Capítulo 05 | Laberinto de lujuria |

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Saltamos de la soltería al sabor del pollo a la cacerola. Sus ojos se instalan en mí, colocándome un poco incomoda. Pido disculpas para levantarme luego de terminar la comida y limpio mis comisuras con el pañuelo. Camino hacia el baño, cerrando la puerta. Mi pecho sube y baja, mientras suelto un jadeo ante la tensión que hay entre nosotros. Abro el grifo, lavándome las manos. Súbitamente, la puerta se abre, sin previo aviso. Miro hacia ella, sobresaltándome al encontrarme con Alessandro, que cierra la puerta, caminando hacia mí. Su cuerpo me acorrala con la pared, tomando mi rostro con sus manos. Bajo la vista a sus labios entreabiertos, su aliento golpea los míos. ─No creo poder seguir fingiendo que no te quiero coger a cada instante, hasta la manera en que saboreas la comida me ha excitado ─gruñe en mis labios. Trago con dificultad. ─Tienes que tener más voluntad ─declaro, apartándome de él. De repente, me toma de la nuca para pegar sus labios de los míos, besándome con exaspero, hambre y mucha pasión. El calor sube de nuevo hasta el punto de ebullición. Él empuja mi cuerpo hacia el lavabo, abriendo mis piernas para introducirse entre ellas. Se separa de mis labios, para besar mi cuello. Suelto un gemido, que llama su atención. Alessandro esboza una sonrisa “Maldición” pienso ya como costumbre. ─¿Cómo voy a tener voluntad? No le puedes decir eso a alguien que ya te probó, es como prohibirle la fruta prohibida ─manifiesta, provocándome un jadeo. ─Es prohibido esto ─insisto. Él niega con la cabeza. ─Solo nuestra maldita familia piensa eso ─musita en mis labios, volviéndolos a besar. Escucho de repente unos pasos acercándose. Abro los ojos, empujándole en mi contra, para apártale. Llevo mi dedo índice a mis labios, para indicarle que haga silencio. ─Pia ¿Estás bien? ─Inquiere Gia, mi pecho sube y baja. ─E-Eh ¡Sí, ya salgo! ─Exclamo rápidamente, mirándole con odio a Alessandro. Él aprieta una sonrisa juguetona en sus comisuras. ─¡Apúrate, quiero comer la tarta de arándanos de mi madre! ─Demanda, asiento. Acomodando mi aspecto en el reflejo del espejo. Limpio el labial en mis comisuras, sintiendo cómo Alessandro, aprieta mi trasero. Aparto su mano, girándome. ─Ni se te ocurra arruinar mi vida ─amenazo, señalándole con mi dedo. Tomo la perilla para salir. ─Le agregaré algo que le faltaba ─anuncia a mi espalda, llevándome a mirarle de soslayo─. Lujuria ─agrega de manera sugestiva, abro la puerta, cerrando con el pecho aun subiendo y bajando con intensidad. Me alejo de la puerta del baño, caminando hacia la cocina, tomo un vaso llenándolo de agua, para embeberlo rápidamente. ─Ya van a cortar la tarta ¿Dónde está Alessandro? ─Inquiere Gia a mi espalda, me sobresalto, abriendo mis ojos para mirarle. ─¿Qué te hace pensar que sé? ─Pregunto, sintiendo los nervios a flor de piel “Esto apenas comienza y ya se están dado cuenta” pienso, desviando mi mirada. ─Porque desapareció luego que tú, quizás le has visto en el jardín o en la segunda planta, aún no le mostramos el lugar, puede que se haya perdido en laberinto de arbustos ─responde, de manera serena. Suelto el aire de mis pulmones. ─Es un tonto laberinto, lo deduje cuando era pequeña ─espeto, dejando el vaso para buscar mi trozo de tarta e irme de una vez por todas lejos de este lugar. ─Entonces serás la que se lo enseñará ─declara a mi espalda. Detengo mi cuerpo cuando Alessandro aparece en mi perímetro con una sonrisa. ─¡Sería fabuloso! ─Exclama mi madre ante la idea absurda. Niego con la cabeza rápidamente. ─No creo que sea de su interés, es un lugar aburrido ─murmuro, tratando de salvarme de esta. ─Estaría encantado de conocerlo, según es uno de los mejores trabajos en paisajismo que elaboró el arquitecto difunto; Fabio Carter, que en paz descanse ─manifiesta, llamando mi atención y el de todos al nombrar a mi padre. Hace mucho que no visito el laberinto, ante los recuerdos de él. La nostalgia mi invade de alguna manera. ─Paz a su alma ─mencionan todos. ─Es precioso ─suelta mi madre junto a un suspiro de añoranza. ─Pero que sea luego de la tarta, necesitaré energía ─espeto, avanzando para tomar asiento. Mi madre con una sonrisa procede a cortarla y servirla en diferentes porciones. Paso mi dedo como de costumbre por la salsa de arándanos para chuparlo. Siento los ojos de Alessandro, mirándome con intensidad. Carraspeo, colocándome erguida. Terminamos de comer el postre y procedo a estirar la falda de mi traje ejecutivo de color celeste, para caminar hacia el umbral del jardín. ─Les esperamos al final del túnel ─avisa mi madre, colocando su brazo entrelazado con el de su prometido, para caminar junto con Gia. Pasan de nosotros. Siento de repente su figura imponente a mi costado. ─Estás colmando mi paciencia ─murmuro entre dientes. ─No he hecho nada ─reitera, con una sonrisa. Resoplo, comenzando a caminar. ─Hagamos esto rápido ─anuncio, dando pisotones en el camino de piedra elaborado específicamente para que mi madre no ensuciara sus zapatos costosos, ahora agradezco por eso. Ya que llevo puesto mi sueldo, en unos Gucci. Alessandro comienza a caminar a mi costado, admirando las inmensas paredes del laberinto de solo arbustos y rosas de diferentes colores. Aunque a mi madre le gustaban más las azules, mi padre mandó a traer unas elaboradas en laboratorio, cada cierto tiempo, hasta luego de su fallecimiento. Junto mis manos al frente, entrelazándolas, para sentir mi corazón latir con los recuerdos. ─Esto es muy hermoso ─menciona de repente, su voz llega a proporcionarme cierta calma. ─Lo es… según mi padre lo elaboró pensando en mi madre, y en cuánto la amaba ─comento, tosiendo levemente… es el único hombre que ha podido colocarme nerviosa. ─”¿El amor es complicado?” ─Cita, sorprendiéndome. Asiento, ante el comentario acertado. ─Como un laberinto ─decimos al unísono. Él suelta una carcajada, llevando sus manos hacia atrás. Eleva su vista al cielo, despejado y con el sol oculto entre las nubes. ─Sería más romántico si fuera de noche ─comenta. ─Alessandro, tú y yo no… ─No digas nada de lo que te vayas a arrepentir ─interrumpe mis palabras. Parpadeo, arrugando mi entrecejo. Seguimos caminando encontrándonos con una pared de arbusto. ─Pensé que sabías cómo salir de aquí ─declara. Me ofende el tono irónico con el que pronuncia sus palabras. Encaro mis ojos en él, llenos de algo diferente al enojo. Me giro, tomando otro camino, él me sigue con una sonrisa divertida. ─Sí… sé, solo que, tengo muchos años sin venir, quizás lo olvidé ─digo rápidamente. ─¿O es que te coloco nerviosa? ─Insinúa, ruedo mis ojos ignorándole. ─Creo que nos quieres perder, así abusas de mi deseo por ti ─insiste, colmando mi paciencia. Detengo mis pasos de golpe, al encontrarme de nuevo con otra pared de arbusto y no con un camino. ─Maldición ─farfullo entre dientes. ─Excitante ─murmura Alessandro, encarándome─. Noto que estamos perdidos y estás perdiendo los estribos, eso no es muy de la anónima que conocí en las Vegas ─agrega, suelto un suspiro por los recuerdos de esa noche. ─Tú no me conoces ─reitero, mirando hacia arriba. ─Está atardeciendo… ─Buscaré la salida, o me tocará gritar para que mi familia nos ayude ─declaro, empujándole. Mi tacón se entierra en el piso, tambaleándome hacia la pared de arbustos. Alessandro me sostiene evitando que me entierre en él y me lastime. Coloco mi vista en sus ojos, mientras me termino de sostener de su cuerpo. Nuestros labios quedan muy cerca, sintiendo su aliento cruzarse con el mío. Mi pecho sube y baja con la tensión intensa entre nosotros. ─No entiendo por qué huyes tanto de mí, cuando te mueres por besarme de nuevo ─manifiesta con prepotencia. Arrugo mi cejo, ofendiéndome. Me separo, limpiándome el traje. ─Ya quisieras tú, que Pianella Carter, rogara por un beso ─reitero, entornando mis ojos en Alessandro. Él suelta una carcajada sugestiva, provocando que mis sentidos se coloquen en alerta. Pasa su pulgar por una de sus comisuras, acomodando el saco de su traje. ─Si quieres jugar a este juego… lo haremos. Rogarás ─espeta, acercándose a mí, abro los ojos por su semblante─…para que te vuelva a tomar, suplicarás otro jadeo mientras estoy dentro de ti, proclamando tu delicioso cuerpo. Tomo una bocanada de aire, ahogada por la intensidad de sus palabras. Aprieto mis puños, tratando de mantener mi compostura “eres poderosa, Pia, eres la mejor en este juego” repito en mi mente, como un mantra. ─Ya veremos quién ruega ─reto, esbozando una sonrisa. ─¡Aquí estaban! ─Exclama de repente Gia, sobresaltándonos. Resoplo, caminando hacia ella. ─No digas nada, se me olvidó la salida ─declaro hacia ella, colocándome a su costado. Gia sonríe por lo bajo, caminando a mi costado. Luego de salir finalmente del laberinto, nos encontramos con el gran árbol familiar, lleno de luces, como si estuviéramos en un cuento de hadas. Suspiro, por los recuerdo que albergo en él. Pestañeo, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se forma sin piedad. Siento la mano de mi madre, acariciar mi brazo, mientras sigo admirando el árbol. ─Siempre precioso ─comenta a mi costado junto a un suspiro. Asiento, mirándole de soslayo. ─¿Por qué no ha venido Felipe y mi sobrino? ─Cuestiono ante ella. Mi madre levanta el mentón con orgullo. ─Sabes bien que tu padre y yo, no tuvimos muy de acuerdo con ese matrimonio… Ella… ─¿Se embarazó antes de casarse? ─Intervengo, llamando su atención─. Pensé que lo que importaba era el amor y un matrimonio perfecto ¿Cierto?, ahora tienes un hermoso nieto ─agrego, ella suspira. ─No es lo correcto en nuestra sociedad ─afirma, manteniendo su semblante serio. ─Esta sociedad me tiene el trasero hinchado ─gruño, apartándome de ella. Su semblante se perturba ante mi arrebato. ─Ya es hora de que me vaya ─declaro, inclinándome hacia ella, para dejarle un beso en la mejilla.
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