Capítulo 6

2064 Words
A la mañana siguiente cierto joven de pelo oscuro y ojos grises se encontraba arreglando unas monturas en la caballeriza, cuando escuchó que la puerta se abrió y cerró rápidamente dejando entrar a una jovencita que evidentemente escapaba de alguien. — Ujumm... — Tosió divertido por la escena — ¿Necesita algo señorita Ocampo? — Shhhh — dijo la señorita —. Nos van a escuchar. Espere un poco — El joven no entendía nada pero estaba decidido a seguir el plan de la mujer —. Vamos — dijo en un susurro mientras se acercaba a su caballo marrón y lo tomaba por las riendas. Vicente se quedó helado, no entendía muy bien qué esperaba la joven que él hiciera —. Voy a dar un paseo, ¿me acompaña o no? — preguntó insistente. —Claro, vamos — dijo Vicente sonriendo mientras caminaba para montar a su fiel compañero. Salieron ambos del establo ocultándose de los visitantes de la casa, dedujo Vicente, pero ¿por qué debían ocultarse? Realmente no pensó demasiado en ello y solo siguió a la joven que lo guiaba hacia el campo. Una vez alejados de la finca montaron y salieron a galope hacia el campo abierto. Vicente miraba de atrás como la joven montaba con elegancia, apretando sus muslos contra el animal para levantar los glúteos de la silla e, inclinándose hacia adelante, le exigía ir más rápido. Se notaba en sus gritos y sonrisa que disfrutaba de esos paseos y él podía apreciar en primera fila el hermoso espectáculo. Se acercó a la joven que giró su cabeza y lo miró para hablarle. — Al fin me alcanza. Pensé que era más veloz— Y rió fuerte. — Usted no me provoque que me he contenido para no dejarla atrás — La retó el joven. — Bueno, veamos si es verdad lo que me dice. Quien llegue primero al árbol de allá es el ganador — dijo señalando con la barbilla un árbol a unos dos kilómetros y saliendo a toda velocidad. Vicente pudo volver a apreciar los glúteos de la mujer marcados por la bombacha que llevaba puesta mientras se alejaba a todo galope. Como realmente el hombre era muy buen jinete, y su caballo un excelente animal, llegaron apenas unos segundos antes que la señorita Sofía. Él desmontó agotado aunque sin dejar de sonreír mientras llegaba su contrincante y, ahora perdedora, compañera. — Realmente me sorprendió — dijo desde arriba del caballo la muchacha, aún con el aliento cortado por el esfuerzo —. Pensé que no me iba a alcanzar— Y bajó de su montura para sacar dos manzanas, lanzándole una a Vicente —. Es para él — Miró al animal a su lado. La joven le dio la manzana a su querido caballo, lo felicitó en un susurro, y luego fue a apoyar su espalda en el árbol, dejando las manos detrás de ésta mientras miraba a la copa del árbol. Se veía tan hermosa que Vicente no podía dejar de observarla. Él estaba acostumbrado a tener a cuanta mujer deseara, pero no sabía cómo actuar frente a ella, ya que la muchacha, con su carácter y sonrisa, siempre dominaba la situación. Habían compartido varias charlas, pero todas relacionadas a trabajos por hacer o que se estaban realizando, esta era la primera vez que se encontraban solos y alejados. Él quería abrazarla, tocarla, besarla y sus músculos estaban tensos del esfuerzo sobrehumano que hacía para contener el impulso. No quería asustarla, no quería ser el mismo hombre de siempre que veía a la mujer que le gustaba la tomaba de la cintura y sin decirla nada la besaba. No, esta vez no quería eso, solo quería que ella lo aceptara, así, pobre, con ropa de gaucho y el aliento cansado de cabalgar a toda prisa por el campo polvoriento. Se acercó de a poco al árbol, apoyando un brazo, contemplando el perfil de la bonita mujer. — Usted también es bastante buena como jinete. ¿Su padre le enseñó? — preguntó tratando de obtener algo de conversación. — No, en realidad mi padrino fue — Y giró su cara para mirar de frente al hombre que le hablaba. Desde que llegó la sensación de confianza que le hacía sentir la ponía nerviosa, no sabía cómo hablar con él y sus ojos grises le resultaban realmente cautivadores. Lo deseaba profundamente, su cuerpo la llamaba a voltearse cada vez que aparecía en su campo de visión. No podía dejar de imaginar cómo se sentirían sus labios sobre los suyos y, si bien hubo un momento que pensó que podían ser hermanos, cuando su padre le aclaró la situación todos los sentimientos explotaron en su pecho. Recordaba cómo la había mirado muy seriamente la primera vez en la entrada principal de la casa y luego cómo aceptó sus reglas sin demasiadas preguntas mientras ella se perdía en sus ojos y trataba de mantener la concentración. No podía entender cómo en tan poco tiempo le había provocado unos incontrolables deseos de sentir sus brazos envolviéndola. Necesitaba, quería, sentirse protegida, ya estaba cansada de soportar abusos y a hombres poderosos que creían que ella era un premio a ganar —. Mi padre me comentó algo de su historia — cambió el tema girando la mirada hacia el otro lado. Juzgó que no era sano añorar tanto que él la tocara —. No por ser indiscreto, sino porque bueno — Rió —, yo pensé que tal vez usted era... Que nosotros podríamos ser hermanos — El morocho no podía entender la información que la joven le arrojaba. Primero, ¿sabía su historia? ¿Qué sabía exactamente? Y, ¿hermanos? ¿Por qué? —. No es para tanto, no comentaré con nadie sus circunstancias, de eso no debe preocuparse — dijo mientras lo miraba de frente. — ¿Hermanos? — Fué la única pregunta que logró articular — Ah... eso... — dijo la joven girando de vuelta su mirada —. Escuché cuando usted hablaba con mi padre en su habitación y el comentario sobre su madre me confundió — Se avergonzaba de sus ideas y su accionar, pero quería contarle esto al muchacho que la miraba fijamente —. Pero luego mi padre me aclaró... — Y al girar su cabeza se encontró que Vicente estaba mucho más cerca de lo que creía, mirándola fijamente y casi con su cuerpo pegado al de ella. No podía adivinar lo que pasaba por la mente de ese hombre asique solo esperó en silencio que hablara. — ¿Y quién carajo le dio permiso para preguntar por MI historia? — dijo con voz baja y áspera, pegando su cara a la de ella. — Yo... perdón... no quería...— La joven se estaba comenzando a asustar ya que se encontraba en medio del campo con un hombre que fácilmente podía imponer su fuerza por sobre la de ella. — Entienda una cosa — continuó con el mismo tono —. Es mi vida y no quiero que se metan en ella, ¿está claro? — La firmeza de su voz hizo temblar a la muchacha que solo se limitó a asentir con la cabeza. Acto seguido Vicente dió media vuelta, montó y se alejó a toda velocidad de allí. — Realmente me preocupa — decía Pedro mientras caminaba de un lado al otro —. ¿Dónde se metió? — Ya va a volver — Trataba de tranquilizarlo Anselmo que estaba en el mismo estado que su amigo pero intentaba no demostrarlo —. Todavía no se hace de noche. — Sí, sí — respondió sin escuchar Pedro. — Ahí viene — exclamó Jerónimo que veía a lo lejos a la joven regresar. — Señorita — Se acercaron apenas llegó a las caballerizas —. ¿Dónde ha estado en todo el día? Ya no sabíamos qué inventarles a los dos de la casa — Se referían a su primo y el amigo de éste. — Perdón. Ya estoy de vuelta, no se preocupen. Ahora ayúdenme a volver dentro sin ser vista — Y todo el grupo caminó hacia la casa mirando que ninguno de los visitantes estuviera por allí. — Si ibas a estar así de preocupado no la hubieras dejado sola en medio del campo — decía Javier por la espalda a Vicente que miraba la escena desde la casita que les habían dado y ahora sería su hogar hasta que decidieran partir o morir allí. Ni bien volvió de su paseo, Vicente llevó al caballo a su lugar y Clarita le comunicó que Don Domingo quería hablar con él en la salita. Cuando ambos hombres estuvieron reunidos el mayor de ellos se disculpó por contar su historia sin permiso, pero debía entender que era su hija quien había formulado ideas extrañas y solo contando la verdad iban a poder ser aclaradas. Luego le ofreció al hombre la opción de quedarse trabajando para ellos bajo las mismas condiciones que tenían en ese momento más un pago mensual a pactar. Apenas terminó la reunión, Vicente volvió a su casa donde se enteró que la señorita aún no retornaba y desde entonces no había podido descansar ni dos segundos ante la idea de que alguna desgracia le hubiese sucedido. Cuando finalmente la vio llegar sintió un alivio en el pecho que lo dejó respirar de nuevo. Sabía que se había comportado mal, pero el hecho de que contaran su historia, sumado al mal temperamento que tenía, le habían jugado una mala pasada y tomó la peor decisión de todas. Un hombre se encontraba en la galería, esperando pacientemente a que la joven saliera de la sala donde sirven la cena y, oculto por la oscuridad de la noche, cuando ella se disponía a subir las escaleras tomó de su mano y la arrastró hacia un rincón oscuro del costado de la casa. Tapando la boca de la joven se acercó para hablarle en un susurro. —Soy yo, no se asuste — Sofía respiró de nuevo al oír la voz de Vicente, realmente llevaba todo el día tratando de encontrarse con él pero había sido muy difícil. Luego del alivio inicial, el cólera empezó a subir y recordó cómo la trató para luego dejarla sola en el medio del campo a las manos de Dios. Cuando iba a reclamarle escuchó de nuevo la voz grave de Vicente en su oído —. Perdóneme. No debí dejarla sola así... es solo que... — Su corazón parecía derretirse al escuchar el tono de súplica en la voz de ese hermoso hombre, pero se mantuvo callada, si bien estaba dispuesta a perdonar, no sería tan sencillo —. Realmente estaba muy preocupado por usted cuando noté que no volvía. Si algo le hubiese pasado... yo... yo no sé qué haría... — Y sintió la frente de Vicente que se apoyaba suavemente en su hombro. — No se preocupe — comenzó a decir en un susurro también —, yo puedo cuidarme sola. Soy una niña fuerte — Rió muy bajito para no ser escuchada. Vicente levantó la mirada y se quedó observando de frente a esa bella mujer que tenía entre sus brazos, que había escuchado sus disculpas con calma y reforzado su idea de mujer fuerte al mismo tiempo. No podía creer verla tan cerca, la deseaba tanto, el nudo en el estómago era fuerte y apretaba su abdomen, necesitaba besarla. Acercó sus labios, primero un poco, para ver la reacción de Sofía, y al notar que no lo rechazaba acortó rápidamente la separación entre sus labios y los de la muchacha para fundirse en un beso, primero tierno y suave que de a poco se fue apretando mientras él la tomaba más fuerte de su cintura y ella enroscaba sus brazos en su cuello para poder sentirlo más cerca suyo. De a poco los labios se fueron abriendo y dieron paso a sus lenguas que se masajeaban entre ellas profundizando el beso y desencadenando una explosión de sentimientos en el pecho de ambos. Se separaron rápidamente al sentir un ruido en la galería. —Debo marcharme— Le dió un fuerte beso en los labios —. Adiós Vicente — Y rápidamente corrió hacia las escaleras para subir a su habitación dejando al joven parado allí, en la oscuridad, tomándose la cabeza y explotando de felicidad.
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