Federico.
—Miiraaaa. —dice alzando un suéter verde oscuro que esta bueno pero no lo compraría si lo viera en una tienda—. Es hermoso, ¿viste?. —lo mira por todos lados pero aunque decía que le gustaba lo deja donde estaba—. ¿Y este?. —alza uno n***o un poco más sutil que el verde—. ¿Qué dices?.
—Pero te gustó más aquel que este. —apunto donde dejó el otro en su lugar.
—Es muy caro... Si me lo compro no me alcanza para nada más.
—Sale 150 pesos Anto. —no vale ni el diez por ciento que saldría en una tienda.
—Y este 70... Me sobran 80 para algo más. —sigue mirando todo y yo también pero aunque no voy a comprar nada—. ¿Te gusta?. —me trago la queja de que todo me tiene que preguntar—. Pruébalo.
—¿Eh?. —la miro que sostiene una campera de hombre de abrigo bastante decente—. Es grande, seguro te anda.
—¿Para qué quieres que me la pruebe?.
—Solo te he visto con este pulóver, necesitas una campera que se vienen los días mas fríos y está buena... Prueba dale. —lo hago en silencio por la orden que me molesta, pero no digo nada porque me anda más que bien—. Perfecta... La llevamos.
—Pero... No quisiste comprar eso por ser caro ¿y ahora me compras esto?.
—Una campera así sale un ojo de la cara en un local... Acá esta a un cuarto de lo que saldría, debemos aprovechar o nos vamos a arrepentir. —asiento sin decir nada ya que sigue y sigue mirando—. ¿Tienes hijos?.
—No. —se desvía del lugar de chicos.
—Entonces ahí no miramos. —sonríe mas aliviada—. Acá hay pantalones. ¿Qué talle tienes?.
En un brazo tengo lo que es mío y en el otro lo de ella, no sé que tengo en la cabeza al aceptar que me compré ropa pero debo admitir que tiene buen gusto, la mayoría es nuevo solo que como es caridad es mas barato, nunca me compré ropa usada, usar si lo hice, pero cuando era mas joven y con mis hermanos nos heredábamos al ropa, pero cuando comencé a trabajar eso quedó atrás, no me genera rechazo pero me resulta raro.
Cuando paga me siento culpable porque su monedero quedó solo con unos pocos pesos, pero ella muy feliz por todo lo que logró comprar con sus ahorros, guardamos todas las cosas en bolsas y enfilamos a la salida.
—Anto hermosa, espera un poco. —aparece un chico sonriendo—. ¿Ya te vas?.
—Si. ¿Pasa algo?.
—Necesitamos ayuda ahí dentro. —me mira como pidiéndome que la saque de acá pero quiero ver que pasa, y ahí lo mira a él.
—¿Hay algún problema?.
—Eeehhh.
—¿Puedo ayudar? Me quedo y los ayudo en lo que deban hacer.
—Pero debes estar cansado, si quieres nos vamos. ¿A qué hora entras a trabajar?.
—En la noche... Tengo tiempo no te preocupes.
—Bien... Vamos. —nos dirigimos hacia una puerta y ahí veo una cocina bastante grande—. ¿Qué vamos a hacer?.
—Hay que dejar las cosas listas para la cena. —no deja de mirar a Anto y aunque no es nada mío me digo que no tiene respeto donde es incómodo y es como acoso—. Nosotros nos encargamos de las verduras, ¿Puedes ir poniendo las ollas linda?.
—Si. — lo dice medio rara, me saco el pulóver y comienzo a pelar verduras.
—Yyyy... ¿Hace mucho conoces a Anto?.
—Si... ¿Tú?. —sonríe forzadamente y no sabe que este juego de celos me encanta.
—Desde que llegó acá.
—¿Y hace cuánto fue?.
—¿Se conocen de hace mucho y no sabes eso?.
—Intento de que ella me cuente las cosas no presionar. —muevo las manos divirtiéndome mucho con sus celos—. No presionar, sino que confíe en mi totalmente y así después todo es mas natural. —le sonrío pero él no, me esta odiando con toda su alma.
—Marcelo, hazme el favor de ir a poner las ollas... Eso lo tienes que hacer tu ¿cómo vas a mandar a Antonella?. —tira el cuchillo dentro de la bacha con fuerza y va a lo que lo mandaron, Anto viene enseguida.
—Hola Viki. —se dan un abrazo como mamá e hija.
—Ese estúpido poco hombre que ya no lo tolero. —dice enojada.
—No importa, me estaba costando pero lo estaba logrando.
—¿Cómo que no es problema? ¿Cómo te va a mandar a hacer eso? Ni siquiera te puedes las ollas estando vacías.
—Yaaaa. —le golpea la mano riendo—. ¿Qué hago? ¿Ayudo con las verduras?.
—¿Podrías ayudar a seleccionar los panes? Es poco, te vas a poder ir temprano.
—Si. —pasamos un rato en silencio con la señora.
—Es una buena chica. —asiento escuchándola con atención a ver si puedo saber mas de ella—. Siempre nos ayuda lo mas que puede.
—Eso veo... El muchacho me dijo que la conoció cuando vino acá. ¿Ella vino a dormir?.
—Si... Llegó una noche lluviosa, súper enferma y al borde de estar desnutrida. —quedo duro mirándola, no me esperaba que diga eso—. Tenia veinte y era tan flaquita que creí que no tenía ni quince, pero luego mejoró mucho gracias a Dios, aunque costó muchísimo.
—Ella me dijo que tenia trabajo cuando se fue de su casa.
—Pibita. —niega con una sonrisa triste—. Una noche la encontré llorando y le pregunté porque estaba en la calle... Me dijo que alquilaba una habitación y trabajaba pero el hombre la manoseo. —la miro duro y ella sonríe—. Igual que el viejo hijo de puta ese... ¿Qué crees que podía hacer una chica sola y sin salida?.
—Lo soportó.
—Exacto... Pero no mucho, cuando el quiso algo mas ahí se fue, durmió mucho tiempo en la calle, hasta que llegó acá y siempre doy gracias a Dios por eso.
—¿Viki? Ya terminé. —ahora que la miro la veo mas frágil que de costumbre con lo que la señora me contó—. Les ayudo en esto así Fede puede descansar un poco antes de ir al trabajo.
—Como quieras.
Me divierto con la señora, nos hace reír mucho con las cosas que dice, Anto no mete bocado, solo se ríe haciendo que me lo contagie donde aunque es sutil su risa es contagiosa, me hace sentir en confianza, como si estuviera riendo con mis papás y mis hermanos, nadie nunca me hizo sentir a gusto jamás, solo mi familia y ahora Antonella.
A la salida caminamos en silencio, voy con las bolsas yo ya que ella lleva unas verduras que Victoria insistió mucho en que se las lleve, cuando llegamos a la plaza de la otra vez en donde estaba sentada mirando a la nada me pongo a pensar que fue muy peligroso eso, podía pasar cualquiera y hacerle algo por como estaba perdida en sus pensamientos.
—¿Fede?. —me giro y esta nerviosa hablándome.
—¿Qué pasa?.
—¿Tienes hambre? Mi casa queda a dos cuadras, te puedo preparar algo para que no vayas con hambre al trabajo.
—Esta bien, me encantaría muchísimo. —me sonríe muy nerviosa donde me invitó a su casa, caminamos hacia el lugar que sé donde queda, pero por la dirección porque nunca vi el lugar, solo Cristian—. Anto... No quiero que desconfíes de mi por lo que voy a preguntar... Pero... —me mira dudando—. ¿No tienes miedo de llevarme a tu casa? Nos conocemos hace una semana.
—Desde que me ofreciste el café supe que eras un buen hombre, hasta ahora no te has propasado ni faltado el respeto. —sonrio donde por mas que sea mi trabajo no me da derecho a propasarme ni faltarle el respeto, mi mamá puede estar orgullosa de mi, mas por los elogios que me están dando—. ¿Cuando lleguemos a mi casa te vas a aprovechar?.
—Jamás haría tal cosa. —parece que de nuevo comienza a respirar aliviada—. Anto, si crees que me voy a aprovechar es mejor que...
—Por favor... Quiero cocinarte, nos ayudaste en el alojamiento y quiero recompensarte la amabilidad que tienes.
—¿Y cómo te voy a pagar yo la ropa?.
—No es nada... Cualquiera lo haría.
—Eso no te lo crees ni tú... Nadie haría lo que haces.
—Que malo. —llegamos a un edificio y entro detrás de ella—. Es el cuarto piso... ¿Quieres que te ayude?.
—De hecho te iba a pedir esa bolsa que se ve muy pesada.
—Es solo frutas y verduras nada mas.
—Pues veo que cambias a cada rato de mano... Que estúpido, tendría que habértela pedido hace rato, que poco hombre.
—Pasa. —lo primero que veo es un comedor pequeño, con nada de muebles, lo justo y necesario para ser precisos—. Mi humilde morada.
—Es muy lindo este lugar. —dejo las bolsas en la mesa y saco las de ella de las manos—. Esta pesada mentirosa.
—Ya llegamos... Bueno, puedes mirar tele si quieres mientras preparo la comida... Ahí esta el baño por si te quieres bañar, en ese estante hay toallas limpias, puedes usar las que quieras.
—Me voy a dar un baño si no te molesta.
—Pasa tranquilo.
*****
Antonella.
Escucho el agua de la ducha correr y eso me deja algo tranquila para poder cambiarme de ropa, cuando estoy por sacarme la camisa decido dejármela o va a pensar cualquier cosa, puede creer que me puse comoda para algo mas y no quiero que crea eso porque no sabría que decirle, descalza voy a la cocina así comienzo a preparar la comida por que se me hace que lo único que ha consumido en estos días son los cafés que tomó en el café.
Me giro un poco cuando oigo que susurra pero no sale del baño todavía, me acerco en silencio hasta la puerta del baño y lo oigo hablar pero no escucho qué, puede que este cantando y yo creyendo cualquier cosa, vuelvo de inmediato a la cocina antes de que salga y piense que soy una chismosa.
—Bueno. —le sonrío cuando aparece secándose el pelo—. Me hacía mucha falta una ducha gracias.
—No hay porque, me alegra que te hallas podido bañar después de varios días. —pongo los platos en la mesa—. Ya va a estar.
—¿Qué preparaste? Huele riquísimo.
—Hice un estofado... Tenía un poco de carne así que la puse para aprovecharla, espero que te guste.
—Con ese olor me va a encantar eso te lo aseguro, ¿ayudo en algo?.
—¿Puedes poner el agua? En la heladera hay fresca. —nos sirvo y miro nerviosa como prueba—. ¿Y? ¿Esta aceptable al menos?.
—Mmmm. —hace gesto de cerrar la boca—. Delicioso... Simplemente delicioso.
—Gracias. —me ruborizo enseguida, nunca le cociné a nadie, es el primero en probar mi comida, miramos las noticias hasta que él comienza a hablar.
—¿Cómo se llama tu mamá?.
—Nelida. —unto pan en la comida, me encanta hacer eso—. ¿La tuya?.
—Blanca.
—¿Y tu hermana? Dijiste que tenías una.
—Abigail, es menor que yo por un año. ¿Tienes hermanos?.
—Si... Dos, una mujer y un hombre, mi hermana me lleva casi ocho años e Isaías tiene cinco.
—¿Cinco?. —dice atragantándose.
—Si... De vieja artista mi mamá. —lo digo riendo y él también porque la verdad que fue loco saber que iba a tener un hermano a los veintitrés años.
—¿Viven cerca?.
—No... Cuando pueda los voy a ir a ver y espero que pronto.
—Yo también quiero ver a mis papás... Es difícil la situación.
—Re difícil... La vida es muy dura ¿no?.
—Si... Hace una semana tenía un departamento en donde estaba re cómodo, podía dormir bien, bañarme, cocinarme, y mírame ahora... No tengo donde ir, ni para ir al baño, no puedo lavar mi ropa ni darme una comida decente. —muerdo mis labios nerviosa porque me aterra terminar como él, sin donde ir—. No quiero dar lastima pero esta es mi situación.
—¿Y si vienes acá?. —deja el tenedor a medio camino y lentamente me mira—. Si quieres... No tengo problema, puedes bañarte, comida no hay mucha pero algo es algo.
—¿De verdad me estas ofreciendo venir acá?.
—Mmm si... Si no quieres no...
—Si quiero... Quiero de verdad, Dios, que alivio. —agarra mi mano apretándola con suavidad—. Te voy ayudar con los gastos ¿si? Mañana cuando salga del trabajo voy a hacer otro trabajito en donde me van a pagar de inmediato y voy a poder comprar comida y...
—Espera. —incomoda me acomoda en la silla—. Cuando dices trabajito, ¿no será robar o algo así no?.
—No muñeca. —se rie volviendo a comer—. Me gusta ganar mi plata a costa de mi sudor no del de los demás.
—Bien. —digo sonriendo felíz y mas que aliviada, lo que menos quiero es estar involucrada en cosas ilegales—. Bienvenido entonces.
—Gracias Anto... Eres el ángel que Dios me mandó.
—No digas esas cosas. —me hace sentir vergüenza cuando me dicen cosas lindas—. Pero...
—¿Qué pasa?.
—Te lo estoy ofreciendo a ti no a tus amigos. —me mira serio—. No quiero llegar un día y que hallan tipos en mi casa.
—Estoy solo... No conozco a nadie en esta ciudad y no traería a nadie esta tranquila en eso... Soy pobre pero no mal educado.
—No quise decir eso.
—Ya lo sé. —se ríe y eso hace que me calme un poco—. No voy a traer a nadie, sé que seria peligroso, no soy estúpido... Tranquila no vas a encontrarte con nadie solo conmigo.
—Bien, gracias por comprender.
En la noche cuando se va me repite incontables veces que cierre bien la puerta y que no le abra a nadie, riendo le digo si, ya que parece no saber que vivo acá hace años y tomo muchas precauciones, la mayoría sabe que vivo sola y que cuando me voy a trabajar mi casa queda sola así que intento que en todo momento este todo al menos bien trabado porque para robar se las ingenian.
Antes de dormir le lavo toda la ropa, se fue con la mochila porque le di un termo con café y unas galletitas que tenia por si en medio de la noche le da hambre, cuando cenamos se comió todo, me serví una sola porción así él se podía llenar porque es un hombre grande que debe comer bastante.
Al otro día cuando salgo del trabajo me lo encuentro esperándome en la puerta de salida, lo miro que no pareciera que hubiera estado despierto desde la mañana de ayer, o tal vez desde hace dos días donde me dijo que no tenía donde dormir y que se iba a un trabajo nocturno.
—Mira. —me muestra unos billetes muy feliz—. Vamos a llenar esa heladera que posees.
—Esta bien. —aunque no lo diga me pone felíz también—. ¿Vamos a los chinos? Es mas económico.
—¿Sabias que ellos desenchufan las heladeras?. —me agarra un ataque de risa por eso.
—Es solo un mito Fede, no creo que sea verdad.
—No quiero arriesgarme... Vamos a uno normal.
—Para mi todos hacen lo mismo. —negando me agarra de la mano como si fuéramos pareja.
—Ey Anto. —nos giramos y viene Rocío muy seria—. Te olvidaste la propina.
—¡Ah!. —lo guardo en la cartera sonriendo donde son unos pesos mas con los cuales va a la caja de ahorro para las compras del próximo mes—. Gracias me había olvidado, salí tan rápido que no repare en nada.
—¿Quién... ¿Quién es él?. —me parece raro como lo mira a Federico, como si lo conociera o hasta una ex celosa.
—Es Federico un...
—Su novio. —le estira la mano sorprendiendome y ella se la da—. Un gusto.
—Nunca me dijiste que estabas de novia. —lo mira a los ojos y me estoy incomodando.
—¿Ustedes se conocen?.
—No, no nos conocemos, es mas, nunca la había visto solo en el café. —Fede aun con su sonrisa me mira—. ¿Vamos? Quiero que compremos comida nena... Me muero de hambre, lo que me diste anoche no hace efecto ya.
—Si... Nos vemos mañana Ro, cuídate. —se gira sin decir nada y quedo mirándola, me giro y esta como si nada—. Ustedes tuvieron algo.
—¿Qué?. —dice indignado—. No la conozco... La he visto en la cafetería pero no tenía idea de su nombre.
—Pero... ¿Por qué te trató así? A parte... Le dijiste que éramos novios, ¿Por qué?.
—Perdón no sabía que te iba a disgustar y a ella... —apunta hacia la cafetería—. No la conozco muñeca. —lo miro sin creerlo, hay algo que me dice que miente—. No me mires así... Pareciera que desconfiaras.
—Vamos por la comida. —de nuevo me agarra de la mano pero no digo nada.
—¿Cómo fue que te olvidaste de la propina?.
—No me la olvidé... Cuando termina un turno se juntan las propinas de todos y se dividen en partes iguales... Lo que pasa es que quería ir a la casa ya que no tenias como entrar y pensé que me estabas esperando ahí, igual la iban a guardar y mañana me la daban.
—Y como buen psicópata te estaba esperando en la puerta de tu trabajo.
—Se podría decir que si, que un psicópata que me acompaña creyendo que no se cuidarme. —digo riendo y niega divertido—. ¿Cómo te fue? ¿Ese trabajito que era?.
—Tenia que sacar unos escombros de una casa... Fue rápido y buena paga.
—Debes estar muy cansado.
—Tengo sueño pero no pienso dormir hasta que haya ingerido algo.
—Entonces te voy a preparar algo que te alimente bien.
—Eso me gusta y mucho porque cocinas muy rico.
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