Capítulo 06 | Cliente caliente |

1986
Coloco mis ojos en el prometido de mi madre, alzando mi mano, para que la estreche. Él me da una sonrisa sincera. ─Ha sido un placer conocerte, Pianella. Pronto seremos una familia ─comenta de manera tierna. ─Igualmente, para mí ha sido un gusto… hacerla feliz es lo que más importa ─declaro, dándole una mirada rápida a mi madre. Suelto su mano, tendiéndosela a Alessandro. Él la mira, sin querer apretarla. Siento las miradas de todos en nosotros. Finalmente, él la estrecha, proporcionándome un escalofrío en la columna. ─Gracias por el juego de ciencias, lo apreciaré mucho ─dice, provocando una carcajada en los demás. ─No es necesario… podría cambiarlo. ─Para nada, es perfecto. Seguimos con las manos entrelazadas, mirándonos. La separo, carraspeando. Camino hacia dentro, ondeando mi mano, mientras rodeo el laberinto con mi hermana a mi costado, apresurando sus pasos. ─¿Por qué siento que estás huyendo? ─Inquiere de repente. ─No sé de qué hablas, tengo un camino largo por recorrer hasta mi casa, no quiero quedar atrapada en el tráfico ─reitero, rápidamente. Tomo mi bolso, colgándolo en mi hombro, y camino derecho hacia la puerta, huyendo de manera efectiva. Gia se detiene en el umbral, cruzándose de brazos. ─Algo ocurre ─comenta, deteniendo mis pasos. Suelto un resoplo, girándome. ─Seguro estás muy cansada, la temporada del año te recuerda siempre a cómo todo comenzó con Felipe. Nunca había visto a mis padres perder la cabeza ─digo con gracia, posando mis manos por sus brazos, suavizándolos. Ella mueve su cabeza, dándome una sonrisa. ─Sí que tuve una buena presentación, luego vomité en el escenario, ya tenía dos meses de embarazo y ni matrimonio me habían propuesto ─suelta, recordando con gracia la furia de mis padres, tratando de mantener la reputación de la familia. Dejamos salir un suspiro, mientras ella me abraza, envolviéndome con sus brazos. ─Me alegra tenerte de vuelva ─murmura. Carraspeo, alejándome para darle un beso sonoro en la mejilla. ─Salúdame al mocoso y dale el regalo que le traje ─digo, apresurándome para introducirme en mi Audi rojo. Ondeo mi mano, tocando el claxon. Luego de llegar a mi departamento, enciendo las luces, dejando mi bolso en el sillón de la pequeña sala, diseñada a mi gusto, con colores rojos vibrantes y una cortina azul que combina con los cojines. Los muebles son de segunda mano como la mayoría de las cosas en mi casa. En lo único que no subestimo el dinero, son en los zapatos de marca que me comienzo a quitar, para colocar en mi inmenso armario. Suelto un suspiro, pasando la mano por mi adorada ropa. ─Y pensar que fuera millonaria si no gastara tanto dinero en ustedes ─declaro estúpidamente hacia los trajes. Dejo salir un suspiro, lanzando mi espalda a la cama. Mis ojos se colocan al costado, observando la mesa de noche, estiro mi brazo y abro el primer cajón, para tomar en mi mano mi querido juguete que vibra. Esbozo una sonrisa, pensando en los labios de Alessandro. Mi pecho sube y baja de repente, al recordar cómo sus manos apretaban mi trasero en medio del beso pasional. Enciendo el juguete, encontrándome con la decepción de mi vida. ─No, por favor. No hoy ─gruño, pisando el botón varias veces sin obtener que encienda. “La pila” pienso, resoplando. Lo lanzo a un costado. ─Las desgracias me persiguen ─murmuro para mí, restregándome el rostro con las manos en frustración. Me levanto de la cama, con las ganas faltantes y arrastro mis pies caminando hacia la sala. Saco del bolso mi celular, revisando las notificaciones junto a los correos de mi empresa en ascenso. Muerdo mi labio, sin percatarme que estoy Googleando su nombre. De repente, comienzan a aparecer fotos de él, junto a su padre. Arrugo mi cejo, encontrándome con el nombre de su dinastía “Constructora Vitale innovación” o “CVI” como indican en algunos sitios web. Dejo salir un suspiro, al darle zoom a una de sus fotos de i********:. Mi corazón comienza a palpitar con fuerza, cuando mi dedo se desliza, dándole una reacción. Abro los ojos, lanzando el celular al sillón. Frunzo mis labios con enojo. Tomo una bocanada de aire. ─¡Maldición! ─Gruño, pensando en el juego de la mala suerte que estoy ganando. Decido ignorar el hecho de que posiblemente se percate de que le estaba acosando por sus r************* . Espero con fervor que no use esa cuenta desde hace mucho tiempo. Saco de mi refrigerador una botella de vino, para servirme una copa rebosante. Embebo un gran sorbo. Aun cuando sus ojos intensos y azules siguen removiendo mis sentidos. Abro los ojos, ante el sonido del despertador, lo apago con mi mano. Refunfuñando, no soy buena con el despertar. Ruedo los ojos, dando vueltas en mis sábanas. De repente, mi celular suena en una llamada intermitente. Arrugo mi cejo, descolgándola y colocándola en altavoz mientras me levanto y acomodo la cama. ─Pensé que me habías colocado en tus contactos desviados ─expresa la voz de Victorino, mi ex. Coloco un semblante de odio ante lo que me produce su voz. ─¿Qué quieres? ─Cuestiono ante su llamada indeseada. ─Te recuerdo que tenemos un cliente en común aún, así que trae tus bosquejos y muestras lo más pronto posible. Está en camino a la oficina ─declara con desdén. ─Que amable de tu parte, en avisarme… ya estoy en camino ─digo, colgando la llamada antes de que suelte un comentario venenoso. Lanzo las sábanas en la cama, corriendo hacia la ducha para cambiarme rápidamente. Dejo mis luceros en el humo del café al frente de mí, mientras escucho como un eco la voz de Victorino, que explica su plano de arquitectura. ─Pianella Carter, ¿quieres agregar algo más a tu presentación? ─Inquiere Victorino, llamando mi atención. Elevo mis ojos a los verdes de él. ─E-eh, no, no… si tienen alguna duda el señor y la señora Russo, encantada estoy de responder ─anuncio, mirando a la pareja de ancianos. Ellos se miran entre sí. ─Quisiéramos cambiar el color de las paredes del lobby ¿Se podría, señorita Carter? ─Cuestiona la señora con dulzura. Asiento, dándole una sonrisa. Culmina la reunión con los clientes y procedo a recoger las carpetas junto a los bosquejos. Victorino cierra la puerta del salón de reuniones, colocando sus manos en sus bolsillos, para mirarme. ─Deja de mirarme así, aquí ya no tienes nada que sea tuyo ─declaro, encarándole mi mirada. ─Te noté distraída durante la reunión, ¿sucede algo que sea importante saber? ─Pregunta, desconcertándome. Lanzo las carpetas en la mesa, cruzándome de brazos. ─Victorino de mierda, no tengo paciencia para tus preguntas estúpidas. ─No sabía que ese era mi apellido ─suelta con gracia. Resoplo, tomando mi celular y mis cosas para salir del lugar lo antes posible. De repente, él se interpone, inclinándose hacia mí. Me aparto, dando un paso hacia atrás. ─¿Encontraste a alguien? ─Inquiere, confundiéndome. Pestañeo, ante su pregunta indebida. Aprieto mi puño con ganas de golpearle, pero luego me delataría con recursos humanos y los zapatos no se compran solos. Relajo mi cuerpo, dejando salir un suspiro, para esbozarle una sonrisa sardónica. ─¿Celos? ─Cuestiono, encarándole─. Se supone que tú arruinaste la confianza ¡Un maldito trío te bastó, asqueroso burro de mierda! ─Farfullo, empujándole a un costado, para salir finalmente del salón de reuniones. Mi cuerpo está caliente pero del enojo. ─Señorita Carter, un nuevo cliente le busca ¿Lo transfiero a su oficina o a la del señor Fausto? ─Inquiere la asistente del Coworking dentro de la misma empresa donde me emplearon junto a Victorino. ─A la mía, gracias, Jessica ─respondo, dándole una sonrisa. Camino hacia mi oficina, abriendo la puerta para encontrarme con la decoración de mi nueva marca. Dejo salir un suspiro, leyendo el gran logo: “Libélula Carter” la pequeña empresa de diseño de interiores, que creé para desvincularme de Victorino y de mi jefe. Tomo asiento en mi silla de escritorio, para girar en ella. Súbitamente, la puerta es tocada. ─¡Adelante! ─Anuncio. La puerta se abre, dándole paso a un cuerpo alto, enfundado de un traje n***o inmaculado. Siento como si mi corazón se quisiera desbocar al encontrarme con los ojos azules de Alessandro Vitale. ─¿Qué haces tú aquí? ─Inquiero sin tapujos. Él termina de pasar, con una sonrisa. ─¿Esa es la manera de recibir a tu futuro cliente y hermanastro? ─Suelta con ironía. Resoplo, cruzándome de brazos. ─¿Qué quieres, Alessandro? ─Pregunto, viendo cómo toma asiento al frente de mi escritorio, cruzando una pierna encima de otra luego de desabotonar su saco. ─Tu madre me ha comentado que sigues los pasos de tu padre y que te estás esmerando en crear tu propia empresa de interiorismo, luego de que tuvieras que desligarte de tu ex, donde tenían un negocio en común ¿Me equivoco en algo? ─Explica sin más. Entorno mis ojos en él. ─No. ─Entonces, vine a solicitar tus servicios, quiero redecorar mi alcoba ─anuncia de repente. Chasqueo mi lengua, desviando mi vista. ─Entiendo ¿Cuál es tu presupuesto? ─Cuestiono, siguiéndole la corriente. ─Todo lo que sea necesario ─responde rápidamente, inclinándose un poco hacia mí. Su cercanía comienza a afectarme. Abro mi agenda en el computador y comienzo a teclear. ─¿Qué deseas modificar? ─Sigo, esperando a que no se me note el calor en mis mejillas por su mirada. ─Quisiera tenerte en mi cama, desnuda, todo el día ─suelta. Dejo de teclear en seco, tragando con dificultad para mirarle. “¿Pero qué demonios le ocurre en la cabeza?” Pienso, admirando su sonrisa. Carraspeo, alejándome del escritorio para apoyar mi espalda de la silla. Encarando sus ojos. ─Estás colmando mi paciencia ¡Mantén tu distancia! ─Exclamo, fuera de sí. ─Pero si sigo aquí sentado, estoy manteniendo una distancia. Si no, te hubiera tomado encima de este hermoso escritorio ─comenta, pasando su mano por la madera del escritorio. Resoplo, gruñendo para levantarme de un salto. ─Tienes que agradecer de que contigo soy amable, esto no lo hago con todos y mucho menos, ruego ─reitera, llamando mi atención. ─No te estoy pidiendo ni tu atención, mucho menos que me ruegues ─declaro, tomando con mis manos su silla para girarle hacia mí, me inclino, encarando su semblante. ─Deseo que no arruines la felicidad de mi madre, ella se casará con tu padre. Así que deja las niñerías de desearme a mí ─espeto, arrugando mi cejo. Él se acerca un poco hacía mí, mirando mis labios fruncirse. ─¿Acaso tú no me deseas también? ─Cuestiona. Suelto un suspiro, bajando mi cabeza, rendida. Me coloco erguida, cruzándome de brazos. ─Dime la verdad de tu presencia aquí ─insisto, tratando de que su aspecto no perturbe mis hormonas. ─Vine a buscarte, tu madre al parecer notó incomodidad entre nosotros y pidió encarecidamente a mi padre obligarme e invitarte a comer. Agradece que no lo mandé al demonio ─explica, levantándose y cambiando su semblante a uno más serio. Acomoda su saco, dándome la espalda─. Anónima, no colmes mi paciencia ─agrega, imitándome junto a una sonrisa genuina. Sale de la oficina y corro hacia mi bolso, apagando mis cosas para cerrar la oficina con llave. Sigo sus pasos apresurados que se dirigen al ascensor. Antes, me detengo en recepción, dirigiendo mi mirada a la asistente del piso. ─Por favor, que todas mis reuniones se posterguen ─indico, ella asiente, mirando de más a Alessandro. ─Es muy guapo ─murmura para mí. ─Sí, pero está podrido su corazón ─recalco, rodando los ojos. Jessica se nota sorprendida. Escucho un carraspeo de parte de Alessandro, que me indica apresurarme. Llevo mi vista hacia él, vislumbrando que Victorino se acerca a nosotros. Me coloco a su lado, presionando rápidamente el botón del ascensor. ─Anónima, no sabía que te desesperaba tanto escaparte conmigo ─dice con gracia Alessandro. ─Oh, Pianella… ¿Quién es él, un cliente o pretendiente? ─Inquiere ya muy tarde, Victorino, con incredulidad.
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