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Antes me rechazabas.

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Blurb

El rechazo es un claro indicio de deshonra y decepción. El dolor significativo por la pérdida y el abandono es una herida abierta imposible de cerrar, el disgusto y el odio son raíces que corroen el corazón del rechazado.

Charlotte fue condenada a cargar con el rechazo durante toda su vida. Un peso que con el pasar del tiempo se había vuelto ligero, aunque esto no hiciera más amena la agresión o satisfactoria su existencia. Teniendo que huir de un ente desconocido después de su primera transformación, pequeños indicios del verdadero propósito de su vida comienzan a esclarecer el porqué de su sufrimiento, permitiendo que le otorgue una nueva cara al dolor que antes veía con resentimiento y recelo. Cediendo ante la tentación de confiar en alguien más que en si misma se dará cuenta que los malos presagios siempre están al pie de su puerta esperando para atacarla.

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Prólogo.
    De pronto mis ojos deslumbraron aquel sitio, la niebla que tapaba mi vista como una venda adherida se había cortado y me dejaba observar en donde estaba. Mi respiración errática y los latidos fuertes de mi corazón contra mis costillas hacían un ruido sordo en todo mi cuerpo, ellos repercutiendo en mi cabeza arrítmicamente, manteniéndome silenciosa y descuidada. Prontamente sentencié que no conocía el sitio, con labios temblorosos me atreví a gritar para pedir ayuda, pero el miedo incremento cuando ni una sola palabra pude pronunciar porque mi voz parecía haber sido arrancada de mi garganta.      La habitación, el pasillo, se sintió casi tan familiar como el aire helado que atravesaba mi piel arropándome y envolviéndome en un manto frío indiscutiblemente sucio y escalofriante. El azul penumbroso que cubría el sitio hacia a mi mente dar vueltas constantes entorno a mí misma, haciéndome tambalear y casi caer.     Era curioso como la familiaridad del lugar traía recuerdos pulcros desde una mirada arbitraria de lo que fue el pasado. No existía manera de que lo que sucedía pudiera volver a repetirse, entonces, ¿qué era esto que tan vívidamente perturbaba mi calma y hacía que gritos de quejas y dolor abandonaran mi garganta de la manera más desgarradora y dolorosa?     Entre la penumbra comencé a moverme, con el temor creando una masa espesa en el fondo de mi garganta imposible de tragar e incluso doloroso cuando intentaba hacer tal acción. El charco de agua pantanosa mojaba la planta de mis pies descalzos, viscosa y repulsiva. En ese punto fue que pude notar la precaria ropa que traía puesta, apenas un estropajo. Aunque lo que sea que tuviera puesto no era importante, lo que sí resultaba aterrador y hacía mella en mi conciencia era no recordar en qué momento por cuenta propia yo me había colocado tal cosa. Atragantadamente mire nuevamente el sitio, la iluminación deficiente no permitía ver mucho más allá de unos pocos centímetros. El olor fétido del sitio picaba contra mi nariz, lleve mis manos para poder taparle y así evitar respirar más del aroma de lo que necesiten,     Temblé con miedo cuando note las marcas de las ataduras en mis muñecas, lo que parecía ser mi sangre corría libremente desde ahí hasta la punta de mis dedos, el líquido escarlata goteaba enfermizamente, logrando a su vez que las ansias de vomitar seán en mi ser .     Con temor y valentía mezclándose en mi acerque mi otra muñeca para poder observar si había daño o no. La sorpresa y el alivio no tuvieron oportunidad de aparecer porque las mismas heridas estaban grabadas en ese sitio específico de mi cuerpo.     - ¿Qué? - susurre lastimeramente, sintiendo la resequedad expandirse por mi garganta. Fue lo único que pude pronunciar, mi voz ronda y maltratada se tornaba más a un quejido.     Pensé en tocar la herida, pero recordé como mis manos tocado con anterioridad la pared y era una jugada arriesgadas. No tenía idea de como yo obtuve tales marcas, mucho menos como mi carne tasajeada no dolía antes sino hasta aquel punto. Sin tiempo de procesar lo que estaba sucediendo o de discutir conmigo misma, un murmuro que clamaba con mi nombre tropezó con el viento y trajo el sonido a mis oídos, fue ahí cuando entendí que quizás era una prisionera.     Intente caminar más rápido por el pasillo oscuro, resbalando una vez cuando pise descuidadamente, pude sentir como la fuerza de mis piernas se alejaban y verme a mi misma de rodillas postrada, en un giro afortunado logre mantener el equilibrio y pude retomar mi paso apurado. A paso lento más sonidos se fueron añadiendo a la escena triste, mire hacia atrás sin lograr deslumbrar nada. Las voces creaban eco, primero comenzó como un murmullo suave, no lograba distinguir qué era lo que decía aquella pastosa voz, más conforme pasaba el tiempo se volvía más fuerte y tumultuosa.     La adrenalina se disparó en mi ser cuando en un momento que gire mi cabeza para mirar lo que estaba a mis espaldas. Una se amontonaba en lo que parecía ser el final del pasillo, un mareo metódico me golpeo sacudiendo mi cabeza y casi debilitando lo suficiente mis piernas como para hacerme caer. Los pasos ajenos a los míos se acercaban con rapidez, similares a una marcha militar. Se escucharon los aullidos de unos lobos a la par de lo que parecía ser mi nombre.     −¡Charlotte! −gritaron en medio de un gruñido gutural. No logre reconocer la voz distorsionada, pero la imagen de un hombre se agregó con rapidez a mi cabeza, aun así fue imposible reconocer el dueño de ese rostro.     Con las mínimas fuerzas que me arropaban corrí tan rápido como mis piernas me permitían, las heridas en mis muñecas escocían y la pérdida de sangre aumentaba conforme pasaba el tiempo, este líquido se hacía paso a borbotones más grandes por la palma de mi mano y el dorso de esta misma. No note palidez en mi piel al momento de ver mis brazos, pero algo me decía que aquella no era la única que arropaba mi cuerpo y el dolor punzante en distintas áreas se volvía tan molesto como para quebrantarme. Comencé a respirar por mi boca, sintiendo como pequeñas punzadas de dolor se clavaban en mi estómago afiladas, optando por permanecer ahí y dañarme tanto como para que quisiera doblarme del dolor. Lamí mis labios que para ese entonces estaban tan resecos como para romperse y dejar pequeñas laceraciones en su paso, logrando apenas mi cometido, pero llenando mi boca con la sangre que surgía de los mínimos cortes. Mis dientes castañeaban a medida que mis pasos chocaban con el piso, lastimándome y haciendo precisamente doloroso el recorrido.     Mi vista se tornaba borrosa y puntos negros oscurecían aún más el camino dificultoso. Tentada mire nuevamente hacia atrás y justo en ese momento un montón de cuerpos robustos junto a otros lobos se acercaban a mí con fuerza descomunal, pisando el suelo húmedo como si de tierra compacta se tratase sin dar chance a resbalones o pisadas equivocadas que terminaran en caídas . Los latidos de mi corazón dolían tanto en mi pecho y la manera en que estos retumbaban en mis oídos me dejaban un poco ida hasta el punto de rozar la sordera.     Podía atribuir todo aquello al hecho de que quizás ese lugar pudo haber sido mi hogar durante días incluso meses, pero el terror realmente me tomó como su presa ante la idea de que realmente pudo ser años. Además, a esto se le sumaba lo que parecía ser deshidratación y la pérdida de sangre, sin contar el cansancio físico que me abrumaba. Pero lamentablemente nada de esto detuvo a mis captores, los mismo que se acercaban a paso apurado con rabia y resentimiento detrás de mí. A pocos menos de ocho metros de mí se encontraban ellos, y los gritos con mi nombre seguían siendo vociferados, me obligue a ignorarlos y seguí mirando hacia lo que parecía ser el final del túnel.     El alivio tardo un poco en llegar cuando mi cerebro registró magistralmente lo que parecía ser el final del túnel. Corrí más de prisa, tropezando con mis pies un par de veces, el eco de los gruñidos sonoros de los animales daban vueltas en mi mente bloqueando cada pensamiento coherente que surcaba por el sitio.       - ¡Charlotte! - esta vez la voz provenía del final del pasillo, se escuchaba neutra y mi cerebro registro por alguna razón un deje de seguridad en ella. Negándome a confiar, pero sin ver más opciones continúe mi camino hacia aquella voz. Podía sentir algunas heridas en mis pies, ardía y dolía casi tan horriblemente como el aire que entraba a mis pulmones cuando respiraba. - ¿Dónde estás? - volvió el hombre a gritar con esmero, tornándose casi preocupada. Fruncí el ceño en medio de todo el agitamiento, a solo cinco metros de la salida un hombre apareció corriendo deteniéndose justo en el medio de lo que parecía ser la puerta que daba al exterior.       Mis pasos se volvieron más lentos al ver lo que una de sus dos manos tenía agarrado con fuerza. Mire con detenimiento el objeto y trate de buscar el rostro de ese hombre, encontrándome con el sepulcro silencioso de un n***o tan oscuro como la misma oscuridad que nos rodeaba. El látigo caía perezosamente solamente agarrado por el mango que era sostenido por la palma cerrada del individuo. Jadeando mis pasos se hicieron más lentos, y el calor de mi cuerpo por culpa del esfuerzo físico comenzaba a quemarme haciendo que un sollozo saliera de manera inesperada. La culpabilidad y lo que parecía ser la decepción se acostó encima de mi pecho cansado.     - ¡No! −grite desgarrando en dolor mi garganta, las lágrimas mojaban mis mejillas dejando largos rastros que simulaban el dolor que había estado atormentándome, temiendo por mi seguridad aún más.     El silencio se formo en el sitio y fue imposible no mirar al hombre entre el mar de agua que reposaba en mis ojos acumulado esperando el momento de abandonar su hogar, el desconocido llevó su mano a la pretina de lo que parecía ser su pantalón. Como si de un borrón se tratase todo lo poco que podía distinguir a mi alrededor se tornó un manchón. Perdiendo fuerzas mis pasos se detuvieron justo escasos dos metros de aquel ser, a ese punto el hombre alcanzó a sacar su mano de donde la tenía guardada, un arma.     Con el llanto rompiéndome el pecho termine de mirarlo, y justo cuando me apunto mi cuerpo se heló por completo, solo podría describirme como la figura temblorosa de una chica abrazándose a sí misma esperando a recibir el tiro de gracia.     −Eres demasiado débil, Charlotte. −el disparo resonó, y mis gritos rompieron con fuerza, el dolor comenzó a flui ...                                                                                       ...        Desperté bañada en sudor, con el cabello pegándose en mi frente y las lágrimas cubriendo mis mejillas. Eran tan reales como lo que parecía ser aquel sueño. Jadeando solloce sintiéndome impotente y desprotegida. El frío de la noche era similar al de la pesadilla y la voz del sujeto se repetía constantemente en mi cabeza. Con ansiedad comiendo mi estómago revise mis muñecas entusiasmadamente, notando que no había ni una sola marca, pero las marcas de mis uñas en la palma de mi mano se burlaban de mi. Con el corazón latiéndome a tope decidí levantarme de la cama, arrastrándome hasta la orilla y así poner los pies en el helado piso.      Con unos cuantos sollozos luchando por salir libremente me puse de pie, mis piernas temblaron tanto como mis manos. La soledad de mi hogar me arropo en instantes, el miedo me seguía como una sombra cruel con su rostro teñido en burla por mi deplorable situación. Tome unos momentos para diferir el mareo que me arribó junto a las ganas de vomitar que nacían en el fondo de mi estómago. Caminando pocos pasos por medio de mi cuarto note que los estragos de la pesadilla he dejado el silencio sordo en mis oídos que se había vuelto espeluznante y peligroso. La frase del hombre retumbaba en mi pensar, haciendo doler mi estomago casi como si las heridas que en el sueño pensaba que sí existían en la vida real existiesen.     Después de unos instantes logré calmarme, quitando furiosamente las lágrimas que hizo empapado a mis mejillas, más aún así el miedo corroía mi ser. Ese sueño tan vivido logróar la incertidumbre que se encontró con un despertar enterrado en lo más profundo de mi mente desde bastante atrás. Sentándome en la orilla de mi cama coloque mis codos encima de mis muslos para luego enterrar mi rostro en el hueco que se creaba con las palmas de mis manos juntas.      Hay recuerdos vagos de lo que fue mi niñez en mi mente, pocas son las cosas que recuerdo y más allá de ello se encuentra la sonrisa gráfica de mi madre y la mirada severa de mi padre haciendo eco en un rincón apartado y seguro donde los malos presagios hacen un esfuerzo descomunal por tocarles, pero sus intentos, aunque desesperados, no llegan a rozarles. Siendo resguardados por mi consciencia como un guardián valiente y temerario.      Si hubo alguna vez un instinto de supervivencia no puedo recordarlo del todo, quizás solo manchones difíciles de ver a contraluz de lo que realmente sucedió, la nubosidad de la presión se mezcla a fuego lento con las pesadillas que saltan siempre a asustar las noches tranquilas. Y mientras la vida pasa, para mí no hay demasiado en estas cuatro paredes que hago llamar hogar. Esa pesadilla lograba calar tan profundamente como para hacer animosidad con mi instinto de querer seguir viva aun cuando estaba profundamente herida.     Entonces mi mente decidió aislar el sonido de las pisadas, o cómo se sintió mis pies al chocar contra el suelo sucio lleno de barro y lo que parecía ser agua. Desviando mi pensar me concentré en lo que estaba ocurriendo verdaderamente. La vida en la manada es tranquila, aunque suele ser solitaria y aislada. Atesoro pequeñas imágenes de situaciones felices, como por ejemplo los cachorros correteando entre ellos, pero luego un suspiro cae ante la nostalgia de la niña interior que se niega a apagar su luz dentro de mí, anhelante y triste. Son quizás las ideas de la felicidad surgiendo espontáneamente, y puede que, sí traté de aferrarme a ellas, pero lamentablemente mis dedos resbalan constantemente.     No existe mucho que contar, en realidad solo es una historia pobre que se puede relatar en tres versos, pero que a su vez ese corto relato hizo crecer la animosidad, paciencia y recelo, también el egoísmo y la altivez dentro de mí. Hubo algo que el recelo que yo misma construí no puedo demoler, y era la manera en que la voz del hombre temblaba y la seguridad se volvía traslúcida.     Intente decirme que el tiempo sobra demasiado, y las cálidas tardes de leer relatos de la historia de la luna se vuelve algo común en mí, pero cuando las pesadillas y los sueños vividos me tomaban ya la luna se volvía oscura y las estrellas decidían un mejor lugar para reposar.      Busque en mi mente la suave voz de mi progenitora, topándome con un par de relatos que se volvían cálidos con el pasar del tiempo. Son cuentos que me llevan a la voz de mi madre, dulce que con deleite me reconforta y me hace sentir amada, esa misma que es interrumpida y las carcajadas sonoras de la niña de siete años resuenan en el lugar de mi mente que llamo memoria. El frio se escapa, pero hay algo de el que le es imposible dejar mi piel. Así que lo conservo.     Mi corazón da cabida a la plenitud y ahí recuerdo lo dulce que es vivir, sobrevivir, a decir verdad. Disipo pestañeando rápidamente las lágrimas que se guardaron para no ser derramadas, con el corazón pesándome y los sollozos demandando por salir. Y pienso lo que está por acontecer en los próximos días, intuyendo lo decisivo que puede ser para la vida de cualquier hombre que tenga la capacidad de transformarse en un lobo, aunque esto no logra que deje ir el recuerdo de ser perseguido como un conejo.     Entonces pienso en los lobos. Altos e imponentes capaces de matar a cualquier humano, y tiemblo tal cual, como papel, entendiendo el significado de gran parte del sueño, aunque esto no llega a mi mente tan rápido como había esperado y la idea a penas se construye bloque a bloque. Atragantada con mis palabras y sollozos utilizar a morir, me encorvo en mí misma dándome tiempo de recuperarme, pero pienso en mi madre y en la enfermedad que rebasa a la luna de la manada…     La luna de la manada está por morir, y cuando ella le haga compañía a la diosa Luna su esposo partirá detrás de ella poco tiempo después. Sin querer mis pensamientos son dirigidos a la familia del Alpha, y caen en su hijo. Los ajusticiamientos en público son del tipo que puede gustarle al muchacho, alguna vez lo vi con una fusta golpeando a sus amigos, siempre hay disputas en este tipo de situaciones si el sucesor del Alpha no ha encontrado a su pareja, quizás él asuma su rol poniéndose por encima de los demás haciendo público a los que decidan osarlo latiga ... Con ese pensar mi boca se seca y la calma que había logrado se disipa con la rapidez del viento. −No… - borre la idea que tomaba forma en mi mente tan rápido como llegó, temiendo como mi alma se estremeció y la plenitud de la ira burbujeaba en mi estómago. En la pesadilla había más lobos, y el hombre no tenía rostro, mucho menos un motivo para hacerme prisionera o volverme un desecho de mujer como la que era en ese sueño. Las heridas de mis muñecas punzaban sobre mi piel aun cuando no eran reales, pero los fragmentos del sueño temblaban en mi mente haciéndose difusos.     Intentaba calmarme diciéndome a mi misma que todo aquello era un sueño mal formulado y que nada pasaría, pero recordé la frase de una leyenda muy vieja entre lobos. Cuando el lobo sueño con los de su especie el presagio es dañino para el portador del sueño. Sea para bien o sea para mal ...     Haciendo un esfuerzo le busqué sentido al sueño, y quise atarlo con la frase que se volvía a mi mente, pero solo había una conjetura. Esa pesadilla traería dolores y tormentos a mi vida según esa frase olvidada por la mayoría de los lobos. Y volví al recuerdo de mi madre, y el momento en que soñó con lobos en su última noche de estar viva, al día siguiente ya sus cuerpos eran manchones en el piso destruidos por culpa de unos asesinos de otra especie.     Me recosté en la cama e intenté pensar en algo más que me diera una pista del qué podía significar el enigmático sueño, pero cuando volvía lo anterior a ello se borraba con tranquilidad molesta y ridícula. Repose en la cama, por eso cuando el silencio de la noche calmó mi pensar no hubo más que ignorar la pesadilla, aun cuando los recuerdos de las heridas zumbaban por mi piel y las salpicaduras de mis pies encima de los charcos seguían siendo un sonido que se repetía en la inestabilidad de mi mente ... Bueno. ─

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