—Es tu mamá —Ana me informa desde el otro lado de la cocina.
Miro por encima del hombro y la encuentro sosteniendo el teléfono a cierta distancia de su oreja mientras me informa sobre la llamada de mi madre.
—¿Quiere que vuelva a casa? —cuestiono desde la sala.
—Sí —Ana asiente con la cabeza.
Sus ojos cuentan otra historia. Ella no quiere que vuelva a esa casa.
—Está bien. Dile que voy —me doy la vuelta y miro a Giana, que está sentada en el sofá frente al mío.
—La dejaremos en media hora, señora Whitman —Ana le dice a mamá monótonamente—. Bien, seguro.
¡Ella cuelga el teléfono! y viene a sentarse a mi lado.
Levanto mis piernas y coloco mi mano sobre mi rodilla. Un suspiro sale de mis labios.
—No te preocupes. Le pediré a alguien que investigue a este hombre. Envíame un mensaje de
