—Iba a dejarlo vivir por un tiempo. Ya sabes... torturarlo y obtener información, pero luego me pediste que lo perdonara y el interruptor se encendió en mi cabeza —respira, entrecerrando los ojos sobre mí. —Tú lo mataste... porque yo... —las lágrimas humedecieron mis mejillas de nuevo, nublando mi visión. —Sí. Allí estaba tratando de follarte en contra de tu voluntad y en lugar de pedirme que lo matara... como deberías haber... —se acerca un poco más, dejando que sus labios toquen los míos con un toque ligero—. Me pediste que lo dejara ir. Mi aliento se engancha en mi garganta. ¿Realmente malinterpretó la situación como sospechaba Ana? Enzo y Emilie abandonan mi mente de inmediato y la idea de que haya calculado mal esta situación me hace agarrar su chaqueta entre mis puños. —Era el c