─Hola, Katherina, veo que te encuentras muy bien acompañada─ menciona de manera pedante y gatuna. Observo su apariencia, su cabello oscuro se ve muy bien con su piel bronceada y ella siempre tuvo facciones hermosas que me llenaron de envidia en su momento. Esboza una sonrisa gatuna, comiéndose con la mirada a mi Dios griego. Oh, eso sí que no, desgraciada. Entorno mis ojos, colocándome delante de Alejandro, cruzo mis brazos en pose empoderada como: ni te atrevas a olisquear aquí, perra. ─No puedo decir lo mismo de ti─ digo despectiva, mirando a Manuel. Y pensar que alguna vez me gustó ese engendro de cabello cobrizo. Él suelta una carcajada. Alejandro da un paso adelante y puedo tonar sus empuñaduras apretadas. Poso mi mano en su pecho, deteniéndole. ─Prefiero que me coma un tiburón