La mañana paso rápido y la noche ya está aquí. Observo las jeringas sobre la mesa y me aseguro que contengan el medicamento correcto. Camino por el largo pasillo y entro a la habitación de Christhop. Parece estar en sus pensamientos mientras ve el cielo.
—Hola Christhop, es hora del medicamento— digo atrayendo su atención.
Ada después de lo sucedido con Luka reviso mi currículo, y me permitió suministrarles y estar más al cuidado de ellos; ya que también lo hacía con mi abuela y según sus médicos era apta para ser su enfermera.
Se acomoda sobre su cama, poniendo su antebrazo para que le inyecte la dosis, lo hago y me siento en la silla que se encuentra al lado. Observo como la luna llena ilumina todo; pienso en lo sucedido con Luka, como a mi abuela le sucede lo mismo y cuanto sufre.
Tenía que ayudarlo ese es mi trabajo.
—¿No te iras? — pregunta
—No, me gusta esperar hasta que el medicamento haga efecto y la persona se encuentre dormida.
Asiente manteniéndose en silencio.
—Todavía quedan 15 minutos para que haga efecto, te parece bien si ¿hablamos?
Me observa y caigo en cuenta que no me tiene confianza. Empezare yo para demostrarle que puede confiar en mí.
—Me llamo Krystine, tengo 18 años...umm hace un mes termine mi bachillerato, vivía con mis padres, sin hermanos y tengo a mi abuelita a quien cuidaba todos los días antes de venir aquí. Este es mi primer trabajo; por lo tanto, ustedes mis segundos pacientes— veo como sus ojos empiezan a cerrarse — Descansa Christhop.
Al salir me encuentro con Ada y me pide que revise que el medicamento le hizo efecto a Luka. Abro la puerta con cautela y lo observo removiéndose incómodamente; retrocedo para irme, pero tropiezo con algo.
Auch.
—¿Quién está ahí? — pregunta Luka
—Disculpa si te desperté estaba revisando que todo estuviera bien— me levanto acomodando mi ropa.
Luka me observa con el ceño fruncido; de repente una sonrisa cínica adorna su rostro.
—Sabes, eres muy adorable—avanza hacia mí y empiezo a retroceder—¿Me acompañas?
Me toma de la mano y me guía hasta la orilla de su cama.
—Está bien te acompañare, pero suéltame— me suelta sin decir nada.
Sin dejar de sonreír; se recuesta. Cualquier mujer que le guste el peligro no dudaría caer por él y me incluyo, pero no es cualquier peligro es del tipo que causa escalofríos y causa muchos secretos que pueden llevarte más allá del deseo.
El silencio se adueña de la habitación; tal vez si hablo se duerme más rápido.
—Te contare un poco de mi... Tengo 18 años, hace un mes termine mi bachillerato, soy hija única, no soy enfermera, pero siempre he cuidado de mi abuela— vuelvo a mirarlo y se encuentra dormido.
Me levanto con cuidado y en silencio salgo de la habitación.