La premura pasa en nuestras vidas, como las vacaciones cortas del verano escolar. Nuestro amor cada vez es más fuerte. Mis luceros observan el letrero de la puerta del psicólogo de Alejandro, mientras espero ansiosa fuera del consultorio. Juego con mis manos esperando buenas noticias, o avances en su tratamiento. Ha estado al tope de pastillas, controlando los episodios y las migrañas fuertes que pueden tumbarlo. Me levanto a la par del sonido de la puerta abrirse, mi corazón late como la primera vez en que sus ojos azules se atrevieron a volcar mi vida en emociones y sentidos. Alejandro cruza el umbral sonriendo para mí, unas curvaturas exquisitas llenas de pasión. Un destrozador de bragas visual, el mismísimo Dios griego. ─Lamentamos hacerte esperar, me estaba comentando de la su nuev