioso - Me gusta que estes de nuevo acá. - se apresura a decir. - Hacía mucho no te veía y …
— Oh, ¿me extrañabas? - apoyó mi codo y parpadea. - Es lindos que lo digas, no me imaginé que tenías esos sentimientos por mí - volvió a ponerse nervioso y solté una carcajada - Tranquilo Thomas te molesto - suspiro - Eso fue divertido.
— No lo fue - le guiño un ojo y dejo plata en la mesa.
— No seas llorón, yo te invito - rueda los ojos.
— ¿Crees que vas a arreglarlo todo con un sándwich y una ensalada?
— Te olvidas de la limonada.
Me gire y frene haciendo que nuestros cuerpos choquen, cerré los ojos al verme yendo directo al suelo, pero en lugar de eso, solo tuve unas manos sujetando mí cintura y mis manos contra el firme pecho del rubio que almorzó conmigo.
— Puedes volver a respirar - me acomodé bien y suspiré.
— Gracias - eleve mi rostro para ver el suyo - Oye - subí mi mano a su mejilla y se tensó - Tienes arrugas - le saque la lengua - Gracias por la ayuda viejito - golpee su pecho despacio.
— No tengo arrugas - se miró en el vidrio y carcajeo - Barbie.
Salí entre risas mientras él me seguía, sus pies se apresuraron hasta llegar a mi lado, lo empujé un poco con mí hombro y negó divertido mientras volvíamos a la empresa.
Era lindo tener a alguien conocido en la empresa, aun cuando con Thomas no hablase mucho, nos conocíamos, habíamos pasado reuniones en casa de los Hamilton, por lo general jugaban con nosotros a las peleas en la pileta, todos ellos lo hacían, sobre todo porque Nat era muy unido a sus sobrinos.
— Muy graciosa - nos miramos dos segundos.
— Debes admitir que estas viejo, puedes ser como un Sugar Daddy - eleva una ceja. - Ya sabes, ¿Tienes la plata? Porque en esa altura las cosas no funcionan igual - muevo un dedo en bajada
— Tengo treinta y nueve - lo sé.
— Por eso - carcajeo y doy unos pasos hasta que me agarra del brazo atrayéndome de nuevo contra su cuerpo.
— Eres un poco atrevida - mi mano libre va a mi boca que se arruga en una mueca.
— No, pero considerando la diferencia de edad - subo mis hombros
— ¿Cuántos años tienes? Veinticinco - sonreí.
— Casi veintiséis - respondo tranquila - ¿Vas a ir a mi cumpleaños?
— Si me invitas - lo miró divertida.
— No creo que necesites invitación, al parecer te gusta tenerme cerca - apoyo mi mano en su pecho - Pero no es necesario tirarme, me dices y me acerco sola - su mano me suelta.
— No quise - vuelvo a carcajear.
— Tranquilo Thomas, pero tienes que tener en cuenta algo - mis ojos se encuentran con los suyos - Yo no dejo ir tan fácilmente. - gire sobre mi eje - Vamos o nos retaran y tendré que decir que fue tu culpa.
— Como si te importara llegar tarde - no, no me importaba, pero era responsable.
— En eso te equivocas, no me gusta llegar tarde a mis obligaciones, además es mi primer día y no le puedo decir imbécil más de tres veces - suspiro.
— ¿Eso por qué?
— Está en el contrato - comienza a carcajear de nuevo. - Nos vemos después boxeador.
— Nos vemos después Mazikeen.
Caminé a recursos humanos por los contratos y después subí a mi despacho, estaba a la mitad de los contratos cuando golpearon la puerta, respondí un pase sin levantar los ojos de los documentos, estaba esperando a la caballería, teníamos que ver algunos arreglos minuciosos que habían.
— Buenas tardes - la voz gruesa me hizo tensar.
Deje lo que estaba haciendo para levantar mi vista lentamente, sus ojos marrones brillaban con picardía. No había reparado antes en él, estaba shock con ver a Thomas en el lugar de trabajo y con traje, porque joder se veía super sexy. Después simplemente me quedé con el comentario misógino del imbécil.
Sus labios se curvaron en una sonrisa mostrando una hilera de dientes blancos, su saco y camisa se ajustaba perfectamente a su cuerpo, dejando a la vista lo que seguramente serían músculos trabajados. El cabello castaño llevaba un corte moderno, como el de Thomas, solo que un poco más marcado y corto, llevaba el rostro impecable, sin un rastro de barba.
— Buenas tardes ¿Qué se le ofrece? - cruce mis brazos y bajo la vista - Mis ojos están arriba.
— Lo siento - carraspeo - Quiero ofrecerte una disculpa. - analice su postura.
— Gracias, las acepto, pero no me interesas - parpadeo.
— ¿Por qué supones que tú sí? - comencé a reír.
— Tu postura, las espalda rígida, mandíbula tensa pero no lo suficientes, la mira que desprende seguridad, el porte de ir a casar tu presa sin hacerlo en su totalidad - moví la mano - Miré, es el dueño de la empresa, un imbécil - mordí mi lengua.
— Con esa fueron tres - murmura y sé que leyó el contrato.
— Las guardo para mañana - sonreí - En fin, no me interesa si te parezco atractiva o interesante, tú a mí no, a decir verdad, he salido con sujetos como tú, no me interesas, no te esfuerces, no pasara nunca nada - volví la vista a la mesa.
— ¿Cómo sabes si no pruebas? - estaba a punto de responder, pero otra voz se adelantó.
— Porque no sale con idiotas - sonreí al pelinegro - Becker, ¿molestando a mi chica? - elevo su ceja.
— ¿No estás casado con Sam Hamilton?
— Ella es mi mujer, sí y no me refiero a Barbie como algo más que no sea una amistad, puede que, como una hermana, lo diré de otra forma - carraspeo - ¿Estás molestando a mi hermana? - apreté los labios.
— No, simplemente me disculpaba - me observo.
— Aceptadas, que tenga linda tarde - volví a mi trabajo.
— Wells - se despidió
— Becker - la silla frente a mí se corrió - ¿Qué quería?
— Follar - murmuro y dejo las carpetas - ¿Por qué no me dijiste que Anderson trabajaba acá? - la comisura de su labio tiro y negué.
— No me pareció importante ¿Es importante? - rodé los ojos y lo ignoré.
Lucifer y Lilith Magne me la pagarían, lo harían.